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Letra F

Contenidos

FÁBULA

Relato ficticio en el que figuran como elementos principales animales o cosas inanimadas personificadas, cuyo fin es comunicar alguna moraleja. En la Biblia tenemos dos ejemplos:

  1. La de los árboles que escogen rey, propuesta por JOTAM a los hombres de SIQUEM (Jue 8– 15).
  2. La del cedro del LÍBANO y el cardo, que JOÁS envió como respuesta al desafío de AMASÍAS (2 R 9).

Las fábulas aludidas por los autores del Nuevo Testamento (1 Ti 1.4; 4.7; Tit 1.14; 2 P 1.16), que falsos maestros querían introducir como verdades cristianas, no parecen tener el carácter de fábula propiamente dicho, sino de conceptos doctrinales inventados o ficticios.

FALSO PROFETA

Persona que afirma falsamente poseer total revelación de Dios, que puede predecir hechos futuros o que tiene el poder de Dios para hacer milagros, señales y maravillas.

En Apocalipsis encontramos un falso profeta que engañará a la gente con falsos milagros y matará a los que se nieguen a adorar a la bestia, pero que al final será arrojado al lago de fuego (Ap 19.20). En la Biblia, los falsos profetas caen en tres categorías generales:

  1. Los que adoran falsos dioses y sirven a ídolos.
  2. Los que falsamente afirman que han recibido mensajes de
  3. Los que se desvían de la verdad y dejan de ser verdaderos

FALÚ

(DISTINGUIDO).

Hijo de Rubén (Gn 46.9) y padre de Eliab (Nm 26.8) y fundador de la familia de los faluitas (Nm 26.5).

FAMILIA

En el Antiguo Testamento, el vocablo hebreo que con más frecuencia se traduce familia es (mispajah), que en realidad quiere decir «clan», un grupo de familia.

En el Nuevo Testamento el concepto «familia» se expresa mayormente en términos de mayordomía (oikos/ ; Hch 16.15; 1 Co 1.16;  Flp  4.22;  2  Ti  4.19;  CASA)  y  de  responsabilidad (therapeia; Mt 24.45; Lc 12.42). Más allá de los términos explícitos, familia en la Biblia se manifiesta por medio de una amplia gama de relaciones.

La unión de hombre y mujer fue instituida por el Creador (Gn 3.20–24) y ratificada por Jesucristo (Mc 10.7, 8). Desde la creación, también, existe el deber de procrear y de integrar familia (Gn 1.26, 27). La Biblia presenta la relación indisoluble de la pareja como paradigma de la relación Dios-Israel (Is 62.1–5; 25.3–14, 20) y Cristo-Iglesia (Ef 5.22–33). Por otro lado, las Escrituras no idealizan a la familia. La aceptan como es.

Encontramos muy pocos ejemplos de familias funcionales. Conocemos muy poco acerca de las familias de los principales actores bíblicos, sin duda porque pertenecían a sociedades patriarcales en que las mujeres solo existían en función de los hombres.

Procreaban hijos para mantener viva su estirpe. Las mujeres y sus hijos eran una parte indispensable de la fuerza laboral (cf. SARAH; AGAR; LEA; REBECA). Aun las mujeres que se destacan por su iniciativa personal, como DÉBORA, RUT y ESTER, estuvieron a merced de los hombres.

La Biblia nos pinta un panorama ambiguo a respecto de la familia. Proverbios 31.10– 31 destaca las grandes virtudes de la esposa y madre (aunque no sabemos si se trata de una persona real o una idealización), pero con frecuencia encontramos un desface entre el ideal de la legislación y la realidad de la familia, como es el caso con las familias de los patriarcas, y de paladines como MOISÉS y DAVID. En el Nuevo Testamento hay escasos ejemplos de «familia modelo», a pesar del exaltado lenguaje de San Pablo acerca de la familia (Ef 5.22–33). Pero sí encontramos víctimas de familias quebrantadas por el pecado social y personal. Con el fin de comunicar un mensaje dramático a un pueblo que le ha sido infiel, Jehová ordena que OSEAS se case con una prostituta, a la que debe perdonar y amar a pesar de sus desvaríos.

Jesús valoriza a la familia, pero no la absolutiza. Su actitud hacia ella es más bien ambigua.

Llama a sus discípulos a dejar sus familias para seguirle y llevar su cruz.

Afirma haber venido a dividir las familias de sus seguidores (Mt 4.18–22; 10.34–38; Lc 9.59– 62), pero al mismo tiempo anuncia un nuevo orden de familia (Mc 3.31–35; 10.28– 31). Restaura hijos a sus padres (Mt 15.2128; Lc 7.11; 9.37–45). Reintegra a endemoniados a su pueblo y familias (cf. Mc 5.1.20) y da prioridad a una mujer socialmente marginada sobre una prominente familia postrada por la muerte (Mc 5.21–43).

En una sociedad que poco valoriza a los niños, Jesús los presenta como modelo y requisito para entrar a su Reino (Mc 9.33–38; 10.13–16). Su concepto de la familia es concreto y realista, nunca teórico. Por eso rechaza el planteamiento de los saduceos sobre la ley del LEVIRATO (Lc 20.27–38). Su actitud hacia el DIVORCIO es mesurada (Mt 19.1–12; cf. Mc 10.1–12) y hacia el ADULTERIO, misericordioso (Lc 7.36–50; Jn 8.1–11), inculpando más al hombre que a la mujer. Encarnado en un pueblo anonadado por crisis sociales y familiares, Jesús se solidariza con las víctimas, creando una nueva familia de la cual Él es cabeza y miembro integrador (Mc 10.28– 31; cf. 3.31–35).

La familia cristiana tiene más que ver con calidad de vida en común que con estructuras determinadas y funciones definidas. Compárese la relación de PRISCILA con AQUILA (Hch 16.3 y 2 Ti 4.19) y de TIMOTEO con su madre y abuela (Hch 16.1 y 2 Ti 1.5). Por otro lado, la familia nuclear, tan idealizada en los países desarrollados, no se conoce en los tiempos bíblicos. Prevalece la familia extendida, a la que pertenecían también los abuelos, parientes menos afortunados (viudas y huérfanos) y algunos sirvientes y esclavos. La familia nuclear responde más a las exigencias y limitaciones de una sociedad materialista e individualista que a ideales cristianos. Es también extraña a muchas culturas tradicionales hoy. Con todo, el ideal que encontramos en el Nuevo Testamento es aún más inclusivo. Es una nueva clase de familia abierta a quienes la sociedad rechaza. A la familia de Jesús pertenecen personas de varias clases sociales, de diversas ideologías políticas, personas marginadas y aun mujeres de dudosa reputación, sin importarle lo que dijeran los demás.

El desarrollo de la IGLESIA (familia de Dios) requiere normas de conducta en familias, que ejemplifiquen su íntima relación con Cristo, la cabeza (cf. Ef 5.22–33; 1 Co 5.1–5; 6.12–20; 7.1–17; 2 Co 6.14–16). Se requiere acciones ejemplares de los líderes en particular (1 Ti 3.4, 5; 5.1– 8). Las epístolas de Pedro exhortan a la consideración mutua de marido y mujer (1 P 3–7) y extienden el concepto de familia y hogar  (  ) a la  iglesia universal  y local  (1 P  2.5,  9–11; 4.17).

Sigue vigente la preocupación especial por las familias de los pobres (2 Co 8.13, 14); y el rechazo de cualquier abuso de ellos por parte de los ricos (Stg 2.5–7; 5.1–6).

FANUEL

(CARA DE DIOS).

Aserita que fue padre de Ana la profetisa (Lc 2.36). Ana dio gracias a Dios en el templo por haberle permitido vivir lo suficiente para ver al Mesías.

FARAÓN

Título de los monarcas de EGIPTO. Aunque este título comenzó a usarse solo a partir del Nuevo Imperio, es común aplicárselo a todos los reyes egipcios a partir de la primera dinastía. Su significado original, «la gran casa», se aplicaba primero al palacio real, pero paulatinamente llegó a aplicarse a sus ocupantes. Para los egipcios, el faraón era un dios. Es más, el culto al faraón era uno de los principales factores de la cohesión dentro del país en el que subsistían grandes diferencias regionales, tanto culturales como religiosas.

En los tiempos más antiguos, la inmortalidad se reservaba solo para el faraón, pero con el correr de los años se fue extendiendo al resto de la población. Puesto que el faraón era un dios, a su muerte era necesario darle una tumba adecuada. Por esta razón, las tumbas de los faraones rivalizaban con los templos en magnitud y esplendor. Aunque casi todas fueron saqueadas en tiempos remotos, todavía quedan los grandes monumentos de piedra que dan testimonio de su antigua gloria. Entre ellas las más famosas son las tres grandes pirámides. Como parte del rito fúnebre, se momificaba el cuerpo del faraón (EMBALSAMAMIENTO) y se incluían en la tumba embarcaciones y provisiones para el viaje al más allá. Los faraones se agrupan tradicionalmente en treinta dinastías, después de las cuales sigue la trigesimoprimera de los TOLOMEOS.

Cuando Egipto quedó supeditado al Imperio Romano, terminó el régimen de los faraones. En la Biblia se menciona a varios faraones. Puesto que a menudo se hace referencia a ellos, dándoles el título de faraón más bien que su propio nombre, es difícil, y aun imposible, establecer una relación segura entre los personajes que se mencionan en la Biblia y los que conocemos por la historia de Egipto. Así, por ejemplo, los faraones del tiempo de Abraham (Gn 12.15–20) y el tiempo de José (Gn 39–50), no pueden identificarse con certeza. Es muy posible que el episodio de José deba enmarcarse dentro del período de los hicsos, cuando las condiciones sociales y políticas correspondían aproximadamente a las que se relatan en Génesis. Tampoco es posible determinar con certeza quiénes fueron los faraones de la opresión y del ÉXODO, aunque hay indicios de que se trata de Ramsés II y alguno de sus sucesores (RAMSÉS y RAMESÉS). Otros faraones que es imposible identificar con certeza son los que se mencionan en 1 R 3.1; 9.16; 11.14–22; 2 R 18.21; 1 Cr 4.18.

Además, hay varios faraones de importancia para la historia bíblica cuyos nombres son conocidos como NECAO, SISAC y TIRHACA.

FARES

(ROTURA).

Hijo de Judá y su nuera Tamar. Gemelo de Zara (Gn 38.29; 46.12).

Progenitor de los faresitas (Nm 26.20; Neh 11.4, 6). Su descendiente, Jasobeam, fue caudillo de los valientes de David (1 Cr 11.11; 27.2, 3). Figura en la genealogía del Mesías (Rt 4.12, 18;Mt 1.3; Lc 3.33).

FARFAR

Ver. ABANA Y FARFAR.

FARISEOS

Secta de los judíos.  El nombre aparece por primera vez en el contexto de los reyes MACABEOS (ca. 150 a.C., Josefo, Antigüedades XIII.x.5–9). El equivalente hebreo perusim generalmente se entiende en el sentido de «separados» (por ejemplo, Esd 6.21; Neh 10.28s). Probablemente era un apodo impuesto por sus enemigos ya que los fariseos vivían apartados de lo impuro, es decir, del «pueblo de la tierra» (Jn 7.49).

Ellos mismos preferían llamarse jeberim (compañeros), que revela algo de su organización. Como grupo particular, los fariseos lograron destacarse durante el reinado de Juan Hircano (135–104 a.C.), al oponerse al deseo de este de extender su poder político y militar. En el reinado de Alejandro Janneo (103–76 a.C.) la oposición alcanzó tal magnitud que este la suprimió brutalmente, crucificando a ochocientos de los líderes fariseos (Antigüedades, XIII. XIV.2). Cobraron nueva importancia bajo Alejandra Salomé (76–67 a.C.), pero  pronto perdieron su influencia directa en la vida política del país. Quien intentó ganar su apoyo fue HERODES EL GRANDE, ya que solo se dedicaban a la vida religiosa, pero desistió ante las sospechas que aún mantenía, basadas en las rebeliones anteriores.

Durante la vida de Jesucristo la mayoría de los fariseos practicaban la devoción religiosa y no participaban en la oposición creciente de los ZELOTES contra la ocupación romana.

Por tanto, después de la destrucción de Jerusalén (70 d.C.), Vespasiano permitió que el rabino, Yohanán ben Zakkai, fundara una escuela en Jamnia; y, aun más, después del levantamiento de Bar Kokeba (135 d.C.), los fariseos llegaron a representar el judaísmo oficial. De esta fecha en adelante brotó la literatura rabínica (TALMUD; MISNÁ; TARGUM; MIDRÁS).

RELACIÓN CON OTRAS SECTAS

Se acepta generalmente que los fariseos descendieron de los jasideos (devotos) que lucharon al lado de los MACABEOS por la libertad religiosa (166–42 a.C.). Quizás derivaron del grupo de escribas empleados por los jasideos (1 Mac 7.12ss).

Probablemente ca. 100 a.C. los ESENIOS se separaron de los fariseos por considerar que se acomodaban demasiado al ambiente político. Por su parte, los fariseos rechazaron la postura apocalíptica que habían adoptado algunos de los esenios en aquel entonces (QUMRÁN). Los fariseos se distinguían de los SADUCEOS por su interpretación de la LEY y por su actitud frente al Antiguo Testamento. En cuanto a lo primero, los fariseos, cuyos representantes más importantes eran Hillel y Sammai (ca. 25 a.C. —10 d.C.), se oponían como laicos a la aristocracia de sacerdotes profesionales. Lograron una posición poderosa en el SANEDRÍN durante el siglo II a.C. Los fariseos interpretaban las tres divisiones del Antiguo Testamento (Ley, Profetas y Escritos), adaptándolas, por medio de una serie de tradiciones (TRADICIÓN) orales, a las necesidades cotidianas del pueblo.

Los saduceos, por su parte, se concentraban en la interpretación de las leyes rituales, aplicándolas solamente al culto del templo. Con la destrucción de este, desapareció su razón de ser y los fariseos surgieron con un poder único. La inmensa mayoría de los ESCRIBAS eran fariseos y los términos son casi sinónimos. Es probable que la frase juanina «los judíos» se refiera principalmente a los fariseos.

ENSEÑANZA

Los fariseos organizados en pequeñas comunidades, se dedicaban a la docencia y promovían el desarrollo de la religión de la SINAGOGA. Esto muestra su compromiso con la formación del pueblo sencillo en el conocimiento y práctica de la Ley de Moisés, que incluye la Torah oral. Además, emprendieron una labor proselitista entre los gentiles (Mt 23.15). Diferían de los saduceos principalmente en su aceptación del concepto de la inmortalidad. Creían en la inmortalidad del alma, lo cual implicaba la resurrección del cuerpo (Hch 26.8), y en la existencia de ángeles y espíritus. Recalcaban el uso de la razón en la comprensión del deber religioso. Esto los llevaba a una concepción de la soberanía de Dios que incluía la fatalidad.

Los fariseos se proponían alcanzar una perfecta obediencia a la Ley de Moisés tal como la interpretaba la tradición oral (Mc 7.13). Su enseñanza era primordialmente ética y práctica, no teológica (DIEZMO; SÁBADO).

RELACIÓN CON JESÚS Y LOS APÓSTOLES

A diferencia de los esenios y los zelotes, los fariseos aparecen a menudo en los libros del Nuevo Testamento. Generalmente los encontramos opuestos a Jesús (Mc 2.6; 3.6; 7.1ss; Jn 5.10; 6.41; 7.45ss; 9.13ss, etc.) quien, igual que Juan el Bautista, denunció su hipocresía (Mt 3.7ss; 5.20; 6.5; 9.13; 12.7; 16.6; 23.1–36, HIPÓCRITA). Jesús rechazó la autoridad excesiva que ellos otorgaban a la Ley oral. Sin aceptar incondicionalmente el juicio favorable de Josefo sobre la secta, sería falso concluir de los Evangelios y Hechos que todos los fariseos se oponían al mensaje y ministerio de Jesús. Es probable que fueran fariseos los que esperaban la  consolación de Israel (Lc 2.25, 38; 23.51; 24.21).

Varias veces Jesús tuvo encuentros amigables con ellos (Mc 12.28ss; Lc 7.36; 13.31; 14.1; 18.18ss). Varios fariseos creyeron en Él y fueron bautizados (Jn 3.1ss; 7.50s; 8.31; Hch 6.7; 26.5), entre ellos el más famoso fue Saulo de Tarso (Hch 9.1–18; Flp 3.5). El maestro de Saulo, GAMALIEL, que defendió a los apóstoles (Hch 5.34–39) fue nieto del rabino Hillel.

FE

Aprobación que se da a alguna verdad, o confianza que una persona deposita en otra. Fe salvífica, por ejemplo, es la total confianza del hombre en Cristo. En la teología bíblica no hay palabra más importante. Es tema predilecto de los autores del Nuevo Testamento, especialmente Pablo y Juan, pero encuentra sus antecedentes también en el Antiguo Testamento.

Las tres palabras (fe, fiel y creer) se hallan en el Antiguo Testamento aproximadamente setenta y cinco veces, y en el Nuevo Testamento más de seiscientas veces. En el Antiguo Testamento la palabra fe suele usarse con referencia a Dios: su fidelidad (Dt 7.9; Is 49.7), sobre todo en guardar el pacto. La fe de los hombres tiene el sentido de una llana y entera confianza en Dios, como lo demostró Job (16.19s; 19.25–27; cf. Sal 37.3ss). El ejemplo predilecto de la fe es ABRAHAM (Gn 15.6). Salió de UR sin saber adónde Dios lo llevaba (Heb 11.8); creyó que iba a tener un hijo pese a su avanzada edad (Gn 15.4–6); y cuando Dios le pidió sacrificar a ese hijo, no se opuso (Ro 4.16–18; Heb 11.17–19).

Los fieles del Antiguo Testamento, enumerados en Heb 11, anhelaban lo prometido, pero murieron sin conocerlo de cerca (vv. 13, 14, 39s). Esta esperanza y confianza se aclara y concreta en el Nuevo Testamento, cuando se declara que la única fe verdadera está siempre, aunque en distintas maneras, vinculada con Cristo (Hch 4.13s; 1 Co 3.11).

El supuesto conflicto entre Santiago y Pablo con referencia a la fe versus las buenas obras es un concepto popular errado. Pablo no rechaza las buenas obras, ni Santiago la fe paulina. Ambos hablan de la fe de Abraham (Gl 3.6–12; Stg 2.21–24). Compárese Stg 2.14ss con Tit 1.16; 3.7s; 2 Co 9.8; Ef 2.8–10; etc.

La fe encierra toda la vida nueva de los creyentes (Ro 3.27; 11.20; Col 1.23; Tit 2.2; 1 P 1.7).

Significa también la virtud específica de mantener contacto con Cristo (1 Co 13.13; 2 Ti 1.13).

Es la fe (acerca) de Cristo (Ro 3.22; Ef 3.12). Es la fe en Cristo (Gl 3.26; Col 1.4). Se usa con la preposición griega eis con sentido de compenetración (Jn 14.12; Ef 1.15). La fe se basa sobre Jesús (Lc 24.25; Hch 9.42) y se relaciona directamente con la persona de Cristo (Jn 14.3; 2 Ti 1.12).

En los SINÓPTICOS la fe se dirige generalmente hacia la persona de Jesucristo, allí presente en la carne, y particularmente se refiere a la fe para salud (Mt 9.22). Al pasar la Iglesia a la edad postapostólica, cada vez más la fe significa el cuerpo oficial de doctrina (Jud 3, 20). Entre estos extremos hallamos la enseñanza apostólica que puede apreciarse en los siguientes temas:

  1. La fe se basa en el significado de un hecho histórico (Hch 3).
  2. Es más que el acto de creer. (Los demonios también creen y tiemblan, según Stg 2.19). Es la participación en la vida de Jesús (1 Jn 6).
  3. Es el resultado del impacto de la gracia de Dios en nuestras vidas. «Dios nos amó» este es el punto de partida para el desarrollo de una nueva experiencia de vida (Jn 16).
  4. Pero más que una decisión momentánea, la fe es un clima espiritual, un modo nuevo de vivir (2 Co 7.7; Ro 20).
  5. La fe es indispensable para la JUSTIFICACIÓN. Cristo inmolado en la cruz efectuó la salvación de la humanidad. Sin embargo, el hombre debe ser receptivo al significado de aquel acontecimiento. El acto fundamental del amor de Dios espera una respuesta de los hombres. La fe es esa respuesta. Por nuestra fe somos justificados (Ro 1.17; 1ss; Gl 2.16).
  6. La fe se vincula siempre con la GRACIA. El mensaje de la cruz (la capacidad de responder a él) no tiene requisitos de santidad, conocimiento, buenas obras, etc. No son los poderosos ni los sabios los que se salvan (Mt 11.25; 1 Co 1.18–31; 14). Puesto que el espíritu del incrédulo está muerto, no puede responder si no es por la gracia (Ro 4.16; Ef 2.8s).
  7. Cristo es el autor y consumador de la fe (Heb 12.2) y obra fe en nosotros por su Espíritu Santo. El Espíritu vivifica a la persona que es justificada por la fe. Ya no anda conforme a la carne sino conforme al Espíritu, en novedad de vida (Jn 63; Ro 7.6).

FEBE

Cristiana, aparentemente gentil, de la que Pablo dice en Romanos 16.1–3: «Les encomiendo a Febe nuestra hermana, quien es diácono de la iglesia de Cencrea, para que la reciban en el Señor de una manera adecuada a los santos y para que la ayuden en cualquier cosa que de vosotros necesite, pues también ella protectora de muchos ha sido y de mí mismo». Estas breves líneas señalan a Febe como una líder importante en la iglesia primitiva. Tenía el título de diácono y no era una simple colaboradora como algunas versiones de la Biblia quieren indicar con la palabra diaconisa. La palabra griega que habla de su cargo está en masculino y no en femenino, lo que significa que tenía el mismo nivel que hombres con el mismo cargo.

El concepto de «protectora» o benefactora es también muy indicativo de quién era. Al parecer tenía una buena posición económica y usaba su riqueza para apoyar la comunidad cristiana local.

Pablo hace resaltar la ayuda que Febe le brindó. Todo esto indica que Febe era una importante líder de la iglesia primitiva, lo que abre una serie de interrogantes acerca del trabajo de las mujeres en el desarrollo del cristianismo.

Evidentemente Febe fue la portadora de la Epístola a los romanos, pues Pablo la recomienda a la hospitalidad de los hermanos en Roma (Ro 16.1, 2).

FELIPE

(QUE AMA A LOS CABALLOS).

  1. Felipe el apóstol. Uno de los primeros discípulos que Jesús llamó personalmente según narra el Evangelio de Juan (Jn 1.43).

Era oriundo de BETSAIDA (Jn 1.44; 12.21), ciudad nativa también de Pedro y Andrés, llamados el día anterior. Se supone que Felipe participó en el ministerio del Señor en Judea (Jn 3.22–4.3) y en la ordenación posterior narrada en Mc 3.13–19.

Felipe figura como el quinto en las listas de los apóstoles (Mt 10.3; Mc 3.14; Lc 6.14; Hch 1.13). Aparte de estas listas, Felipe se menciona solo en Juan, donde aparece asociado con su conciudadano Andrés. Su convicción inmediata de que Jesús fuese el prometido de las Escrituras, según su testimonio a Natanael (Jn 1.45; cf. Mt 16.16), lo reveló como sensible estudioso de las profecías.

A las objeciones de Natanael, Felipe contestó como sabio testigo: «Ven y ve» (Jn 1.46). Antes del milagro de los panes, Jesús quiso probar la comprensión y fe de Felipe (Jn 6.5–9), e hizo que este calculara cuánto pan hacía falta.

Parece que Felipe inspiraba confianza, ya que los GRIEGOS que habían subido a adorar en la Pascua se dirigieron a él (nótese su nombre griego) cuando querían ver a Jesús. Felipe buscó el apoyo de su amigo ANDRÉS (el único otro apóstol de nombre griego) y los dos llevaron los griegos al Señor (Jn 12.20ss).

  1. Felipe el evangelista. Se menciona por primera vez al nombrarse siete administradores para la iglesia en Jerusalén (Hch 6.1–9; DIÁCONO).

Los candidatos debían ser de buen testimonio, sabios y llenos del Espíritu Santo para realizar la labor caritativa. Pero Felipe no se limitó a «servir las mesas» (Hch 6.2). Al se esparcida la iglesia madre a raíz del martirio de Esteban y la persecución encabezada por Saulo de Tarso, Felipe fue a SAMARIA. Allí predicó el evangelio con gran éxito y realizó milagros que acreditaron el mensaje, aun siendo judío en un ambiente hostil (Hch 8.1–13; SIMÓN EL MAGO; PEDRO).

Guiado primeramente por un ángel, y luego por la voz del Espíritu Santo, Felipe dejó la floreciente obra de Samaria para encontrarse con un tesorero (EUNUCO) de ETIOPÍA, quien regresaba a su tierra después de visitar a Jerusalén. Felipe le anunció al potentado el evangelio de Jesús, basando su mensaje en el rollo de Isaías que el etíope estudiaba. Este se convirtió al Señor, y Felipe lo bautizó en un estanque junto al camino.

Después, el evangelista fue arrebatado por el Espíritu para que continuara su labor en las ciudades del litoral del sudoeste (Hch 8.26–40) hasta establecer una sede en Cesarea donde Lucas lo halló años después (Hch 21.8s). Nótese que Lucas identifica a Felipe como EVANGELISTA y no como diácono. La tradición posterior amplifica la mención de las cuatro hijas de Felipe que profetizaban, y sugiere Hierápolis como el lugar de la tumba de dos de ellas y de Felipe. Sin embargo, esto no se ha podido comprobar.

FÉLIX

(EN LATÍN, EL FELIZ).

Procurador romano de Palestina desde 52 d.C., cuyo nombre completo era Marco Antonio Félix. Esclavo libertado de la casa de CLAUDIO y hermano de Pallas, favorito del emperador. Se casó tres veces y se emparentó con los HERODES por su unión ilícita con la hermosa DRUSILA, hermana de Agripa II. El historiador Tácito lo enjuicia con gran severidad: «Con toda clase de crueldad y de disolución, ejerció el poder de un rey con alma de esclavo». El relato de Hechos 24 confirma ese retrato y destaca su codicia (v. 26) y su desprecio por la justicia (vv. 22, 27; cf. 23.26ss).

El gobierno autoritario de Félix fomentó el odio de los judíos contra Roma. Emprendió una lucha encarnizada contra el partido antirromano de los ZELOTES, que sembraban el terror en todo el país. En una oportunidad, exterminó a los seguidores de un pretendiente mesiánico de origen egipcio, congregados en el desierto (cf. Hch 21.38). La fecha de su destitución y de la llegada de su sucesor Festo es importante para establecer la cronología de la vida de Pablo (Hch 24.27). Algunos autores la fijan temprano, en 55 d.C., pero parece más acertada una fecha ca. 60 d.C. De todas maneras, la cautividad de Pablo en Cesarea se sitúa en los últimos años de la administración de Félix.

FENICE

(EN GRIEGO, LA FENICIA).

Ciudad y puerto en la costa sur de la isla de Creta. El nombre es el mismo que se da a la palmera de dátiles, árbol indígena de esa isla. Era puerto abrigado adonde en vano procuró llegar el buque en que viajaba Pablo después de su partida de Buenos Puertos (Hch 27.8–15). El puerto de Lutro con el que se ha identificado Fenice está 56 km al nordeste del cabo Matala. Es profundo y está resguardado de los vientos del invierno.

FENICIA

Larga y estrecha región situada en el extremo este del Mediterráneo, y que se extiende desde ese mar al oeste, hasta las estribaciones de los montes del Líbano al este. Sus límites norte y sur son, respectivamente, el río Orontes y el monte Carmelo.

Regada por varios ríos, entre ellos el Eleuteros, el Adonis y el Licos, Fenicia era una región fértil que producía cereales y frutas en gran abundancia. Su principal riqueza, sin embargo, eran las maderas que se encontraban en las estribaciones del Líbano, y especialmente los CEDROS. Tres mil años a.C., los fenicios ya exportaban grandes cantidades de maderas a Egipto. Siglos más tarde, HIRAM, rey de Tiro, suministró a David y a Salomón las maderas necesarias para sus grandes construcciones; por ejemplo, el famoso templo de Salomón.

También cuando el templo se reconstruyó en tiempos de Esdras, se emplearon para ello maderas del Líbano, traídas por los habitantes de Fenicia (Esd 3.7). La riqueza en maderas, y el hecho de que su territorio estuviera limitado por montañas y por vecinos poderosos, llevaron a los fenicios a dedicarse a la navegación y el comercio. Desde sus inicios establecieron colonias comerciales en las islas de Chipre, Creta, Malta, Sicilia, Cerdeña y Córcega. Fundaron en el norte de África la ciudad de Cartago y en el sur de España la de Gades (hoy Cádiz). Sus empresas comerciales los llevaron hasta el norte del Atlántico, a lo que hoy es Inglaterra. De todas sus colonias, la más importante fue Cartago, que creció y llegó a dominar el Mediterráneo occidental y a rivalizar con Roma hasta que esta la destruyó totalmente.

Fenicia nunca fue un reino unido. Era más bien una serie de ciudades fuertes, cada una con su propio rey. Estas ciudades rivalizaban entre sí. A veces se hacían la guerra y en otras alguna de ellas lograba la hegemonía sobre las demás. La región nunca fue un poder político unido y organizado como tal. Sus principales ciudades eran, de norte a sur, Arvad, Biblos (GEBAL), Biruta (hoy Beirut), Sidón y Tiro. Más tarde, cuando tres de estas ciudades se unieron en una confederación, surgió como capital de ella la ciudad de Trípolis. Puesto que Fenicia se encontraba en un lugar estratégico para las comunicaciones entre Egipto y el Asia Occidental, repetidamente fue objeto de la codicia de grandes imperios, y por ello permanecía sujeta al poderío, o al menos a la influencia, de la potencia más importante en cada período de su historia. Los fenicios se encontraban entre los opresores de Israel en el período de los jueces (Jue 3.3; 10.12).

Sin embargo, en tiempos de Salomón las relaciones entre este y los habitantes de Fenicia parecen haber sido excelentes, pues Palestina les vendía productos agrícolas y ellos en cambio servían de agentes comerciales para los israelitas (2 S 5.11; 1 R 5; Ez 27). También se unieron a Salomón para establecer un puerto en el mar Rojo, y para tripular y navegar los buques mercantes (1 R 9.26–28; 10.11, 12). Después de la división del reino, hicieron alianza con  Israel y se apartaron de Judá, a cuyos habitantes llegaron a vender como esclavos a los idumeos (Is 23; Ez 28; Jl 3.4–8; Am 1.9, 10).

En cuanto al culto a BAAL, que en Fenicia florecía, se trataba de un culto de fertilidad. El dios adoptaba diversos nombres en distintas localidades y junto a él había algunas otras deidades, de las cuales las más importantes para la historia del Antiguo Testamento son ASTORET (2 R 23.13) y DAGÓN (1 S 5.1–7). El culto a Astoret resultaba especialmente repugnante por razón de la prostitución que era parte de él. Además, en diversos cultos de Fenicia se practicaba el sacrificio humano. También se erigían altares en los montes y demás lugares elevados. Aunque al principio de nuestra era Fenicia no tenía gran importancia política, hay varias referencias a ella en el Nuevo Testamento. En Marcos 7.24–30 se habla de una mujer sirofenicia, y en Mateo 15.21–28 se dice que era cananea (el título que se le daba antiguamente a los habitantes de Fenicia).

En Hechos 11.19 se nos dice que el cristianismo llegó rápidamente a Fenicia, y según Hechos 15.3 y 21.2 Pablo la visitó varias veces.

Aparte de la historia bíblica, Fenicia es importante para la historia general de la cultura, porque se dice que fue allí donde se inventó el alfabeto. El ALFABETO fenicio contaba con veintidós letras, todas consonantes, y parece que de ellos los griegos y otros pueblos tomaron el alfabeto.

FEREZEOS

Uno de los pueblos que habitaban Canaán en los albores de la historia (Gn 15.20; Dt 7.1; 20.17; Jos 3.10; 9.1; Jue 3.5). Ferezeos puede significar «aldeanos».

Parece que preferían vivir en las regiones montañosas (Jos 11.3; Jue 1.4). Aparecen al lado de los REFAÍTAS, quienes moraban en la región selvática del este del Jordán.

Según algunos autores es probable que fuesen de origen heteo (DBH, col 1516). No se les incluye en la lista de los descendientes de Canaán en Gn 10.15–19. Los israelitas no lograron desalojarlos del todo (Jue 3.5, 6). Estaban en la tierra prometida en los días de Salomón (1 R 9.20) y aun después del cautiverio babilónico (Esd 9.1).

FESTO

(EN LATÍN, FESTIVO).

Porcio Festo, procurador de Palestina, sucesor de FÉLIX (Hch 24.27). Su nombre se menciona solo en Josefo y en Hechos. Probablemente pertenecía a la «gens Porcia». La fecha más acertada para la toma de su cargo, a juzgar por los datos de Eusebio y la evidencia de las monedas acuñadas en Palestina, es el año 59/60 d.C. Su administración fue muy breve, ya que murió en el 62 (en Judea).

Según Josefo (Antigüedades, XX.VII.9s) fue un funcionario justo y sabio, totalmente diferente de su predecesor Félix y de su sucesor Albino, pero tuvo que enfrentar una circunstancia política sin remedio. Sin embargo, en Hechos 24.27–26.32, aparece en una situación menos loable. Interrogó varias veces a Pablo, dejado preso por Félix en Cesarea, y trató de congraciarse con los judíos que lo acusaban. Habiendo apelado Pablo a César, Festo no pudo dictar sentencia, solo ordenó el traslado del prisionero a Roma.

FIADOR

Uno que garantiza la devolución del dinero prestado por otro a un amigo o a un extraño. La sabiduría práctica de Proverbios recomienda evitar tales compromisos, aun tratándose de amigos (Pr 6.1ss; 11.15; 17.18). En un plano más elevado, el fiador puede garantizar la seguridad de alguien o responsabilizarse por la conducta de otro. Por ejemplo, el caso en que Judá prometió a Jacob el regreso de Benjamín (Gn 43.8–11; 44.18–34). Un pacto o contrato entre dos personas o entidades podía garantizarse mediante un fiador. Bíblicamente, los  pactos de gracia suelen confirmarse con la víctima del pacto, concepto que se emplea por lo general en relación con la «sangre del Cordero».

Sin embargo, según Heb 7.22, «Jesús es hecho fiador de un mejor pacto»: concepto que se enlaza con la «víctima del pacto» de Heb 9.14–22 y con la presencia garantizadora del Sumo Sacerdote en el cielo ante Dios (Heb 9.24).

FICOL

(SIGNIFICADO DESCONOCIDO).

Capitán del ejército de Abimelec, rey filisteo de Gerar, quien hizo pacto con Abraham (Gn 21.22, 32) e Isaac (Gn 26.26).

FIEBRE

Término que en la Biblia siempre designa una enfermedad y no simplemente un síntoma. En el Antiguo Testamento se menciona en tres oportunidades (Lv 26.16, «calentura»; Dt 28.22; 32.24), siempre como un castigo con el que Dios amenaza a su pueblo. En el Nuevo Testamento se habla de la curación de varios enfermos de fiebre: la suegra de Pedro (Mc 1.29ss; Lc 4.38, «una gran fiebre»), el hijo de un noble de Galilea (Jn 4.52) y el padre de Publio (Hch 28.8), donde Lucas usa el plural.

FIEL, FIDELIDAD

El tema de la fidelidad pertenece al círculo semántico del pacto. Dios es fiel porque mantiene las promesas del pacto. El hombre es fiel porque vive de acuerdo a las estipulaciones del pacto.

ANTIGUO TESTAMENTO

Varias palabras se usan en el Antiguo Testamento para indicar lo que es fidelidad. Algunas de ellas tienen significados que parecen no relacionarse claramente. Por ejemplo, la palabra hebrea emet en varios textos significa «verdad», y en otros «fidelidad». La palabra hebrea hesed en algunos textos se traduce como «misericordia», pero en otros como «lealtad».

Emet está relacionado al verbo aman que tiene como significado básico «ser o estar firme». Se le traduce como «verdad», «veracidad», «certeza», «fidelidad», «sinceridad», «firmeza». Aparece unas 126 veces; 37 veces en el libro de los Salmos.

Otra palabra, dentro de este círculo semántico es emunah; también es un cognado de aman. En  cuanto  a  significado,  está  muy  relacionada  con  emet.  Se  le  traduce  sobre  todo  como «fidelidad»;  pero  también  tiene  el  sentido  de  «genuinidad»,  «confiabilidad»,   «constancia», «honestidad», «a conciencia». Aparece unas 50 veces.

Hesed es otra de las palabras importantes dentro del concepto de «fidelidad»; aparece unas 245 veces (127 veces en el libro de los Salmos. Hasta ahora los biblistas no pueden encontrar una sola palabra o frase para comunicar todo el contenido semántico de esta palabra hebrea. Es más, todavía no se ha podido llegar a un acuerdo común sobre su significado básico. Las versiones más antiguas la traducen sobre todo con la palabra «misericordia». Las de las décadas de los sesenta y setenta como «lealtad». Las más nuevas tienden a ser más eclécticas. De la gama de significados adjudicados a esta palabra hebrea, tenemos: fidelidad, lealtad, favor, amabilidad, bondad, gracia, misericordia, obligación a la comunidad, amor de alianza, solidaridad.

Sobre todo en los salmos, le’olam, «para siempre», «por la eternidad», acompaña a las palabras que tiene que ver con la fidelidad de Dios (Sal 136 es un buen ejemplo de ello).

Por la vía negativa, hay unas cuantas palabras que expresan el aspecto contrario a la idea de «fidelidad»: swg, «ser desleal» (Sal 78.57; Pr 14.14); bgd, «infiel» (Sal 78.57; Jer 12.1); beliya’al, «infiel», «malvado» (Sal 101.3); meshubah, «infiel» (Jer 3.12).

La palabra sheqer, «falsedad», aparece varias veces en contraste con emunah (Sal 119.29–30; Jer 5.1–2).

NUEVO TESTAMENTO

En el  griego,  las  palabras  relacionadas  al  tema  pertenecen  a la familia  del  verbo pisteuo, «creer», «ser fiel». La palabra principal es pistós (Mt 25.21; 1 Co 1.9); se traduce como «fiel», «confiable», «confianza». Otras palabras, no tan comunes son: bébaios (Heb 3.14), «firme», «seguro»; jedráios (1 Co 7.37), «firme»; stereós (1 P 5.9), «firme», «sólido»; steréoma (Col 2.5), «firmeza»; sterigmós (2 P 3.17), «firmeza». La palabra con sentido contrario es: ápistos (Mt 17.17), «infiel», «indigno de confianza».

SENTIDO NO TEOLÓGICO

Fidelidad significa mantenerse dentro del principio establecido, de acuerdo al contexto.

Por eso en Ezequiel 43.11 se dice que los constructores del templo deberán «ceñirse» a los planos provistos. En Josué 2.12, Rahab pide una prueba «confiable» de que sería tratada bien en el futuro. En Proverbios 11.18 se promete premio «seguro» al que practica la justicia.

En Génesis 24.49 se habla de la bondad en la cual «se puede confiar».

En Mateo 24.45 la «fidelidad» se da en sentido de «obediencia» a las órdenes del amo (cf. Lucas 12.42). En 1 Timoteo 5.9 se habla de la fidelidad matrimonial.

SENTIDO TEOLÓGICO DIOS.

Así como se dice del amor y de la justicia, la «fidelidad» y la «lealtad» de Dios forman parte de su ser; son inherentes a su divinidad. Por eso la poesía hebrea las personifica: «La lealtad y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo.» (Sal 85.10–11, NBE). Por lo anterior se puede afirmar que la «fidelidad» forma parte del mundo conceptual del pacto.

Si Dios es el soberano del PACTO, no hay que dudar de su compromiso y solidaridad permanentes hacia el pueblo del pacto. La seguridad de la inquebrantabilidad de la alianza descansa sobre la certeza de que Dios es fiel. En muchos pasajes se afirma la fidelidad de Dios, porque Él cumple sus promesas (véanse Dt 7.9; Sal 145.13; 146.6). En 1 Corintios 1.9 se habla de la fidelidad de Dios como fundamento y certeza de la firmeza de los cristianos de la iglesia de Corinto. Dios se compromete a mantener firme a su pueblo en el camino de las vicisitudes. Por ello, Dios es descrito como protector, escudo y fortaleza (Dt 32.4; Sal 91.4; 2 Ts 3.3). Y es  en este sentido que se entiende la fidelidad de Dios al protegernos en medio de las tentaciones: el Señor no nos permite ser tentados más allá de nuestras propias capacidades (1 Co 10.13). La certeza de la fidelidad de Dios al prometer su protección y presencia se muestra también en el saludo cotidiano (2 S 15.20).

HOMBRE

Lo afirmado anteriormente, respecto de Dios, incide directamente en este punto: solo unido  y comprometido con Dios es que el hombre puede ser fiel, fidedigno, confiable y estar firme. Por ello, un elemento indiscutible de la espiritualidad es la fidelidad y la posibilidad de ser digno de confianza. El hombre es fiel porque obedece la voluntad de Dios (1 S 2.35; Sal 78.8). En el contexto del pacto, la afirmación anterior se vuelve más radical: estar comprometido en un pacto con Dios significa ya no solo un actuar, sino un ser. La Biblia habla de una clase de personas a quienes califica como «los fieles» (Sal 12.1; 18.25; Ef 1.1; Col 1.2; a Jerusalén se le colocará el título de «Ciudad fiel» Is 1.26).

Ellos están claramente diferenciados de los «malvados» (Sal 37.28; 97.10). Cuando en el Antiguo Testamento se pinta la infidelidad y apostasía del pueblo, se usa el título denigrante de «prostituta». Ya no se es «fiel», se es «prostituta» (Is 1.21). En la Biblia se habla de la fidelidad en el contexto del cumplimiento de las exigencias vocacionales. A Moisés, David y los zadoquitas, se les llama «siervos fieles», porque cumplieron a cabalidad lo que se les llamó a hacer.

También se pide fidelidad en la práctica de las diversas responsabilidades cristianas; por ejemplo en la oración: «constantes en la oración» (Ro 12.12).

REFLEXIÓN TEOLÓGICA PASTORAL

Para recobrar el sentido de fidelidad y confiabilidad, es necesario rescatar el sentido de pertenencia    mutua,   de    solidaridad,   de    alianza.    La    velocidad   con    la    que    el  mundo contemporáneo cambia exige un sentido de firmeza y estabilidad que solo se puede obtener de nuestra relación berítica (de la palabra hebrea berit, que significa pacto) con Dios. Nuestras lealtades y compromisos políticos, culturales, financieros, ideológicos, morales y religiosos, deben subordinarse y, dado el caso, perderse frente la fidelidad exigida por el Señor. Por ello la Biblia coloca el tema de la idolatría en el centro de la discusión de la lealtad. Dios exige lealtad absoluta; no se permiten fidelidades divididas (Dt 6.4–5). Solo «amarrados» en los brazos seguros de Dios es que podemos mantenernos libres de caer en la desesperanza y el cinismo.

No hay otra fuerza que pueda sostenernos; si nos soltamos de las manos de Dios, caemos a la muerte. La oración titulada «Las Pisadas» define de manera feliz la fidelidad divina. En esa oración el piadoso dialoga con el Señor y habla del camino de la vida que han recorrido juntos. Al volver la vista descubre los dos pares de huellas que dejaron en el suelo al caminar juntos. Pero con sorpresa, la persona descubre que en los momentos más difíciles de su vida solo hay un par de huellas; y se queja con el Señor: «¿Por qué me dejaste caminar solo cuando más te necesitaba?» Y el Señor le responde: «Ese par de huellas que ves no son tuyas; son las mías cuando te cargué en esos momentos difíciles».

FIESTAS

Fechas especiales durante los años relacionados con acontecimientos históricos, estaciones, siembra y cosecha de frutos. Las fiestas rompen el desarrollo del quehacer cotidiano con el propósito de celebrar la vida y reconocer la íntima relación entre la creación, el hombre y Dios. Por esta especial condición las fiestas son espacios de recreación de valores y tradiciones fundamentales para la supervivencia de los pueblos y las culturas (ÉXODO; JUBILEO; PASCUA; TABERNÁCULOS, PENTECOSTÉS).

En Israel la relación de estas fiestas con el número siete es evidente y significativa. El día de reposo, o séptimo día, servía como una medida para todas las otras celebraciones festivas (Lv 23.1–3; Nm 28.9, 10; Is 58.13). Una fiesta marcaba cada séptimo día, cada séptimo mes, cada séptimo año y el año que seguía al lapso de cada 49 años, o sea siete veces siete.

Originalmente, las fiestas anuales instituidas en Israel por Moisés fueron cinco, aparte del séptimo día que era el día de reposo semanal. Son estas:

1) la PASCUA (Éx 12.1–14; Lv 23.4, 5);

  • los Panes sin LEVADURA (Éx 12.17–20; Lv 6–8);
  • PENTECOSTÉS o de las semanas (Éx 34.22; Lv 23.15; Nm 28.26; Dt 10);
  • el DÍA DE EXPIACIÓN (Éx 30.10–30; Lv 16; Nm 7–11);
  • TABERNÁCULOS o Cabañas (Lv 23.34–42; Nm 29.12; Neh 8.18; Jn 7.2, 37).

Después del cautiverio en Babilonia, los judíos establecieron otras dos fiestas anuales, las cuales se celebran aún. Una es PURIM, establecida en tiempos de la reina ESTER (Est 9.24–32), para conmemorar la liberación de los judíos que estaban condenados a morir según los planes del perverso Amán. La otra es DEDICACIÓN, que se estableció en la época de los Macabeos, para celebrar la restauración del templo y del altar que habían sido profanados por Antíoco Epífanes (1 Mac 4.52ss).

Estas fiestas aludían a acontecimientos importantes en la vida del pueblo, e inculcaban nobles sentimientos patrióticos, sociales y religiosos. La Pascua, por ejemplo, les recordaba la liberación de la esclavitud en Egipto. Todos los hombres, a partir de los doce años, tenían la obligación de asistir al templo de Jerusalén durante la celebración de las tres grandes fiestas: Pascua, Pentecostés y Tabernáculos (Éx 23.14–17; Dt 16.16, 17).

Nuestro Señor tuvo por costumbre asistir a estas fiestas. Además de estas fiestas anuales había otras como la Fiesta de las Trompetas (Nm 29.1), la de los Novilunios (Nm 10.10; 28.11), el AÑO SABÁTICO (Éx 23.10, 11; Lv 25.2–7) y el año del JUBILEO (Lv 25.8–16; 27.16–25).

REFLEXIÓN PASTORAL

Los cristianos estamos llamados a recordar y celebrar con entusiasmo el esfuerzo de Dios por darnos la vida. Sin embargo, estamos conscientes de que a nuestro alrededor hay grandes señales de muerte y destrucción de la vida. La enfermedad, los vicios, la destrucción de la naturaleza, el hambre, la agresión contra la mujer y los niños, el desempleo, la injusticia que nos rodean y nos empujan hacia actitudes de desesperanza y frustración. Las fiestas son el otro lado de la moneda: momentos para tomar conciencia del amor de Dios y de su presencia activa entre nosotros aquí y ahora. En ese sentido, las fiestas, son un valiosísimos instrumento de la pastoral, pues son momentos para acoger a quienes necesitan la energía vivificante del amor de Dios, para encontrarnos y respaldarnos como comunidad de fe, y para tomar conciencia de que somos parte de la creación de Dios.

Una sana actitud cristiana hacia las fiestas debe integrar tres elementos: hacer presente el recuerdo de los actos de amor de Dios, celebrar la realidad de la comunidad de fe, y acercarnos a la creación de Dios de la cual nosotros somos una parte.

Aunque los cristianos no celebramos ninguna de las fiestas señaladas en el Antiguo Testamento, también tenemos momentos particularmente importantes en la tradición pagana. Entre estos momentos dos principales desde el punto de vista de la cultura del mundo secular: la navidad y la semana santa. Pero las comunidades celebramos una gran cantidad de otros momentos especiales: bautismos, aniversarios de la iglesia, matrimonios, cumpleaños, etc. Dentro de la celebración festiva de las comunidades debemos incorporar los cultos y la SANTA CENA o Eucaristía, porque también son celebraciones. Celebrar no es olvidar el dolor que nos afecta o nos rodea; al contrario es recobrar las fuerzas para enfrentarlo.

Estas fuerzas provienen, sin duda, de la acción vital del Espíritu Santo, quien está con nosotros. Todos los momentos mencionados antes representan una excelente ocasión para la educación de la comunidad de fe y para su fortalecimiento: debemos aprender a vivir alimentándonos con una esperanza sana. Esta esperanza lejos de esconderse ante el dolor, revive el camino de Jesús en la vida cotidiana de los creyentes.

FIGELO

(FUGITIVO).

Cristiano de la provincia de Asia que abandonó a Pablo en la hora de necesidad (2 Ti 1.15).

Quizás temía que las autoridades romanas lo condenaran.

FILACTERIAS

Cajitas cuadradas, hechas de piel de animales puros dentro de las que se guardaban cuatro pasajes de la Ley (Éx 13.1–16; Dt 6.4–9; 11.13–21) escritos en PERGAMINOS. Los judíos religiosos se las ataban al brazo y a la cabeza con tiras de cuero. Se las ponían en la sinagoga o en la casa, antes de la oración matinal, excepto los sábados y ciertos días de fiesta especiales. Las filacterias y las tiras para sujetarlas eran de color negro y variaban de tamaño entre dos centímetros y medio y diez por cada lado.

La palabra filacterias (Mt 23.5) se deriva de la palabra griega filakterion (medio de protección), aunque dicha idea no se halla en la palabra hebrea (tefilla) que, traducida literalmente, quiere decir, «oración». La costumbre de llevar filacterias tuvo su origen en una interpretación literal de Éx 13.9, 16; Dt 6.8; 11.18, y llegó a convertirse en una especie de talismán para algunos judíos. Tal parece que el uso de las filacterias empezó con los hasideos, en la época intertestamentaria, con el fin de contrarrestar la fuerte influencia helenista de sus tiempos.

FILADELFIA

Ciudad de Asia Menor fundada (siglo II a.C.) por Eumenes, rey de Pérgamo, quien le dio el nombre de Filadelfia (amor fraternal), sobrenombre de su hermano Átalo. Estaba situada en  un extremo del ancho valle del río Cogamis (tributario del Hermo), que desemboca en el mar cerca de Esmirna, en el umbral de una meseta muy fértil, fuente de mucha prosperidad. Los emperadores romanos querían que los filadelfos civilizaran a los autóctonos del interior de Lidia (cf. Ap 3.8; «puerta abierta»).

La región era sacudida por frecuentes terremotos; el más violento (17 d.C.) destruyó a Filadelfia y, como las convulsiones sísmicas no cesaban, los habitantes se trasladaron a las afueras de Filadelfia a vivir en tiendas de campaña (cf. Ap 3.12, «nunca más saldrá»). Después de recibir una contribución imperial para la reconstrucción, la ciudad recibió el nombre de Neocesarea; y luego, bajo el emperador Vespasiano, tomó el de Flavia (cf. Ap 3.8, 12; «el nombre»). Tan numerosos eran sus festivales religiosos que la ciudad se apodó «Atenitas». Existía una comunidad de judíos que según Apocalipsis se opuso a los cristianos (cf. Ap 3.9, «sinagoga de Satanás»). Para el origen de la iglesia en Filadelfia, véase Hch 19.10. Filadelfia recibió la sexta de las siete cartas de Apocalipsis 2 y 3, una de las dos que elogian sin reservas a sus destinatarios. Mantuvo heroicamente su testimonio en medio de varios asedios musulmanes, pero al fin cayó en 1391.

FILEMÓN

(EN GRIEGO, AFECTUOSO).

Discípulo de PABLO residente en Colosas (Flm 10; cf. Col 4.9) o en Laodicea (Col 4.16s; Flm 2). Era industrial textil y tenía obreros esclavos. Convertido por Pablo (Flm 19), Filemón era un cristiano activo que celebraba reuniones en su casa; un obrero bien conocido por cinco colaboradores de Pablo. Junto con Apia y ARQUIPO, Filemón recibió una breve carta personal de Pablo y Timoteo, en la que el apóstol expresa gratitud por su comunión en amor y fe con ellos (vv. 1–7).

Pablo intercede por ONÉSIMO, un esclavo escapado de Filemón, y pide a este que vuelva a recibirlo ahora como hermano en Cristo (vv. 8–16); ruega que se cargue a su cuenta cualquier daño causado por el esclavo (vv. 17–20), avisa de una próxima visita (v. 21s) y envía saludos (vv. 23–25). La carta aplica conceptos expuestos a los colosenses (Col 3.11; cf. Flm 16; Col 4.6; cf. Flm 7). Tíquico y Onésimo llevaron la carta a Laodicea (Col 4.16) y a Colosas para que Filemón la pasara a Arquipo al que también Pablo aconsejó (Col 4.17). Si Pablo (Flm 9) estaba preso en Roma, la fecha de la carta a Filemón sería 61/62.

El mensaje central de la carta a Filemón se halla en los versículos 16, 20 (cf. Col 1.28; 2.10; 3.11): cualquier hombre puede participar en la comunidad de fe sea esclavo o amo. La esclavitud fue el medio fundamental de producción en la época de Pablo. Pero a la par de esto es importante entender que:

  • algunos esclavos podían tener altas posiciones y dinero, particularmente los que trabajaban como administradores de la riqueza del propietario;
  • el concepto de la libertad en aquella época era muy diferente al nuestro hoy;
  • la mayoría, si no todos lo libertos, quedaban vinculados de algún modo a la casa del antiguo propietario.

FILEMÓN: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza

  1. La oración de agradecimiento por Filemón 1–7
  2. La petición de Pablo por Onésimo 8–16
  3. La promesa de Pablo a Filemón 17–25

Pablo promueve una renovación de las condiciones económicas y sociales mediante la renovación de las relaciones amo-esclavo dentro de la comunidad de fe. Sin duda hubo romanos como Plinio que perdonaron a sus esclavos por motivos humanos, pero Pablo pide perdón por amor a Cristo. Elogia los servicios que el esclavo ONÉSIMO le prestó para la evangelización desde la prisión (v. 13) y lo devuelve para reparar el daño causado a su amo. Con toda discreción ayuda a Filemón a descubrir espontáneamente (v. 14s) que su experiencia con el esclavo ha sido obra del Señor, que los esclavos son hermanos en Cristo y que la fuente de todo bien es el gozo en el Señor.

FILETO

Ver. HIMENEO.

FILIPENSES

EPÍSTOLA A LOS FILIPENSES: Una de las cuatro epístolas cortas escrita por el apóstol Pablo desde la prisión. Las otras tres son Efesios, Colosenses y Filemón. Pablo fundó la iglesia en Filipos (Hch 16.12–40). Durante toda su vida, los filipenses ocuparon un lugar especial en el corazón de Pablo. Su carta la escribe con amor, y en toda ella se respira un aire de gozo. Cuando Pablo vino por primera vez a Filipos, lo echaron en la cárcel. Bien avanzada la noche, azotado y encerrado, cantaba a Dios (Hch 16.25). Diez años después fue de nuevo a prisión y allí sentía el gozo del cristiano en medio del sufrimiento: «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!» (Flp 4.4).

ESTRUCTURA DE LA EPÍSTOLA

La epístola se dirige a «todos los santos en Cristo Jesús» (1.1; 4.21), pero menciona expresamente a los obispos y diáconos (inspectores y ayudantes), y se compone de tres partes casi separadas: informaciones, exhortaciones y saludos (1.1–2.30; 4.4–7, 21–23), un grito de alarma con lágrimas (3.1b–21), y un acuse de recibo de las donaciones (4.10–20).

Pablo comienza hablando de su intercesión por todos, agradece la participación activa de los filipenses en la evangelización y pide que el amor siga inspirando los pensamientos y la acción (1.3–11). Informa sobre su proceso y su esperanza de ser liberado, como respuesta a la oración de los filipenses. Pero está dispuesto también a morir por Cristo en beneficio de la obra misionera (1.12–26). Exhorta a una conducta digna del evangelio predicado, aun en medio de sufrimientos (1.27–30), y a la unidad en humildad de acuerdo con el ejemplo de Cristo, quien fue exaltado por su humillación hasta la muerte de cruz (2.1–11). Es su anhelo que los filipenses sean «luminares en el mundo» (2.12–18).

Acto seguido, el apóstol informa sobre sus ayudantes: Epafrodito y Timoteo. Habla de ambos con ardiente afecto y fina delicadeza (2.19–30).

En 4.2 Pablo pide a varias personas que sean de un mismo sentir en el Señor. La unidad y la paz entre los filipenses (1.27; 4.7, 9) peligraban por el deseo que algunos tenían de ser perfectos para «conocer así el poder de la resurrección». La reacción del apóstol es tan fuerte como en el caso de los gálatas (3.1–11). Advierte del riesgo de poner la confianza en esfuerzos religiosos, a la manera del fariseísmo, y presenta el ejemplo de su propia conversión, la cual produjo el deseo de «ser hallado en Cristo». Esto se logra, no por llevar una vida legalista, sino al ser aceptado por Dios mediante la fe en Cristo.

Señala el alcance futuro del cristiano (3.12–21) y concluye pidiendo unidad entre todos los que son maduros en la fe. Advierte que la fe en la resurrección no debe excluir la cruz, y señala que los privilegios actuales de los creyentes garantizan el porvenir (4.1–9). La pretensión de la perfección divide la iglesia en imperfectos y perfectos, orgullosos y tímidos; Pablo en cambio, piensa siempre en «todos» (3.15; 1.1).

Refiriéndose finalmente a las donaciones de los filipenses, Pablo disimula su extrañeza por no haber recibido ayuda durante algún tiempo. Alude a su propia disciplina en Cristo, agradece la ayuda y es su oración que los filipenses sean recompensados por Dios (4.10–20).

En 2.5–11 se halla un pasaje especialmente notable: un cántico al Siervo que es a la vez el Señor. Este salmo, que exalta al crucificado, quizás lo cantaron los filipenses.

AUTOR Y FECHA

Existe un poco de duda sobre si Pablo escribió la Epístola a los Filipenses. Sin embargo, toda la epístola lleva el sello de su lenguaje y estilo; el escenario es la prisión de Pablo; y los destinatarios están en correspondencia con lo que sabemos de la iglesia en Filipos.

Durante su segundo viaje misionero, en 49 d.C., Pablo sintió el llamado de Dios a visitar Macedonia (Hch 16.6–10). En Filipos fundó la primera congregación cristiana en tierra europea (Hch 16.11–40). A partir de ese momento se desarrollaría una relación de ayuda mutua entre los filipenses y Pablo que duraría para siempre (Flp 1.5; 4.15).

Durante su tercer viaje misionero, Pablo volvió a visitar la iglesia (Hch 20.1, 6).

Cuando escribió Filipenses, Pablo estaba en una prisión (1.7, 13s, 30) mientras esperaba la decisión de su juicio (Flp 1.5). La fecha de la carta depende de identificar la prisión en que se encontraba Pablo en ese momento. Los lugares más probables son: Roma (61–63) y Éfeso (55– 56), pero cada hipótesis tropieza con dificultades.

Los filipenses habían demostrado un interés permanente en la obra y persona de Pablo. Lo sostenían en sus viajes con donaciones y le había provisto de un ayudante, EPAFRODITO. Pablo, por su parte, deseaba informarles de sus experiencias. Para ello, aprovechó un viaje de  Timoteo y Epafrodito. Este último había enfermado y la iglesia sentía gran pesar por él (2.25– 30). Para calmar esta inquietud, Pablo lo envió con esta epístola, en la cual también prometió una próxima visita personal (2.24).

FILIPENSES: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza.

  1. Pablo relata sus circunstancias actuales 1–30
  2. Pablo ruega que tengan el sentir de Cristo 1–30
  3. Pablo ruega para que tengan el conocimiento de Cristo 1–21
  4. Pablo ruega que tengan la paz de Cristo 1–23

MARCO HISTÓRICO

El lugar de la prisión de Pablo se ha debatido durante mucho tiempo. Muchos creen que fue en Éfeso o Cesarea, pero la mayoría opina que fue en Roma. Pablo hace referencia a «todo el pretorio» (1.13) e incluso envía saludos de «los de la casa de César» (4.22). Estas referencias sugieren a Roma, así como la descripción de sus prisiones en 1.12–18. Esta descripción es similar a la de Clemente sobre el encarcelamiento de Pablo en Roma escrito a finales del primer siglo. Además, Pablo considera la posibilidad de su muerte (1.23). Esta probabilidad fue más hacia el final de su vida en Roma que a principio. La epístola, por tanto, podría fecharse con más probabilidad alrededor del 60 d.C.

APORTE A LA TEOLOGÍA

En esta epístola el apóstol describe el «progreso del evangelio» (1.12), exhorta a la iglesia (1.27) y narra la situación de su vida de fe (3.12, 14). Pablo siente «gozo en el Señor» (1.14, 18; 2.2; 3.1; 4.4; etc.) porque «el que comenzó entre [los filipenses] la buena obra [de la comunión en la evangelización], la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (1.6). Exhorta a acabar con las «murmuraciones y contiendas» en la iglesia (2.3, 14) y exalta la unidad gozosa en Cristo (1.7, 8, 27, etc.), ya sea que él esté presente o ausente (1.27).

El enfoque de Pablo en Filipenses es la vida centrada en Cristo, adornada por el gozo de pertenecer a la familia de Dios. Pablo lo ha entregado todo a Cristo, y puede decir con la frente en alto que es siervo (esclavo) de Cristo (1.1), que para él el vivir es Cristo (1.21) y que lo ha perdido todo, y lo tiene por basura, para ganar a Cristo (3.7–8). Su única pasión es glorificar al Señor (3.8–9). Su anhelo es que lo que siente lo sientan también los cristianos filipenses. Ora que abunden en el amor de Cristo (1.9), que tengan el mismo sentir de Cristo (2.5–11) y que conozcan bien lo que pasó Cristo: sufrimiento, muerte y resurrección (3.10–11). El cristiano, como es la experiencia de Pablo, puede siempre declarar por la fe: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (4.13).

La relación con Cristo, sin embargo, no debe ser teórica. Debe ser real y debe manifestarse en hechos concretos en nuestra vida. Ante la oposición al cristianismo, el cristiano debe mantenerse firme, en un mismo espíritu (1.27). Las diferencias entre los cristianos se eliminan cuando estos son de un mismo sentir en el Señor (4.2). Pablo exhorta a los creyentes a seguir adelante hasta alcanzar aquello para lo cual nos tomó el Señor (3.14–15), a pensar solo en las cosas que agradan a Dios (4.8). Uno es como Cristo cuando ve la vida desde la perspectiva de Cristo y actúa con los demás como Jesucristo hubiera actuado.

OTROS PUNTOS IMPORTANTES

En ninguna otra parte se presenta el sentir de Jesucristo como en Filipenses 2.1–11.

Los cristianos debemos imitarlo en todo, sobre todo en su amor (2.2). Debemos imitarlo en su humildad, demostrada al no tener a menos dejar su gloria para venir a este mundo (2.6–7). En la mayor demostración de amor de la historia del universo el Señor se humilló y marchó a la muerte por salvarnos (2.8). Por eso Dios «lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra» (2.9–10).

FILIPOS

Ciudad principal de MACEDONIA Oriental, situada cerca de la frontera con Tracia, en una llanura fértil del río Gangites (Hch 16.12). Desde su acrópolis se dominaban dos imponentes cordilleras de montañas, llenas de minas de oro y plata, aunque algunas ya estaban exhaustas en la época apostólica. Se hallaba a 14 km del puerto de Neápolis y junto a la Vía Egnatia, lo cual contribuyó a su importancia económica.

El nombre primitivo de la ciudad era Krenides (fuentes), pero después se llamó Filipos en honor de Filipo, padre de ALEJANDRO MAGNO, quien vivió en ella desde 358 a.C. Filipos perteneció al primero de los cuatro distritos en que se había dividido Macedonia al ser declarada provincia romana en 146 (Hch 16.12, BJ).

En la llanura de Filipos se libró la batalla en que Octavio y Antonio derrocaron a los republicanos (42 a.C.). Cuando Octavio llegó a ser emperador (con el nombre de Augusto), elevó a Filipos a la categoría de colonia romana (Hch 16.12) y le concedió el derecho de gobernarse por sus propios magistrados. Los habitantes de Filipos poseían los derechos de la ciudadanía romana. Además, muchos veteranos de las legiones romanas residían allí. Casi la mitad de la población era de origen latino (cf. Hch 16.21). Había pobladores levantinos como ®

LIDIA (Hch 16.14) y una comunidad judía, aunque tan pequeña que no tenía sinagoga (Hch 16.13).

El establecimiento de la iglesia en Filipos se describe en Hechos 16.9–40 y 1 Tesalonicenses 2.2. Gracias a una visión, Pablo y Silas iniciaron aquí (51 d.C.) la evangelización de Europa. Predicaron junto al río donde se convirtió Lidia. Liberaron de la servidumbre a una adivina cuyos antiguos amos consiguieron después que se les echase en la cárcel. Por medio de un terremoto fueron libertados milagrosamente a consecuencia de lo cual se convirtió el carcelero, quien después se bautizó junto con su familia. Pronto continuaron el viaje misionero, pero Pablo sin duda volvió a Filipos en el otoño del 57 y la primavera del 58 (Hch 20.1, 6).

Los cristianos de Filipos, casi todos paganos conversos, enviaron varias veces donaciones para el sostenimiento de Pablo (Flp 2.25; 4.15ss; 2 Co 8.1ss) y este les escribió (FILIPENSES, EPÍSTOLA A LOS) de una visita futura (Flp 2.23s). Esta congregación afectuosa y fiel era la predilecta de Pablo (2 Co 8.5).

FILISTEA, FILISTEOS

Filistea fue una franja de tierra en la costa de Palestina entre Jope y el riachuelo de Gase, unos 10 km al sur de Gaza (Sal 60.8; 87.4; Is 14.29, 31; Jer 25.20; Jl 3.4). Esta llanura litoral se conoce también con el nombre de la SEFELA.

Los filisteos fueron un pueblo no semítico, de origen indoeuropeo, que ocupó la parte sur de la costa de Palestina. Junto con los egeos, los micenios y otros, formaban parte de los llamados «pueblos del Mar» que habitaban las islas y las costas septentrionales del mar Egeo. Fueron expulsados de sus territorios al producirse los grandes movimientos migratorios en el este del Mediterráneo y el sudeste de Europa, durante la última parte del segundo milenio a.C., después del colapso de su gran civilización, que la            y la Odisea de Homero describen.

Los descubrimientos arquelógicos más recientes indican que los filisteos se desarrollaron por varios siglos como parte de la gran cultura egeomicénica. Al abandonar sus territorios invadieron, junto con otros pueblos, a Egipto, por vía de Chipre. De Egipto fueron expulsados por Ramsés II y III y Merneptah, aproximadamente entre el año 1285 y el año 1175 a.C. La confederación de pueblos, bajo el mando de los filisteos, arribó a las costas de Palestina en donde se estableció definitivamente.

Según la tradición bíblica, los filisteos llegaron de CAFTOR, una isla comúnmente identificada con Creta, aunque algunos han sugerido la identificación con Chipre (Jer 47.4; Am 9.7). Las referencias a Filistea y a la «tierra de los filisteos» o al «mar de los filisteos» en Génesis 21.32, 34 y Éxodo 13.17; 15.14; 23.31 parecen estar fuera de lugar, aunque podrían referirse a una colonia de egeos o cretenses que Egipto mantenía en Palestina, hecho que no sería nada fuera de lo común.

Los CERETEOS, peleteos, geteos y CARIOS (2 S 15.18; cf. 1 S 30.14; 1 R 1.38, 44; 2 R 11.4–8), que integraron la guardia real de la casa de David, los conocemos, por sus nombres de origen egeomiscénico, como parte de la confederación filistea.

Hasta recientemente, se sabía muy poco de la cultura de los filisteos, aparte de que eran despreciados por los israelitas por ser incircuncisos (Jue 14.3; 15.18; 1 S 17.26; 18.25). Se conservan escasos documentos en la lengua egea de los filisteos, aunque sí sabemos que su idioma influyó en el idioma hebreo. Parece que los filisteos fueron perdiendo paulatinamente su lengua y asimilaron un dialecto cananeo que gradualmente formó el llamado «idioma de Asdod» (Neh 13.24), que bien puede ser el arameo.

Solo conocemos el nombre semítico de algunos de los dioses de los filisteos. Según la Iliada, los micenios adoraban a Apolo Esminteo, el «dios ratón», que controlaba la plaga bubónica y hacían en su honor pequeñas imágenes de ratones para aplacarlo (cf. 1 S 5–6).

En Gaza y Asdod había templos a DAGÓN (Jue 16.23; 1 S 5.1–7), en Ascalón había uno a Astarte y en Ecrón uno a BAALZEBUB (2 R 1.1–16). Los filisteos tenían fama de agoreros (Is 2.6).

Socialmente, se agruparon en cinco ciudades-estado, a la usanza egeomicénica: Gaza, Asdod, Ascalón, Gat y Ecrón. Los nombres de estas ciudades aparecen en antiguos documentos cananeos, lo que indica que los filisteos las arrebataron a sus primitivos moradores cananeos. Estas ciudades-estado eran gobernadas por «príncipes» o «señores» (1 S 29.1–7), títulos de origen egeo.

La civilización filistea ha sido conocida un poco por las excavaciones realizadas en la llanura de Sefela. Estas excavaciones han arrojado considerable cantidad de cerámica de dos tipos de gran parecido a la cerámica procedente de la cultura egeomicénica. Esto ha permitido confirmar la tesis de que los filisteos derivan de pueblos prehelénicos del mar Egeo y fijar con bastante precisión las diferentes etapas de la colonización de la costa de CANAÁN.

La historia de los filisteos puede dividirse en tres períodos: a) de su llegada a Palestina hasta ser derrotados por David (ca. 1188965); b) de Salomón hasta el reinado de Acaz (ca. 960–735); y c) de la dominación asirio-babilónica hasta la incorporación por los helenos (ca. 735–586). Los filisteos ocuparon la costa de Palestina hacia el siglo XII e inmediatamente iniciaron su expansión territorial. De este primer período es muy poco lo que se sabe.

Las fuentes arqueológicas y literarias conservan, sin embargo, abundantes detalles de la etapa a partir del contacto con los israelitas, en los inicios de la conquista de Canaán.

Los filisteos tenían un ejército bien organizado y armado (1 S 13.5; 29.2; 31.3), con elementos mercenarios y fuerzas de choque (1 S 13.17, 18; 2 S 21.18–22). Conocían el hierro y no permitían que los israelitas lo utilizaran libremente (1 S 13.19–22). Debido a esta superioridad militar, fueron el principal enemigo de Israel durante el período de los jueces (1 S 4.1–10).

Samuel y Saúl (ca. 1050 y 1020 a.C.) lograron detener el avance filisteo, pero después de la muerte de Saúl volvieron a dominar gran parte del territorio. Solo fueron expulsados del sur de Palestina durante el reinado de David (990 a.C.). Desde ese momento, los filisteos pasaron a desempeñar un papel muy secundario e iniciaron su decadencia, lo cual permitió que los fenicios principiaran su gran expansión marítima (cf. 1 S 17; 27; 2 S 5.17–25). Años después, al debilitarse la dominación israelita, los filisteos incursionaron frecuentemente sobre el territorio y se alternaban en el dominio de las ciudades.

Durante el reinado de Acaz, los filisteos ocuparon algunas ciudades de la Sefela y el Neguev (2 Cr 28.18; Is 9.12; 14.28–32). Esta ocupación duró poco tiempo porque Tiglatpileser III invadió Palestina y capturó Ascalón y Gaza en el año 734 a.C.

Durante los reinados de Esar-hadón y Asurbanipal de Asiria, los filisteos pagaron tributo a los gobernantes asirios y, sobre todo, proporcionaron soldados al ejército asirio. A la caída del poderío de los asirios, reemplazados por el nuevo poder de Babilonia, los filisteos se aliaron con Egipto. Nabucodonosor atacó esta coalición y deportó a Babilonia a los habitantes de las principales ciudades filisteas (Jer 25.20; 47.2–7; Sof 2.4–7; Zac 9.5, 6).

La historia posterior de los filisteos muestra cómo poco a poco fueron asimilados por los fenicios y por los pueblos helénicos. Estos pueblos ocuparon paulatinamente los territorios y los filisteos desaparecieron como entidad racial. Sin embargo, la huella dejada por los filisteos fue profunda en la mente de los israelitas, especialmente los profetas, que vieron en ellos la imagen misma del enemigo por excelencia del pueblo de Dios.

En la geografía, los filisteos dieron nombre a toda la región, la cual fue llamada Palestina hasta el establecimiento de la república de Israel. Un país denominado Palestina surgió otra vez en 1994 en el escenario de la historia.

(EN GRIEGO, AMIGO DE LA PALABRA).

Cristiano gentil de Roma, saludado por Pablo (Ro 16.15). Probablemente era esposo de Julia y padre de Nereo y de la hermana de este. Los escritos de Seudo-Hipólito afirman que Filólogo fue uno de los setenta discípulos de Jesús (cf. Lc 10.1, 17) y que después llegó a ser obispo del Ponto.

FILOSOFÍA

(AMOR A LA SABIDURÍA).

Saber sistemático caracterizado por su sentido racional que no supone la fe. Históricamente el primer pueblo que filosofa es el griego.

Ante la realidad, buscó por primera vez una explicación no extralógica o sobrenatural, sino racional. Es así como, a partir de los griegos, se extiende por todo el mundo antiguo este espíritu racionalista (GRECIA).

Por ello, al tiempo de la encarnación de Cristo, el mundo estaba dominado culturalmente por los ideales intelectuales del genio griego. No obstante, en el ambiente judío en general, y en el palestinense en particular (marco donde nace el cristianismo), el helenismo siempre fue rechazado y nunca penetró a fondo en los elementos judíos. La comunidad cristiana, al contrario, debido a la vocación universal de su mensaje, pronto estuvo en contacto con el espíritu griego y su dimensión filosófica, especialmente cuando la iglesia rebasó las fronteras de la TIERRA SANTA y cuando entre sus conversos hubo elementos provenientes del helenismo.

Sin embargo, en el Nuevo Testamento los contactos con la filosofía de la época son circunstanciales. Jesús no hizo comentario alguno sobre los filósofos griegos. El episodio más específico lo encontramos en Hechos 17, cuando Pablo en Atenas discutía con algunos EPICÚREOS y ESTÓICOS, representantes de las dos principales escuelas de filosofía de entonces. Por otra parte, en toda la Escritura solo aparece una vez la palabra filosofía y en un contexto peyorativo: Col 2.8. Se establece un contraste Cristo-filosofía, en el contexto de «una» filosofía independiente, autónoma y autosuficiente. Frente a Cristo toda filosofía es vana. Frente a la REVELACIÓN, el razonamiento humano es fala. (1 Co 1.17–31). Hay pues un desafío a la razón: Dios ha logrado por la cruz de Cristo la SALVACIÓN que el hombre no puede alcanzar intelectualmente (1 Co 2.14), y ante esta cruz toda la sabiduría humana es necedad.

Esto no implica que Dios destruya la razón. La salvación abarca al hombre total, sin excluir su razón. Significa que la fe no está ligada a las dotes intelectuales, como sí lo está la filosofía, de ahí lo poco que sirve el intelecto para llegar a Dios. Es Dios el que pone la fe en lo más profundo del hombre (Ef 2.9).

Conviene asimismo destacar la notable diferencia entre el pensamiento filosófico griego y el pensamiento bíblico (hebreo). Este último se abstiene de toda especulación y no se liga a un sistema. No se presenta con el carácter de una filosofía, sino como una revelación. No hay nada que se parezca a una filosofía e Israel ni siquiera tuvo idea de ello.

La palabra de Cristo, revelación por excelencia del Padre (Jn 1.18), es la «Palabra de verdad» que trasciende toda filosofía humana. En ninguna parte el hombre encuentra tanta verdad como en Jesucristo (Jn 14.6; Col 3.3). El centro de nuestra fe no es pues una ley, ni una doctrina ni una filosofía, sino Cristo. El evangelio no es algo que el hombre imaginó, sino algo que Dios ha hecho para el hombre. Por ello el llamado fundamental del Nuevo Testamento es a la fe y al servicio en amor.

FINEES

Nombre de origen egipcio, de tres personas en el Nuevo Testamento:

  1. Sumo sacerdote, hijo de ELEAZAR y nieto de AARÓN (Éx 25; 1 Cr 6.4; Esd 7.5). Mató a un israelita y una mujer moabita como escarmiento para todos los israelitas cuando fornicaron con las hijas de Moab (Nm 21.1–15; Sal 106.30). Participó en la venganza de los israelitas contra los madianitas (Nm 31.6). Bajo Josué, ayudó a resolver la disputa que, por el altar construido junto al Jordán, había surgido entre los rubenitas, gaditas y Manasés (Jos 22.10ss). Al morir su padre (Jos 24.33), ocupó su lugar y sirvió como sumo sacerdote durante el gobierno de los primeros jueces (Jue 20.28).
  2. Hijo menor del sumo sacerdote ELÍ y hombre de mala fama (1 S 1.3; 12–17, 34). Murió en la batalla contra los filisteos cuando estos se llevaron el arca (1 S 4.11). Su nieto fue sacerdote en el tiempo del rey Saúl (1 S 14.3).
  3. Padre de Eleazar, sacerdote en el tiempo de Esdras (Esd 33).

FIRMAMENTO

Ver. EXPANSIÓN.

FLAUTA

Instrumento de viento empleado especialmente por los hebreos. Consistía en un tubo hecho de caña, cobre o bronce, perforado por varios agujeros. Se usaba en todas las ocasiones: cultos religiosos, procesiones, fiestas y funerales (1 S 10.5; 1 R 1.40; Is 5.12; 30.29; Jer 48.36; Mt 9.23; Lc 7.32). Había dos clases de flautas: la simple de un tubo, y la noble de tubos paralelos que se podían soplar individual o juntamente.

FLECOS

Cordoncillos (o borlas) colgados en los bordes de los vestidos de los israelitas, de acuerdo con la Ley (Nm 15.38, 39; Dt 22.12), que servían para recordarles «todos los mandamientos de Jehová» y la necesidad de obedecerlos. En el tiempo de Cristo todavía se usaban los vestidos con flecos. Los fariseos alargaban los flecos de sus mantos para ostentar su celo especial por honrar la Ley (Mt 23.5).

FLECHA

Ver. ARCO Y SAETA

FLEGONTE

(CELOSO).

Un cristiano de Roma a quien Pablo envió saludos (Ro 16.14).

FLOR DE LIS

Ver. LIRIO.

 

FLUJO DE SANGRE

En sentido normal, equivale a la menstruación, a la cual se la llama «la costumbre de las mujeres» (Gn 18.11; 31.35) o «purificación» (Lv 12.4–6).

En muchos pueblos de la antigüedad se consideraba impura a la mujer durante los días que duraba su menstruación y hasta siete días después (Lv 15.19).

En sentido patológico, se distinguen dos enfermedades distintas:

  • la metrorragia o hemorragia de la matriz fuera del período menstrual (Lv 25a); y;
  • la menorragia o hemorragia excesiva durante el período menstrual (Lv 15.25b). El Señor Jesús curó a una mujer que sufría de la primera enfermedad (Mc 25–34).

FORASTERO

Ver. EXTRANJERO.

FORNICACIÓN

Relación sexual voluntaria entre personas no casadas. Difiere del ADULTERIO en que este último se comete cuando al menos una de las personas es casada, pero a veces el término se usa indistintamente. Por ejemplo, cuando Cristo señala la fornicación como una de las causas para el divorcio (Mt 5.32; 19.9).

Debido a que el CUERPO es templo del Espíritu Santo, Pablo exhorta a los creyentes a que huyan de la fornicación (1 Co 6.18; cf. v. 13). Aquí el término se refiere a toda inmoralidad del cuerpo, y Cristo dijo al respecto que toda inmoralidad sexual tiene su origen en el corazón del hombre (Mt 5.28; Mc 7.21); por tanto debemos cuidar del corazón (Pr 4.23; Jer 17.9).

En sentido figurado, la fornicación se refiere a toda forma de apostasía y a la relación inmoral de un creyente con otros dioses (PROSTITUCIÓN; RAMERA).

FORO DE APIO

Mercado y estación de viaje situado a 64 km al sudeste de Roma y fundado por Appius Claudius en el año 312 a.C. Con el tiempo llegó a ser un gran centro comercial.

Los cristianos de Roma ya sabían del apóstol Pablo por medio de la carta que hacía tres años les había escrito. Al enterarse de que llegaba a Puteoli y que era llevado prisionero a Roma, algunos cristianos de esta urbe salieron a saludarlo hasta Tres Tabernas, y otros lo esperaron en el Foro de Apio (Hch 28.15).

FORRAJE

Paja, heno o hierba para alimentación del ganado (Gn 24.25).

FORTALEZA

Edificio construido para la defensa del pueblo: TORRE, castillo o ciudad amurallada. Puesto que las ciudades siempre eran sólidamente fortificadas, «ciudad» y «fortaleza» llegaron a ser palabras casi sinónimas. Nehemías consideraba que reconstruir las murallas significaba la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén.

Estas murallas eran de unos tres metros de grueso, y hasta diez metros de alto. Las murallas de Babilonia, según algunos historiadores, alcanzaron una altura de cien metros.

Por lo general, se usaban piedras para construir la parte inferior de la muralla y adobe para la parte superior.

«Fortaleza» se usaba a menudo en sentido figurado, especialmente para representar el poder y la protección de Dios. En su cántico, Moisés y María llaman a Jehová «mi fortaleza y mi cántico» (Éx 15.2). El salmista frecuentemente dice que Dios es su fortaleza (Sal 18.1; 22.19; 27.1). De esta figura se desprenden dos ideas para el salmista: Dios es el que protege a los suyos como una fortaleza bien situada en una roca, duradera y con abundante depósito de agua. Dios también los abriga como una ciudad de murallas bien fuertes. Dios, así, les da la fuerza necesaria para hacer frente a la vida. El profeta invita a todos a confiar en Dios porque en Él «está la fortaleza de los siglos» (Is 26.4), o sea, el poder eterno.

FORTUNATO

(EN LATÍN, AFORTUNADO).

Miembro de la iglesia de Corinto.

Posiblemente un ex esclavo a juzgar por la acepción latina de su nombre. Viajó, junto con ESTÉFANAS y ACAICO, desde Corinto a Éfeso para visitar a Pablo, fundador de su iglesia, y pedirle consejo (1 Co 16.17s). Como consecuencia el apóstol escribió 1 Corintios.

FRENTE

Parte superior de la cara que en el Antiguo Testamento menciona como el lugar donde el sumo sacerdote llevaba una diadema de oro con la inscripción «santidad a Jehová». Por otra parte, figura dureza, obstinación, pertinacia, desfachatez (Jer 3.3; Ez 3.7–9). La primera cita puede referirse a las rameras que llevaban la frente descubierta, sin velo.

En el Nuevo Testamento solamente se cita la frente en Apocalipsis, en donde se menciona en ocho pasajes. Es allí donde los creyentes llevan el nombre del Señor (7.3; 9.4; 14.1; 20.4; 22.4) y los incrédulos la marca de la bestia (13.16; 14.9). La gran ramera llevará escrito su nombre en la frente (17.5).

FRIGIA

Región meridional de Asia Menor, denominada así por razón de los frigios, indoeuropeos que entraron en la península con la migración egea (ca. 1100 a.C.). Por varios siglos los frigios ocuparon la mayor parte del territorio de Asia Menor al oeste del  Halis; más tarde, solamente  la parte central oeste. Los romanos incluyeron partes de Frigia en la provincia de Asia (133 a.C.) y otras en la de GALACIA (25 a.C.). La parte de Frigia que está en Galacia incluye a ANTIOQUÍA (que da a Pisidia) y a ICONIO; se le conoce como Frigia galática.

Judíos de Frigia estuvieron presentes el día de Pentecostés (Hch 2.10). Pablo visitó a Frigia galática en su primer viaje misionero (Hch 13.14–14.5), y la volvió a recorrer en el segundo y tercero (Hch 16.6; 18.23). La relación de los viajes de Pablo con esta Frigia determina los destinatarios de la carta a los ® GÁLATAS.

Los frigios se distinguían por su culto orgiástico; adoración a Sabazios, el Zeus o Dionisio frigio.

De la población indígena parecen haber recibido el culto a Cibeles.

FRUTO

En términos generales, esta palabra indica todo producto que se obtiene de la tierra, pero especialmente designa a las plantas y al fruto de estas. En la Biblia se mencionan varias clases de árboles frutales como la higuera (Nm 20.5), el granado (Dt 8.8), la vid (Jn 15.1), la palmera (Cnt 7.8), el almendro (Jer 1.11), etc. Los espías que Moisés envió trajeron «el fruto de la tierra» para mostrar la fertilidad de Canaán (Nm 13.27).

Frecuentemente se usa la palabra en sentido figurado. Cristo espera que sus seguidores lleven fruto (Jn 15.2). San Pablo nos habla del fruto del Espíritu que es: amor, paz, gozo, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gl 5.22, 23; cf. 5.19–21). Otros ejemplos del uso metafórico de fruto se hallan en Pr 1.31; 11.30; Is 10.12; 57.19 (cf. Sal 132.11, RV 1909).

FÚA

Nombre de dos hombres y una mujer en el Antiguo Testamento.

  1. El segundo hijo de Isacar (1 Cr 7.1).
  2. Una de las parteras a las que el faraón ordenó que mataran a los niños varones cuando asistieran a las hebreas (Éx 1.15). Las parteras valerosamente desobedecieron la orden del faraón.
  3. El padre de Tola, de la tribu de Isacar (Jue 1).

FUEGO

Desde tiempos antiguos se usó para cocinar (Éx 12.8; 2 Cr 35.13; Jn 21.9); dar calefacción (Jer 36.22; Mc 14.54); fundir, forjar y refinar metales (Éx 32.24; Is 44.12; 1 P 1.7); quemar ídolos (Éx 32.20; Dt 7.5; 2 R 19.18), ropas infectadas (Lv 13.52, 57) y escritos (Jer 36.25); castigar ciertas ofensas (Lv 20.14; Jos 7.15); y, en la guerra, para destruir ciudades (Jue 18.27), carros (Jos 11.6–9), etc.

El sacrificio por fuego fue la manera primitiva de adorar a Dios (Gn 8.20; 22.6). Bajo la Ley Mosaíca cobró gran importancia en los servicios litúrgicos. Para ellos, se conservaba el fuego siempre ardiendo sobre el altar de los holocaustos (Lv 6.12s) y simbolizaba la continua presencia de Dios, su juicio sobre el pecado y la purificación del pecador. Según Lv 9.24 y 2 Cr 7.1–3 el fuego tuvo origen milagroso en la dedicación del tabernáculo y del templo. Las ofrendas hechas con «fuego extraño» no eran aceptadas (Lv 10.1ss). En varias ocasiones, para manifestar su aceptación, Dios contestó con fuego al ofrecimiento de ciertos sacrificios.

Los pueblos vecinos de Israel usaban el fuego para sus sacrificios, especialmente de niños (Dt 12.31; 2 R 17.31), lo que tal vez equivale a la expresión «pasarlos por fuego» (2 R 16.3). A veces, algunos reyes de Israel y Judá adoptaron esta práctica (2 R 21.6; 23.10) y fue condenada duramente por los profetas (Dt 18.10; Jer. 7.31; Ez 23.37).

El fuego es un elemento importante en la descripción de las teofanías; es decir, aparece en numerosas ocasiones acompañando la presencia de Dios con el fin de hacerla resaltar. Lo vemos en el pacto con Abraham (Gn 15.17), en el llamamiento de Moisés (Éx 3.2), en la peregrinación israelita (Éx 13.21) y en el monte Sinaí (Éx 19.18). El Nuevo Testamento presenta fenómenos parecidos: a la venida del Espíritu Santo la acompaña lenguas de fuego (Hch 2.3); Jesucristo aparece en Apocalipsis con ojos de fuego (1.14; 2.18; cf. Dn 7.8–10).

La mayoría de las veces que se usa «fuego» en sentido figurado es para describir ciertos aspectos de Dios y de su acción sobre la tierra. Así, representa su gloria (Ez 1.4, 13; Dn 7.9s), su presencia protectora (2 R 6.17; Zac 2.5), su santidad y poder (Dt 4.24; 5.24; Heb 12.29), etc. Otras veces, y en forma aislada, se usa para referirse a los sentimientos religiosos (Sal 39.3), al pecado (Is 9.18) y particularmente a la sensualidad (Os 7.4–6), al mal uso de la lengua (Pr 16.27; Stg 3.6) y a la aflicción (Sal 66.12).

Como metáfora de la santidad de Dios, el fuego puede purificar o destruir. Purificó a Israel por medio de ciertas experiencias duras como el cautiverio babilónico (Zac 13.9; Is 48.10). Este motivo encuentra también su fuerte expresión en el Nuevo Testamento (1 Co 3.13–15; 1 P 1.7). Las referencias al bautismo por fuego parecen contener esta misma verdad (Mt 13.11; Lc 12.49s).

El fuego tiene un lugar importante en el juicio escatológico. La Segunda Venida de Cristo es descrita como «en llama de fuego» (2 Ts 1.8). También es elemento de juicio y castigo finales (Mt 3.10; 13.40, 42; 25.41; Mc 9.43, 48; Lc 17.28–30; Ap 20.10, 14, 15).

FUENTE

Vasija o manantial de agua.

  1. Utensilio (vasija grande y redonda) de bronce (llamado «mar» en 1 R 7.23ss; 2 Cr 4.2), colocado en el tabernáculo y en el templo para las ablusiones sagradas (Éx 17–21). La fuente del tabernáculo fue fundida de los espejos de bronce de las mujeres israelitas (Éx 38.8) y estaba situada entre la puerta del Lugar Santo y el altar de los holocaustos. En el templo, Salomón mandó a colocar diez fuentes para lavar los holocaustos y un «mar de fundición» para los sacerdotes (2 Cr 4.2, 6).
  2. Vertiente natural de agua que brota de la tierra. En Palestina son famosas por su número y muchas por su volumen (Dt 8.7). La estructura de piedra caliza del suelo de la Tierra Santa permite que las aguas caídas durante el invierno sean absorbidas y mantenidas en el subsuelo como reservas. A menudo una fuente determinaba el asentamiento de un poblado, cuyo nombre, en algunas ocasiones, conservaba el prefijo «En» que quiere decir «fuente». Por ejemplo: Endor, En-gadi, En-ganin.

En sentido figurado, «fuente» se usa para hacer referencia a Dios mismo (Sal 36.9; Jer 23; 17.13). Él es fuente de agua viva y manantial de vida. La salvación que da Jesucristo se compara en los escritos de Juan con una fuente de agua que salta para vida eterna (Jn 4.14; cf. Ap 21.6).

FUNDACIÓN

La frase «la fundación del mundo» aparece varias veces en el Nuevo Testamento y se refiere generalmente a la creación. Pero una vez que la expresión llegó a ser idiomática, empezó a significar sencillamente «desde el principio» (Mt 13.35; 25.34; Ap 13.8; 17.8). No parece indicar ningún tema especial aunque en tres casos se trata del sacrificio de Jesús en la cruz; por ende, ese hecho trascendental estaba dentro del plan general de Dios desde la eternidad. (FUNDAMENTO.)

FUNDAMENTO

Vocablo que en sentido literal se refiere a los cimientos del templo de Salomón (1 R 5.17) o el de Zorobabel (Esd 3.6ss), y que metafóricamente designa los cimientos de los cielos (2 S 22.8) y sobre todo de la tierra (Sal 104.5; Is 51.16; FUNDACIÓN). Cuando Dios se indigna frente a sus enemigos (2 S 22.8, 16), o en el juicio (Is 24.18), hasta los fundamentos (cimientos) de los cielos y la tierra se estremecen.

En sentido figurado el fundamento del trono de Dios (su reino) es la justicia y el juicio (Sal 89.14; 97.2); por eso la persona justa que tiene una vida fundamentada en Dios permanece para siempre, mientras que el malo pasará (Pr 10.25; cf. Job 22.16). Isaías declara que Dios ya ha puesto «en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable» (Is 28.16), palabras que el Nuevo Testamento refiere a Jesús (Ro 9.33; 1 P 2.6).

En el Nuevo Testamento «fundamento» se usa poco en sentido literal (Lc 6.48s; 14.29; Ap 21.14, 19); el uso notable es más bien el figurado. Se refiere a:

  • el comienzo rudimentario de un trabajo de evangelización (Ro 15.20), o el establecimiento de una congregación (1 Co 10);
  • la enseñanza básica de las doctrinas principales (Heb 6.1ss);
  • el verdadero tesoro que los ricos deben anhelar y que no consiste en los bienes materiales (1 Ti 6.19); y;
  • a Jesús como fundamento de la Iglesia y base verdadera de la salvación (1 Co 3.11; cf. Ef 2.20).

Este último punto está respaldado por la perícopa de los dos cimientos (Mt 7.24–27; Lc 6.47– 49), donde las palabras de Jesús, oídas y obedecidas, forman el fundamento firme de la vida cristiana. Las palabras de 2 Ti 2.19 resumen la esencia del significado de «fundamento».

FUNITAS

Los descendientes de Fúa, de la tribu de Isacar (Nm 26.23).

FURA

(BELLEZA).

Uno de los siervos de Gedeón, probablemente su escudero, quien junto a Gedeón entró a explorar el campamento enemigo de los madianitas (Jue 7.10, 11).

FUT

Tercer hijo de CAM (Gn 10.6; 1 Cr 1.8), y el nombre dado a sus descendientes y al territorio que habitaban. En Jer 46.9; Ez 30.5; y Nah 3.9, los habitantes de Fut figuran como aliados de EGIPTO. Otras referencias indican que eran aliados de TIRO (Ez 27.10) y de GOG (Ez 38.5) en otras ocasiones. Anteriormente se identificaba Fut con Punt, la moderna Nubia, región entre Egipto y Etiopía. Los eruditos modernos se inclinan más a identificarla con Libia o una parte de ella.

FUTIEL

(A QUIEN DIOS LE HA DADO).

El suegro de Eleazar, hijo de Aarón (Éx 6.25).

FUTITAS

Una familia de Quiriat-jearim en la tribu de Judá (1 Cr 2.53).

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