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RAAMA
Hijo de Cus, el primogénito de Cam (Gn 10.7; 1 Cr 1.9). Raama fue padre de Dedán y Sabá y los tres se destacaron hasta en los tiempos proféticos como progenitores de tribus árabes que traficaban con oro y piedras preciosas (Ez 27.22). Se cree que la Raama que hoy está cerca de Main en el sudoeste de Arabia sea la misma antigua población de este nombre.
RABÁ
(GRANDE).
Nombre de dos ciudades en el Antiguo Testamento.
- Capital de Amón que ocupaba ambos lados del río Jaboc, 35 km al este del río Jordán (Jer 49.4). También se llamaba «ciudad de las aguas».
En Rabá guardaban la enorme cama de hierro del rey Og (Dt 3.11). David tenía relaciones amistosas con Nahás, rey de Rabá, pero Hanún, su hijo, avergonzó a una embajada israelita y como resultado estalló una larga guerra durante la cual murió Urías (2 S 10–12) y Rabá fue conquistada y agregada al reino de Israel. En tiempos de Jeroboam II, Rabá era nuevamente independiente (Am 1.13, 15); Nabucodonosor hizo una parada allí (Ez 21.19) y seguramente fue allí donde se tramó el complot contra Gedalías (Jer 41.1–4). Amós (1.13ss), Jeremías (49.3–6) y Ezequiel (25.1–7) profetizan contra Rabá.
El rey TOLOMEO Filadelfo tomó Rabá cambió su nombre a FILADELFIA, y esta llegó a ser una de las ciudades de DECÁPOLIS. Hoy es la capital de Jordania y se llama Ammán.
- Lugar por el noroeste de Jerusalén, cerca del límite entre Judá y Benjamín (Jos 15.60). Algunas la identifican con Khirbet Bir el-Hilu, 8 km al este de Gezer en el camino a Jerusalén.
RABÍ
(EN HEBREO RAB O RABBÍ, QUE SIGNIFICA MAESTRO).
Título honorífico surgido en el siglo I a.C. derivado del verbo Rabab que significa, ser grande. Se aplicaba a jefes o maestros, pero luego llegó a ser el término técnico aplicado a los tanai’m (doctores palestinenses de la Ley, ca. 20–220 d.C.) y sus sucesores, los amora’im (ca. 220–415
D.C.), cuya interpretación casuística, llamada rabinismo, se ejemplifica abundantemente en el TALMUD y en los escritos midrásicos.
En un nivel más sencillo, los discípulos de Juan el Bautista llamaron rabí a su maestro (Jn 3.26). A Jesús también sus discípulos le aplicaron el título; en ocasiones también lo hicieron sus enemigos. Los Evangelios lo reflejan frecuentemente con las palabras didáskalos y kathergetés, y ambas significan «MAESTRO». Sin embargo, quizá la mejor traducción sea la de «maestro y señor» (Jn 13.13; cf. el uso en Lucas de epistates [señor] en 5.5; 8.24s, etc.). Algunas veces los evangelistas simplemente transcriben el título en su forma hebrea o bien aramea (Mt 23.7s, etc.).
Jesús aceptaba ser reconocido como rabí (Jn 13.13), pero desaconsejaba a sus discípulos aceptar el título, «porque uno es vuestro Maestro, el Cristo» (Mt 23.8). El clérigo judío, actualmente, se denomina «rabino», pero no es solo pastor espiritual sino también «abogado» y «juez».
RAB-MAG
Título que se daba a un oficial de la corte de Babilonia. Quizás fuera el jefe de los médicos (Jer 39.3, 13).
RABONI
Variante de Rabí (Jn 20.16).
RABSACES
Título del oficial asirio a quien, junto con el Tartán y el Rabsaris, Senaquerib, rey de Asiria, envió desde Laquis a Jerusalén para pedir la rendición del rey Ezequías. El rabsaces actuaba como el portavoz de la delegación, y tal parece que este oficial seguía en grado al comandante militar cuyo título era Tartán.
«Rab» significaba «jefe», y «saces» que antes se creía que significaba «copero», ahora se sabe que viene de Saqú, que significa «ser grande». El título equivaldría, entonces, a un jefe supremo, probablemente «jefe de los nobles» ( 2 R 18.17, 19 , 26–28 , 37 ; 19.4–8 ; Is 36.2 , 4 , 11–13 , 22 ; 37.4 , 8 ).
RABSARIS
Término que los hebreos tomaron de los asirios, quienes lo empleaban para designar al jefe de los eunucos. Tanto las atribuciones de este jefe como las labores asignadas a los eunucos se han llegado a conocer en detalle gracias a los textos asirios.
En el Antiguo Testamento tres personas llevan este título.
- Un miembro de la delegación enviada por Senaquerib a Ezequías (2 R 18.17; cf. Is 3).
- Sarsequín, uno de los jueces babilonios establecidos en Jerusalén después de la toma de la ciudad (Jer 39.3).
- Nabusazbán, uno de los babilonios que liberaron a Jeremías (Jer 13).
RACA
(ESTÚPIDO).
Expresión de desprecio (Mt 5.22). La palabra aparece a menudo en los escritos de los rabinos con el sentido de «ignorante». Llamarle raca a una persona era decirle: «¡Idiota!»
RACAT
Ciudad fortificada de Neftalí, en la costa occidental del mar de Galilea, aparentemente situada entre Hamat y Cineret (Jos 19.35). Es probable que Tiberias hubiera sido construida sobre sus ruinas.
RAFA
Nombre de dos personas del Antiguo Testamento.
- Quinto hijo de Benjamín (1 Cr 2).
- Benjamita descendiente del rey Saúl (1 Cr 8.37). En 1 Cr 9.43 se le llama Refaías.
RAFÁ
En la Biblia de Jerusalén, antepasado de cuatro filisteos de Gat que David derrotó (2 S 21.15– 22). La Reina Valera Actualizada lo llama Harafa. Pero la Reina Valera 1960 traduce «descendiente de los gigantes».
RAHAB
Nombre de una mujer y de Egipto en forma simbólica.
- Rakahab (en hebreo, amplia, ancha). Mujer que vivía en Jericó cuando Israel preparaba la conquista de Canaán. Desde Sitim, donde acamparon antes de entrar en Canaán, Josué envió dos espías a Jericó para explorar el territorio enemigo. Rahab había oído de las victorias israelitas y por tanto resolvió ampararlos. Cuando el rey de Jericó se enteró de la presencia de los espías, mandó a capturarlos, pero Rahab los escondió bajo manojos de lino en su terraza. Después, les facilitó la
En la conquista de Jericó, Rahab y sus familiares fueron sacados de la ciudad antes de su destrucción (Jos 2.1–21; 6.17–23). En el Nuevo Testamento se alaba a Rahab por su fe (Heb 11.31) y por sus obras (Stg 2.25). Mateo 1.5 la llama esposa de Salmón y madre de Booz, esposo de Rut, en la genealogía de Jesucristo.
Algunos exégetas han procurado librar a Rahab del estigma de ser prostituta. Han alegado que la palabra hebrea (zonah), traducida «ramera» (Jos 2.1), viene del verbo zun (que significa alimentar), y no de zanah (que quiere decir fornicar ), y por tanto podría traducirse «hospedadora» o «mesonera». Pero esta traducción es muy improbable, ya que en ningún otro caso se traduce zonah de esta manera, sino siempre «ramera» (por ejemplo, Gn 38.15; Lv 21.14; Jue 16.1). Sin embargo, Rahab seguramente cambió de manera de vivir.
Aparentemente, Rahab ya tenía conocimiento del Jehová de Israel (Jos 2.9–11) y puede que su conversión se debiera al testimonio de los espías que posaron allí (Jos 2.1b).
- Rajab (en hebreo, orgullo, insolencia). Nombre poético o simbólico de un dragón o monstruo que se aplica a Egipto (Sal 74.13; 87.4; 89.10; Is 51.9, 10; Ez 29.3; 32.2).
RAMA
Parte del árbol que brota del tronco y que por sus frutos y bello aspecto frondoso simboliza prosperidad (Gn 49.22; Pr 11.28; cf. Sal 1.3). Las ramas significaron honor y gloria para Jesús, cuando entró en Jerusalén (Mt 21.8).
Israel se presenta como rama de VID (Sal 80.8–11), de CEDRO (Ez 17.23; cf. 31.2–6) y de OLIVO (Ro 11.16ss).
RAMÁ
(LUGAR ALTO).
Nombre de cuatro ciudades en el Antiguo Testamento.
- Una de las principales ciudades de Benjamín, situada en la frontera con Israel (Jos 18.25; 1 R 15.17), probablemente 8 km al norte de Jerusalén, dentro del reino de Judá.
Según Jueces 4.5, Débora vivió entre Ramá y Bet-el.
Poco después de la división de Israel en dos reinos, el rey Baasa de Israel, la tomó y la fortificó contra Asa, rey de Judá, aliado del rey de Siria. Cuando Asa descubrió que Baasa fortificaba la ciudad, sobornó a los sirios para que invadieran el norte de Palestina (1 R 15.16–22), de modo que la atención de Baasa dejara de estar en Ramá. Entretanto,
Asa reconquistó a Ramá, la desmanteló y usó las piedras y la madera para construir a Geba y a Mizpa.
Por su posición estratégica, Ramá servía de atalaya. A ella llevaron a los judíos cautivos antes de enviarlos a Babilonia tras la caída de Jerusalén (Jer 40.1). Después de la cautividad, Ramá fue habitada nuevamente (Neh 11.33; Esd 2.26).
- Ciudad natal del profeta Samuel (1 S 1.19; 2.11, etc., RAMATAIM DE ZOFIM).
- Pueblo en la frontera de Aser, cerca de Tiro (Jos 29).
- Ciudad amurallada de Neftalí (Jos 36).
RAMATAIM DE ZOFIM
Nombre completo del lugar de nacimiento, residencia y sepultura del profeta Samuel (1 S 1.1), sitio que por lo general se llama sencillamente «RAMÁ » (1 S 1.19; 8.4; 19.18; 25.1).
La ubicación de Ramataim de Zofim es asunto discutido. De acuerdo con el nombre, tal como se halla en la RV, debiera haberse hallado en la tierra de los «zofim», o sea la del pueblo de Zuf; y según el contexto, estaba en la serranía de Efraín (1 S 1.1; 9.5, 6, 18).
Es probable que Elcana fuera descendiente de Zuf (1 Cr 6.33–35), quien a su vez era descendiente de Leví.
RAMERA
Ver. RAHAB.
RAMESÉS
Ciudad del nordeste de Egipto, reconstruida por el faraón Ramsés II, y en la cual trabajaron los israelitas durante su esclavitud (Éx 1.11). Al parecer, la ciudad se encontraba en el territorio de Gosén (cf. 47.11 con 47.4, 6). Fue de Ramesés que los israelitas partieron en el éxodo (Éx 12.37). Su identificación con Tanis es casi segura.
(Se llamaba Avaris bajo los hicsos, y Zoan en Nm 13.22).
En Ramesés los arqueólogos han encontrado un templo con más de 300 m de largo y una gigantesca estatua de Ramsés II que mide 30 metros de altura.
RAMOT
Ciudad levítica en el territorio de Isacar (1 Cr 6.73) llamada Jarmut en Jos 21.29 y Remet en Jos 19.21. La identificación de la ciudad es incierta. Se ha mencionado a Jelame, 5 km al norte de Engannim, o Kokab el-Hawa, 10 km al norte de Bet-san.
RAMOT DE GALAAD
Ciudad fuerte e importante al este del Jordán en el territorio de Gad, prominente en las guerras de Israel. Fue designada ciudad de refugio (Dt 4.43; Jos 20.8; 21.38).
Fue hecha residencia de uno de los comisarios de Salomón (1 R 4.13); pero, después de la división del reino, la región pasó a posesión de Siria en las guerras con Ben-adad I (1 R 15.20). Acab hizo un esfuerzo por recobrar la ciudad con la ayuda de Josafat de Judá, pero murió en la batalla (1 R 22.3–37; 2 Cr 18). Doce años después JORAM, hijo de Acab, hizo otra tentativa de recobrar a Ramot de Galaad con la ayuda de Ocozías de Judá (2 R 8.28–9.28; 2 Cr 22.5, 6). Conquistó la ciudad pero fue herido. En el siglo VIII la ciudad cayó en manos de los asirios.
La ciudad también se llamaba Ramá. Se ha sugerido que Ramot de Galaad debe identificarse con Tell-er-Ramith en el Wadi-Shomer cuyo nombre es derivado de Ramot.
RAMSÉS
Nombre que ostentaron once faraones de la XIX y XX dinastías. El más famoso de ellos fue Ramsés II, quien reinó como del 1301 al 1234 a.C. Se le conoce, entre otras cosas, como gran constructor de estatuas colosales, así como palacios y templos extraordinarios. Dejó numerosos monumentos e inscripciones, sobre todo en el Delta, donde fundó su capital, Pi- Ramsés. Muchos historiadores creen que se valió de la mano de obra de sus esclavos israelitas para llevar adelante su ambicioso plan de construcciones, y que el éxodo se produjo durante su reinado.
RANA
Batracio que se menciona en ocasión de la segunda → PLAGA de Egipto (Éx 8.1–9; cf. Sal 78.45; 105.30).
Sin nombrarla, el código de pureza (Lv 11.10–12, 29) la cataloga entre los animales impuros, pues «no tienen aletas ni escamas». En Apocalipsis 16.13 se presenta como símbolo de impureza.
RAQUEL
Hija menor de LABÁN y esposa preferida de JACOB. Fue madre de José y Benjamín. Jacob encontró a su prima Raquel junto a un pozo en la tierra de Harán y, enamorado de la joven, accedió a servir a Labán siete años por ella. Irónicamente, Jacob, el engañador de su padre, fue víctima del engaño de Labán. Este le entregó primero a su hija mayor Lea. Para casarse también con Raquel pocos días después, Jacob tuvo que prometer otros siete años de servicio (Gn 29.1–30).
Por muchos años Raquel fue estéril, mientras que su hermana, Lea, tuvo cuatro hijos.
Afligida por esto, Raquel entregó su sierva Bilha a Jacob para que los hijos de esta fueran contados como descendencia suya, práctica común de la época. Más tarde Dios se acordó de Raquel y ella dio a luz a José (Gn 29.31–30.24).
Cuando Jacob decidió volver a Canaán, tanto Raquel como Lea lo apoyaron. Sin embargo, Raquel provocó la ira de su padre al hurtar los ídolos de este (TERAFÍN).
Labán salió a perseguir a Jacob, pero, cuando lo alcanzó, Raquel usó una estratagema para esconder los ídolos y así se escapó del anatema que Jacob mismo había pronunciado sobre aquel en cuyo poder fuesen hallados (Gn 31). Al llegar a Bet-el, en la tierra prometida, Jacob extirpó de su familia el paganismo (Gn 35.2–4).
Por ser la favorita de Jacob, Raquel fue especialmente protegida cuando el grupo se enfrentó a Esaú (Gn 33.1, 2). Al nacer su segundo hijo, Benjamín, Raquel murió y fue sepultada entre Bet-el y Efrata, lugar identificado en Gn 33.19 y 48.7 como BELÉN.
Desde el siglo IV d.C. existe un monumento sobre la supuesta tumba de Raquel en el camino de Belén a Jerusalén.
Como madre de la tribu de Benjamín y abuela de las medias tribus de Efraín y Manasés, Raquel fue una de las que «edificaron la casa de Israel» (Rt 4.11). Mateo (2.17, 18) afirma que la matanza de los inocentes perpetrada por Herodes fue el cumplimiento de la profecía de Jeremías 31.15 acerca del «lloro» de Raquel por sus hijos perecidos.
RAS SAMRA
Ver. UGARIT.
RATÓN
Mamífero roedor pequeño que era inmundo para los hebreos (Lv 11.29; Is 66.17) pero que servía de alimento a algunos árabes y cuya imagen tenía valor mágico en el Medio Oriente. Seguramente, los ratones fueron portadores de la epidemia de «TUMORES » que sufrieron los filisteos durante la permanencia del arca en su tierra (1 S 5.6; 6.4ss). Se ha conjeturado que la plaga que sufrieron fue la peste bubónica.
REAÍA
(JEHOVÁ MIRA).
Nombre de tres personas del Antiguo Testamento.
- Hijo de Sobal (1 Cr 4.2), también llamado Haref (1 Cr 52).
- Rubenita, hijo de Micaía (1 Cr 5).
- Fundador de una familia de siervos del templo cuyos descendientes regresaron del cautiverio con Zorobabel (Esd 2.47; Neh 50).
REBECA
Hija de Betuel, hermana de LABÁN, y esposa de ISAAC. Génesis 24, una joya de la literatura antigua, relata cómo Abraham comisionó a su siervo la búsqueda de esposa para su hijo, no en Canaán, sino en su tierra nativa. Dios prosperó el viaje del siervo y le guió hasta Rebeca, sobrina de Abraham. Esta accedió a la propuesta de matrimonio, y sus parientes, reconociendo la mano de Dios, la enviaron al lejano país del Neguev (Gn 24.62).
Por veinte años Rebeca fue estéril, pero luego, como contestación a las oraciones de Isaac, dio a luz gemelos: ESAÚ y JACOB. Como estaba profetizado desde antes de su nacimiento, los hermanos fueron rivales, y Rebeca se inclinaba por Jacob (Gn 25.20–28). Tal como en una ocasión anterior habían hecho Abraham y Sara, Isaac y Rebeca fingieron ser hermanos por temor a los filisteos en cuyo territorio moraban (Gn 26.6–11). Rebeca e Isaac se entristecieron por las esposas paganas de su hijo Esaú (Gn 26.34ss).
El favoritismo maternal produjo resultados funestos en el hogar cuando Rebeca ayudó a Jacob a conseguir con engaño la bendición destinada al primogénito. Rebeca instó a Jacob a huir de Esaú y nunca lo volvió a ver (Gn 27). Fue sepultada en la cueva de MACPELA (Gn 49.31).
REBUSCO
Restos de la cosecha que los segadores dejaban en el campo (Jue 8.2; Rt 2; Is 17.6). El Antiguo Testamento demandaba de los labradores que lo hicieran para provecho de «los pobres y los extranjeros» (Lv 19.9, 10; 23.22).
RECAB
(AURIGA).
Nombre de tres personas del Antiguo Testamento.
- Benjamita oriundo de Beerot que junto a su hermano Baana mató a IS-BOSET el hijo de Saúl (2 S 4.2, 5, 9). David los condenó a muerte por ese
- Padre de JONADAB, el que colaboró con Jehú en la sangrienta purga de la casa de Acab (2 R 10.15, 23). Fue el antepasado epónimo de los
RECABITAS
Descendientes de Recab, cuyos antecesores posiblemente fuesen ceneos (1 Cr 2.55). Jonadab, hijo de Recab, se asoció con Jehú en la matanza de los profetas de Baal (2 R 10.15–31), con lo cual mostró gran celo por la causa de Jehová. Y sin duda impuso este celo en su familia, pues dos siglos después sus descendientes eran todavía fieles a los principios religiosos que él había enseñado.
El profeta Jeremías, por instrucción de Jehová, llevó a los recabitas al templo para ofrecerles vino, pero ellos lo rechazaron por respeto al mandamiento de su antepasado Jonadab (Jer 35.1–11). Por tanto, Dios mismo los puso como ejemplo de fidelidad al reprocharle a Judá su desobediencia a los preceptos divinos (Jer 35.12–16).
Además de abstenerse del vino, los recabitas rehusaban la vida sedentaria y la agricultura (Jer 35.7). Por eso algunos creen que eran nómadas. Sobre esto y el pasaje de Jeremías se ha construido la hipótesis de que los profetas predicaban un ideal nomádico y veían toda vida sedentaria con malos ojos. Sin embargo, no es seguro que los recabitas fueran nómadas. Su ascendencia cenea puede indicar que eran artesanos. Además, la relación del vocablo recab con «carroza» sugiere que Jonadab era un cochero o fabricante de carrozas. Vale notar que cada vez que se menciona a los recabitas, están en ciudades principales o bien cerca de ellas.
RECOMPENSA
Lo que se recibe como justo pago por algún acto o servicio positivo (GALARDÓN). Su sentido es semejante al de → RETRIBUCIÓN, pero esta generalmente corresponde solo a un acto negativo. Sin embargo, la recompensa puede tener un sentido negativo y otro positivo; por ejemplo, en Salmo 91.8; Mateo 6.5, y en 1 Corintios 9.17 y Colosenses 3.24.
Dios ofrece recompensa o galardón solamente a los redimidos. A los perdidos ofrece en primer lugar salvación. Esta es un don gratuito (Ro 6.23), mientras la recompensa es algo merecido por obras (Mt 10.42; 1 Co 3.14). A veces a la recompensa se le llama «premio» (1 Co 9.24) o «CORONA» (1 Co 9.25; 2 Ti 4.7, 8). La salvación es una posición que ya se tiene (Jn 5.24), mientras que la recompensa se recibirá en la vida venidera (Mt 16.27; 2 Ti 4.8).
Ante el «tribunal de Cristo» (2 Co 5.10), cada hijo de Dios un día será juzgado de acuerdo con las obras que haya hecho desde su conversión hasta su muerte. No debe confundirse este tribunal con el juicio del pecado (Ro 5.1). Es más bien una evaluación del servicio que cada creyente haya prestado a la causa de Cristo. El uso de los dones espirituales que Dios ha dado a cada uno será juzgado de acuerdo con los principios establecidos en la parábola de los talentos (Mt 25.14–30). Por tanto, el anhelo de cada creyente debe ser llegar a escuchar las palabras:
«Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré» Mt 25.21). Para el servicio pobre, simbolizado por «madera, heno, y hojarasca», no hay recompensa; pero para el que es tan valioso como «oro, plata y piedras preciosas» hay amplia recompensa en el tribunal de Cristo (1 Co 3.12–15).
El que resiste la tentación recibirá corona (Stg 1.12), como también los pastores fieles (1 P 5.4), y los que permanecen firmes hasta la muerte (Ap 2.10). Es posible perder la recompensa (2 Jn 8), o por lo menos no recibir tanta recompensa en el caso de faltar en esta vida el fiel ejercicio de la mayordomía cristiana (MAYORDOMO).
RECONCILIACIÓN
Restablecimiento de la amistad del hombre con Dios, pues entre ambos reinaba la enemistad; y, más que el establecimiento de buenas relaciones en general, es la eliminación de un profundo desacuerdo. El hombre por su pecado se encontraba alejado de Dios; pero en la persona de su Hijo, Dios mismo ofreció el camino hacia la reconciliación.
Según la enseñanza paulina, la reconciliación es una muestra del amor de Dios y un estado presente (Ro 5.10); se recibe a través del Señor Jesucristo (v. 11). La exclusión temporal de los judíos del plan de Dios provocó la reconciliación del mundo gentil (Ro 11.15; 2 Co 5.18); Dios, estando en Cristo, reconcilió al mundo consigo mismo (v. 19).
La acción espontánea de Dios anula la enemistad que mantiene al hombre separado de su Creador, y la creación de una naturaleza redimida dentro del hombre capacita a este para llevar una vida de comunión y amor con Dios (Ro 5.11).
Pablo resume el plan redentor de Dios en «la palabra de la reconciliación» (2 Co 5.19), la cual ha sido encomendada a los cristianos para su proclamación a todas las personas.
«Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados».
RECTITUD
Ver. JUSTICIA.
RED
Aparejo de cuerdas o hilos utilizado en la caza de aves (Pr 1.17), peces (Is 19.8), cuadrúpedos (Is 51.20) y personas (Job 18.8; 19.6; Sal 140.5; Ec 7.26; Miq 7.2; Hab 1.15, etc.). En muchas ocasiones, especialmente tratándose de personas, la palabra red se usa con sentido figurado (por ejemplo, Sal 9.15; Pr 12.12).
Cristo llamó a sus discípulos mientras estos echaban sus redes en el mar (Mt 4.11ss), y en una ocasión les ordenó utilizarlas cuando parecía imposible obtener pesca alguna (Lc 5.1–11). Tanto gustaba a Jesús el trabajo de la pesca, que la utilizó como figura de la evangelización y llamó a los primeros discípulos «pescadores de hombres» (Mt 4.19).
Asimismo, el Señor comparó el Reino de los cielos con una red (Mt 13.47, 48).
Después de resucitado y durante su tercera manifestación a los discípulos, el Señor les preparó alimentos mientras echaban la redes (Jn 21.5–11). (PEZ)
REDENTOR, REDENCIÓN
Los israelitas llamaban «redención» al acto de vengar la sangre de un pariente; al que lo hacía llamaban «redentor» (Nm 35.12, 19, 21, 27; Dt 19.6, 12, 13). Pagar para que dejaran en libertad a uno que estaba vendido era también redimir o rescatar (Lv 25.48). Redentor era asimismo el que compraba las tierras de un pariente difunto, para que no se perdieran (Rt 4.1– 7). Entre los israelitas se podía redimir la vida de una persona o de un animal, como en el caso de los primogénitos (que a Dios había que entregar). Para ello era necesario pagar un precio, el cual se debía entregar al sacerdote (Éx 13.13, 15; Lv 27.27; Nm 18.15, 16).
En su obra a favor de los hombres, Dios es redentor por excelencia. La liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto es un acto de redención (Éx 6.6) de parte de Jehová Dios. La idea principal en la redención es soltar o liberar. El PECADO mantiene al hombre en servidumbre y, por tanto, la salvación incluye el librarlo de esa esclavitud.
En Cristo Jesús, Dios pagó el precio completo de la redención del género humano (Col 1.13). Redención es liberación del poder de las tinieblas, a fin de vivir bajo la soberanía o el reino del amor de Dios. En el Antiguo Testamento, la esperanza de Job está puesta en Dios su redentor (Sal 19.25). Asimismo, David considera a Dios su redentor (Sal 19.14), y el profeta Isaías destaca este concepto; trece veces aparece el término en ese libro profético (por ejemplo, 41.14; 43.14; 44.6).
En el Nuevo Testamento la doctrina de la redención es cardinal. Todos las personas están esclavizadas por el pecado, y son «hijos de ira» (Ef 2.1–3; 2 Ti 2.26); necesitan, por tanto, ser redimidos. Entre los del pueblo de Dios eran muchos los que esperaban la redención divina. Ana, la viuda profetisa, confió y declaró que el niño Jesús, a quien logró conocer en el templo, era quien satisfaría esa esperanza (Lc 2.36–38).
Jesucristo realiza esta redención (Ro 3.24; Gl 3.13) por medio de su SANGRE vertida en la cruz (Ef 1.7; Col 1.14). El mismo habló de «dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20.28); y Pablo dice que Cristo «se dio a sí mismo en rescate por todos» (1 Ti 2.6) para una redención que es eterna (Heb 9.12). Él, pues, tomó nuestro lugar, y recibió el castigo que nosotros merecíamos por nuestros pecados. Por tanto, un efecto justo y lógico de esta obra redentora en nosotros debe ser glorificar a Dios mediante una vida pura y fructífera, tanto en lo material como en lo espiritual. La redención abarca al hombre como un todo y como tal lo transforma (1 Co 6.20). La redención culminará gloriosamente en la RESURRECCIÓN (Hch 26.18; Ro 8.15–23; 1 Co 15.55–57).
REDIL
Término sinónimo de aprisco y majada que designa el lugar donde los pastores guardan sus ganados. Por haber sido el pastoreo una de las principales ocupaciones del pueblo hebreo, en la Biblia hay varias referencias a estos lugares.
Los descendientes de Rubén, Gad y parte de Manasés establecieron sus rediles en tierras de Galaad, donde dejaron sus familias para ir a la guerra (Nm 32.16s). En una cueva que era usada como redil, David demostró su bondad al perdonar la vida a Saúl (1 S 24.3). Y recordando su vida de PASTOR (1 S 17.15, 20), David escribió uno de sus más hermosos salmos, el 23. Jehová es el pastor, y «la casa del Señor» es el redil de los creyentes. En Ezequiel 25.4 se ofrece la tierra de Amón como campo para redil.
Siguiendo el símil del Salmo 23, Cristo se declara pastor de sus seguidores, a quienes da el título de ovejas de su redil (Jn 10.16).
REDOMA
Vasija ancha en la base que por lo general se angostaba en la boca. Se utilizaba para guardar aceite, ungüento o perfume. Samuel utilizó una redoma de aceite para ungir a Saúl como rey de Israel (1 S 10.1).
REFAÍAS
Nombre de cinco hombres del Antiguo Testamento.
- Descendiente de David y antepasado de Jesucristo (1 Cr 3.21). Se le llama Resa en Lucas 27.
- Simeonita (1 Cr 4.42, 43).
- Nieto de Isacar (1 Cr 2).
- Descendiente de Jonatán (1 Cr 9.40, 43).
- Hijo de Hur que ayudó en la reconstrucción del muro de Jerusalén (Neh 9)
REFAIM, REFAÍTAS
Término descriptivo y nombre de una raza de gigantes y de un valle en el Antiguo Testamento.
- Nombre dado a ciertos habitantes de la región al oeste del Jordán (cf. Gn 14.5; 15.20). Al producirse la conquista de Palestina, los refaítas ocupaban una extensa zona y según su distribución recibían distintos nombres locales. En Moab eran llamados EMITAS (Dt 2.10, 11) y en Amón ZOMZOMEOS (Dt 2.20, 21).
Fuera del Antiguo Testamento, el término refaítas no se usa en sentido racial, aunque en algunos textos babilónicos se aplica a los héroes llenos de vitalidad y poder. Los israelitas atribuyeron a los refaítas una extraordinaria estatura (Dt 2.10). Esta tradición quizá se basara, en primer lugar, en la terminología babilónica y, en segundo lugar, en las grandes construcciones de piedra, de épocas prehistóricas, que los israelitas hallaron al llegar a Palestina (cf. Dt 3.11). De aquí la frecuente traducción del término hebreo como «gigantes» (Gn 6.4; Dt 2.11, 20; 3.11, 13).
En las leyendas cananeas preisraelitas, los refaítas aparecen relacionados con los cultos religiosos de la fertilidad, sentido que puede estar implicado en la tradición que atribuía a estos gigantes un origen medio humano y medio divino (Gn 6.1–4), aunque en una forma muy diferente.
- El «valle de los refaítas» era un lugar citado al referirse a la frontera de las tribus de Judá y Benjamín (Jos 15.8; 18.16), situada bastante cerca de Jerusalén. Allí David se enfrentó a los filisteos (2 S 5.18, 22; 23.13).
- Refaim también era el término que describía las sombras, los muertos y los habitantes del Seol (Job 26.5; Sal 88.10, 11; Pr 2.18; Is 26.14, 19 BJ). La etimología de la palabra es muy oscura y es probable que se derive de algún rito del culto a los muertos con alguna referencia a la mitología vegetativa cananea, en donde el término refaíta se usa para designar a los muertos o a las
Posteriormente, los israelitas lo aplicaron, por extensión, a todas las sombras (cf. Is 14.9 BJ).
REFIDIM
(LLANURAS).
Sitio donde los israelitas acamparon después de partir del desierto de Sin y antes de llegar al monte Sinaí (Éx 17.1), cuya ubicación no se ha podido precisar. Aquí el pueblo murmuró contra Moisés por la falta de agua y Jehová se la proveyó de «la peña en Horeb» (vv. 2–6). Por la rencilla de los israelitas, el lugar pasó a llamarse «Masah y MERIBA» (v. 7).
El ejército israelita dirigido por Josué venció a los amalecitas en Refidim, en respuesta a la oración representada por las manos alzadas de Moisés (vv. 8–16). En Refidim, Moisés acató el consejo de su suegro, Jetro, y nombró jueces que le ayudaron en el cargo (Éx 18).
REFINADOR
El refinamiento de los metales preciosos ya se practicaba entre los mesopotámicos, egipcios, heteos, cananeos, fenicios, filisteos, árabes y hebreos desde la antigüedad. Era una metalurgia sencilla que requería solo un horno a manera de crisol y un fuelle. La escoria se separaba del metal por medio del calor y la acción de disolventes como el álcali (Zac 13.9). También era común el empleo del plomo, el cual se amalgamaba con la escoria y dejaba libre el metal deseado (Jer 6.29).
El acto de refinar es figura común en las Escrituras para presentar a Dios como el que prueba y refina al hombre, purificándolo y apartándolo de la escoria del mal (Pr 17.3; 27.21; Is 1.25; 48.10; Zac 13.9; Mal 3.2, 3). Pablo usa la figura para aludir a las pruebas de la fe en el cristiano (1 Co 3.12–15).
REFUGIO
Ver. CIUDADES DE REFUGIO.
REGENERACIÓN
Cambio radical que el Espíritu Santo realiza en el hombre cuando este, habiendo oído y creído la palabra de Dios, recibe a Jesucristo como Salvador. La persona pasa del dominio del pecado al dominio` del Espíritu, e inicia el crecimiento y el progreso espirituales cuya meta es la perfección, el llegar a ser semejante a Cristo (Mt 13.23; Jn 3.5; Ro 8.29; 2 Co 5.17; 1 P 1.21–23).
El término «regeneración» aparece solo dos veces en el Nuevo Testamento (RV). Una es en Mateo 19.28, donde nuestro Señor lo emplea en un sentido escatológico, refiriéndose a la restauración de todas las cosas, cuando los apóstoles participarán con Él en gloria, autoridad y juicio. La otra es en Tito 3.5, donde el apóstol Pablo compara nuestra salvación con un lavamiento o limpieza que purifica la naturaleza pecaminosa del hombre.
Pero la doctrina de la regeneración está implícita en muchísimos pasajes. Quizás el principal de todos sea el de Juan 3.1–12, en el cual se relata la conversación de Jesús y NICODEMO. Allí nuestro Señor habló del nuevo nacimiento como la condición indispensable no solo para ver o comprender el REINO DE DIOS, sino para entrar y pertenecer a él. La figura de un segundo nacimiento da a entender que el cambio debe ser tan radical que en la práctica sea un nuevo nacimiento. La idea de que el hombre está muerto en el pecado, pero que en el Espíritu nace y vive, es prominente en el Nuevo Testamento (Jn 5.24; Ef 2.1; Col 2.13).
La iniciativa en la regeneración pertenece a Dios y se efectúa por el Espíritu Santo (Jn 1.13; 3.5, 8); los efectos de ella son duraderos (Ro 8.2; 2 Co 5.17). No es posible entender ni explicar racionalmente este cambio, pero sus resultados son evidentes (Lc 3.8; Jn 3.7, 8).
En el Antiguo Testamento la enseñanza de la regeneración se aplica más bien al pueblo escogido, y se habla de la restauración de Israel como tal. Sin embargo, la base de esta transformación nacional es el cambio moral del individuo mismo; de ahí que los profetas hicieran hincapié en la necesidad de un nuevo corazón. La salvación que Dios prometió abarca eso: darles un corazón nuevo (Jer 24.7; 31.31–33; Ez 11.19). El rey David entendió que la solución del problema espiritual de su naturaleza pecaminosa (Sal 51.5) era que Dios lo volviera una nueva criatura con un corazón limpio (51.10). Este es el «nuevo hombre» de que Pablo habla varias veces (Ef 2.51; 4.24).
La regeneración se diferencia de la JUSTIFICACIÓN en que esta es un cambio en nuestra relación con Dios, mientras que aquella es un cambio en nuestra naturaleza moral. Ambas, sin embargo, son experiencias simultáneas provenientes de la gracia divina. Asimismo, también la regeneración es diferente de la SANTIFICACIÓN: la primera es el comienzo de la vida nueva; la segunda es el desarrollo de esta vida hacia la perfección. La regeneración es el nacer, y la santificación el crecer de la nueva vida en Cristo.
REGIO
Ciudad en la costa cerca del extremo sudoeste de Italia frente a la isla Sicilia y separada de ella por el famoso estrecho de Escilia y Caribdis, de unos 8 km de ancho. Debido a los peligros del estrecho, los navegantes acostumbraban esperar condiciones ideales (viento del sur) antes de salir de Regio rumbo al norte (Hch 28.13). Por su posición llegó a ser ciudad de gran importancia comercial, y por su relación con el problema de la navegación era muy conocida.
REGLA
En la época del Antiguo Testamento, los constructores medían con un cordel corriente ( 2 S 8.2 ; Zac 2.1 ), un hilo ( 1 R 7.15 ) o un cordel de lino ( Ez 40.3 ) marcado en codos ( 1 R 7.15 , 23 ). Los carpinteros también usaban cierta clase de regla (Is 44.13), pero en la época helenista la vara recta sustituyó a las demás reglas (Ap 11.1; 21.15).
La medición del constructor sugirió la actividad divina en el juicio (Ez 43.11) y, por ende, la noción de una «norma fija». Las iglesias tenían sus reglas transmitidas por la TRADICIÓN apostólica (2 Co 10.13, 15; Gl 6.16; Flp 3.16) que delimitaban la acción o el deber; era una regla de conducta o doctrina.
El término adquirió un significado aún más preciso en el período postapostólico.
Como la autoridad a la cual apelaban los Padres de la iglesia eran las Escrituras del Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, acabaron por aplicar este término a la colección de dichos escritos, y hablaban de ellos como del CANON o regla. Así, pues, canon pasó a significar la lista o catálogo de todos los libros que contienen la regla inspirada por la cual ha de medirse toda materia de fe y práctica (CANON DEL ANTIGUO TESTAMENTO; CANON DEL NUEVO TESTAMENTO).
REHOB
(ANCHURA, PLAZA).
Nombre de dos hombres, una ciudad y una región en el Antiguo Testamento.
- Extremo norte de la tierra prometida, adonde llegaron los doce espías de Moisés (Nm 13.21). No se conoce su sitio exacto, pero la frase «entrando en Hamat» parece colocarlo en el valle entre las dos cordilleras del Líbano (cf. Jue 28). Los sirios de Rehob fueron tomados a sueldo por los amonitas para guerrear contra David (2 S 10.6, 8). Nótese que Rehob se llama Bet-rehob en el versículo 6 y en Jueces 18.28.
- Ciudad fronteriza del territorio de Aser (Jos 19.28, 30), dada a los levitas (Jos 21.31; 1 Cr 6.75). Una de las ciudades de donde Aser no pudo arrojar a los cananeos (Jue 1.31). El sitio sugerido como el de su ubicación está unos 11 km al este de ACO
- Padre de Hadad-ezer, rey de Soba, derrotado por David (2 S 3).
- Uno de los firmantes del pacto inspirado por la lectura pública de la Ley por parte de Esdras (Neh 11).
REHOBOT
Nombre de dos ciudades y un pozo en el Antiguo Testamento.
- Ciudad de Asiria, entre Nínive y Cala, que Nimrod construyó (Gn 10.11). Quizá fuera un suburbio de Nínive o su sección periférica. Ha sido relacionada con la Rebitnina de las inscripciones
- Ciudad natal del rey edomita llamado Saúl (Gn 36.37; 1 Cr 1.48). La indicación de que estaba situada «junto al Éufrates» parece fuera de lugar ya que se trataba de una ciudad de Edom y no de Mesopotamia. La confusión se ha originado en que «el río», en los textos antiguos, siempre se refiere al Éufrates. Pero en los pasajes citados debe referirse al río El-hesa, que separa a Moab de Edom.
- Nombre de un pozo que Isaac abrió en el valle de Gerar (Gn 26.17–22) para no causar querellas con los pastores de las tierras
REHUM
Nombre de cuatro hombres en el Antiguo Testamento.
- Gobernante de «Samaria y las demás provincias del otro lado del río» (Esd 4.10), es decir, de la satrapía persa en el lado este del río Éufrates, bajo Artajerjes I (464–424 a.C.). Consiguió un edicto real para que se suspendiera la reedificación de Jerusalén (Esd 8–24).
- Uno que regresó de Babilonia con Zorobabel (Esd 2.2; Neh 3).
- Levita que ayudó en la reedificación del muro de Jerusalén en el tiempo de Nehemías (Neh 3.17).
- Uno que firmó el pacto de Esdras (Neh 25).
REINA
Los hebreos consideraban fuera de orden que una mujer reinase en lugar de un rey (Is 3.12), pero había reinas notables en otras naciones. Por ejemplo, la de Sabá (1 R 10.1), y Candace de los etíopes (Hch 8.27).
Algunas reinas ejercieron mucha influencia por medio de sus esposos (por ejemplo, Jezabel de Israel) y una, Atalía, aun usurpó el trono de Judá (2 R 11). Pero es notable que la influencia de estas fuera malévola.
En la corte del rey, usualmente la esposa tenía poca influencia aun entre los gentiles (por ejemplo, los casos de Vasti y Ester); pero la madre del rey tenía mucho poder, por ejemplo, las relaciones entre Betsabé y Salomón (1 R 2.19). Las relaciones entre David y Mical (2 S 6.20–23) fueron excepcionales, pero nos enseñan más sobre el carácter de David que sobre las costumbres de ese entonces.
REINA DE SABÁ
Ver. SABÁ.
REINA DEL CIELO
Objeto de culto solamente mencionado en Jeremías (7.18 y 44.17–29), quien condena este acto de idolatría. La «reina» probablemente se refiera a Istar o Astarté, deidad del amor y la fertilidad que era adorada bajo varios nombres y considerada patrona de muchos pueblos babilonios, asirios y fenicios. La diosa era identificada con la luna, cuya adoración Moisés condenó (Dt 4.19; 17.3). Los ritos del culto consistían en actos groseramente inmorales.
Es evidente, por la denuncia de Jeremías, que los israelitas practicaban esta aberración religiosa en Judá antes de la cautividad y aun durante el destierro en Egipto.
Las tortas mencionadas en los pasajes posiblemente fueran figurillas o imágenes adornadas y ofrecidas con libaciones en los ritos a la diosa (ASTORET).
REINO DE DIOS, REINO DE LOS CIELOS
Dios es «Rey de los siglos» (1 Ti 1.17), o sea de toda la historia, pero hay que distinguir entre esta soberanía eterna y la manifestación dinámica del Reino de Dios que se establecerá con la venida de Jesucristo.
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
La frase «reino de Dios» no aparece en el Antiguo Testamento, pero Dios sí se presenta como Rey: es rey de Israel (Nm 23.21; Is 43.15), y también de todo el mundo (Sal 24; 47.8; 103.19); Él reina para siempre (Sal 29.10). Estas expresiones indican no tanto un reino político o terrenal como el derecho de Dios de reinar sobre su propia creación.
Dios dijo a Abraham que de sus lomos saldrían reyes (Gn 17.6), pero no fue sino hasta el tiempo de Samuel que los israelitas pidieron un rey (1 S 8). Sin embargo, la monarquía fracasó completamente después de cuatro siglos (ISRAEL, NACIÓN: JUDÁ).
Los profetas posteriores que vivieron durante el tiempo de la monarquía pronosticaron el gran futuro en que el MESÍAS reinaría sobre todo el mundo (Is 2.1–4; Miq 4.1–3).
Este reino se establecería en el DÍA DE JEHOVÁ (Jl 2.28–3.21; Am 9.11–15), cuando Dios juzgaría a las naciones y salvaría a su pueblo universal. Al final crearía nuevos cielos y nueva tierra (Is 65.17; 66.22). Todo esto señala la victoria final de Dios en la historia.
EN LA LITERATURA INTERTESTAMENTARIA
Entre los dos testamentos surgió un marcado mesianismo que proclamaba la restauración del reinado de Israel. Esta esperanza renovada tomó muchas formas, pero la más común era la del libro seudoepigráfico Salmos de Salomón (17.23–51): el hijo de David, el Mesías, derrotaría a los enemigos gentiles. Como regidor de Israel, capitanearía las fuerzas que dominarían a todas las naciones; estas subirían a Jerusalén para glorificar a Jehová. En otras palabras, se presenta un reino político de justicia en el cual el Mesías e Israel encabezan a todo el mundo. Los → ZELOTES en el tiempo de Jesús tenían esperanzas mesiánicas parecidas, con la diferencia de que ellos mismos establecerían el reino por medio de la sublevación armada.
Otra corriente de este período (200 a.C. a 100 d.C.) era la perspectiva mesiánica de la literatura apocalíptica, cuya idea central era la repentina introducción del Reino de Dios en forma cataclísmica sobre la tierra, empezando con un juicio inesperado en que los justos serían premiados y los malos castigados. Con estas ideas quizá Jesús estaba de acuerdo, pero rechazó otros conceptos extremistas de esta literatura tales como los cálculos del tiempo del fin, juegos de números, viajes celestiales y revelaciones acerca del cielo y del infierno.
Se discute intensamente la pauta doctrinal que Jesús siguió: ¿Enunció sus ideas respecto al reino conforme el mensaje profético del Antiguo Testamento, o las concibió siguiendo el rumbo de la literatura apocalíptica? Un repaso de la enseñanza de Jesús mostraría ampliamente lo primero.
EN EL NUEVO TESTAMENTO
En la predicación de Juan el Bautista Juan vino predicando el arrepentimiento porque el Reino de Dios se había acercado (Mt 3.2). El ser israelita no aseguraba la entrada al Reino. Además, las obras apropiadas debían acompañar al arrepentimiento (Lc 3.8). El juicio estaba cerca, el hacha ya estaba puesta a la raíz de los árboles (Lc 3.9). A pesar de la aparente semejanza entre este mensaje y el que Jesús presentaría un poco después, todavía Juan imaginaba un reino político y terrenal. Cuando vio que no surgía tal Reino, Juan envió mensajeros para preguntar a Jesús (Mt 11.2). Jesús contestó en efecto que la presencia del Reino de Dios se verificaba en la curación de los enfermos, en la resurrección de los muertos y en la predicación del evangelio a los pobres (Mt 11.4). El carácter del Reino traído por Jesús no era político, literal ni terrenal, pero se demostraba en obras que apuntaban hacia una restauración total.
EN LA ENSEÑANZA DE JESÚS
En los cuatro Evangelios el título más común es el «reino de Dios». Solo Mateo usa la frase «reino de los cielos» (33 veces), aunque también usa «reino de Dios» cuatro veces (12.28; 19.24; 21.31, 43). Esencialmente estos dos términos expresan una misma realidad, como se ve mediante un cuidadoso examen de los Evangelios (cf. Mt 5.3 con Lc 6.20; y Mt 19.23s con Mc 10.24s y Lc 18.24s) y de muchos otros pasajes donde Mateo usa la expresión «reino de los cielos» y los otros sinópticos «reino de Dios». Al escribir a los judíos, Mateo demuestra su reserva judía en el uso del nombre sagrado de DIOS; es decir, utiliza sinónimos para referirse a Jehová (cf. Lc 15.18, 21 donde «el cielo» significa Dios). Además de estos dos términos, se halla la frase «reino del Padre» (Mt 13.43), y escuetamente «el reino» (Mt 6.13). Mateo 13.41 indica que el reino es del Hijo del Hombre.
Al examinar los datos de los Evangelios, se ve cuán difícil es definir el Reino de Dios. El concepto aparece en cuatro diferentes contextos:
- Unos pocos pasajes que presentan el reino con el significado abstracto de autoridad real o el poder de
- Un buen grupo de pasajes que aluden al reino como algo presente, como un poder dinámico que actúa entre los
- Otro grupo semejante al anterior indica que el reino es una esfera en la cual las personas entran.
- Además, hay un grupo final que presenta al reino como completamente futuro, escatológico y apocalíptico. A continuación trataremos de coordinar estos cuatro aspectos en una concepción
- Respecto al concepto básico del término «Reino» (griego, a). Jesús anunció al principio de su ministerio que el Reino se había acercado (Mc 1.15), pero en Mateo 12.28 dijo que el Reino había llegado cuando Él echaba fuera los demonios. Puesto que Jesús practicó la expulsión de DEMONIOS casi desde el principio de su ministerio (Mt 4.23s), queda claro por qué al anunciar el Reino habló de su misma presencia y autoridad. A esas alturas no importaban los demás elementos de un reino, tales como súbditos, leyes, o territorio, sino solo el rey y su autoridad real. Como dijo Orígenes: «Jesús es la autobasileía », es decir, el Reino mismo. En la parábola de las diez minas (Lc 19.11–27), el «hombre noble» tenía un territorio en el cual gobernaba, tenía siervos a quienes mandaba y había leyes que regían en ese pequeño país, pero al noble le faltaba la autoridad de proclamarse «rey». El «Reino» que él se fue a recibir era el poder o la autoridad real («investidura real», HA). Esta acepción de «Reino» se ve también en Jn 18.36. La gran mayoría de los eruditos creen hoy que el sentido básico de basileía es la autoridad y poder reales de Dios, su derecho de reinar en este mundo.
- El segundo grupo de versículos habla del aspecto presente y dinámico del Reino. Ya indicamos que la presencia del Reino era manifiesta en las obras poderosas que Jesús hacía a favor de los necesitados. Pero el propósito del Reino era mucho más que la satisfacción de necesidades físicas; involucraba también una lucha sin cuartel contra Satanás. Jesús explica que el Reino de Dios tiene como fin contrarrestar la autoridad y poder del reino de SATANÁS. El hecho de que Él mismo puede amarrar al fuerte (Satanás) y saquear sus alhajas (quitarle sus súbditos), trasladándolos a su propio Reino, demuestra la poderosa presencia de este (Mt 12.28s). En otras palabras, ahí está la salvación. Este propósito se ve delineado en las palabras del ángel a José: «Llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1.21). Más tarde Jesús mismo dijo que no «vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Mc 45).
En el establecimiento del Reino la muerte de Jesús era imprescindible para rescatar a las personas de sus pecados. Por eso, el hombre debe buscar el Reino sobre todas las cosas (Mt 6.33) y recibirlo como un niño (Mc 10.15), ya que el Reino no está lejos, sino entre los hombres (Lc 17.21).
- Un tercer grupo de pasajes indica que el Reino es una esfera en la cual el hombre entra. Aquí se toma en cuenta el aspecto humano del Reino. Uno entra en el Reino al aceptar la autoridad de Jesús en su vida personal (cf. Mt 7.21ss; donde implica llamar a Jesús Señor y hacer la voluntad del Padre). Juan lo explica en términos del nuevo nacimiento (3.3, 5; cf. Lc 16.16; Mt 21.31; 23.13; Lc 11.52). Ciertos pasajes que hablan de entrar en el Reino tienen tinte escatológico, y pertenecen a la categoría de abajo (cf. las Bienaventuranzas que hablan del Reino como galardón futuro, Mt 5.3–12; cf. Mc 9.47; 23ss).
- El último grupo tiene que ver con el aspecto escatológico del Reino, relacionado con la venida de Cristo (SEGUNDA VENIDA). Será el momento de la reunión de todos los hijos de Dios del mundo entero (Mt 8.11); será el tiempo del JUICIO (Mt 16.27) cuando el Hijo del Hombre se sentará en su trono (Mt 25.31–46); será el tiempo de la regeneración cuando los discípulos participarán en la administración del Reino (Mt 19.28; cf. Lc 18.29). Las «ovejas» entrarán en el Reino preparado desde la fundación del mundo (Mt 25.34). Los Evangelios no especifican la naturaleza de ese reino, pero será el cumplimiento de las esperanzas proféticas porque se establecerá el reino literal, terrenal, político y moral que Dios quiere imponer (MILENIO).
Hay cierta tensión entre el aspecto presente y el aspecto futuro del Reino. Tanto Juan el Bautista (Lc 7.19) como los mismos discípulos (Hch 1.6) estaban perplejos porque el Reino no apareció en forma literal en el tiempo de Jesús. Para una explicación de la aparente promesa de una pronta venida del Reino (Mt 10.23; 16.28), SEGUNDA VENIDA. En efecto, el triunfo de Jesús en la cruz los cristianos lo ven como un hecho escatológico, porque su sacrificio, confirmado y aprobado por el acto divino de la RESURRECCIÓN, nos logró la vida eterna. Jesús, entonces, inauguró el Reino, sin llevarlo a su consumación. Como ha dicho Cullmann, «se ganó la batalla decisiva, solo se espera la terminación de la guerra». Por eso, Pedro indicó en el día de Pentecostés que los postreros días habían llegado (Hch 2.16–21). Ya se podía gozar de las bendiciones y poderes del siglo venidero (1 Co 10.11; Heb 6.5).
En resumen, el Reino de Dios es el mismo poder dinámico de Dios encarnado en el mundo en la persona de Jesús, con el fin de devolver a su dueño a los que estaban bajo la autoridad de Satanás y del pecado. Aunque el poder del Reino se ve en las obras maravillosas de Jesús, la máxima manifestación se encuentra en su muerte y resurrección; por tanto, es proclamado Señor de todo el universo. El Reino no solo es un poder dinámico que actúa entre las personas, sino también una esfera en la cual los hombres entran al recibir a Jesús como su Señor y al hacer la voluntad del Padre (Mt 7.21ss).
Durante el actual período intermedio, los discípulos proclaman el señorío de Jesús en todo el mundo, y cuando esta tarea se termine, se manifestará gloriosa y públicamente el Reino de Dios en la parusía del Señor Jesucristo.
Aunque la cabeza de un reino debe ser un rey, los Evangelios, especialmente Mateo y Juan, presentan a Dios como PADRE. Así que el Reino tiene el carácter de una gran familia en la cual los hijos (Jn 1.12) llaman a Dios ABBA (Mt 6.9; cf. Ro 8.15; Gl 4.6). Los hijos, siendo responsables, se preocupan por los asuntos de su Padre: llevan una verdadera vida de discipulado (Mt 16.24) y son portadores del evangelio del Reino, compartiendo en esta responsabilidad la misma autoridad de su Señor (cf. Mt 10.1, 5–15, 40ss).
Frente al hecho de que el Reino de Dios siempre es Reino de JUSTICIA, se discute intensamente si los hijos del Reino tienen la responsabilidad en la época presente de implantar la justicia en este mundo de maldad. Aunque el Nuevo Testamento no respalda la imposición de sistemas políticos por la fuerza, esto no quiere decir que los hijos del Reino justo de Dios no deban luchar por todos los medios legítimos, según los principios básicos del Reino, para lograr la máxima justicia posible dentro del contexto contemporáneo. Cada hijo del Reino tiene la responsabilidad de ministrar a los necesitados y desvalidos a su alrededor (Mt 25.31–46). Los que no hayan cumplido con su responsabilidad serán separados del resto del Reino por el Hijo del Hombre en el juicio final (Mt 25.41–46), enseñanza claramente presentada por Jesús en las parábolas del Reino (Mt 13.24–30, 36–43, 47–50; 24.45–51; 25.1–13, 14–30).
EN EL RESTO DEL NUEVO TESTAMENTO
De concepto central en el mensaje de Jesús, el Reino de Dios pasa a ser un tema marginal en el resto del Nuevo Testamento. Más bien se recalca la IGLESIA. Este cambio se debe, no a la poca importancia del reino, sino a la labor de traducción realizada por los predicadores, una vez que el mensaje evangélico alcanzara a las masas de habla griega. Expresiones como «Hijo del Hombre» y «Reino de Dios», muy comprensibles en el ambiente palestinense, causaban malos entendidos entre los gentiles (ROMA, IMPERIO) y tuvieron que ser reemplazadas.
En los Hechos la iglesia predica el Reino de Dios (8.12; 20.25; 28.23, 31) como realidad presente y futura (14.22). Pablo habla del aspecto presente del Reino (Ro 14.17; 1 Co 4.20; Col 1.13), pero recalca el aspecto futuro: los malos no heredarán el Reino (1 Co 6.9s; Gl 5.21; Ef 5.5); el Reino vendrá con la manifestación de Jesús en su Segunda Venida (2 Ti 4.1, 18); después de dominar a todos sus enemigos, el Señor Jesús entregará el Reino al Padre para que Dios sea todo en todos (1 Co 15.23–28). La palabra final del Reino se encuentra en el Apocalipsis que relata cómo los reinos de este mundo llegan a ser el Reino de nuestro Señor (11.15; 12.10), a quien se llama Señor de señores y Rey de reyes (17.14; 19.16). Pero Él no reina solo, sino junto con los suyos durante mil años (20.1–10). Después del juicio del gran trono blanco sigue el aspecto eterno del Reino, cuando aparece un cielo nuevo y una tierra nueva (21.1); una existencia en la cual no cabe el mal de ninguna especie (21.27). Este Reino eterno representa la victoria final de la justicia.
EL REINO Y LA IGLESIA
Aunque generalmente el magisterio de la iglesia católica romana define como idénticos estos dos conceptos, algunos eruditos católicos los distinguen. El sentido abstracto del Reino, o sea la autoridad soberana de Dios y de Cristo, nunca puede identificarse con la Iglesia. Cuando una persona se somete a la autoridad de Dios en el Reino, llega a ser hijo del Reino y forma parte del pueblo de Dios. Los súbditos del Reino forman la Iglesia, pero no pueden ser identificados con el Reino en su totalidad. El Reino crea la Iglesia, la cual a su vez predica el evangelio del Reino; de tal modo que la Iglesia es el instrumento y custodio del Reino de la tierra. El Reino es la esfera de la salvación; la Iglesia es la esfera de la comunión, del testimonio y del goce de las bendiciones del Reino. Aunque los dos están inseparablemente ligados, no pueden ser identificados.
REJA
Parte metálica del arado que se hunde en la tierra para abrir surcos. Los filisteos contaban desde la antigüedad con herrerías donde fabricaban y afilaban rejas de arado, cosa que no sucedía en Israel. Los israelitas tenían que acudir a los filisteos para afilar sus rejas de ARADO, azadones, hachas u hoces (1 S 13.19, 20). Isaías hace referencia a una época de paz en la cual los hombres convertirán sus armas de guerra en rejas de arado, símbolo de trabajo y prosperidad (Is 2.2–5).
Reja es también el conjunto de barras que se pone en las ventanas o puertas. Algunas versiones de la Biblia en español traducen rejas, otras celosías (por ejemplo, Cnt 2.9).
RELÁMPAGO
Fenómeno luminoso celeste que por su brillantez (Sal 77.18; Lc 17.24), su extensión luminosa (Mt 24.27) y su velocidad (Ez 1.14; Lc 10.18) impresionaba vivamente a los antiguos. En muchos pasajes, el «fuego» asociado con truenos, lluvia o granizo evidentemente se refiere a los relámpagos (Éx 9.23; 1 R 18.38; Job 1.16; Ap 8.7). El relámpago se usa figurativamente para destacar el resplandor de ropas o de rostros (Dn 10.5; Mt 28.3; Lc 17.24). Los relámpagos se asocian con las teofanías, como la del monte Sinaí (Éx 19.16; 20.18), la de la visión de Ezequiel (1.13, 14) y muchas otras del Apocalipsis (4.5; 11.19; 16.18). Los relámpagos están en las manos de Dios (Sal 135.7; Hab 3.4) y son considerados instrumentos de su juicio (2 S 22.15; Sal 144.6; Zac 9.14).
RELOJ DE SOL
Los principales textos que usan esta frase (2 R 20.1–11 e Is 38.8) se refieren a un mismo milagro. Parece que Acaz, después de su viaje a Damasco, había edificado una columna cuya sombra caía sobre unas gradaciones hechas en un ángulo que permitía marcar la marcha de las horas (2 R 20.11). Dios trastornó el funcionamiento de este invento asirio para garantizar a Ezequías su promesa de victoria sobre los asirios (2 R 20.6). Algunos comentaristas traducen la expresión reloj de sol simplemente con «gradas», creyendo que se trataba de la sombra de un edificio, la cual se proyectaba sobre unas gradas que no habían sido construidas con este fin. Se han encontrado relojes de sol en Egipto, en Gezer y en el mismo Ofel.
REMALIAS
Ver. PEKA.
REMANENTE
Parte de una comunidad que sobrevive después de una gran destrucción, y que, a su vez, forma el núcleo de la posible nueva comunidad.
Especialmente en sentido teológico, la palabra está cargada de significado. Se emplea para contrastar la misericordia de Dios con su castigo, porque el remanente es señal de la ira y a la vez de la gracia divina (Is 7.3; 10.20s; 28.5). El remanente, una vez que experimenta la salvación, reconoce que no es por sí mismo que ha sido rescatado, sino para bien de otros.
La historia de la salvación hasta la muerte de Jesucristo corre en un sentido de reducción progresiva: humanidad, pueblo de Israel, remanente de Israel, Jesucristo. Pero con la resurrección, el remanente tiende rápidamente a la multiplicación y a la extensión geográfica. Pablo formula la teología de este doble movimiento (Ro 9–11; Gl 3.6–4.7) para mostrar que Cristo es el remanente por excelencia.
REMISIÓN
Ver. PERDÓN.
RENACIMIENTO
Ver. REGENERACIÓN.
RENFÁN
Esteban en su sermón (Hch 7.43) hace referencia a Amós 5.26, pero en vez del nombre QUIÚN usa el nombre «Renfán». La diferencia obedece a que Esteban no citaba de la Biblia hebrea sino de la SEPTUAGINTA, donde Renfán o más precisamente, Raifán, es una transcripción corrupta (o quizás una interpretación) de la palabra hebrea.
Probablemente Renfán o Quiún era un ídolo que representaba al dios Saturno, uno de los dioses ajenos que los israelitas rebeldes adoraban en Egipto y en el desierto, según Josué 24.14 y Ez 20.7s, 10–18.
RENUEVO
Término con que la versión Reina Valera 1960 traduce varios vocablos hebreos que se refieren al vástago o retoño que nace en la raíz de un árbol después de ser talado. Se emplea en el sentido figurado de revivir o resurgir.
En las profecías posteriores a la caída del reino de Judá, la dinastía davídica se compara con un árbol cortado del que no queda más que el tronco. Pero de ese tronco, y en medio de «tierra seca», subirá un renuevo (Is 11.1; 53.2). Será el rey por excelencia, llevará el nombre de
«Jehová justicia nuestra» y traerá salvación a Judá (Jer 23.5, 6; cf. 33.15, 16). Pero para ello primero tiene que presentarse como un «cordero» expiatorio que lleva el pecado de su pueblo, como el «siervo» que sufre de Isaías 52.2ss (cf. Zac 3.8, 9). Después levantará un reino en el cual reinará la justicia y toda la «tierra será llena del conocimiento de Jehová» (Is 11.4–10).
REPOSO, DÍA DE
Ver. SÁBADO.
RESEF
(PIEDRA RELUCIENTE).
Ciudad que los asirios destruyeron por orden de Senaquerib, quien se solazaba de su decisión (2 R 19.12; Is 37.12). Es la actual Rusafa, la Rasapa de las inscripciones cuneiformes, situada unos 25 km al oeste del Éufrates superior y unos 125 km al noroeste de Palmira. En 1 Crónicas 7.25 se menciona a un efrateo con este nombre.
RESÉN
Ciudad asiria muy antigua, de identificación muy incierta, entre Nínive y Cala.
Se menciona en la Biblia únicamente en Génesis 10.12 como «ciudad grande» que NIMROD construyó.
RESTITUCIÓN
Compensación por daños causados. El código de la alianza (Éx 20.22–23.19) determinaba que el ladrón de ganado debía restituir cinco veces lo robado (Éx 22.1); pero, en general, lo que se ordenaba restituir era el doble (Éx 22.7). Se señalaban multas por negligencias (por ejemplo, por no cubrir un pozo o cisterna: Éx 21.33, 34; o por ocasionar golpes y heridas: Éx 21.18, 19, 22).
Según Deuteronomio, había que pagar cien siclos por algunas calumnias (Dt 22.13ss) y cincuenta por seducir a una joven (Dt 22.28, 29). Otros textos señalan multas para quien mentía para robar (Lv 6.2ss; Nm 5.6s).
RESURRECCIÓN DE CRISTO
Uno de los momentos esenciales en la historia de la salvación durante el cual Jesús, pocos días después de haber muerto en la cruz y de haber sido puesto en el sepulcro en la tarde del Viernes Santo, fue levantado corporalmente para iniciar un nuevo orden de vida. Este tremendo acto del poder creador de Dios (Ro 4.24s; 2 Co 4.14; Ef 1.20) no se produjo ante testigos ni es descrito en el Nuevo Testamento (cf. el relato fantástico del Evangelio de Pedro 6–12, EVANGELIOS APÓCRIFOS), pero a lo largo de todo el Nuevo Testamento se proclama como un hecho indubitable (Hch 1.3) o se propone como base innegable de muchas bendiciones actuales y futuras.
Aunque la resurrección de Cristo garantiza la de quienes creen en Él (RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS), no deja de ser única en su género, ya que es por definición la resurrección del MESÍAS e Hijo de Dios (Ro 1.4). Aun los milagros de Jesús al volver a la vida a la hija de Jairo (Mc 5.21–43), al joven de Naín (Lc 7.11–17), a Lázaro (Jn 11.17–44) y a otros (Mt 11.5) no se describen estrictamente como «resurrecciones», porque las personas resucitadas volvieron a morir (cf. Hch 9.36–42 ; 20.7–12 ; MUERTE ). En cambio, Jesucristo inició por su resurrección una etapa decisiva y final en la historia humana (Ro 6.9).
ENSEÑANZA DE JESUCRISTO
El Señor habló a menudo de su sufrimiento y pasión venidera, pero no dejó de incluir la nota de triunfo final. Aun el lenguaje figurado tomado del Antiguo Testamento y del judaísmo posterior (HIJO DEL HOMBRE; SIERVO DE JEHOVÁ; HIJO DE DIOS) implica que Dios a la larga iba a reivindicar públicamente al justo sufriente. Basándose sin duda en pasajes como Isaías 52.13–53.12 y Os 6.2 (en el tercer día nos resucitará), Jesús predijo su propia resurrección (Mc 8.31s; 9.31; 10.33s; Lc 13.32s) y reivindicación en GLORIA (Mt 12.40; Mc 9.1; 10.35–40; 14.62;
Lc 22.15–18). Pero los discípulos no comprendieron la predicción (Mc 9.9s; Jn 20.9) porque la doctrina popular colocaba la RESURRECCIÓN de los muertos al final de los tiempos, junto con el JUICIO, y no dentro de la historia.
PRUEBAS DEL HECHO HISTÓRICO
Con todo, Dios hizo lo inesperado. Después de ser sepultado honorablemente y poco antes del atardecer del viernes, el cuerpo de Jesús permaneció en el sepulcro durante tres días (DESCENSO AL INFIERNO). Según la costumbre judía de contar como día entero cualquier fracción del mismo, el primer día sería un par de horas del viernes (el sábado comenzaba ca. de las seis de la tarde de nuestro viernes), el segundo día correría desde las seis de la tarde del viernes hasta las seis de la tarde del sábado y el tercer día comprendería las horas restantes hasta el momento, para nosotros desconocido, cuando el Señor salió vivo de la tumba (en todo caso, antes de que llegaran las mujeres a la tumba, en la madrugada del domingo). Esta explicación satisface las demandas aun de la expresión hebraica «después de tres días» (Mt 8.31).
LA TUMBA VACÍA
Hay muchas pruebas de que Jesús realmente fue sepultado (en la predicación primitiva, Hch 13.29; Ro 6.4; 1 Co 15.4; y en los relatos evangélicos, Mc 15.42–47; Jn 19.38–42) en un sitio reconocible poco después (Mc 15.47) para contrarrestar los rumores de que las mujeres se equivocaron de tumba. Y, por tanto, el hecho de hallar vacía la tumba el domingo (DÍA DEL SEÑOR) es de gran valor como prueba; sobre este punto los Evangelios dan testimonio unánime (Mc 16.1–8; Jn 20.1–10). Sobre los nombres y el número de las mujeres que fueron a la tumba hay menos acuerdo, como también respecto a las figuras angelicales que aparecen cerca del lugar donde yacía el cuerpo. Pero tales diferencias se deben a puntos de vista y propósitos divergentes de los evangelistas.
Las mujeres hallaron rodada a un lado la enorme piedra que tapaba la entrada de la tumba y temieron que alguien hubiera robado el cuerpo (Jn 20.2, 15). Lejos de ser resultado imaginario de los fervientes deseos de los cristianos, la tumba vacía sorprendió a todos. La teoría de que los mismos discípulos robaron el cuerpo, sostenida por los judíos en la época de los evangelistas (Mt 28.13ss), es sicológicamente imposible. La mera existencia de tal teoría prueba que los opositores del evangelio no pudieron negar la realidad del sepulcro vacío ni reponer ellos mismos el cadáver. Además, uno de los evangelistas relata que durante el sábado una guardia romana fue apostada en la tumba y esta fue sellada por parte del sanedrín (Mt 27.62–28.15), precaución que hace inverosímil toda hipótesis de un robo (cf. también Jn 20.3– 8). El énfasis de los Evangelios, pues, en la tumba vacía indica que los primeros cristianos entendían la resurrección en términos corporales; como judíos, no concebían una resurrección «espiritual» que dejara el cadáver en los lazos de la muerte.
LAS APARICIONES DEL RESUCITADO
Todavía más decisivas para la fe de los discípulos fueron las apariciones de Jesucristo, variadas y convincentes. He aquí una lista:
EN JUDEA:
- A las mujeres (Mt 9s).
- A María Magdalena (Jn 20.11–18)
- A Pedro (Lc 24.34; 1 Co 15.5; cf. Mc 16.7).
- A los caminantes de Emaús (Lc 24.13–31).
- A diez apóstoles (Lc 24.36–49; Jn 20.19–23; tal vez = 1 Co 15.5).
- A once apóstoles (Jn 24–29).
- A «los que se habían reunido» (Hch 1.6–9; cf. los «apóstoles» de 1.2; quizás 1 Co 15.7; Lc 24.50s; cf. v. 33).
PROBABLEMENTE EN GALILEA:
- A once apóstoles (Mt 28.16–20; cf. Mc 7).
- A más de quinientos hermanos (1 Co 6).
- A Jacobo (1 Co 7).
- A siete discípulos (Jn 1–14).
Según Lucas, el período de las apariciones duró cuarenta días (Hch 1.3) y terminó con la ASCENSIÓN. Pero Pablo afirmó ser también parte de la misma serie de testigos (1 Co 15.8), gracias a la aparición que le fue concedida unos tres años después (Hch 9.3–8; 22.6–11; 26.12– 18). En este caso, él fue el único testigo (con posible excepción de Jacobo) que no había creído en Jesucristo antes; generalmente las apariciones no tuvieron el propósito de incitar a la fe, sino el de confirmar la de los que ya eran cristianos.
Los evangelistas se esfuerzan por mostrar que el Cristo resucitado es idéntico al Jesús terrenal, a pesar de las diferencias que embargan al principio los ojos de los discípulos para no reconocerle (Lc 24.16; Jn 21.4). El Señor come y bebe con ellos (Lc 24.41ss; Hch 10.41) y permite que lo palpen (Jn 20.27; cf. Mt 28.9 y Jn 20.17); en su cuerpo aún conservaba las marcas de su pasión (Lc 24.39s; Jn 20.20). Con todo, el Resucitado tiene nuevas condiciones que antes solamente habían sido presagiadas en la TRANSFIGURACIÓN (Mc 9.9): Jesús desaparece de la vista de sus discípulos (Lc 24.31) y pasa a través de puertas cerradas (Jn 20.19, 26). Tales condiciones solo podían pertenecer a un CUERPO «espiritual» (1 Co 15.44) o «glorificado» (cf. 1 Co 15.43; Flp 3.21), tipo del cuerpo que el cristiano recibirá en la resurrección de los justos.
LA EXPERIENCIA DEL CRISTO VIVIENTE
Para fundamentar la fe, era más importante la seguridad de que Jesucristo vivía y reinaba en la IGLESIA y en el cosmos que un acontecimiento en el pasado. La certeza de que Cristo vive en uno (Gl 2.20) y en su pueblo por el poder de su resurrección (Flp 3.10) y la convicción de las señales de su señorío (Hch 2.33; 3.15s; 4.30, etc. ESPÍRITU SANTO) eran parte del testimonio apostólico de la resurrección de Cristo (Hch 4.33). Si bien es cierto que los TESTIGOS oculares eran indispensables en la predicación del evangelio (Hch 1.21s; 10.41; 13.31), la bienaventuranza es aun para quienes no vieron con sus propios ojos (Jn 20.29; cf. 17.20), porque el Espíritu Santo es también «testigo de estas cosas» (Hch 5.32). La fundación y existencia continua de la iglesia de Cristo es, por tanto, una de las pruebas más fehacientes de la realidad de la resurrección (Mt 28.18ss).
SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN
Gran parte de la doctrina del Nuevo Testamento se basa en las implicaciones de la Resurrección. Con base en textos tales como Salmo 110.1 («Jehová dijo a mi Señor: siéntate a mi diestra»), los cristianos primitivos contemplaban la Resurrección como un acto de CREACIÓN con el cual Dios Padre puso su sello de aprobación sobre el ministerio de Jesús, y en especial sobre su obra expiatoria (Ro 4.25; 8.34; Heb 2.9, EXPIACIÓN; JUSTIFICACIÓN; REDENCIÓN; SALVACIÓN). La conquista del último enemigo, la muerte (1 Co 15.26) fue garantizada con la Resurrección (1 Co 15.54); por tanto, Jesucristo es declarado SEÑOR, SALVADOR y JUEZ victorioso sobre todas las autoridades malignas (1 P 3.21s; cf. Ef 1.21; Flp 2.9ss; Heb 2.5). Esta entronización de Jesucristo tiene grandes implicaciones para los creyentes en Él, ya que Él abrió «el camino nuevo y vivo» de acceso a Dios (Heb 10.20). Vive e imparte su vida a los que se unen a Él por la fe (Jn 14.19s; Ef 2.5s), lo cual es una bendición que tendrá repercusiones en el futuro (Ro 6.8, 13; 1 Co 6.14; RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS).
RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS
El concepto de la resurrección aparece en diversas maneras en la historia de las religiones. A veces se concibe como el despertar del alma del sueño de la muerte poco, a veces como la esperanza de que los muertos sean resucitados al final del mundo presente y, en ocasiones, como una resurrección colectiva de los justos luego del juicio. Hay ideas semejantes a estos conceptos de la Biblia, pero la resurrección tiene en ella un contenido y significado propios de la revelación que le son dados principalmente por la RESURRECCIÓN de Jesucristo.
La idea de la resurrección no es prominente en el Antiguo Testamento. Se le encuentra principalmente en los escritos posteriores, y tanto la medida en que se afirma en el Antiguo Testamento como la influencia que otras religiones (babilónicas, zoroastrianismo) puedan haber ejercido son temas de discusión para los eruditos. Es posible afirmar, sin embargo, que lo primero que aparece en el Antiguo Testamento es la esperanza de una resurrección (en sentido figurado, una reconstitución) del pueblo de Israel después del cautiverio (Is 26.19; Ez 37.1–14; Os 6.1s). Y, aun más, el profeta Isaías prevé una resurrección de los muertos para participar en la restauración del pueblo.
No hay duda de que el Antiguo Testamento afirma que el poder del Señor se extiende también a la morada de los muertos (1 S 2.6; Job 26.6; SEOL). Por ello, aunque algunos pasajes discutidos pueden referirse a la liberación de un peligro inminente de muerte (Sal 16.10s; 49.15; 86.13; Os 13.14), está ya presente en ellos la esperanza de la resurrección que en Daniel
12.2 se afirma con toda claridad. Aunque el Antiguo Testamento no presenta una doctrina sistemática de la resurrección, afirma sin dudas el poder del Señor, cuya justicia y misericordia no pueden ser detenidas por la muerte.
En los libros APÓCRIFOS y seudoepigráficos la afirmación de la resurrección es casi universal. Se le espera con la restauración de Israel como un fenómeno corporal, aunque las ideas griegas de la INMORTALIDAD del alma también influyen en algunas sectas judías (ESENIOS; ROLLOS DEL MAR MUERTO). Solo los saduceos niegan totalmente la resurrección (Mc 12.18; Hch 23.8; cf. 26.8).
Según los Evangelios, el Maestro afirma la resurrección y la fundamenta en el poder y la voluntad de Dios (Mt 22.31s); por tanto, rechaza los conceptos burdos y materialistas al respecto (Mc 12.18–27). Las resurrecciones que Jesús mismo realiza (Mc 5.35–42; Lc 7.11–17; Jn 11.1–44) no son aún la resurrección definitiva, sino una señal de la presencia del Reino de Dios (Lc 7.16) en la persona de Jesucristo; manifiestan su poder sobre todas las fuerzas enemigas, incluso la muerte. En el cuarto Evangelio se destaca que el que cree en Jesucristo ya tiene una vida nueva, «resucitada», que se revelará en la resurrección final (Jn 6.39s, 44, 54; 11.17–27, etc.).
La resurrección del Señor es la manifestación cumbre del triunfo sobre la muerte (1 Co 15.25ss). Con ella comienza una nueva era, «los tiempos del fin», y el creyente, que por la fe se incorpora a Cristo, participa del poder de esa nueva vida, el poder de la resurrección y por tanto comparte la vida del Resucitado y su triunfo sobre la MUERTE (Jn 14.19s; Hch 26.23; Ef 2.5s; Col 1.18). El cristiano vive en la seguridad de la resurrección (1 Co 15.20–36; 2 Co 4.14; Col 1.18), ya que el Espíritu Santo es agente de la misma (Ro 8.11).
En el Nuevo Testamento es realmente poca la especulación acerca del modo y características de la resurrección. Frecuentemente se ilustra con símbolos y figuras corrientes en el ambiente: vestiduras blancas, o fragancia y luminosidad que representan lo nuevo, puro y glorioso de la nueva vida (1 Co 15.41s, 53s; 2 Co 2.15s; Ap 3.5; 6.11; etc.), la semilla que brota o el despertar del sueño (Jn 12.24; 1 Co 15.6, 20, 43s, 51; Ef 5.14; 1 Ts 4.13–17). Es notable que el Nuevo Testamento acepta las doctrinas del judaísmo sobre un JUICIO final y las vincula a la parusía del Señor (Hch 24.15; 1 Ts 4.13ss SEGUNDA VENIDA). En Apocalipsis encontramos también la idea de dos resurrecciones (20.4s), pero en otros escritos se habla de una sola y un juicio (Jn 5.28). Lo que se destaca es, en todo caso, la participación de los creyentes en la victoria de Cristo (Ro 5.17; 2 Ts 1.10; Ap 20.4).
San Pablo habla de un «CUERPO DE RESURRECCIÓN» y en contraste con una doctrina cruda de continuidad, señala la diferencia entre la vida futura y la vida actual (incorruptibilidad, gloria, etc.). Destaca el carácter personal, concreto y comunitario de la vida resucitada, en oposición a las ideas de una INMORTALIDAD puramente incorpórea y aislada, individualista (Ro 8.11; 1 Co 15.35ss; Flp 3.21; 1 Jn 3.2). Y como en otros aspectos del tema, Jesucristo es el modelo y señal de la nueva vida: seremos semejantes a Él; veremos a Dios cara a cara; permanecerá el amor; esto es lo más importante acerca de la nueva vida. Dios dispone un cuerpo espiritual porque es el que mejor conviene a la expresión del Espíritu.
Con respecto a un «estado intermedio», entre la muerte y la resurrección, Pablo utiliza la imagen del sueño. No se describe la naturaleza de ese estado, pero sí se afirma que el creyente está con Cristo, y por tanto, es una experiencia positiva y gozosa (Flp 1.22s). Finalmente, hay que señalar que en el Nuevo Testamento la esperanza de la resurrección, lejos de conducir a un descuido de las tareas y responsabilidades de esta vida, les da sentido y estímulo. El creyente anticipa en esta vida, en fe, esperanza y amor, la calidad de vida que aguarda plenamente en la resurrección.
RETRIBUCIÓN
La Biblia considera que la vida presente es una prueba, y que en la lutura todos los hombres serán premiados o castigados eternalmente conforme a su vida y fe sobre la tierra. No obstante, la bendición eterna de los redimidos no es resultado de sus buenas obras, sino el don de un Dios amante (Ef 2.8–9) que Cristo concede a los pecadores arrepentidos. Para Dios la maldición de una eternidad en el INFIERNO es una retribución justa e inevitable como «paga del pecado» (Ro 6.23). Dios siempre ha sido un Dios de retribución (Dt 32.35), y cada ser humano recibirá exactamente lo que merece porque la retribución de Dios es justa y correcta. Algunos erróneamente prolongan el amor de Dios hasta el punto en que diluyen su JUSTICIA y eliminan la posibilidad de que pueda imponer una sentencia de CASTIGO eterno a los que no se arrepienten. Varios grupos de pasajes bíblicos subrayan el amor divino, pero en ellos está latente una justicia eterna:
- Pasajes que «clasifican» a ciertos pecadores que no entrarán al Reino de los cielos: Mt 5.20; 7.13, 21–23; 18.13; Mc10.23–25; Lc 13.24–28; Jn 3.3–5; 1 Co 6.9, 10; Gl 5.19–21 ; Ef 5.5; Heb 19; 4.1–3 .
- Pasajes que describen el estado final de los hombres buenos y el de los malos, poniendo en contraste los unos con los otros: Pr 10.28; Dn 12.2; Mt 3.12; 7.13, 14, 21; 8.11, 12; 13.30–43, 47–50; 24.46–51; 25.23–46; Mc 16.16; Lc 6.23, 24, 47–49; Jn 5.29; Ro 6.21–23; Gl 6.7, 8; Flp 3.17–21; 2 Ts 1.5–21; Heb 6:8, 9; 1 P 4.18 .
- Pasajes que califican el estado futuro en términos como «perdurable», «eterno», Mc 3.29; 2 Co 4.18; 2 Ts 1.9; 2 P 2.17; Jud 6, 7, 13; Ap 14.10, 11; 19.3; 10.
- Pasajes que se refieren al castigo futuro con frases que implican su eterna duración: Mt 10.28; 12.31, 32; Mc 3.29; 9.43–48; Jn 36; Heb 6.2, 10.26, 27; Stg 2.13; 1 Jn 5.16.
- Pasajes que enseñan que el cambio de corazón y la preparación para el cielo tienen que verificarse en esta vida: Pr 1.24–28; Is 55.6, 7; Mt 25.5–13; Lc 13.24–29; Jn 12.35, 36; 2 Co 1, 2; Heb 3.1–10; 12.15–25 ; Ap 22.11 .
- Pasajes que predicen las consecuencias de rechazar el evangelio: Sal 2.12; Pr 29.1; Hch 13.40–46; 20.26; 28.26, 27; 1 Co 1.18; 2 Co 2.15, 16; 4.3; 1 Ts 5.3; 2 Ts 1.8; 2.10–12; Heb 2.1– 3; 4.1–11; 10.26–31, 38, 39; 12.25–29; 1 P 4.17, 18; 2 P 2.1–21; 3.7 (PECADO; ARREPENTIMIENTO; PERDÓN; EXPIACIÓN; ).
REUEL
Ver. JETRO.
REÚMA
(CORAL).
Concubina de Nacor, hermano de Abraham (Gn 22.20–24).
REVELACIÓN
(EN GRIEGO, APOCALYPSIS, O SEA, ACCIÓN Y EFECTO DE CORRER EL VELO QUE ENCUBRÍA LO DESCONOCIDO).
En la Biblia se usa casi exclusivamente en relación con Dios, de modo que se convierte en un término teológico. Solo Dios mismo puede revelarnos los MISTERIOS de su ser y de sus obras (Dt 29.29; Am 3.7; Jn 1.18; 1 Ti 6.16), y toda búsqueda independiente de conocimiento acerca de Él está destinada al fracaso (Jer 23.28; 1 Co 1.21). Por tanto, es menester que Dios tome la iniciativa en su diálogo con el hombre (Gn 1.28ss; 3.8ss).
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO: CÓMO REVELA DIOS
Dada la capacidad limitada del hombre, la revelación le llega paulatina y progresivamente. Pero en ninguna otra parte se nota tan categóricamente como en la Biblia la realidad de la revelación, no tanto en la forma de impartimiento de conocimientos sobrenaturales o predicción detallada del futuro (aunque aparecen estos fenómenos), como en la forma de hechos históricos. Este concepto de una revelación histórica sitúa a la fe bíblica en un lugar singular entre las religiones. La revelación es un hecho perceptible; sus intermediarios (que son muchos y no un prócer único, como es el caso del Corán) son conocidos y sus palabras se han conservado, ora directamente, ora en una TRADICIÓN bien fundamentada. Durante cerca de veinte siglos se desarrolló la revelación antes de alcanzar su plenitud en la persona de Jesucristo, revelador por excelencia.
Antes de tratar la revelación histórica, consideremos dos cuestiones preliminares:
- ¿Habla Dios mediante la naturaleza? Los filósofos ESTÓICOS creían que sí, opinión que comparten el judío alejandrino Filón y el capítulo 13 de Sabiduría (APÓCRIFOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO). Pero los autores bíblicos, imbuidos del concepto de la CREACIÓN, contemplan la naturaleza con admiración sin sentirse objeto de la revelación divina, salvo en un sentido limitado. Las señales de Dios que nos rodean (la nube, el fuego, la tormenta, la brisa apacible y suave) pueden también ser leídos equivocadamente (Sabiduría 13.1ss). En el contexto de la fe judeocristiana, los pasajes que parecen enseñar una «revelación natural» (Sal 19, 29, 104; Ro 1.19ss) solo afirman su posibilidad subjetiva; el hombre ya no tiene condición subjetiva para recibirla claramente (PECADO), de modo que aun el creyente necesita la «revelación especial».
- ¿Habla Dios mediante técnicas arcaicas de consultas a la deidad? Los pueblos del Oriente Medio usaban ADIVINACIÓN, astrología (ASTRÓLOGO), presagios, suertes y otras técnicas para tratar de penetrar los secretos de su existencia. Creían que los SUEÑOS revelaban misteriosamente el futuro. El pueblo escogido también conservó por mucho tiempo algo de estas creencias, aunque purificadas de sus implicaciones politeístas y mágicas (MAGIA, Lv 26; Dt 18.10s; 1 S 15.23; 28.3). En efecto, Dios condescendió con la inmadurez de su pueblo y por estos canales tradicionales reveló en muchas ocasiones su voluntad (por ejemplo, URIM Y TUMIN). Pero esencialmente la revelación se realiza en los hechos de Dios en la historia. El dato fundamental de la fe del Antiguo Testamento es la liberación de Israel de su esclavitud en Egipto (Éx 19.4; 20.2; Sal 81.10; Am 2.10; Os 11.1); por este hecho Dios se dio a conocer (Éx 6.7).
Asimismo todas sus obras lo revelan (Dt 3.24; 11.2–7), y el credo de Israel consiste en un resumen de sus actos portentosos más sobresalientes. De ahí que los libros del Antiguo Testamento que nosotros llamamos «históricos» fueran llamados por los rabinos «los profetas anteriores».
Sin embargo, los actos divinos no alcanzaron a menudo su propósito revelador, debido a la ceguera del pueblo escogido (Is 1.2s). Por consiguiente, Dios levantó a los PROFETAS para ser sus portavoces y para interpretar sus obras, tanto antes como después de un suceso específico (2 R 17.13; Jer 7.25; Am 3.7; Os 6.5; 12.10). La PALABRA DE DIOS que comunicaron, sin embargo, no es una verdad abstracta; es el aspecto lingüístico de la obra divina, una transacción muy personal. Sea por VISIONES o sea por la audición de la palabra divina, la revelación que reciben los profetas se expresa en símbolos, a veces bastante enigmáticos.
Las teofanías, esas grandes manifestaciones de la majestad divina (Éx 19.16; 33.12– 23), y las angelofanías (ÁNGEL DEL SEÑOR) no ocupan un lugar muy prominente o independiente. Son acompañantes de la revelación, que en sí es un diálogo. Es decir, Dios habla al entendimiento humano y procura provocar una respuesta comprensiva (Is 6.1– 13). En su gracia, elige dirigirse a los hombres, no como uno que es radicalmente diferente del hombre sino por medio de uno «de tus hermanos, como yo [Moisés]» (Dt 18.15; cf. 30.14; Ro 10.8). A la par de los profetas actúan los sabios (SABIDURÍA), cuya reflexión humana es al mismo tiempo una revelación (Pr 2.1–5; 8.12–21, 32–36; 9.1–6), y los autores apocalípticos (APOCALIPSIS), quienes dicen ser herederos de la tradición tanto sapiencial (Dn 2.23; 5.11, 14) como profética (Dn 4.5s, 15; 5.11, 14).
La consagración por escrito de estas tradiciones (Pentateuco, profetas anteriores y posteriores, literatura sapiencial y apocalíptica) condujo al CANON DEL ANTIGUO TESTAMENTO. De modo que el que hoy busca la revelación divina está obligado a buscarla en la BIBLIA.
LO QUE DIOS REVELA
El propósito de la revelación no es satisfacer la curiosidad humana acerca de la cosmología, la metafísica o el futuro, sino comunicar los designios divinos y hasta el carácter de Dios mismo. Los designios incluyen normas de conducta (LEY), y ciertas instituciones sociales (Nm 11.16s), políticas (1 S 9.17) y religiosas (Éx 25.40).
Además, Dios revela el significado de los acontecimientos vividos por su pueblo, interpretándolos como oportunidades de salvación dentro de un plan establecido. Según este plan, se revela progresivamente el secreto de los «últimos tiempos», el cumplimiento de la promesa divina. Dios comunica ciertas verdades acerca de su persona. La creación nos rodea de señales de su poder; los hechos históricos también enseñan que Dios es temible pero que a la vez consuela, libera y cura (Éx 34.6s). A estas pruebas el hombre ha de responder con fe, temor y amor. Pero, ¿revela Dios en el Antiguo Testamento el secreto íntimo de su ser? Su ROSTRO no se ve nunca (Éx 33.20) y su GLORIA solamente se prefigura con símbolos (1 R 22.19; Is 6.1ss). Aun las apariciones del ángel del Señor y la revelación del nombre divino solo apuntan hacia una futura revelación suprema.
EN EL NUEVO TESTAMENTO
La consumación de la revelación se concentra en JESUCRISTO, quien es a la vez su autor y su objeto (Heb 1.1s; 12.2).
Las figuras y la TIPOLOGÍA del Antiguo Testamento hallan su cumplimiento en los acontecimientos de la vida de Jesús, y sobre todo en su muerte y resurrección. Esta manifestación del CORDERO, de una vez por todas (Heb 9.26; 1 P 1.20), revela la gracia de Dios (2 Ti 1.9, 10) en un MISTERIO, porque Él es el VERBO cuya encarnación inicia los «últimos tiempos».
Sin embargo, los hechos de la vida de Jesús, incluso sus MILAGROS, resultarían incomprensibles si el Maestro no definiera con palabras el sentido exacto que encierran.
Su doctrina, tal como la hallamos por ejemplo en el Sermón del Monte y en las parábolas, es una revelación acerca del REINO DE LOS CIELOS. También revela mucho acerca de su persona: Él es HIJO DE DIOS e HIJO DEL HOMBRE, MESÍAS y SIERVO DE JEHOVÁ.
Los discípulos, algunos de los cuales fueron comisionados como apóstoles, presenciaron esta revelación para luego servir de testigos.
Los predicadores del evangelio, autenticados por Jesucristo (Lc 10.16; Jn 20.21) y fortalecidos por el Espíritu Santo, llevan la revelación al mundo entero. Así lo hará la iglesia hasta el fin de los tiempos. Al hacerlo, la generación apostólica fue descubriendo el significado total de las ESCRITURAS y de la vida y palabras de Jesucristo, y finalmente escribió Epístolas y Evangelios para dar forma fija a esta TRADICIÓN. Aunque lo esencial de la revelación estuvo completo con el cierre del canon, la dirección del PARACLETO es prometida para siempre (Jn 14.16) y los dones espirituales siguen en pie (LENGUAS; PROFETA), lo cual asegura una revelación continua. Al mismo tiempo, toda «nueva revelación» que no quiera incurrir en la herejía se conformará necesariamente a las Escrituras y solo las suplementará en forma secundaria (cf. 1 Jn 4.1ss).
Esta época en que nos relacionamos con Dios mediante Cristo por fe es solamente provisional. Apunta hacia una consumación final cuya naturaleza nos es difícil concebir (1 Co 13.12): la SEGUNDA VENIDA de Cristo (Col 3.4). Cuando el Nuevo Testamento habla de la revelación o la «aparición de Jesucristo», es a ese acontecimiento futuro a que se refiere (2 Ts 1.7; 1 P 1.7, 13). Y el título del último libro de la Biblia, Apocalipsis, sugiere lo dramático de los conflictos que acompañan esa última revelación y lo magnífico de la Jerusalén que desciende de Dios.
REY
Lo diferente de la posición del rey en Israel y la de los reyes de otras naciones del mundo antiguo se debía a la relación entre el rey israelita y Jehová. Algunas naciones (por ejemplo Egipto) creían que su rey era la encarnación de un dios y otras lo exaltaban como sacerdote por excelencia. En Israel los profetas no permitían al pueblo creer en la deidad del rey (nótese el significado pertinente de las palabras de Natán a David: «Tú eres aquel hombre», 2 S 12.7); y los sacerdotes limitaban las funciones religiosas del rey (por ejemplo el caso de Uzías, 2 Cr 26.16–21, y el de Saúl, 1 S 13.9–14), aunque este era el encargado de proveer los sacrificios, etc. (Ez 45.17). Así que la prioridad histórica de Moisés y Aarón moldeó la forma de la monarquía en Israel, y limitó su papel a lo político y guerrero.
Sin embargo, el rey no podía considerarse funcionario meramente secular, porque reinaba como intermediario de Jehová, el verdadero Rey de Israel (no solo antes del establecimiento de la monarquía, Jue 8.23; 1 S 12.12, sino también después, 1 Cr 28.5. Sal 74.12). El rey entraba en una relación especial con Dios por ser ungido, y recibía poder divino para el desempeño de su papel en la historia del pueblo teocrático (Saúl siguió siendo respetado como «el ungido de Jehová» a pesar de sus pecados, 1 S 24.6; 2 S 1.16).
Si es cierto que la palabra hebrea melec (que se traduce «rey» en el Antiguo Testamento) literalmente significa «el que aconseja», el empleo de la palabra en Israel refleja que primitivamente se refería a los ancianos sobrios de la tribu, debido a la creencia de que el rey recibía sabiduría sobrenatural por medio de la unción divina, como en el caso de los líderes carismáticos llamados «JUECES» (en 2 R 15.5, «gobernando» equivale a «actuando como juez»). Pero que había distinción entre juez y rey se ve por la historia de Gedeón (Jue 8.22, 23) y ABIMELEC («rey es mi padre», Jue 9), y la distinción parece concretarse en el derecho de transmitir el trono a los descendientes.
El plan de Dios siempre fue hacer sentir su soberanía sobre Israel por intermedio de reyes humanos, en preparación para la venida del Mesías. Con este fin escogió el linaje de David (1 Cr 28.4; Sal 89.3, 4). Pero el concepto de la monarquía teocrática tuvo que militar contra el concepto conocido de la función del rey (cf. «como tienen todas las naciones», 1 S 8.5, concepto que, en efecto, rechazaba a Jehová como el verdadero Rey de Israel, 1 S 8.7). Por tanto, antes de establecer el trono de David, Dios se propuso demostrar, por medio del reinado de Saúl, los peligros del concepto común. Previendo que los israelitas pedirían un rey (1 S 8.20), Dios había declarado de antemano las condiciones para aceptarlo (Dt 17.14–20):
- Dios mismo lo escogería.
- No debería ser
- Poseería riquezas
- Se sometería a la Ley de Jehová.
La ruina de la nación se debió a que Israel no quiso rechazar el concepto monárquico de los demás pueblos a pesar del fracaso de su primer rey.
Los dos propósitos de Dios referentes a la monarquía (el negativo manifestado por medio de Saúl y el positivo por medio de David) explican la confusión que se nota en 1 Samuel 8 al referirse a las actitudes en pro y en contra de la monarquía. La continua visión de la monarquía teocrática, a pesar de tantos reyes que la negaban, la mantenían los profetas al proclamar la época mesiánica.
Todo el peso que la monarquía significó para Israel se refleja en la queja ante Roboam y en la respuesta de este (1 R 12.4, 14). Esta situación provocó la división de la nación.
Los reyes mantenían comitivas numerosas que exigían impuestos y tributos. Entre otros, la Biblia menciona los siguientes casos: general del ejército, cronista, escriba (2 S 8.16, 17), secretario, canciller, ministro principal, amigo del rey y mayordomo (1 R 4.2–6).
Estos, y otros nobles, tratando de emular la opulencia real, se sostenían por medio de la injusticia social, creando situaciones tales como la que → AMÓS denunció durante el reinado de Jeroboam II. Pero cabe notar que tal explotación no formará parte del reino mesiánico (cf. Heb 1.8b, etc.).
Aunque el gobierno de todas las naciones no se manifiesta todavía como teocracia, los reyes de las naciones ya están, sin saberlo, bajo la soberanía divina (Ro 13.1); Jesucristo es ya «el soberano de los reyes de la tierra» (Ap. 1.5). Por tanto, el creyente debe someterse al dominio de ellos (Ro 13.2; 1 P 2.13, 17), cuando no exijan la desobediencia a Dios (cf. Hch 5.29), y debe interceder por ellos (1 Ti 2.2). Pero también el cristiano vive esperando el día en que «los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo» (Ap. 11.15).
LIBROS 1aY 2ª REYES, Dos libros del Antiguo Testamento que registran la historia del pueblo de Dios durante cuatro turbulentos siglos, desde 970 a 586 a.C. La narración en estos libros de historia está organizada alrededor de los varios reyes que gobernaron durante ese período, y de ahí el nombre por el que se conocen.
En el canon hebreo estos libros son uno solo y se les llama Melaquim (Reyes). En la Septuaginta, donde se hizo la división en dos, se les llamó 3 y 4 Reyes (en la Septuaginta 1 y 2 S se llamaban 1 y 2 R). Una buena parte de los especialistas del Antiguo Testamento sostienen que estos libros forman parte de un conjunto que incluye Josué, Jueces y 1 y 2 Samuel, y que proceden de un autor o escuela de autores que se han designado con el nombre de «deuteronomista/ deuteronomistas» o la «historia deuteronomista», debido a que su principal influencia procede del libro del Deuteronomio (que se supone generalmente haya sido el libro que encontró Josías, 2 R 22). Esta hipótesis fue formulada primeramente por Martín Noth (1902–1968) por la década de los cuarenta y ha sufrido ulteriores elaboraciones.
PRIMERO DE REYES: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
PRIMERA PARTE: El reino unido (1.1 — 11.43)
- I Se proclama a Salomón como rey 1.1— 2.46
- La prosperidad de Salomón como rey 1— 8.-66
- La decadencia de Salomón como rey 1— 11.-43
SEGUNDA PARTE: El reino dividido (12.1 — 22.53)
- La división del reino 1—14.-31
- El reinado de dos reyes en Judá 1–24
- El reinado de cinco reyes en Israel 25—16.2-8
- El reinado de Acab en Israel 29—22.40
- El reinado de Josafat en Judá 22.41–50
- El reinado de Ocozías en Israel 22.5 1–53
Estructura de Los Libros
Aunque el bosquejo que presentamos de cada uno de estos libros es algo diferente, los dos en conjunto pueden dividirse en tres partes:
- La muerte de David y los tiempos de Salomón (1 R 1–11);
- Los dos reinos hasta la caída de Israel en 722 a.C. (1 R 12-2 R 17) y
- Judá hasta la caída de Jerusalén en 586 a.C. (2 R 18–25).
Durante el período de los dos reinos, la historia de cada rey tiene, con algunas variaciones, la siguiente estructura:
- Una sincronización del momento de ascenso al trono de los respectivos reyes en ambos reinos,
- La duración de cada reinado,
- Un juicio sobre el rey;
- Una alusión a la fuente de información y
- Una mención de la muerte del rey y del nombre del
Se pueden ver tres distintos períodos con respecto a las relaciones entre los dos reinos:
- Hostilidad, desde Jeroboam hasta Omri (1 R 12–16);
- Amistad, desde Asa y Omri hasta Ocozías y Joram (1 R 16-2 R 8), y
- Relaciones tirantes, desde Atalía y Jehú hasta la caída de Samaria, 722 C.
El autor de Reyes usa varias fuentes: «el libro de los hechos de Salomón» (1 R 11.41), «las crónicas de los reyes de Israel» (14.19), «las crónicas de los reyes de Judá» (1 R 14.29), y otras más que aparecen implícitas. Algunas eran registros o anales oficiales de los reyes, pero el juicio negativo sobre muchos reyes, el énfasis profético y la posición de Reyes entre los
«Profetas Anteriores» en la Biblia hebrea sugieren que la recolección de datos y la selección de fuentes eran obra de → PROFETAS (→ INSPIRACIÓN; Lc. 1.1–4).
Otras posibles fuentes serían:
- Una «narración de sucesión», que es la base de 2 S 9–20 y que se prosigue en 1 R 1–2:
- entre las fuentes proféticas, el «ciclo de Elías» (1 R 17.19, 21 y 2 R 1.2–17), el «ciclo de Eliseo» (2 R 2.10.36 y 13.14–21, la tradición sobre «Ahías silonita» (1 R 11.29–39; 12.15; 14.1–18; 15.29), la tradición sobre Micaías (1 R 22) y la tradición sobre Isaías (2 R 18– 20.19, cf. Is 36–39).
SEGUNDA DE REYES: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
PRIMERA PARTE: El reino dividido (1.1 — 17.41)
- El reinado de Ocozías en Israel 1–18
- El reinado de Joram en Israel1— 8.15
- El reinado de Joram en Judá 16–24
- El reinado de Ocozías en Judá 25— 9.29
- El reinado de Jehú en Israel 30—10-36
- El reinado de Atalía en Judá 1–16
- El reinado de Joás en Judá 17—12.-21
- El reinado de Joacaz en Israel 1–9
- El reinado de Joás en Israel 10–25
- El reinado de Amasías en Judá 1–22
- El reinado de Jeroboam II en Israel 23–29
- El reinado de Azarías en Judá 1–7
- El reinado de Zacarías en Israel 8–12
- El reinado de Salum en Israel 13–15
- EL reinado de Manahem en Israel 16–22
- El reinado de Pekaía en Israel 23–26
- El reinado de Peka en Israel 27–31
- El reinado de Jotam en Judá 32–38
- El reinado de Acaz en Judá 1–20
- El reinado de Oseas en Israel 1–41
- El reinado de Ezequías en Judá 1—20-21
SEGUNDA PARTE:
- La súper vivencia del reino de Judá (-20)
- El reinado de Manasés en Judá 1–18
- El reinado de Amón en Judá 19–26
- El reinado de Josías en Judá 1—23.30
- El reinado de Joacaz en Judá 31–34
- El reinado de Joacim en Judá 35—24.7
- El reinado de Joaquín en Judá 8–16
- El reinado de Sede quías en Judá 17—25.21
- La administración de Gedalías 22–26
Liberan a Joaquín en Babilonia 27–30
Autor Y Fecha
No hay indicios de la paternidad literaria de Reyes. Referencias como 1 Reyes 8.8; 9.21; 12.19; 2 Reyes 8.22; 16.6 indican una fecha anterior a la destrucción del templo (586 a.C.), pero el relato de la libertad de Joaquín (562 a.C., 2 R 25.27–30), y los comentarios sobre la destrucción de Jerusalén indican el tiempo del cautiverio. Por eso muchos postulan dos o más ediciones de Reyes; una por un autor deuteronomista allá por el año 621 a.C., otra cerca del
562, y otro retoque posterior. Una tradición judía atribuye Reyes a Jeremías, basada en las semejanzas que hay entre Reyes y la profecía de Jeremías.
Véase, por ejemplo, la frecuencia de la frase: «La palabra de Jehová». Y aunque la mayoría de las tradiciones judías afirman que Jeremías murió en Egipto, hay una tradición rabínica que asegura que cuando Nabucodonosor conquistó a Egipto (568), llevó al profeta a Babilonia. En tal caso, Jeremías habría tenido casi cien años de edad al escribir Reyes. El autor del libro, tal como lo tenemos hoy, podría haber sido un contemporáneo de Jeremías, quien tenía la misma preocupación por la desobediencia de Israel.
MARCO HISTÓRICO
La historia de Reyes abarca unos cuatrocientos años, desde los últimos días de David (971 a.C.) hasta el año 37 del cautiverio babilónico (561 a.C.). Fueron años turbulentos debido a la inestabilidad política provocada por la pugna por la hegemonía sobre la región de las naciones más poderosas. Entre las naciones vecinas que en diferentes ocasiones habían constituido una amenaza para Israel y Judá se encontraban Siria, Asiria y Babilonia.
La amenaza asiria fue particularmente fuerte durante los últimos cincuenta años de Israel. Bajo Tiglat-pileser III, esta agresiva nación lanzó tres devastadoras campañas contra Israel en 734, 733 y 732 a.C. Fueron golpes de los que Israel jamás se recobró, y la nación sucumbió antes los ejércitos asirios diez años más tarde, en 722 a.C.
Si bien Siria y Asiria fueron amenazas para Judá en varias ocasiones, su peor enemigo resultó ser Babilonia. Los babilonios se llevaron cautivos y bienes de Jerusalén en tres campañas (en 605 y 597 a.C. y en un sitio de dos años que comenzó en 588 a.C.).
Jerusalén por fin cayó en 586 a.C. El templo fue destruido y miles de los más prominentes ciudadanos fueron llevados cautivos a Babilonia.
APORTE A LA TEOLOGÍA
En Reyes se ve un fenómeno extraordinario: una preocupación por los datos históricos exactos, que hace que esta obra sea quizá la mejor historiografía de aquellos remotos tiempos. Los datos tienen un propósito didáctico: demostrar la acción de Dios en la historia y la relación que Dios tiene con su pueblo. El autor demuestra que el destino de la nación hebrea depende de su fidelidad a Dios y que todos los males que han venido sobre Israel y Judá son efecto de su infidelidad (2 R 23.27). Con un enfoque semejante al de Deuteronomio, enseña que el camino de la prosperidad y la bendición es la obediencia a la Ley de Jehová. Juzga a cada rey según su fidelidad a la Ley Mosaíca y al culto en Jerusalén.
El libro de Reyes es una interpretación teológica de la historia de Israel y Judá. El autor no intenta tocar las actividades políticas como tales, sino la función de la palabra de Dios en la historia. La historia del pueblo escogido consiste en una serie de profecías y su respectivo cumplimiento. La palabra de Dios es palabra de juicio y de salvación. Israel y Judá sufrieron castigo por su infidelidad al pacto de Jehová con Israel. Pero Dios no permitirá su aniquilación completa. Según el pacto davídico, la línea real seguirá (→ MESÍAS). Habrá una salvación gloriosa, aunque en algunos pasajes esta esperanza reside en un remanente. (Esto se ve aun en las narraciones de Elías y Eliseo). Para disfrutar de esta salvación, Israel tiene que volver a Jehová.
En la teología de Reyes hay la tensión dialéctica entre el juicio y la salvación, entre una visión pesimista y otra esperanzada de la historia. La única vía de salvación consistía en la aceptación de lo justo del castigo divino mediante el arrepentimiento de la nación.
En definitiva, el énfasis sobre el arrepentimiento, como lo señala G. von Rad, es un índice para la esperanza del pueblo, al describirse cuarenta y cinco ejemplos de profecías cumplidas, basadas en promesas hechas a David y su descendencia.
OTROS PUNTOS IMPORTANTES
En Reyes abundan los datos cronológicos. El autor se preocupa especialmente por sincronizar la historia de los dos reinos. Aparecen muchas discrepancias, como la suma de los años de Atalía al año seis del reinado de Ezequías es ciento sesenta y cinco años, pero la suma de los años indicados para el mismo período en Israel es ciento cuarenta y tres años. Anteriormente muchos críticos las señalaban como indicación del carácter ficticio de Reyes. Otros más cautelosos han sugerido que, si se conocieran los sistemas de cómputo usados, podrían resolverse muchas de las discrepancias.
Los estudios que se han efectuado indican los diferentes sistemas de cálculos y sincronizaciones que se emplearon. Había dos sistemas para calcular el año; uno partía desde el mes de tishri (septiembre), y el otro desde nisán (marzo). Además, había dos sistemas para contar los años de un reinado: uno llamaba primer año del rey al año de su ascensión al trono, y el otro empezaba a contar los años desde el segundo año nuevo. Si se toma en cuenta que los que llevaban los registros (probablemente círculos proféticos) en Israel y en Judá usaban diferentes sistemas y aun cambiaban sistemas durante su historia, y que hubo varios casos de corregencias, se puede ver cuán difícil es sincronizar los datos. Hoy día se reconoce, más bien, que lo sorprendente no es el desorden de los datos sino la gran exactitud con que se han conservado.
Todavía falta la solución de unos pocos problemas cronológicos, pero cada vez existe más ayuda de parte de la arqueología. Los anales de Asiria, Babilonia y Egipto mencionan muchos de los nombres y sucesos de Reyes y establecen sincronizaciones exactas con la historia secular (CRONOLOGÍA; ARQUEOLOGÍA).
REZÍN
Último de los reyes sirios que reinaron en Damasco (2 R 15.37; 16.5–10; Is 7.1; 8.4–7), contemporáneo de Peka, rey de Israel, y de Jotam y Acaz, reyes de Judá.
Aliado con Peka (ca. 741 a.C.), Rezín sitió a Jerusalén pero sin éxito (2 R 16.5; Is 7.1). Isaías se refirió a Rezín y Peka como «estos dos cabos de tizón que humean» (Is 7.4), destinados a fracasar. En esta ocasión fue profetizada la concepción de la virgen (Is 7.14). Después de su campaña en el sur en contra de Judá, Rezín recobró Elat para Edom (2 R 16.6). Pero Acaz acudió a Tiglat-pileser, rey de Asiria, y este conquistó a Damasco y mató a Rezín (2 R 16.9). Con la muerte de Rezín, el reino de Damasco llegó a su fin.
REZÓN
Hijo de Eliada y adversario de Salomón, que había huido del servicio de Hadad-ezer, rey de Soba. Reunió un grupo de bandoleros con el fin de debilitar el reino de Salomón. Conquistó a Damasco y estableció un reino independiente al norte de Palestina (1 R 11.23–25). Muchos piensan que debe identificarse con Hezión rey de Siria, abuelo de Ben-adad I, con quien Asa de Judá se alió (1 R 15.18).
RIBLA
Ciudad en el límite nordeste de Israel, situada en el camino entre Palestina y Babilonia, donde en 609 a.C. el faraón Necao depuso y encarceló a Joacaz, rey de Jerusalén (1 R 23.33).
En 586 a.C., Nabucodonosor tomó la ciudad de Jerusalén y se llevó preso al rey Sedequías. Nabucodonosor se estableció en Ribla y allí mandó degollar a los hijos de Sedequías delante de este; después le sacó los ojos y lo llevó encadenado a Babilonia (2 R 25.5–7).
Ribla desapareció de la historia, pero su sitio existe hoy como Ribleh, unos 50 km al nordeste de Baalbec. Quince kilómetros al sur de Ribla está el río Orontes, que suplía agua en abundancia. Por su posición en medio de una llanura grande y fértil y muy cerca del Líbano, donde abundaban animales salvajes y madera, Ribla fue sede de grandes reyes. Desde allí era fácil atacar a Fenicia, Damasco o Palestina. En Nm 34.11 hay una referencia a Ribla pero quizá se trate de otra ciudad, tal vez cerca de Hermón.
RIMÓN
Nombre de un dios, de una persona y de cuatro lugares.
- Dios acadio-sirio de la tempestad adorado en Damasco, capital de Siria (2 R 18).
- Nombre del padre de Baana y Recab, capitanes de las bandas merodeadoras del rey Saúl y asesinos de Is-boset, hijo del mismo rey (2 S 2ss).
- Una de las veintinueve ciudades que heredó la tribu de Judá (Jos 15.21–32). Se hallaba en el NEGUEV y por tanto más tarde fue traspasada a la tribu de Simeón (Jos 19.7; Zac 14.10). Quizás debe identificársele con En-Rimón de Neh 11.29 cerca de
- Ciudad fronteriza de Zabulón (Jos 19.13; 1 Cr 77).
- Peña cerca de Gabaa donde se refugiaron los sobrevivientes del ejército de Benjamín, cuando huían derrotados por las demás tribus de Israel (Jue 20.45; 13).
- Rimón-peres, cuarto campamento de los israelitas después de dejar el monte Sinaí (Nm 33.19). A veces se le identifica con la 3.
RIÑONES
Con un sentido puramente anatómico hay muy pocas referencias a los riñones y estas se dan con relación a los animales utilizados para los sacrificios (Éx 21.11–13; Lv 3.15, 16). Cuando se trata de establecer el asiento de las sensaciones y emociones, se piensa frecuentemente en el CORAZÓN o en el HÍGADO. Por eso a este último se le señala en muchas ocasiones como el asiento de las funciones vitales o intelectuales, pero por sobre todo se le relaciona con la esfera emocional. Esta creencia era común entre los pueblos de la antigüedad.
A los riñones se atribuía una función preponderante: «Aun en la noche me enseñan mis riñones» (Sal 16.7 RV 1909); «Pruébame, oh Jehová, sondéame; examina mis riñones y mi corazón» (Sal 26.2, RV 1909); «Pues el Dios justo prueba los corazones y los riñones» (Sal 7.9 RV 1909). Es de notarse que en la Reina Valera 1960 no aparece la palabra «riñones» en las citas arriba mencionadas. Los revisores optaron por parafrasear o interpretar la palabra hebrea en vez de traducirla. Quilya.
RÍO
En el Antiguo Testamento varias voces hebreas se traducen río, pero no todas ellas tienen la connotación que generalmente aplicamos al término. Por eso en algunas ocasiones se prefieren «torrentera», «valle», «corriente», «arroyo», «quebrada», etc. Para lo que con propiedad llamaríamos río, con agua más o menos abundante y permanente, se utilizan en el Antiguo Testamento principalmente dos palabras: nahar y ye’or. La primera es una palabra propiamente hebrea y se aplica a los ríos que salían del Edén, al Jordán, al Éufrates, al Leontes, etc. La segunda es una palabra tomada del egipcio y se refiere únicamente al Nilo.
Existen también otras palabras hebreas, pero con ellas se designa más bien el lecho, a veces seco, por donde en tiempos de lluvia corren torrentes de agua. En el Nuevo Testamento el término griego usado es siempre potamós. En sentido figurado, el río puede significar prosperidad (Nm 24.6; Sal 65.9; Is 66.12) y su sequedad puede figurar tragedia (Job 14.11; Is 19.5). La justicia se compara con un río permanente (Am 5.24), y las bendiciones de Dios con el río de la vida (Ap 22.1).
RÍO DE EGIPTO
Designación que se usa en la Reina Valera 1960 para traducir tres términos distintos en hebreo.
- Ye’or Mizraim (Is 7.18; Am 8.8), que alude siempre al propio Nilo.
- Nahar Mizraim (Gn 15.18), que probablemente sea el brazo pelusiano del Nilo, o el límite occidental de la tierra prometida a Abraham y a su
- Nahal Mizraim , que se usa en los demás pasajes que aluden al río (torrente, arroyo) de Egipto, y se refiere al WADI EL-ARISH , Wadi que nace en el desierto de Sinaí, recibe muchos tributarios y desemboca en el mar Mediterráneo.
Está unos 80 km al sudoeste de GAZA y en la estación lluviosa es un río caudaloso, pero en el verano es un arroyo seco. Los antiguos registros asirios lo distinguen del Nilo. Demarca los antiguos límites entre Egipto e Israel (Nm 34.5; 1 R 8.65; 2 R 24.7; 2 Cr 7.8; Is 27.12; Ez 47.19; 48.28) y la frontera sudoeste de la tribu de Judá (Jos 15.4, 47). Sirve como una división natural y práctica por su topografía. En otros pasajes se dice que el límite sudoeste de Israel es SIHOR (Jos 13.3; 1 Cr 13.5), nombre que en otros pasajes (Is 23.3; Jer 2.18) se aplica directamente al Nilo. Un pueblo del mismo nombre, el-Arish, está ubicado cerca de la boca del Wadi.
RIQUEZA
En el Antiguo Testamento se concibe la posesión de riqueza como signo de la bendición de Dios. La riqueza es vista como un don deseable y como recompensa a la virtud y el temor a Dios (Pr 3.16, etc.). Pero los profetas lucharon valientemente contra los graves abusos cometidos por los ricos (por ejemplo, Is 3.14; 5.8; Am 2.6; 4.1; cf. La actitud de Stg 5.1ss en el Nuevo Testamento). Los problemas de las riquezas se analizan especialmente en Job, Salmos y Proverbios.
En el Nuevo Testamento hay una concepción muy diferente. Lucas parece ser fuertemente contrario a las riquezas y simpatiza con los pobres (Lc 1.53; 12.13–21; 18.18–30, etc., POBREZA). En los otros Sinópticos Jesús se manifiesta en el mismo sentido, pero no condena las riquezas en sí; solo señala sus peligros (Mt 6.19; 13.22) y la imposibilidad de servir a Dios porque el rico se olvida de que es tan solo administrador de sus bienes (Lc 16.12; cf. 12.16–21).
El término mamón, usado como sinónimo de riqueza aparece más en los libros apócrifos del Antiguo Testamento y frecuentemente en el Talmud, siempre con sentido despreciativo. En Mt 6.24 (cf. RV 1909) y Lc 16.9, 11 aparece personificando a un poder demoníaco al cual se somete el hombre codicioso. Lucas califica de «injusto» e «inicuo» el modo egoísta de adquirir y emplear las riquezas, y sobre todo el influjo despótico que ejerce sobre el hombre.
San Pablo habla muy poco de la posesión de riqueza, en contraste con sus muchos discursos sobre los bienes espirituales (Ro 3.8; Ef 1.18; 3.8; 1 Ti 6.9, 17ss). Los apóstoles son pobres pero enriquecen a muchos (2 Co 6.10) y, frente al supremo conocimiento de Cristo, las riquezas son insignificantes.
RIZPA
Hija de Aja y concubina de SAÚL que a la muerte de este fue tomada por ABNER (2 S 3.7, 8). Cuando los gabaonitas ahorcaron a sus dos hijos, Rizpa vigiló los cadáveres hasta que David los hizo llevar a tierra de Benjamín, junto con los huesos de Saúl y Jonatán que los de Jabes habían hurtado (2 S 21.8–13).
ROBLE
Ver. PLANTAS DE LA BIBLIA .
ROBO
La legislación israelita en cuanto al robo y el hurto distaba de la severidad de los códigos babilónico, asirio y principalmente heteo. Exigía simplemente la devolución de lo robado o hurtado, aunque con una indemnización por daños (RESTITUCIÓN). Había una especie de multa que llegaba hasta el doble si se trataba de dinero (Éx 22.7); y hasta el cuádruple y quíntuple, si se trataba de animales (Éx 22.1–4). Si el ladrón no podía restituir lo robado, podía ser vendido como esclavo para asegurar la reparación (Éx 22.3). En Mesopotamia y en otras partes la compensación se elevaba a diez, treinta o incluso hasta sesenta veces el valor de la cosa robada, y en algunos casos se señalaba la pena de muerte.
Junto con la descripción de los distintos robos y sus respectivos castigos, el llamado «código de la alianza» o del pacto, determina en muchos de sus artículos la responsabilidad por diversos daños a la propiedad ajena ocasionados accidental o voluntariamente o por negligencia; por ejemplo, dejar un pozo o cisterna (Éx 21.33), daños causados por un buey corneador (Éx 21.29 , 35 , 36), daños y perjuicios en un campo o viñedo (Éx 22.5), descuido en guardar una bestia ( Éx 22.10 , 13 ), incendio (Éx 22.6 ), robo de ganado (Éx 22.14) o de bienes en depósito (Éx 22.7). El desplazamiento de los límites y los pesos y las medidas adulteradas son condenados formalmente (Lv 19.35; Dt 19.14; 25.13–16). La apropiación de bienes confiados en custodia es considerada un robo (Nm 5.5–10).
ROBOAM
Hijo y sucesor de Salomón (931–913 a.C.), durante cuyo reinado se dividió el reino. Llegó a ser, por tanto, el primer rey del reino del sur o de Judá. Tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar, pero el cronista lo califica de «joven e irresoluto». Su madre fue una amonita llamada Naama.
Hay que reconocer que junto con un gran imperio, Roboam heredó los profundos resentimientos que el gobierno dictatorial y despótico de su padre había producido especialmente entre las tribus del norte. La institución de «trabajos forzados» que su padre había impuesto reñía abiertamente con el innato amor a la libertad de los israelitas. Los gravámenes e impuestos se habían tornado insoportables y, en consecuencia, era natural que los conatos de rebelión, que Salomón había logrado sofocar a tiempo debido a la estricta vigilancia y organización de que disponía, surgieran con mayor fuerza una vez muerto él. El mismo JEROBOAM, quien durante el ascenso de Roboam capitaneó a Israel hacia la rebelión, se había levantado antes contra Salomón y se había salvado refugiándose en Egipto. Además, ya para fines del reinado de Salomón el imperio había empezado a desmembrarse: Damasco en el norte y Edom en el sur habían reconquistado su libertad antes de la muerte de Salomón.
Cuando Roboam ascendió al trono ya imperaba un ambiente de desintegración. Y todo esto hubiera podido enderezarse si Roboam hubiera querido hacer honor a su nombre, que significaba «sea el pueblo ensanchado», pero optó por manifestarse con carácter juvenil e irresoluto como lo describe el cronista. La prueba máxima de ese carácter de Roboam y de su habilidad para gobernar no se hizo esperar: apenas había sido coronado en Jerusalén como sucesor de Salomón, cuando «todo Israel» (posiblemente las tribus del norte) se reunió en Siquem para coronarlo también, pero después de hacerle ciertas demandas. La respuesta de Roboam mostró su falta de responsabilidad y su actuación posterior su falta de carácter. El cronista describe dramáticamente la obvia decadencia en que había entrado el reino cuando dice que «en lugar de los escudos de oro, hizo Roboam escudos de bronce». Los estragos que causó la invasión del faraón SISAC durante este tiempo fueron lamentables (1 R 12.1–14.31; 2 Cr 10.1–12.16).
ROCA
Aunque es la traducción de varias palabras hebreas con distintos significados (por ejemplo, sela, gran piedra, acantilado, o sur, despeñadero, risco) y de la voz griega petra (cualquiera piedra), la palabra roca en la Biblia generalmente denota una peña o piedra grande, inmovible, no labrada de manos humanas, en contradistinción de la → PIEDRA que es móvil, labrada, preciosa o útil como utensilio.
Las rocas se usaban como SEPULCROS ( Is 22.16 ; Mc 15.46 ), viviendas ( Job 24.8 ; 30.6 ; Jue 15.8 ; Dt 2.12 ), altares ( Jue 6.20 ; 13.19 ), monumentos ( Is 7.12 ), refugio (Jue 20.47 ; 1 S 13.6 ), defensas ( Sal 31.12 ; Is 33.16 ) y sitio de ejecución de malhechores ( 2 Cr 25.12 ; Lc 4.28 ). Las rocas más célebres son: HOREB (Éx 17.6), Etam (Jue 15.8), Rimmon (Jue 20.45; 21.13), Boses y SENE (1 S 14.4).
En las rocas, las abejas construyen sus panales ( Sal 81.16 ; Is 7.19 ), fructifican los olivos ( Job 29.6 ), hacen sus nidos las águilas ( Job 39.27 , 28 ), habitan los conejos ( Sal 104.18 ; Pr 30.26 ) y no dejan rastro las culebras ( Pr 30.19 ). Son imposibles de arar y no pueden cabalgar por ellas los caballos (Amós 6.12).
Dos individuos se encuentran relacionados con la roca en las Escrituras: Abraham, a quien se compara con una roca de la cual salió Israel (Is 51.1, 2), y Pedro, cuyo nombre en griego, petros, significa «pequeña piedra» (Mt 16.18ss). En este controversial pasaje parece que Cristo estableció una distinción entre esta «piedra pequeña» refiriéndose a Simón PEDRO, y la gloriosa verdad revelada a Pedro por el Padre mismo de que Cristo era «el Hijo del Dios viviente». Esta declaración era la «piedra» (petra) sobre la que Cristo se propuso edificar su → IGLESIA.
En las Escrituras, roca es a menudo símbolo de desolación y esterilidad ( Ez 26.4 ; Mt 13.5 , 6 ), dureza de corazón ( Jer 5.3 ), seguridad ( Sal 27.5 ; 40.2 ; 61.2 ), firmeza ( Is 50.7 ), poder de Dios ( Sal 105.41 ; 114.8 ), FUNDAMENTO ( Is 28.16 ; Heb 3.13 ; Sal 61.2 ; Mt 16.18 ; Lc 6.48 ), obstáculo ( Is 8.14 ; Ro 9.33 ; 1 P 2.18 ). También se emplea como una figura literaria que se aplica a Dios como Creador ( Dt 32.4 , 18 ), FORTALEZA ( 2 S 22.2 , 3 ; Sal 18.1 , 2 ; 31.2 , 3 ), refugio ( Sal 62.7 ; 71.3 ; 94.22 ), salvación ( Sal 62.2 , 6 ; 89.26 ; 95.1 ), ayudador ( Sal 28.1 ; 31.3 ; 42.9 ) y apoyo ( Sal 19.15 ; 73.26 ; 144.1 ).
Es símbolo también de la persona de Jesucristo, quien es el fundamento de la Iglesia ( Mt 16.18 ); la «principal piedra del ángulo» para la edificación de los creyentes ( Ef 2.20 ); la « PIEDRA DE TROPIEZO » para los judíos ( Ro 9.32 ), la piedra de juicio para los incrédulos ( Mt 21.44 ) y la roca de Horeb de donde fluyeron aguas para que bebiera el pueblo de Israel en el desierto ( Éx 17.6 ). Cristo fue también azotado para que de Él fluyera el agua de la salvación para que todos pudieran beber de ella (Jn 4.13, 14; 7.37–39; 1 Co 10.1–4).
ROCÍO
Los vientos cargados de humedad del Mediterráneo se condensan en forma de rocío al entrar en contacto con la superficie fría de la Tierra Santa. Esto sucede especialmente en las noches frías y despejadas, y hace que la tierra amanezca húmeda. En algunas regiones la humedad es semejante a la que queda después de un aguacero (Jue 6.37–40; Cnt 5.2). La máxima caída de rocío ocurre en los meses del verano, precisamente cuando ciertas plantas necesitan humedad para madurar sus frutos (Gn 27.28; Dt 33.28; Zac 8.12). Su ausencia es causa de aprieto.
La Biblia hace mucha alusión a este fenómeno y lo considera un símbolo de la bondad y sabiduría de Dios (Pr 3.20; 19.12; Os 14.5) y una bendición para su pueblo (Gn 27.39; Dt 33.13). Por el contrario, su falta era considerada signo de enojo divino (2 S 1.21; 1 R 17.1). En sentido figurado denota juventud, frescura y renovación ( Sal 110.3 ; Is 18.4 ; 26.19 ); su rápida evaporación evoca transitoriedad ( Os 6.4 ; 13.3 ; cf. Stg 4.14 ) y su caída, casi imperceptible, el silencio y la cautela ( 2 S 17.12 ).
RODAS
Isla situada unos 20 km al sudoeste de Asia Menor. Se hallaba en la principal ruta marítima entre Fenicia y los puertos del mar Egeo. Tiene forma triangular con un área aproximada de 640 km2. Su suelo es sumamente fértil y su clima agradable. La ciudad del mismo nombre fue fundada por los dorios ca. 400 a.C. y llegó a ser notable por su comercio, su literatura y sus artes. Era famosa por su coloso, una de las «siete maravillas del mundo», que era una estatua de Apolo hecha de bronce, de unos 35 m de altura, y que estaba colocada a la derecha de la entrada del puerto (y no con un pie a la derecha y otro a la izquierda de ella como a menudo se presenta). La estatua fue erigida en 300 a.C. pero un terremoto la derribó sesenta y seis años más tarde.
Pablo llegó a Rodas cuando regresaba de su tercer viaje misionero en 58 d.C. (Hch 21.1). El pueblo de la isla disfrutaba entonces de una independencia considerable bajo los romanos, ya que no fue hecha provincia sino hasta el tiempo de Vespasiano (69–79 d.C.).
RODE
Joven que anunció la llegada de Pedro, recién liberado de la cárcel, a la casa de María la madre de Juan Marcos, donde estaban congregados los creyentes.
Probablemente era sirvienta o esclava (Hch 12.13).
RODILLA
Unión del muslo con la pierna cuyo nombre se emplea en la Biblia en expresiones de gran simbolismo.
- «Dar a luz sobre las rodillas» denotaba adopción o reconocimiento como propio a un recién nacido (Gn 30.3; Job 3.12).
- «Tener entre las rodillas» denotaba acogimiento. Jacob abrigó entre sus rodillas a sus nietos cuando José los llevó para que su padre los besara y bendijera (Gn 48.10–12). José crió a sus nietos entre sus rodillas (Gn 50.23). Y Dalila acunó a Sansón entre sus rodillas para adormecerlo (Jue 16.19).
- «Rodillas vacilantes» ( Is 35.3 ), «rodillas debilitadas» ( Sal 109.24 ), «batir las rodillas una contra otra» ( Dn 5.6 ), «temblor de rodillas» ( Nah 2.10 ) y «rodillas paralizadas» ( Heb 12.12 ) denotaban desfallecimiento y miedo.
- «Doblar las rodillas» era gesto de sujeción y adoración (Gn 42.6; 1 R 19.18; 2 Cr 6.13; Lc 22.41; Hch 7.60; Ef 14).
ROGEL O EN-ROGEL
(FUENTE DEL BATANERO).
Fuente situada al sudeste de Jerusalén, en un sitio hermoso y fértil del valle del Cedrón, algo debajo de la unión de este con el valle de Hinom. Rogel marcaba la frontera entre Benjamín y Judá (Jos 15.7; 18.16). Se menciona en relación con la rebelión de Absalón (2 S 17.17) y como sitio donde fue coronado Adonías en su intento de usurpar el trono (1 R 1.9ss). Hoy se llama Bir Ayuí («pozo de Job»).
ROLLOS DEL MAR MUERTO
Ver. QUMRÁN.
ROMA, IMPERIO
Entidad política que dominaba el mundo mediterráneo durante la época inicial del cristianismo. Cuando Jesús nació en Belén, Roma dominaba el territorio comprendido entre el Atlántico y el Éufrates y desde Bretaña en el norte hasta el Sahara en el sur. Tal imperio fue producto de un largo proceso histórico.
SU ORIGEN
La historia de Roma puede dividirse en tres períodos:
- La Monarquía, 753–509 C.
- La República, 509–27 a.C.
- El Imperio, 27 a.C. —476 d.C. (1453 en el Oriente).
El año 753 a.C. es la fecha tradicional que se asigna a la fundación de la ciudad de → ROMA por Rómulo y Remo. Rómulo fue el primer rey. Al principio el reino era un territorio pequeño alrededor de la ciudad, pero en el siglo VI a.C. empezó a extenderse, anexando las tierras vecinas.
En 509 la Monarquía fue derrocada; tomó su lugar la República y la nación empezó a crecer rápidamente. Por el año 275 dominaba toda la península. Mediante las Guerras Púnicas (264– 146 a.C.), Roma comenzó a extenderse hacia el oeste, y por las Guerras Macedónicas (214–190 a.C.), hacia el este.
Un poco antes de la formación del primer triunvirato (Julio CÉSAR, Craso y Pompeyo) en 60 a.C., Pompeyo dominó a Palestina (63 a.C.), con lo cual completó su conquista del Oriente, e hizo parte del imperio los territorios comprendidos entre el Helesponto y el Éufrates. En 47 a.C. Julio nombró procurador a HERODES (el Grande), y siete años después Octavio y Antonio le dieron el título de «rey de los judíos» (Mt 2.1). En la batalla de Accio (31 a.C.). Octavio derrotó a Antonio y Cleopatra, y convirtió a Egipto en provincia romana, con lo cual el mar Mediterráneo casi se convirtió en un lago romano.
En 48 a.C. Julio César inició una dictadura, presagio del establecimiento del imperio, pero murió cuatro años después. Surgió otro triunvirato formado por Lépido, Antonio y Octavio, pero Lépido se retiró y se entabló una lucha entre los dos miembros restantes.
Sin embargo, como en la antedicha batalla de Accio había derrotado a Antonio, Octavio pronto puso fin a este segundo triunvirato y quedó como caudillo único en Roma. El pueblo lo proclamó Imperator.
En 27 a.C. Octavio estableció un nuevo gobierno. Se declaró «príncipe» y asumió el título de «AUGUSTO». Con el título de «Pontífice Máximo» encabezó la religión del estado, y en todas las provincias se le rindió culto. Además, controló todas las fuerzas militares del país. Reinó de esta manera desde 27 a.C. hasta 14 d.C., y así nació la tercera y última época de la historia de Roma, el imperio que duró hasta 476 d.C. Cerca del año 22 de su reinado nació Jesucristo (Lc 2.1ss).
ASPECTO PREPARATORIO PARA EL CRISTIANISMO
El imperio contribuyó grandemente a la preparación del mundo para la venida de Cristo y la extensión del evangelio (Gl 4.4). En primer lugar, produjo un sentimiento cosmopolita. La unión de tantas razas y pueblos bajo un imperio ayudó a derribar las barreras raciales y culturales y a unificar la raza humana. En estas condiciones el mundo habría de escuchar la predicación de la doctrina de que en Cristo «no hay griego ni judío bárbaro ni escita, siervo ni libre», sino que más bien todos los creyentes son «uno en Cristo» ( Gl 3.28 ; Col 3.11 ). Además, como ciudadano de este gran imperio que abarcaba la tercera parte de la raza humana, Pablo pudo viajar por todas partes sin dificultades diplomáticas.
Aun más, el surgimiento del imperio contribuyó a extender el → GRIEGO como idioma universal, proceso que ya había iniciado → ALEJANDRO MAGNO. «El griego», dijo Cicerón, «se lee en casi todas las naciones». Este fenómeno facilitó la extensión del evangelio, ya que los apóstoles lo hablaban y escribían.
En segundo lugar, el imperio trajo orden y paz al mundo (la Pax romana). Antes había habido guerras por doquier, caos político, etc., pero la mano de hierro y la jurisprudencia romanas acabaron con mucho de esto. Por ejemplo, Pompeyo eliminó la piratería en el mar Mediterráneo e hizo posible viajar con relativa seguridad, lo cual facilitaría posteriormente la actividad misional de Pablo y otros.
En tercer lugar, los romanos construyeron una extensa red de carreteras, mejor que la de cualquier época hasta el siglo XIX. Aunque principalmente la hicieron para facilitar el movimiento rápido de tropas, los soldados de la cruz también caminaron por ella. Ireneo (siglo
- II) escribió refiriéndose al imperio: «Por su instrumentalidad el mundo está en paz y podemos caminar por las carreteras sin temor, y navegar donde queramos» (Contra Herejías IV.xxx.3).
Sin embargo, Roma proporcionó también una preparación negativa. A pesar de su prosperidad, la sociedad romana estaba corrompida. Por un lado había opulencia exagerada y por otro miseria masiva. Entre el 30 y el 50% de la población se componía de → ESCLAVOS. Había un sinfín de pobres y vagos a quienes el gobierno apaciguaba con «pan y circos». Séneca, el maestro estoico de Nerón, se lamentaba en su época: «El mundo está lleno de crímenes y vicios más de lo que se puede curar con la fuerza.
Los crímenes ya no se cometen a escondidas sino ante nuestros ojos. La inocencia no solo es rara sino más bien no existe». Las diversiones eran groseras y brutales. En los combates de gladiadores y con las fieras cada mes morían miles de personas.
Religiosamente Roma estaba en bancarrota. Su primitiva religión politeísta, regida por un código moral bastante alto, desapareció cuando por las conquistas del Oriente los romanos entraron en contacto con la filosofía escéptica de Grecia y con las religiones de misterio y sensuales de Asia. Los ricos y los intelectuales abrazaron aquella y las masas, estas. Como resultado, Roma llegó a ser una Babel religiosa.
En la época en que nació Jesús, la indiferencia religiosa se había apoderado de la gente.
Augusto, deseando avivar el interés en la religión, fomentó el culto del emperador.
Por supuesto, este culto fue más arma política que otra cosa. Se cuenta que el emperador Vespasiano (69–79 d.C.) en su lecho de muerte se reía de la idea de que él fuera Dios.
EL IMPERIO Y EL CRISTIANISMO
El imperio tenía una política religiosa muy liberal. Generalmente permitía que los pueblos conquistados continuaran sus prácticas religiosas, en tanto que no estorbaran la paz política ni corrompieran la moral pública. Las religiones que cumplían estos requisitos se llamaban «lícitas» y las que no, «ilícitas».
El judaísmo era religión lícita y, puesto que el cristianismo parecía una secta dentro del judaísmo, al principio gozó de la misma libertad. No fue sino hasta el final del reinado de Nerón (54–68 d.C.) que el imperio asumió una actitud hostil hacia el cristianismo (PERSECUCIÓN).
El emperador AUGUSTO (27 a.C. —14 d.C.) se menciona una vez en la Biblia (Lc 2.1), en relación con el censo imperial que motivó el viaje de José y María a su tierra natal. Jesús tenía unos 20 años cuando murió este ilustre emperador.
El emperador TIBERIO (14–37 d.C.) se menciona también una vez, cuando Lucas describe la situación política existente en los días en que Juan el Bautista inició su ministerio (Lc 3.1s). Reinaba durante los años del ministerio público de Jesucristo y los primeros años de la historia apostólica. Y era emperador cuando Jesús pronunció la memorable frase: «Dad a César lo que es de César» (Mc 12.17); y cuando los judíos gritaron: «No tenemos más rey que César» (Jn 19.15).
El monstruo Calígula (37–41 d.C.) no se menciona en el Nuevo Testamento, sin embargo → CLAUDIO (41–54) aparece dos veces: en relación con la severa hambre que sobrevendría en Palestina (Hch 11.28) y con la expulsión de los judíos de la capital romana. Esto último motivó el traslado de Aquila y Priscila a Corinto, donde Pablo los encontró durante su primera visita a dicha ciudad (Hch 18.1s).
En el Nuevo Testamento, no se menciona por nombre a NERÓN (54–68 d.C.), pero hay varias referencias a él. Fue durante la primera parte del reinado de este que Pablo exhortó a los cristianos a ser respetuosos y obedientes al estado (Ro 13.1–7; cf. Las instrucciones posteriores en 1 Ti 2.1s; Tit 3.1). También Pedro hizo las mismas recomendaciones durante la última parte del reinado neroniano (1 P 2.13–17). A este emperador apeló Pablo ante la injusticia del gobernador de Cesarea (Hch 25.12). Era emperador durante los dos años de la primera prisión de Pablo en Roma (Hch 28.30; Flp 4.22). Evidentemente Nerón permitió que el apóstol fuera puesto en libertad esta vez (Flp 1.25; 2.24), pero no en la segunda (2 Ti 4.6s). Compárese el caso de Pedro (2 P 1.13–15).
En tiempo de Nerón ocurrió la primera persecución imperial (64 d.C.), a la que posiblemente hace alusión Pedro en su primera carta (2.12; 3.17s; 4.12ss).
Vespasiano (69–79) tampoco se menciona en el Nuevo Testamento, pero durante su reinado Jerusalén fue destruida (70) por un ejército cuyo general fue su hijo Tito, quien le sucedió en el trono imperial (79–81).
En tiempo de Domiciano (81–96) brotó la segunda persecución imperial que motivó el destierro de Juan a la isla de Patmos (Ap 1.9).
ROMA, CIUDAD
Capital y eje de la Roma monárquica, republicana e imperial (ROMA, IMPERIO). Se hallaba en la costa occidental de Italia, unos 16 km al nordeste de la desembocadura del río Tíber.
Tuvo un principio humilde como centro del pequeño reino romano, pero se fue engrandeciendo a medida que crecían el poder y la extensión de la nación. Llegó a ser una ciudad magnífica con un conjunto de edificios públicos quizá nunca igualado en la historia: el espléndido Foro, el Teatro de Pompeyo, que daba cabida a 40.000 personas; el Circo Máximo, que Nerón completó, donde cabían 150.000; el Coliseo, construido por Vespasiano, con lugar para 50.000, etc.
Los ricos vivían en casas suntuosas en las colinas de la ciudad o en las áreas suburbanas. Pero la gran mayoría de los habitantes vivían apretados en los insulae (grandes edificios multifamiliares) rodeados de calles angostas, sucias y bulliciosas. En la época de Augusto, la ciudad contaba con casi un millón de habitantes. De estos, unos 400.000 eran esclavos y eran ociosos que el gobierno sustentaba con «pan y circos». Huelga decir que la condición social de Roma era anormal y
Naturalmente, una ciudad como Roma atraía a gentes de todo el mundo, y entre ellas había muchos judíos (Hch 18.2; 28.17). En tiempo de los Macabeos ya había judíos allí y el número aumentó cuando Pompeyo conquistó a Palestina, pues llevó a Roma muchos cautivos judíos. El número siguió aumentando hasta alcanzar la cifra de cerca de 30.000.
Vivían en cuatro barrios y tenían trece sinagogas: su religión era «lícita» ante los ojos del gobierno. Algunos eran celosos en propagar su fe y ganaron PROSÉLITOS de entre los romanos. Los judíos gozaban del favor de Julio César y Augusto, pero tuvieron dificultades con Tiberio y Claudio (Hch 18.1).
Cuando Pablo llegó a Roma en 61 d.C., ya existía allí una comunidad cristiana (Hch 28.14s), a la cual tres años antes él había enviado una carta (ROMANOS). El Nuevo
Testamento no informa sobre el origen de esta comunidad. Antiguamente, los católicos romanos aceptaban la tradición (atribuida a Jerónimo, 340–420) que afirmaba que → PEDRO llegó a Roma en 42 d.C., fundó la iglesia allí y fue obispo de ella hasta 67. Hoy en día, después del notable avance en los estudios bíblicos y arqueológicos, esta tradición ha sido casi totalmente abandonada.
Se ha conjeturado que, de los judíos romanos que asistieron a la fiesta de Pentecostés según Hechos 2.10, algunos se convirtieron y llevaron el mensaje a Roma. Pero quizás la iglesia la fundaron los diversos creyentes que llegaron a la capital desde otras partes del mundo. Los numerosos saludos de Romanos 16, enviados antes de que Pablo conociera la ciudad, indican la movilidad de los creyentes; el versículo 5 sugiere que al menos uno de los creyentes de Roma había hallado a Cristo en una provincia del imperio.
Por siglos se ha discutido la cuestión de la estadía de PEDRO en Roma. El Nuevo Testamento solo proporciona datos indirectos al respecto. La frase «la que está en Babilonia», en 1 P 5.13, se ha interpretado en ocasiones como indicio de que Pedro escribió esta carta desde Roma. Pero otros alegan que no había razón para emplear términos místicos o crípticos al referirse a Roma en los saludos, y suponen que «Babilonia» debe entenderse literalmente.
Hechos 12.17 afirma que en 44 d.C. Pedro que había estado desde el 30 en Jerusalén, «se fue a otro lugar» desconocido. Con todo, Hch 15.6s lo coloca de nuevo en Jerusalén (ca. 49); sus actividades posteriores nos son desconocidas. En 58, al escribir su carta a Roma, Pablo no menciona nada respecto a Pedro. En 61 Pablo llega a Roma, pero en el relato (Hch 28) no hay referencia a Pedro (cosa muy extraña si este hubiera sido obispo de la ciudad). Pablo estuvo en Roma dos años (Hch 28.30), durante los cuales escribió cuatro epístolas (Ef, Col, Flm, y Flp), en las que no figura Pedro en absoluto. De ahí concluimos que es sumamente dudoso que Pedro haya llegado a Roma antes de 63 d.C.
Sin embargo, los escritos patrísticos del siglo II son casi unánimes en afirmar que Pedro sí llegó a Roma y allí sufrió el martirio. De modo que, si bien tenemos que rechazar la TRADICIÓN de Jerónimo, también debemos aceptar esta otra como fidedigna, respaldada por convincentes pruebas arqueológicas. Es muy probable que tanto Pedro (¿en 64?) como PABLO (¿en 67?) fueran martirizados en Roma.
ROMANOS
EPÍSTOLA A LOS ROMANOS: Carta que Pablo escribió a los creyentes de Roma. Como en nuestro CANON las Epístolas paulinas dirigidas a iglesias están ordenadas según su tamaño, esta, la más larga del Nuevo Testamento, encabeza a las demás. Expone casi formalmente la doctrina paulina de la salvación.
ESTRUCTURA DE LA EPÍSTOLA
La Epístola a los Romanos consiste en dos mitades, una doctrinal (1–8) y otra práctica (12– 16), separadas por tres capítulos sobre la posición de Israel en la historia de la salvación (9– 11).
Pablo revela su tema principal en el primer capítulo. El evangelio es poder para salvación del que cree (1.16–17). Esta declaración entonces se guarda en suspenso hasta el versículo 3.21, mientras Pablo se aparta un tanto del tema para mostrar que todas las personas necesitan la salvación: los gentiles porque quebrantaron la ley de la conciencia y los judíos porque quebrantaron la Ley de Moisés (1.18–3.20).
Pablo vuelve entonces al tema inicial. En una declaración clásica del evangelio de Cristo, explica que la justicia se obtiene solo por la gracia de Dios cuando uno deposita su fe en la obra redentora de Jesucristo (3.21–31). El caso de Abraham es testimonio de que la promesa de Dios se alcanza por la fe (4.1–25). Los beneficios de la JUSTIFICACION son paz y confianza ante Dios (5.1–11). La capacidad de Cristo para salvar es superior a la capacidad de Adán para corromper (5.12–21).
Pablo aborda entonces el problema del PECADO en la vida cristiana. Más que como un incentivo para que pequemos, la GRACIA nos acerca a una unión leal con Cristo (6.1–14). Cristo nos ha libertado de la esclavitud del pecado para que seamos esclavos de la justicia (6.15–7.6). Pablo reconoce que la Ley saca el pecado a la luz, pero el pecado nos convence de que necesitamos un Salvador (7.7–25). Pablo concluye la parte doctrinal con uno de los más triunfantes capítulos de la Biblia. Los creyentes no están bajo la condenación de Dios, sino que el poder del Espíritu Santo los levanta para enfrentar la adversidad a través del amor redentor de Dios (8.1–39).
En los caps. 9–11, Pablo discute la cuestión de por qué Israel rechazó al Salvador que se les envió. Luego presenta una serie de consecuencias prácticas del evangelio. Una adecuada respuesta nuestra sería el sacrificio de nuestra vida entera a la causa del evangelio (12.1, 2). Los dones de gracia a la iglesia son complementarios, no competitivos ni uniformes (12.3–8).
Presenta una lista de recomendaciones para la conducta cristiana (12.9–21). A los cristianos se les instruye en cuanto a la actitud que deben tener ante los gobernantes (13.1–7), el prójimo (13.8–10), la Segunda Venida (13.11–14) y el juicio a que a veces se somete a los demás (14.13–15.13).
El apóstol concluye hablando de sus planes de viaje (15.14–33) y una larga lista de saludos (16.1–27).
ROMANOS: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
PRIMERA PARTE: La revelación de la justicia de Dios
SEGUNDA PARTE: La vindicación de la justicia de Dios
TERCERA PARTE: La aplicación de la justicia de Dios
AUTOR Y FECHA
No hay dudas razonables hoy día en cuanto a la autenticidad de Romanos. Aun los críticos más escépticos la incluyen entre las cuatro «epístolas columnares» (con Gál. y 1 y 2 Co) escritas indiscutiblemente por Pablo. Hay pruebas de que otros autores cristianos dentro del mismo siglo I la citaron en sus obras, e Ireneo (siglo II) la cita como paulina.
Todas las listas canónicas la incluyen. Además, esta fuerte prueba externa está corroborada por el testimonio interno de la carta misma.
Al escribir, PABLO considera terminado su quehacer en el Oriente (15.23–27) y quiere continuarlo entre los gentiles de Occidente; pero antes proyecta un viaje a Jerusalén, para llevar la colecta hecha en Macedonia y Acaya (15.25ss; cf. 1 Co 16.1–14; 2 Co 8.1–9.15; Hch 19.21). De esto se deduce que Romanos fue escrito durante el tercer viaje misional; y decir que data de a principios del año 58 concuerda bastante con los documentos.
MARCO HISTÓRICO
Aunque ciertos manuscritos posteriores omiten la frase «en Roma» (1.7, 15), los mejores unciales respaldan aquí la tradición externa: Pablo escribió a los cristianos, en su mayoría todavía desconocidos por él, que vivían en la ciudad más importante del mundo (ROMA, CIUDAD). No se sabe quién llevó el evangelio a Roma en 15.20. Es probable que ningún apóstol la había visitado en el momento del despacho de la carta. Pablo mismo no la visitaría sino tres años después (61, Hch 28.14).
Es evidente que la comunidad cristiana adolecía de desunión. La sección ética de la carta (12.1–15.13), que exhorta a guardar la caridad y la paz, y la sección doctrinal (1.8–11.36) señalan los antídotos para este mal. Tal parece que los cristianos gentiles, que constituían la mayoría de la comunidad, se sentían superiores a los de origen judío; por tanto, las secciones sobre la pecaminosidad universal (1.18–5.21) y el significado de la vocación de Israel (9.1– 11.36) les servirían de correctivo.
Dos factores favorecen a Corinto como ciudad de origen: 16.1ss recomienda a Febe, diaconisa al servicio de la iglesia en Cencrea; y 16.23 menciona a Gayo, hospedador de Pablo, probablemente el mismo de 1 Co 1.14.
APORTE A LA TEOLOGÍA
Pablo tenía la intención de ir pronto a España pasando por Roma y respaldado económicamente por los romanos (15.24, 28; 1.9–15). Así que esta carta pretendía disponerlos para acoger su evangelio; o sea, su manera Cristo céntrica de presentar las buenas nuevas. La carta anterior a los GÁLATAS había sido un ensayo sobre el mismo tema, pero en el tono polémico que le imponían las actividades de los JUDAIZANTES. El tono de Romanos es más tranquilo y noble, aunque siempre enérgico y vivaz.
Esta epístola, que parece ser una presentación casi sistemática, no es un simple tratado de teología. Como las demás epístolas, se origina en las necesidades de sus destinatarios. En este caso Aquila y Priscila pueden haber sido fuente de la información precisa que parece traslucirse en ciertas alusiones. Pablo, siempre fascinado en los últimos años de su apostolado por la significancia del Imperio Romano, intuyó quizá la importancia de la comunidad cristiana de la ciudad capital y quiso dejar con ella esta comprensible exposición de la predicación primitiva. Su tema es: «la salvación divina, aportada por el esparcimiento del evangelio, primero a los judíos y después a los gentiles», el poder de Dios apropiado por la fe (1.1, 16).
OTROS PUNTOS IMPORTANTES
Con los últimos capítulos de Romanos se presentan pequeños problemas. Marción eliminó 15 y 16 en su CANON particular, pero todos los manuscritos existentes los incluyen. Sí es discutible la doxología final (16.25), que en algunos manuscritos se halla al final del cap. 14.
Algunos comentaristas consideran que 16.1–24 (que consta en su mayor parte de saludos a conocidos y Pablo no había estado aún en Roma) es un fragmento de una supuesta carta dirigida a Éfeso. Señalan también como dudosa la inclusión en esta lista (v. 3) de Aquila y Priscila, expulsados de Roma en 49 d.C. por el emperador CLAUDIO. En defensa de la autenticidad del capítulo 16, sin embargo, se puede responder que el evangelio había alcanzado a las clases extraordinariamente móviles (ROMA, IMPERIO, [Aspecto preparatorio para el cristianismo]), y no es improbable que Pablo conociera en otra parte más de veinte cristianos que después fueron a radicarse en la capital.
Y respecto a AQUILA Y PRISCILA, es probable que volvieran a Roma después de la muerte de Claudio en 54.
ROSTRO
Término usado de diversas maneras, pero especialmente para referirse, por alguna razón extraordinaria, a la cara del hombre y, metafóricamente, a la cara de Dios.
En ocasiones es sinónimo de presencia personal y alude a la vida síquica, o a determinado estado de ánimo (Gn 4.5; 31.2; Éx 33.20; 2 S 19.5; Sal 42.2b; Is 6.5). La modestia y la reverencia se demostraban cubriéndose el rostro con un VELO, como Rebeca frente a Isaac. Poner el rostro contra alguien siempre era gesto de desagrado (Lv 20.5; 1 P 3.12). Inclinar el rostro a tierra es signo de humillación. Por esta razón el hombre inclina su rostro delante del Dios santo.
Al hecho de que el sacerdote oficiara en el templo o visitara el santuario se le llama «aparecer ante el rostro de Dios» (Dt 10.8; 18.7; Éx 34.23; Sal 86.9). «Ver el rostro de Dios» tiene un sentido puramente espiritual (cf. 1 Co 13.12). Dios muestra su rostro cuando presta ayuda (Sal 46.7; 31.16). Los que miran el rostro de Dios mueren, a menos que obtengan una gracia muy especial y entren en una relación muy íntima con Dios, como Jacob y Moisés (Gn 32.30; Éx 33.11, 20; cf. Job 33.26).
RUBÉN
Hijo de Jacob, su primogénito, nacido de LEA. Su historia sería digna de elogio si no estuviera manchada por el pecado de cohabitar con la concubina de su padre (Gn 35.22, 23). Por esta razón perdió la PRIMOGENITURA (Gn 49.3s), dictamen que siglos después aún se recordaba (1 Cr 5.1s). A pesar de esto, parece que Rubén siempre gozó de cierto honor por ser el hijo mayor de JACOB (1 Cr 5.3; Nm 1.20; 26.5) e hijo obediente (Gn 30.14).
Cuando sus demás hermanos quisieron matar a José, primogénito de Raquel, Rubén trató de salvarle la vida (Gn 37.20ss; 42.22), y actuó en forma responsable como hermano mayor (Gn 37.29s). Por esta razón José no retuvo a Rubén como rehén en Egipto sino a Simeón. Cuando habló con su padre por sus hermanos, Rubén ofreció sus dos hijos como garantía del feliz regreso de Benjamín (Gn 42.37).
Como subdivisión de Israel, Rubén ocupa su lugar y cumple con sus deberes a la par de las otras tribus. Pero su historia se ve manchada por dos incidentes: (1) su participación con Datán y Abiram en la rebelión de Coré (Nm 16.1, 12–14, 24ss; 26.9– 11; Dt 11.6) y (2) su falta de resolución frente al reto de Débora cuando esta emprendió guerra contra Sísara (Jue 5.15).
Moisés como profeta vio que Rubén no jugaría un papel importante en la historia de Israel (Dt 33.6), pero el profeta Ezequiel toma nota de la futura recuperación de Rubén (48.31), al igual que el vidente de Apocalipsis (7.5). Sin embargo, siempre Rubén ocupa el segundo lugar después de JUDÁ.
El resto de la historia de Rubén es interesante a pesar de carecer de brillantez. Al salir de Egipto, contaba con 46.500 guerreros (Nm 1.20) y después de la peregrinación tenía 43.730 (Nm 26.7). Durante los cuarenta años Rubén ocupó el primer lugar en los campamentos, al lado sur (Nm 2.10). Cuando estaban en marcha, ocupaba el lugar más cercano delante de Leví, la tribu que siempre llevaba el tabernáculo (Nm 2.16, 17).
Al llegar a Transjordania, Rubén y Gad quedaron encantados de la tierra porque se prestaba muy bien para apacentar sus numerosos ganados (Nm 32.1), y pidieron la región como su patrimonio (Nm 32.2ss). Moisés accedió cuando prometieron ayudar con la conquista del otro lado del Jordán (Nm 32.6–32; Jos 4.12). A su regreso edificaron el altar del testimonio (Jos 22). El territorio que Moisés dio a Rubén había sido moabita, pero los amorreos se lo habían quitado a Moab.
En la época de los jueces, Rubén tomaba parte en la vida casi anárquica de su pueblo.
Sus límites eran el río Arnón por el sur, el mar Muerto por el oeste, el desierto por el este y una línea no muy estable por el norte que hoy se podría fijar en el Wadi Hashban (Jos 13.15– 23). Rubén tenía su ciudad de refugio (Jos 20.8) y sus ejidos para los levitas (Jos 21.7, 36; 1 Cr 6.63, 78s). Los rubenitas dieron soldados para el ejército de David (2 R 10.32, 33) y finalmente fueron llevados cautivos por Tiglat-pileser (1 Cr 5.6, 25s).
RUDIMENTOS
Término que se aplica a los primeros y más sencillos principios de una ciencia, literatura o doctrina religiosa. Se habla, por ejemplo, de los elementos básicos o rudimentos del lenguaje. En Gl 4.3, 9 y Col 2.20 se refiere a los principios rudimentarios de la religión, cualquiera que esta sea, los cuales esclavizan a la persona.
Colosenses 2.8 lo aplica a las especulaciones filosóficas de los maestros gentiles y judíos que procuraban engañar a los creyentes por medio de filosofías y huecas sutilezas basadas en tradiciones humanas. Y en Heb 5.12 y 6.1 se alude al infantilismo espiritual que resulta de permanecer en los rudimentos o principios iníciales de la revelación de Dios y de la doctrina cristiana, contra lo cual se nos exhorta. La misma palabra griega se traduce «elementos» en 2 P 3.10, 12 refiriéndose a los componentes básicos del universo físico.
RUFO
Nombre del hijo de → SIMÓN de Cirene, el que fue obligado a llevar la cruz de Jesús (dato que solo aparece en Marcos 15.21), y de una persona a la cual Pablo saluda cariñosamente en su carta a los Romanos (16.13). Ya que es muy probable que el Evangelio de → MARCOS (al menos en su edición definitiva) fuera escrito en Roma y para la iglesia de Roma, debe tratarse en ambos casos de una misma persona, miembro destacado de esa iglesia y conocido por los lectores del Evangelio.
RUHAMA
(COMPADECIDA)
Nombre simbólico que el profeta Oseas dio a Israel para expresarle que la compasión de Dios volvería a manifestarse (Os 2.1).
RUMA
Ciudad natal del abuelo de Joacim (2 R 23.36), a la cual algunos identifican con Aruma, 10 km al sudeste de Siquem (Jue 9.41). Otros prefieren identificarla con → DUMA de Jos 15.52, ya que los antepasados de Joacim tenían que ser de Judá.
RUT
Moabita, heroína del libro que lleva su nombre. En su primer matrimonio fue la esposa de Mahlón, hijo de Elimelec y NOEMÍ, israelitas que habitaban en → MOAB.
Cuando murió Elimelec y sus dos hijos, Mahlón y Quelión, Noemí insiste en volver sola a su tierra, pero Rut también insiste en acompañarle. Sus palabras: «Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios», confirmaron su decisión. Así llegó a BELÉN.
Durante la siega de la cebada, Rut llega a espigar en los campos de BOOZ, pariente de Elimelec, pero no sin antes tener el consentimiento de Noemí. Logra la atención de Booz por lo bien que otros hablan de ella, pero también por su condición de buena trabajadora. Siguiendo las instrucciones de Noemí, Rut entró a la era donde Booz dormía después de haber comido y bebido, para apelar al pariente de su esposo difunto, «descubriéndole los pies». Cuando el pariente más cercano renunció a sus derechos y responsabilidades ante la viuda, Booz la tomó por esposa según la ley de LEVIRATO (Lv. 25.5–10). Su primogénito se llamó Obed, abuelo de David, y de esta manera, aunque era gentil, Rut mereció un lugar en la GENEALOGÍA del Mesías (Mt 1.5, 6).
LIBRO DE RUT, Pequeño libro del Antiguo Testamento cuya protagonista es RUT la moabita, quien llegó a ser antepasada del rey David de Israel y de Jesucristo.
ESTRUCTURA DEL LIBRO
El libro de Rut narra la historia de una moabita que se unió por casamiento a una familia israelita. Pero su esposo y los demás hombres de la familia murieron, dejando a Rut, a su suegra Noemí y a Orfa, la esposa del segundo hijo de la familia, en una situación desesperada. Noemí decidió regresar a su país, y exhortó a las dos jóvenes viudas a regresar con los suyos. Orfa lo hizo, pero Rut quiso permanecer con Noemí y viajar con ella a Judá.
Así lo hicieron. Al principio apenas podían ganar el sustento recogiendo el grano que quedaba en el campo después de la recogida diaria. Pero esto condujo a Rut a conocer Booz, israelita acaudalado y pariente lejano de Noemí. Rut y Booz se casaron. Su hijo fue el abuelo de David, lo que quiere decir que Rut fue bisabuela del más famoso rey de Israel y antepasada de Jesucristo.
RUT: UN BOSQUEJO PARA EL ESTUDIO Y LA ENSEÑANZA
PRIMERA PARTE: Rut demuestra su amor (1.1— 2.23)
SEGUNDA PARTE: Se recompensa el amor de Rut (3.1 — 4.2)
AUTOR Y FECHA
Se desconoce quién fue el autor de este libro, aunque algunos se lo atribuyen al profeta Samuel. El libro tuvo que haberse escrito poco después de la ascensión de David al trono, pues hay referencias a su gobierno. Esto permitiría fechar el libro en los alrededores de 900 a.C.
MARCO HISTÓRICO
Una vez establecido en Canaán, Israel, bajo la dirección de los JUECES, tuvo que luchar por consolidar su territorio, a la vez que se esforzaba por mantener la alianza de sus tribus. Junto con esta situación política inestable, las frecuentes sequías azotaban los cultivos y presentaban calamidades nacionales que obligaban a muchos a emigrar. Los familiares del esposo de Rut vivieron esta época.
Tanto la fecha como el autor de este libro son inciertos. Sin embargo, es evidente que fue escrito en una época posterior a los jueces porque incluye a David en su genealogía (4.17–22) y porque se refiere a los jueces como un hecho del pasado (1.1). Por otra parte, no puede ser posterior a David, porque en tal caso Salomón habría sido incluido en dicha genealogía. Se concluye, por tanto, que fue escrito en la primera parte del reino unido y que su autor, por la misma causa, pertenecía a esta época.
APORTE A LA TEOLOGÍA
El autor de este libro nos narra y describe con precisión los hechos, las personas y los lugares. El drama de fondo se presta para que la pieza literaria sea singular. Uno de los propósitos del libro es brindarnos una genealogía precisa de David, tendiente a establecer la GENEALOGÍA del Mesías que nació de la simiente davídica.
OTROS PUNTOS IMPORTANTES
Rut forma una unidad histórica con el libro de los Jueces, y así ha sido reconocido desde el origen del canon hebreo. Es una historia objetiva y real, escrita en una forma literaria llena de interés humano, tragedia, humor y amor. Su desenlace feliz es de tal naturaleza que ha motivado a muchos críticos a calificar el libro como una simple ficción folklórica. No obstante, contra esta crítica se pueden presentar varios argumentos a favor de su veracidad histórica:
- Todos los detalles concuerdan perfectamente con la época y región
- Si este libro fuera una fábula, los judíos lo habrían rechazado desde el comienzo, ya que afirma que David es descendiente de una
- Los inspirados autores de los Evangelios no estarían de acuerdo con la genealogía de este libro si no fuera historia.