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DiccionarioBíblico.Net

Letra S

Contenidos

SAAF

Nombre de dos personas del Antiguo Testamento.

  1. Hijo de Jahdai, descendiente de Caleb (1 Cr 2.47).
  2. Hijo de Caleb con su concubina Maaca (1 Cr 2.49).

SAALABÍN

Ciudad de los amorreos asignada a la tribu de Dan (Jos 19.42), la cual ellos no pudieron conquistar. Más tarde fue subyugada por «la casa de José» (Jue 1.35; «Saalbim»). Durante el reinado de Salomón, Saalabín formó parte de su segundo distrito administrativo (1 R 4.9). Se encontraba probablemente donde hoy se halla Selbit, 5 km al noroeste de Ajalón y doce al norte de Bet-semes.

SAARAIM

Nombre de dos poblaciones mencionadas en el Antiguo Testamento:

  1. Villa del valle de Judá, cercana a Ecrón y Gat (Jos 15.36). Por ella pasaron los ejércitos de Goliat, derrotados y perseguidos por los israelitas (1 S 52).
  2. Ciudad de la tribu de Simeón que se menciona en 1 Cr 4.31, y que se llama Saruhén en Jos 19.6.

SABÁ

Probablemente la tierra de los sabeos en el sudoeste de ARABIA y que corresponde más o menos al actual territorio de Yemen. El origen de este pueblo es incierto, pero hay razones para creer que eran descendientes de Cam, hijo de Noé (SEBA), y que estaban relacionados con ETIOPÍA, al otro lado del mar Rojo. Los sabeos saquearon la tierra de Job (1.15) y en la época del Antiguo Testamento eran conocidos como comerciantes astutos. Eran de elevada estatura (Is 45.14; Ez 23.42; Jl 3.8).

SABÁ, REINA DE

Reina que visitó la corte de → SALOMÓN. Aunque anónima en la Biblia, se conoció también como reina del sur (Mt 12.42). Intrigada por los relatos sobre la sabiduría del rey israelita, fue «a probarle con preguntas difíciles», llevando a la vez toda una caravana de obsequios costosos. Tanto la sabiduría como la riqueza de Salomón le asombró, y volvió a su país colmada de ricos presentes (1 R 10.1–13).

Los regalos que llevó a Salomón parecen indicar que la reina de Sabá vivía en el sur de Arabia, centro de un activo intercambio comercial en esa época. Su visita debe haber tenido que ver con las relaciones comerciales entre Israel y los reinos del sur. El camello había sido domesticado más o menos un siglo antes de Salomón, lo cual hizo posibles tan largos viajes por el desierto arábigo. Las leyendas etíopes identifican a la reina de Sabá y a Salomón como los progenitores de su línea real, aunque no existe base histórica para tal aseveración. Las únicas colonias de origen árabe están en el África oriental.

Jesús se refiere a la Reina de Sabá y su búsqueda de la sabiduría de Salomón para condenar la incredulidad de los judíos hacia el que era «más que Salomón» (Mt 12.42).

SABACTANI

Una de las últimas palabras de Cristo en la cruz (Mt 27.46; Mc 15.34). Quiere decir «me has abandonado».

SÁBADO

Fiesta religiosa israelita del séptimo día al parecer íntimamente relacionada con el origen de la semana como período concreto de tiempo. En Gn 8.22; Job 5.12, etc., el verbo cognado, shabat, tiene el sentido de «cesar» o «parar» cualquier actividad, sin ninguna conexión religiosa, en tanto que en Éx 16.23ss; 23.12; y 31.17 significa descansar del trabajo en consagración a Jehová. Parece posible afirmar que la celebración del sábado se remonta entre los israelitas a los tiempos premosaicos; el mandamiento del decálogo de santificar el sábado (Éx 20.8–11) presupone que los israelitas del tiempo de Moisés ya lo conocían.

EL SÁBADO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Todos los documentos legales incorporados a la ley prescriben la observancia del sábado, por medio del cese de trabajo realizado en los seis días de la semana. Así lo dicen el libro del pacto ( Éx 23.12 ), el decálogo ( Éx 20.8–11 ), donde se halla el concepto de que el sábado es en memoria de la creación; cf. Dt. 5.12–16 ), las prescripciones en cuanto al culto ( Éx 34.12ss ), la ley de santidad ( Lv 23.3 ; 26.2 ) y el código sacerdotal (Éx 31.12–17 ; 35.1ss ; Nm 28.9s ).

La más antigua de estas leyes, Éx 31.12ss, basa la prohibición de trabajar en razones humanitarias: el reposo de todo trabajo cada siete días es bueno tanto para el hombre como para el animal. Encontramos lo mismo en Dt 5.12–14. Y el versículo 15 agrega que los esclavos de los israelitas debían descansar el sábado porque, como los israelitas mismos habían sido esclavos en Egipto y Dios los había liberado, en gratitud debían ser considerados con los esclavos.

En cuanto a la clase de trabajo que no era permitido hacer en sábado, la ley era bastante general (Éx 20.8–10; Dt 5.14; etc.). Era más explícita al referirse a las grandes fiestas como la Pascua ( Lv 23.7s ; Nm 28.18 ), el → PENTECOSTÉS ( Lv 23.21 ; Nm 28.26), el año nuevo ( Lv 23.25 ; Nm 29.1 ), el Día de Expiación ( Nm 29.7 ) y las fiestas de convocación ( Lv 23.35 ; Nm 29.12 ).

Durante el cautiverio, cuando a los judíos no les era permitida la práctica pública de su fe, la observancia del sábado y la → CIRCUNCISIÓN fueron la «señal» que los distinguió de los gentiles (Éx 31.13–17; Ez 20.12, 20). Sea cual fuera la razón, el carácter del sábado se transforma, según se ve en los escritos del cautiverio y del poscautiverio. La obligación del descanso se convierte, de un acompañamiento necesario para los actos del culto, en un fin en sí mismo. Se convierte en una forma de autonegación agradable a la Deidad, como acto de obediencia implícita a su mandato positivo. Toda legislación posterior nace de esta idea. En Ezequiel y la ley de santidad, el sábado es señal arbitraria del pacto entre Dios e Israel, y de la fidelidad individual a dicho pacto. El código sacerdotal exalta el sábado, y basa su sanción en el ejemplo del Creador (Gn 2.2ss; Éx 31.17); trata de forzar su observancia con la imposición de la pena de muerte (Éx 31.14; Nm 15.32–36).

Otra modificación después del cautiverio en la observancia del sábado se advierte en la pérdida del carácter alegre y festivo del sábado que existía anterior al cautiverio (Is 1.13; Os 2.11). En aquel entonces no se compraba ni vendía ( Am 8.5 ), el trabajo del campo se suspendía incluso en tiempo de cosecha ( Éx 34.21 ), se visitaba el santuario (cf. Is 1.12s ) y se consultaba a los videntes ( 1 S 9.9 ), mientras que en las profecías después del cautiverio se alude a la observancia del sábado como supremo deber religioso y como condición para la realización de las esperanzas mesiánicas ( Is 56.2ss ; 58.13s ; 66.23 ; Jer 17.19ss ).

Como un correctivo al excesivo legalismo que está implícito en las prácticas sabáticas, Isaías condena el ayuno ritual y lo reubica en el contexto de la justicia hacia los oprimidos, de compartir lo que se come con los hambrientos (Is 58.3 -13s).

EL SÁBADO EN EL JUDAÍSMO RABÍNICO

La experiencia de la diáspora incidió profundamente en el pensamiento judío sobre el sábado. Los escritos rabínicos fomentaron una interpretación sumamente estricta  del descanso del sábado, y esto condujo a una complicada casuística que convirtió en carga insoportable el «deleite» de la observancia del sábado.

Encontramos abundantes evidencias de este hecho en los Evangelios y en los profetas después del cautiverio (cf. Is 58.13). Los rabinos reconocían que el sábado debía servir de ayuda al hombre en la consecución de la finalidad de la vida. Jesús enunció este principio claramente: el sábado se había establecido para el hombre y no viceversa (Mc 2.27). Pero Jesús fue más lejos al insistir en que el sábado nunca puede ser un fin en sí mismo, otorgando así a los hombres mayor libertad para hacer el bien a los demás y para ocuparse de sus necesidades personales (Mc 2.23ss; 3.4; Lc 13.15; etc.). Jesús declara que como la ley del reposo es para el bien del hombre, como Hijo del Hombre tiene autoridad para cambiar la Ley o abrogarla (Mc 2.28). La iglesia primitiva se sirvió de esta afirmación de Jesús cuando decidió abandonar la observancia del sábado para adorar al Señor resucitado en domingo.

Aunque ningún pasaje del Nuevo Testamento lo diga, se puede deducir de Mt 24.20 que la primera comunidad cristiana de Jerusalén siguió observando el sábado al igual que las demás costumbres religiosas judías ( Hch 2.1 , 46 ; 3.1 ; 10.9 ). Pero no parece que Pablo obligara a las comunidades cristianas fuera de Palestina a observar el sábado. En Hch 15.29 se ve que en el decreto del concilio de Jerusalén no se impuso el sábado a las iglesias gentiles. Pablo escribe a los colosenses que nadie debía juzgarlos «en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo» (Col 2.16).

La iglesia cristiana primitiva, sin dejar de observar el sistema tradicional de la semana de siete días, hizo del domingo el primer día de la misma, día especial en que los cristianos celebran sus servicios religiosos. Se basaban en la resurrección. El Señor resucitó de entre los muertos el primer día de la semana, y los cristianos comenzaron a reunirse ese día para rendir culto al Cristo resucitado. Para ellos el domingo llegó a llamarse el DÍA DEL SEÑOR.

SABAOT

Nombre de Dios que literalmente quiere decir «Dios de los ejércitos» (Ro 9.29; Stg 5.4). Este nombre expresa específicamente que Dios domina la creación entera.

SABÁTICO, AÑO

Ver. AÑO SABÁTICO.

SABEOS

Ver. SABÁ.

SABIDURÍA

Término que en el Antiguo Testamento es traducción usual de la voz hebrea, khama, que tiene varios significados pero siempre, como todo el pensamiento hebreo, un sentido intensamente práctico. Significa destreza técnica (Éx 31.3, 6; Ez 27.8), aptitud en artes o sagacidad en los negocios (Job 12.2, 12), ciencia mágica (Gn 41.8), habilidad en asuntos seculares (Ez 27.8, 9), discernimiento para aconsejar (2 S 13.3), prudencia para gobernar (1 R 3.28; 4.29–34), cordura en la vida diaria y decisiones éticas. Consiste básicamente en aplicar bien lo que uno sabe a lo que uno hace, a fin de lograr un buen vivir. Deriva en ocasiones de la tradición de los padres y se desarrolla por la enseñanza (especialmente de la ley de Dios) o por la experiencia.

También puede obtenerse como un don especial de Dios. No solo los gobernantes como Josué (Dt 34.9), David (2 S 14.20) y Salomón (1 R 3.9, 12) necesitan la sabiduría, sino todos en general (Pr 1.1–6).

La sabiduría tiene aspectos morales y religiosos, y se presenta como lo opuesto a la maldad (Pr 1.7; 9.10) y se extiende a toda actividad, pues el Antiguo Testamento nunca separa lo religioso de lo secular. A veces la sabiduría se relaciona estrechamente con el Espíritu de Dios, como una ciencia sobrenatural que Dios da al hombre (Gn 41.8, 38; Dt 34.9; Is 11.2–6; Dn 4.6ss).

En su sentido más amplio la sabiduría pertenece a Dios (Job 12.13; Is  31.2; Dn 2.20–23)  quien la manifiesta en la creación (Pr 3.19s; Jer 10.12) y en los procesos naturales (Is 28.23–29) e históricos (Is 31.2). Es Dios el que otorga la sabiduría al ser humano (Job 28.20–28).

El rey SALOMÓN promovió la sabiduría en Israel (1 R 4.32) de manera que durante la monarquía surgió un grupo de sabios. Ciertos pasajes como Is 29.14; Jer 8.8s; 18.18; 2 Cr 25.16s dan la impresión de que eran consejeros en la corte real y asociados (o aun identificados) con los ESCRIBAS. Los sabios, juntamente con los profetas y sacerdotes, ayudaron a moldear la vida cultural de los hebreos.

La influencia de los sabios se ve en los libros sapienciales del Antiguo Testamento (Pr, Job, Ec, y algunos salmos). También los libros APÓCRIFOS de Sabiduría y Eclesiástico son productos posteriores del mismo movimiento. Esta literatura toma la forma de máximas o dichos cortos que cautivan la atención (Proverbios), o de monólogos (Eclesiastés) y diálogos (Job) que enfocan el significado de la existencia o la relación entre Dios y el hombre. Varios pasajes del Nuevo Testamento muestran influencia de este género literario sapiencial.

En Pr 8, algunos ven una hipóstasis de la sabiduría. En Pr 1.20–33 y 9.1–16 se personifica. Esto no era raro en el mundo antiguo, pues hay ejemplos en Egipto y Mesopotamia, que datan desde el tercer milenio a.C., en que se solía personificar cualidades como la verdad, la justicia y la inteligencia. La resistencia de los hebreos a la especulación abstracta produjo a veces que trataran ideales o cosas inanimadas como si tuvieran personalidad. Sin embargo, también es cierto que varias frases de Proverbios 8 se prestan para describir a Cristo y se usan así en el Nuevo Testamento (cf. 1 Co 1.24; Heb 1.2, 10).

El movimiento sapiencial no era un fenómeno aislado en el mundo antiguo. Israel conocía la sabiduría de sus vecinos. Partes de la Sabiduría de Amenémope (de Egipto) son muy parecidas a Pr 22.17–23.11, y la verdad es que no se sabe cuál fuera la original y cuál la derivada o si las dos dependen de una tradición cananea más antigua. Aunque los israelitas usaron formas de expresión comunes con otros pueblos, su énfasis en la sabiduría como una guía práctica basada en la revelación de Dios y en la relación personal con Él es distintamente hebreo. El énfasis en la justicia, lo opuesto de perversidad, y en el temor de Dios, solamente se explica por la ley revelada y la religión profética.

En el Nuevo Testamento, la palabra sabiduría usualmente es traducción de la voz griega y tiene el mismo significado que tiene en el Antiguo Testamento, con la excepción del uso especializado que de ella hace Pablo. Se usa para describir la prudencia práctica en la vida (Lc 2.40, 52; Stg 1.5), la ciencia de los egipcios (Hch 7.22), la habilidad administrativa (Hch 6.3) o de interpretar sueños (Hch 7.10), y la habilidad para enseñar (Col 1.28; 3.16). Una vez más, la sabiduría es un don de Dios (Mt 12.42; Lc 21.15; 2 P 3.15), necesaria para los líderes de la iglesia (Hch 6.3) y para todos los creyentes (Ef 1.8s; Col 1.9; Stg 1.5; 3.13–17).

Pablo contrapone la sabiduría del mundo con la sabiduría de Dios en Cristo. Critica aquella sabiduría por su orgullo, su prejuicio contra Dios y su oposición a la revelación divina (1 Cr 3.18ss). Los que basan su vida en esta supuesta sabiduría fracasan en la esfera espiritual (Ro 1.22; 1 Co 1.19–22) pues la mera especulación no da base firme para la fe. Solo el Espíritu y el poder de Dios pueden dar tal base (1 Co 2.1–5).

La sabiduría de Dios, en cambio (1 Co 1.25), proveyó una salvación gloriosa (Ro 11.33; 1 Co 1.21; Ef 3.10). Esta, que parece a los hombres locura, es realmente la cumbre de la sabiduría de Dios. Así que Cristo es la sabiduría de Dios y llega a ser la fuente de sabiduría verdadera para el creyente ( 1 Co 1.24 , 30 , a fin de que este entienda la voluntad de Dios ( Col 1.9 ), alcance la madurez espiritual ( 1 Co 2.6s ) y consiga la dirección práctica para la vida ( Ef 5.15 ; cf. 2 Co 1.21 ).

SACERDOTE

Las responsabilidades sacerdotales en todas las sociedades son básicamente dos: la ejecución de los ritos religiosos y la comunicación con la deidad. El sacerdote cuida del santuario y comunica las decisiones divinas. Representa al pueblo delante de Dios y a Dios delante del pueblo.

Los estudiosos del Antiguo Testamento reconocen ahora que el sistema ritual de la religión de Israel comparte con los pueblos vecinos varias prácticas que antes se consideraban exclusivamente hebreas. Hay semejanzas notables con otros pueblos en la forma exterior de los ritos, pero esto no solamente no destruye el aspecto singular de la fe hebrea, sino que tampoco disminuye la importancia de esta fe como vehículo de la revelación divina. El sacerdocio en sus inicios respondió a las necesidades más profundas del corazón del hombre y, posteriormente, en la misión de la iglesia, proveyó un punto de contacto con las religiones no bíblicas.

EL DESARROLLO DEL SACERDOCIO EN ISRAEL EN EL PERÍODO PATRIARCAL

Aunque el sacerdocio es el más antiguo de los oficios sagrados de Israel, el conocimiento de su historia es limitado. En cuanto al aspecto ritual, el jefe del clan era el llamado a construir un altar, levantar un pilar o plantar un árbol para señalar el lugar de una manifestación sagrada, como también a efectuar el oficio del SACRIFICIO (Gn 8.20; 1 R 18.31, 33). Sin embargo, aun en tiempos patriarcales no se desconocía la necesidad de utilizar a una persona especialmente dotada para consultar a Dios.

El cuadro bíblico de la vida religiosa de Israel durante este período no revela un sistema muy desarrollado. Los altares, numerosos pero sencillos, reflejaban las exigencias de la vida nómada.

EN EL PERÍODO POSPATRIARCAL

Desde Moisés el sacerdocio experimentó gran desarrollo. Ya no era solo el jefe patriarcal quien desempeñaba el papel sacerdotal, sino ciertas personas encargadas expresamente de un oficio hereditario, como la familia levita de Aarón ( Éx 28 ), y en vez de ofrecer sacrificios sobre varios altares se disponía de un SANTUARIO ambulante que por su santidad exigía un cuidado especial.

La jerarquía levítica abarcaba al SUMO SACERDOTE (Aarón, Eleazar, etc.), distinguido por un ungimiento especial y vestimenta singular, a los sacerdotes encargados del culto y a los → LEVITAS encargados de los deberes del culto comunes. Aunque al principio el sacerdocio no se limitaba a la tribu de Leví, el relato de Micaía (Jue 17) sugiere que el sacerdocio levítico era preferido. Es posible que otras personas no levíticas se incorporaran al sacerdocio levítico (Dt 33.8, 9).

Las relaciones entre Dios y su pueblo dependían en gran parte del oficio sacerdotal. Era el sacerdote quien comunicaba la palabra de Dios y aseguraba la precisión ritual en los actos de adoración. Solo el sacerdote podía manipular el URIM Y TUMIN (Dt 33.8; 1 S 28.6), y dar dirección en momentos de crisis, sobre todo con relación a la guerra santa.

Como guardador de las revelaciones pasadas y las experiencias del pueblo, el sacerdote era capaz de enseñar al pueblo la ley, distinguir entre lo limpio y lo inmundo, pronunciar con precisión las fórmulas de bendición y maldición, y hacer las decisiones finales con respecto a ciertas enfermedades y problemas físicos (Lv 11–15).

Las responsabilidades sacerdotales aumentaron cuando menguó la participación del laico en las ceremonias (Lv 1–6). El sacerdote esparcía la sangre, quemaba el sacrificio y participaba en la comida sagrada.

El mantenimiento de los sacerdotes dependía de las ofrendas del pueblo, como la de las primicias del campo y los rebaños (Éx 13.12, 13; Nm 18.12–19), de cierta parte de los sacrificios, del pan de la proposición, y de una porción de los diezmos (Nm 18.26–28).

A pesar de la importancia del sacerdocio en Israel, durante el culto el sacerdote tenía ciertos límites desconocidos por otros pueblos. La prohibición de las imágenes no permitía la manipulación humana de la deidad, pues, según el concepto arcaico, una representación compartía la esencia de la realidad cósmica o terrenal que representara.

Moisés, en oposición a los cultos de la fertilidad, tampoco permitió la construcción de altares hechos de piedras labradas (Éx 20.24, 25).

EN EL PERÍODO MONÁRQUICO

Al terminar el período de los jueces, en Israel había dos familias sacerdotales de origen levita: la de Dan (Jue 18.1–4; 1 Cr 23.14, 15) y la de Silo, más tarde de Nob (1 S 1–4; 21.1–9). Saúl, en un momento de locura, mandó matar a todos los sacerdotes de Nob. Abiatar escapó  y  se refugió con los proscritos de David en el desierto. Al establecerse en Jerusalén la capital del reino, Abiatar compartió con Sadoc el sumo sacerdocio de Israel.

Con la división del reino, Jeroboam, «hizo sacerdotes de entre el pueblo, que no eran de los hijos de Leví» (1 R 12.31). Había, sin embargo, muchos levitas en el reino del norte y la mayoría de los sacerdotes debían haber sido de ellos. Desde la conquista, los levitas habían habitado ciertas ciudades esparcidas por todo el territorio de las tribus hebreas (Jos 21).

Algunos de los reyes ejercían (o por lo menos auspiciaban) funciones sacerdotales, aunque Saúl fue rechazado por haberlo hecho (1 S 13.8–13; cf. 2 S 6.12–19; 1 R 8.22ss). Acaz ofreció sacrificios sobre el altar pagano que mandó construir en Jerusalén como gesto de sumisión al rey de Asiria (2 R 16.12). El rey Uzías, no obstante, se volvió leproso por haber tratado de ejecutar funciones sacerdotales (2 Cr 26.16–20).

Bajo el rey JOSÍAS el sacerdocio rural de la familia de Abiatar, desterrada en el tiempo de Salomón (1 R 2.26), sufrió una crisis debida a la reforma (DEUTERONOMIO).

Ya no les era permitido sacrificar fuera de Jerusalén y, por la limitación impuesta por los sacerdotes de la familia de Sadoc, perdieron su fuente de ingresos (2 R 23.4ss; cf. 1 R 2.26). La clausura de los santuarios locales (los lugares altos), en un esfuerzo por erradicar el sincretismo religioso, probablemente provocó e impulsó el desarrollo de la SINAGOGA.

DURANTE EL CAUTIVERIO

A pesar de la destrucción del templo en 586 a.C. y el destierro de las personas más hábiles, el culto sacerdotal continuó en el sitio del santuario destruido, aunque no sin el peligro del sincretismo (Jer 41.4ss). Con el surgimiento de la sinagoga, y sin rechazar el sacerdocio, el judaísmo desarrolló una expresión religiosa capaz de sobrevivir el destierro y la destrucción del templo.

EN LA RESTAURACIÓN

Una vez que Ciro les permitió volver a Palestina, los judíos que regresaron a Jerusalén establecieron el culto tradicional. Como no había rey en Jerusalén, los sacerdotes asumieron funciones políticas, especialmente después del fracaso relacionado con la coronación de Zorobabel (Hag 2.23; Zac 6.9ss).

Los profetas atribuían la destrucción de Jerusalén y el sufrimiento de Israel a la rebelión contra la Ley de Jehová. En parte por esta interpretación, la LEY llegó a ser céntrica para el judaísmo. Los judíos dispersos, que rara vez llegarían al templo ya reedificado, podían estudiar la ley. Surge una nueva clase de maestros, los ESCRIBAS o doctores de la ley, que no eran sacerdotes. El sacerdote se limitaba cada vez más a las tareas ceremoniales y se convertía en un funcionario eclesiástico con poder político.

EL SACERDOCIO EN EL NUEVO TESTAMENTO

Para comprender la teología neotestamentaria del sacerdocio es necesario entender antes la relación del sacerdote hebreo con el PACTO. Como pueblo de Dios, Israel era idealmente un reino de sacerdotes (Éx 19.5, 6). Para guardar el pacto, la conservación de la santidad era fundamental. El sacerdote velaba por la santidad de la nación.

Representaba vicariamente a la nación delante de Dios, pues ella por sí misma era incapaz de ser santa. Los levitas, por ejemplo, se aceptaban como substitutos por los primogénitos pertenecientes a Jehová (Nm 3.12, 13). Los hijos de Aarón representaban a la nación delante del altar y el sumo sacerdote llevaba los nombres de las doce tribus cuando entraba en el santuario para hacer expiación en el Lugar Santísimo (Éx 28.29).

En el Nuevo Testamento, Cristo se presenta como el cumplimiento del sistema sacerdotal del Antiguo Testamento y el mediador del nuevo pacto (Jer 31.31; Mt 26.28).

Efectúa un sacrificio eternamente eficaz (Heb 9.11–28) que permite al creyente tener acceso directo a Dios (Heb 10.19–25).

Los cristianos primitivos se opusieron, como los judíos, al sacerdocio de otras religiones. La oposición al sacerdocio judío provocó la persecución de Jesús y sus discípulos por parte de los saduceos, el partido sacerdotal. Jesús, sin embargo, nunca repudió la institución sacerdotal. Envió a los sanados al sacerdote para el cumplimiento de los ritos de la purificación (Mc 1.44; Lc 17.14; etc.). Algunos sacerdotes hebreos se convirtieron y fueron agregados a la iglesia primitiva (Hch 6.7).

En la teología cristiana, Cristo es el cumplimiento del sistema sacerdotal por haber dado su vida «en rescate por muchos» (Mc 10.45). Su obra sacerdotal se subraya en todas partes del Nuevo Testamento (Mt 26.26–28; Jn 1.29; 2 Co 3.18; Gl 3.20; 1 Jn 1.7; Ap 1.5; etc.).

EL SACERDOCIO UNIVERSAL DE LOS CREYENTES

La doctrina del sacerdocio de los creyentes comprende la verdadera meta del sacerdocio bíblico, es decir, la responsabilidad de cada uno para con los demás. El creyente se identifica con Cristo y con el pecador, siendo «un Cristo para el prójimo».

Ya no es una sola persona o una clase los llamados a mantener la santidad representativa delante de Dios por el pueblo pecador no santificado. El Nuevo Testamento exige que cada creyente sea santo y, a la vez, responsable de su hermano creyente o no creyente. La iglesia como el cuerpo de Cristo comparte el sacerdocio de Jesucristo (1 P 2.5, 9; Ap 1.6; 5.10; 20.8) y es responsable delante de Dios por el mundo. Heb 13.15, 16 y especialmente Ro 12.1 especifican algunos SACRIFICIOS espirituales del sacerdote del Nuevo Testamento.

Cabe notar que el Nuevo Testamento jamás usa el título de sacerdote para el ministro de la iglesia. Esta costumbre, aunque empezó temprano en la historia de la iglesia (1 Clemente, La Didajé, etc.), carece de base puesto que todo creyente es sacerdote.

SACRAMENTO

Ver. BAUTISMO; CENA DEL SEÑOR.

SACRIFICIOS

En hebreo el término general que se refiere a las distintas clases de sacrificios era minja (Gn 4.3, 4; 1 S 26.19; Sal 96.8). Posteriormente, minja significó solamente la ofrenda vegetal, y el término korbán se impuso para la designación general.

TIPOS DE SACRIFICIOS

Al sancionarse por legislación oficial el ritual de los sacrificios, se distinguió entre los sacrificios cruentos y los incruentos.

LOS SACRIFICIOS CRUENTOS

  1. El holocausto (ola). Según su significado etimológico («lo que sube al altar» o «lo que sube al cielo en forma de humo»), ola es la especie de sacrificios más citado en el Antiguo Testamento. Era presentado como sacrificio entero (1 S 7.9), es decir, quemado totalmente, menos la sangre. Siempre ocupó un lugar preeminente en el culto de Israel, como el sacrificio diario de la mañana y de la tarde ( Nm 28.3 ; 2 R 16.15 ), como sacrificio solemne en grandes fiestas ( Nm 8 ; 1 R 9.25 ), o por otros motivos de gozo ( 1 S 6.14 ), pero también en relación con el ayuno en un acto de lamentación del pueblo (Jue 20.26 ; 21.4 ). Estos últimos textos, sin embargo, evidencian también su función expiatoria, porque lo central de tal ayuno oficial era la confesión de pecados. Puesto que al holocausto se le atribuía gran importancia por considerársele homenaje al Señor, el animal que se sacrificaba debía ser íntegro, macho y sin
  2. El sacrificio de paz (seba selamin). Era posiblemente la forma más antigua de sacrificio y se celebraba juntamente con una comida fraternal. El animal del sacrificio era ofrecido con un ritual idéntico al que iniciaba el holocausto. Los que oficiaban el culto ponían las manos sobre la víctima antes de degollarla, y llevaban la sangre al altar. Luego el oferente tomaba la grosura de la víctima y la llevaba al altar donde la quemaban como ofrenda encendida, juntamente con el holocausto que ya debía estar

Finalmente, los oferentes celebraban la fiesta de comunión, no sin antes haberse purificado ellos y sus huéspedes para poder comer y regocijarse delante del Señor.

Si se trataba de una ofrenda en acción de gracias, esta debía consumirse el mismo día; si el motivo era un voto, el tiempo del sacrificio podía extenderse hasta el día siguiente, para que un mayor número de amigos pudiera participar. Su propósito era expresar la paz, en su sentido máximo: comunión con Dios en su servicio, y comunión de unos con los otros. Generalmente el sacrificio de paz no se ajustaba a tiempos fijos y se distinguía por su carácter festivo y alegre.

  1. El sacrificio propiciatorio o por el pecado. Sacrificio que desempeñaba la función más importante, en la expiación de todos los pecados de Israel. Se combinaba con el holocausto, por ejemplo en las fiestas (Nm 28s) pero tenía su propio significado. La parte más importante del rito (después de quemada la grosura) era la ceremonia propiciatoria con la sangre, con la cual eran ungidos los cuernos del altar y rociado siete veces el velo del tabernáculo o del templo (Lv 4).
  2. Sacrificio por la culpa o de reparación (asam). Estaba tan relacionado con el sacrificio por el pecado que no se distinguen claramente entre sí. Según la distinción más común, el sacrificio por el pecado se presentaba por el mal cometido por ignorancia, mientras que el sacrificio por la culpa correspondía a una falta cometida a

La palabra asam con que se denomina a estos sacrifios se usa en varios sentidos.

Cuando los filisteos devolvieron a Israel el arca del pacto, la acompañaron con un asam que entonces consistió de objetos de oro, y seguidamente ofrecieron en holocausto las vacas que habían tirado del carro (1 S 6.3–5). Aquí el asam fue acompañado por un sacrificio. En Is 53.10 el siervo de Jehová pone su alma como asam, sacrificio de propiciación o de reparación para su pueblo.

La víctima prescrita para el sacrificio por la culpa variaba según la ofensa cometida y la fortuna del ofensor. A veces era un cordero o un carnero, pero estos podían ser sustituidos por palomas o tórtolas o, en caso de extrema pobreza, por la décima parte de un EFA de flor de harina (Lv 5.7–13). Nadie, pues, podía considerarse capaz de presentar su correspondiente sacrificio por la culpa o reparación.

LOS SACRIFICIOS INCRUENTOS

  1. La ofrenda vegetal (minja). La palabra hebrea significa «ofrenda», «oferta» o «donación», y se usa no solamente en cuanto a lo sagrado sino también en cuanto a ofertas y donaciones o regalos en la vida común (por ejemplo, los tributos pagados a un rey, Jue 15; 2 S 8.6). En Gn 4, la palabra se usa en un sentido más amplio, porque ambos sacrificios, el de animales presentado por Abel y el de los frutos del campo, ofrecido por Caín, son llamados minja. Si se usa en un sentido estricto, el término se refiere solamente a una ofrenda vegetal, mayormente de granos, como en efecto se impuso en los tiempos posteriores.

El modo de ofrecer la ofrenda vegetal se describe detalladamente en Lv 2.

Generalmente este sacrificio acompañaba al holocausto, pero se ofrecía también como sacrificio independiente. Las primicias de la cosecha constituían una clase especial de este sacrificio. Con ellas, Israel reconocía que el Señor es dueño y dador de los frutos del campo, y que todo se debe a la bendición del Altísimo.

  1. El incienso (lebona). Sacrificio que debía ofrecerse en el tabernáculo frente al velo del Lugar Santísimo (Éx 30.1–6), donde estaba el altar del incienso, un incensario hecho de madera de acacia y cubierto de oro. Dos veces al día debían encenderse y mantenerse ardiendo continuamente las especias aromáticas de una fórmula exclusiva para este uso (Éx 30.34– 38). Solamente los sacerdotes tenían el privilegio de ofrecer el incienso. Éxodo 30.9 prohíbe ofrecer incienso «extraño», prohibición difícil de explicar, pero que muy bien puede referirse a lo ritual o éticamente impuro, o que tenga relación con la idolatría.

En el DÍA DE LA EXPIACIÓN y antes de rociar la sangre del becerro hacia el PROPICIATORIO, el sumo sacerdote ponía el perfume aromático molido detrás del velo, de modo que la nube del perfume cubriera el propiciatorio (Lv 16.12–14). Según Éx 30.10, el altar del incienso también estaba relacionado con la expiación. Cuando después de la muerte de Coré el pueblo se rebeló contra Moisés, Dios envió mortandad entre ellos, la cual solo cesó cuando Moisés puso el incensario con el incienso encendido para «hacer expiación por ellos» (Nm 16.46ss).

El incienso frecuentemente está asociado con la oración. El propósito del simbolismo era recordar a Israel que las oraciones del pueblo ascienden a Dios, al igual que el humo del incienso sube a su presencia (Sal 141.1, 2; Ap 8.4). El hecho de que el incienso sea puesto en paralelo con el cordero sacrificado a la caída de la tarde y llamado «olor grato» (Éx 29.41) demuestra su gran valor.

RITOS DE SACRIFICIO

Los sacrificios cruentos se realizaban según ritos prescritos. Después de que el oferente llevaba el animal destinado para el sacrificio al santuario, debía imponer sus manos sobre la cabeza de la víctima. Con esto la dedicaba en sacrificio, ofrecido como una expresión simbólica de su propia entrega y sometimiento a Dios, de su gratitud, arrepentimiento y oración.

Seguía la inmolación del animal, la cual ejecutaba el oferente si se trataba de un sacrificio individual, o el sacerdote ayudado por un levita, si era sacrificio por la congregación. En tal acto de inmolación, el ofrecimiento de la sangre pura (en que aún estaba el alma de la víctima) expresaba que el oferente renunciaba a su propiedad para entregarla totalmente a Dios. La inmolación era el medio de obtener la sangre que era presentada como ofrenda más preciosa para Dios, como medio de expiación y para cubrir la vida manchada del oferente.

Había diferentes usos de la carne de los sacrificios. En el caso de los holocaustos, los sacerdotes quemaban toda la carne; pero si se trataba de otros sacrificios solo se quemaban ciertas porciones de la grosura (la que estaba sobre los intestinos o sobre los ijares, los riñones, la cola, etc.), y el resto de la carne la comían los sacerdotes. En otros sacrificios Dios concedía que se tomara la carne para celebrar una comida sacrificial o de comunión, con la cual se expresaba la relación de paz entre Dios y el oferente. En el día del perdón, la carne se quemaba fuera del santuario. El sacrificio incruento o vegetal servía generalmente como aditamento en los sacrificios de animales. En tal caso el sacerdote tomaba una parte de las espigas, la harina, los panes o tortas ofrecidas y la quemaba sobre el incensario juntamente con el incienso.

SENTIDO TEOLÓGICO DEL SACRIFICIO EL SACRIFICIO COMO PROPICIACIÓN

En el Antiguo Testamento la explicación directa con respecto al significado del culto sacrificial se encuentra en Nm 1.53; 16.46 y 18.5, donde se le relaciona con la → IRA DE DIOS. Los sacrificios tenían un significado básicamente propiciatorio.

EL SACRIFICIO COMO OFERTA

El oferente busca con su donación la bendición de la divinidad, prosperidad, etc. Pero la ofrenda puede servir también como acción de gracias u homenaje, y ante todo como apaciguamiento y reconciliación.

EL SACRIFICIO COMO COMUNIÓN

El sacrificio establece una comunión sacramental entre el oferente y Dios, y también entre  los oferentes mismos. Tal es principalmente la función de la comida sacrificial.

EL SACRIFICIO COMO FUENTE DE GRACIA Y NUEVAS FUERZAS

La acción sacrificial promovía, una vez purificado el oferente, la acción de nuevas fuerzas en la lucha contra el pecado y las malas influencias (Lv 17.11).

Según Éx 24ss, el culto sacrificial fue instituido al establecerse el PACTO entre Dios y su pueblo. El culto debe considerarse bajo tal relación con el pacto divino y la GRACIA del pacto. Este culto sirve como camino de doble vía: Dios llega por medio de él al hombre y a su vez el hombre se acerca a Dios mediante el culto; en esta relación Dios es quien da la oportunidad de purificarse de los pecados.

EL SIGNIFICADO DE LOS SACRIFICIOS PUEDE RESUMIRSE, ENTONCES, DE LA MANERA SIGUIENTE:

  1. La reconciliación la instituye Dios y como tal es obra
  2. El sacerdote realiza esta obra como
  3. El sacerdote es el mediador para proveer al pecador la propiciación. Por eso hay que interpretar como lenguaje sacramental la afirmación de Lv 17.11: «La misma sangre hará expiación de la persona». El sacerdote no es más que un funcionario de Dios, y la sangre no es sino el medio que Dios
  4. El oferente es activo al presentar el sacrificio que expresa su deseo de purificación y al poner las manos sobre la cabeza de la víctima, pero es pasivo en el acto mismo de la expiación. Esto lo realiza el sacerdote como mediador entre Dios y el hombre, de modo que, a través de lo que el sacerdote es en sí, el sacrificio promueve una acción doble mediante la cual Dios y el hombre se encuentran por el camino sacramental. Es Dios quien concede al oferente perdón y propiciación. Toda posibilidad de redimirse a sí mismo queda excluida.

LOS PROFETAS Y LOS SACRIFICIOS

Los profetas demuestran que en sus días los requisitos del culto se cumplían con el mayor esplendor posible. Sin embargo, creció la creencia en el poder mágico de la acción cultual. Se generalizó la opinión de que la acción cultual prescrita por la Ley debía cumplirse al pie de la letra, sin que indispensablemente fuera acompañada por contrición de corazón, gratitud y una vida obediente a los verdaderos postulados de Dios. Esto provocó la reacción de los profetas, quienes señalaron en forma determinante que el culto puramente exterior, aunque tuviera un máximo de sacrificio, era desagradable a Dios (Is 1.11s, Jer 6.10s, 7.21s, 14.12; Os 6.6; Am 4.4s, 5.21s; Miq 6.6s). El pueblo, entregado en su gran mayoría a la idolatría, había demeritado los sacrificios negándose a ofrecerlos o contentándose con la mera presentación exterior como un opus operatum.

Dios se complace en los sacrificios, holocaustos y ofrendas, pero solamente cuando estos son motivados por un «corazón contrito y humillado» (Sal 51.19).

LO PROVISORIO DE LOS SACRIFICIOS

En el hecho del sacrificio, la purificación se le concede al hombre porque la culpa del hombre es imputada al animal sacrificado. En otras palabras, sacrificar es realizar una sustitución, una satisfacción vicaria. La sangre sirve para la expiación por ser portadora de la vida (Lv 17.11), pues es la vida de la víctima la que es ofrecida para conservar la vida del alma humana delante de Dios. Sin embargo, la sangre de la víctima es capaz de expiar no por su naturaleza, sino porque Dios en su misericordia lo establece así. La sangre y la vida del animal no son sustituto perfecto y completo para la vida humana. La total sustitución, satisfacción, propiciación y purificación se obtienen solo por la sangre de Cristo (Heb 9.12; 1 Jn 1.7; Ap 1.5).

El Nuevo Testamento señala más detalladamente lo provisorio e imperfecto de la institución del Antiguo Testamento. Cada año debía presentarse un nuevo sacrificio en el día del perdón (Heb 9.25), pues la sangre de machos cabríos o de becerros no podía purificar perfectamente. Por estos sacrificios más bien se hacía memoria de los pecados (Heb 9.12; 10.3). Además, tal institución era imperfecta por cuanto el sumo sacerdote mismo era una persona que necesitaba presentar sacrificios por sus propios pecados antes de hacerlo por los pecados del pueblo (Heb 7.27). Mediante el hecho de que el sumo sacerdote solamente podía entrar una vez al año en el Lugar Santísimo, «el Espíritu Santo daba a entender que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo» (Heb 9.8).

El oficio sacerdotal de Cristo puso fin a todas las imperfecciones sacrificiales antiguas. Con su muerte, los sacrificios sangrientos pasaron a ser innecesarios, porque «somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre» (Heb 10.10). A este sustituto «Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre» (Ro 3.25). (IRA DE DIOS; PROPICIACIÓN; MUERTE; SACRAMENTO; SANTA CENA.)

SADOC

Nombre de por lo menos seis personajes del Antiguo Testamento y uno del Nuevo Testamento.

  1. Sacerdote durante el reinado de David (2 S 8.17), miembro de la casa de Eleazar (1 Cr 24.3). Era vidente (2 S 15.27), hizo alianza con David y después de la muerte de Saúl permaneció fiel a su rey (1 Cr 27.17). Huyó con David durante la rebelión de Absalón (2 S 15.23–29) y, una vez derrotada esta, David lo envió con Abiatar para invitar al pueblo a regresar a su reino (2 S 19.11).
  2. Suegro del rey Uzías y abuelo del rey Jotam (2 R 15.33; 2 Cr 27.1).
  3. Hijo de Baama y firmante del pacto de Nehemías, en el que Israel renovó la alianza con Dios (Neh 10.21). Ayudó en la reparación de los muros de Jerusalén (Neh 4).
  4. Sacerdote, hijo de Imer, que reparó los muros de Jerusalén frente a su casa (Neh 29).
  5. Escriba en los tiempos de Nehemías, encargado con otros de la custodia del lugar donde guardaban los diezmos (Neh 13).
  6. Antepasado de Jesucristo (Mt 14).

SADRAC

ANANÍAS (No. 1 del primer Ananías, Antiguo Testamento).

SADUCEOS, LOS

Partido sacerdotal y aristocrático del judaísmo cuyas doctrinas y prácticas eran opuestas a las de los → FARISEOS.

SU ORIGEN E HISTORIA

Josefo se refiere por primera vez a los saduceos en Antigüedades XIII.x.5–7, donde describe la decisión de Hircano I (rey Macabeo de los judíos, 135–105 a.C.) de aliarse con ellos. De allí se ve que la secta existía antes de dicho reinado.

Antes se pensaba que el nombre se había derivado del sacerdote Sadoc, contemporáneo de David y Salomón (2 S 15.27; 19.11; 1 R 1.8), cuyos descendientes eran considerados como la línea pura (cf. Ez 44.15ss; 48.11) y los conservadores del sacerdocio hasta la rebelión de los Macabeos. Sin embargo, varias dificultades filológicas e históricas obligan a buscar otra explicación. T.W. Manson propone que la derivación del nombre debería encontrarse en la palabra griega, syndikoi, que significaba «autoridades fiscales» en el estado de Atenas desde el siglo IV a.C. En Israel también los saduceos controlaban los impuestos (SANEDRÍN).

Al principio los saduceos no eran un grupo religioso, pero con el tiempo, para defender sus intereses, apoyaron al sumo sacerdote. Hasta la mitad del siglo I d.C. controlaban el sanedrín. Después, al serles quitado el poder secular, primero por los ZELOTES y después por los romanos, desaparecieron del judaísmo.

SU ENSEÑANZA

La mayoría de los SACERDOTES de los primeros siglos (a.C. y d.C.) pertenecían a esta secta, aunque no todos los saduceos eran sacerdotes. Por lo general constituían un núcleo de personas altamente privilegiadas, por ejemplo, comerciantes ricos y funcionarios gubernamentales. Su actitud hacia las TRADICIONES de los padres se centró en el mantenimiento del culto en el templo. Su interpretación de la Ley (aceptaban solo el Pentateuco como autoritativo) giraba alrededor de la ley ritual. Su actitud negativa hacia ciertas doctrinas del Antiguo Testamento se debía, en parte, a la tensión entre ellos y los fariseos, quienes las afirmaban.

Acerca de su doctrina, Josefo (Antigüedades XVIII. I ,4) afirma que «los saduceos enseñan que el alma perece con el cuerpo»; «niegan la continuidad del alma después de la muerte». El Nuevo Testamento es más preciso: señala que los saduceos negaban la resurrección del cuerpo (Mc 12.18, 26; Hch 23.8), y también la existencia de mediadores espirituales entre Dios y el hombre (Hch 23.8). Además, para los saduceos, Dios era casi un «dios ausente» dado que «no puede ni hacer ni prevenir el mal». En cambio el hombre ejerce su libre albedrío para hacer el bien y el mal (Guerras II.xi.14).

Su ideal político era el estado teocrático encabezado por el sumo sacerdote. Por eso veían con sospecha la esperanza mesiánica que amenazaba con derrotar el orden social y político existente. La mayoría del pueblo común los odiaba porque colaboraban con los romanos y sus reyes títeres, porque introdujeron y permitieron algunas costumbres que no eran judías y porque se comportaban entre el pueblo con arrogancia (Antigüedades XX.x.1; Salmos de Salomón 4.2ss).

EN EL NUEVO TESTAMENTO

Varias veces los saduceos se aliaron con los fariseos en oposición a Jesucristo (Mc 11.18, 27; 14.43; 15.1; Lc 9.22). Sin embargo, el conflicto de Jesús con los saduceos se agudizó mayormente en la última semana de su ministerio, cuando su popularidad entre el pueblo (Mc 12.12) parecía amenazar la paz de Jerusalén. En cambio el conflicto entre Jesús y los fariseos, debido a la influencia de estos entre el pueblo común, se advierte desde el principio de su ministerio.

Los cristianos culparon a los saduceos y a los fariseos de la muerte de Jesús (Jn 11.49ss; 18.3, 19ss). Fueron ellos los que más intentaron detener el creciente movimiento de la iglesia primitiva (Hch 4 y 5; 22.5). .

SAETA

Ver. ARCO Y SAETA.

 

SAFÁN

Nombre de tres personajes del Antiguo Testamento.

  1. Hijo de Azalía y nieto de Mesulán, escriba del rey Josías (2 R 3–14).
  2. Padre de Jaazanías (Ez 8.11), quizás el mismo del No.
  3. Varón de la tribu de Gad que habitó en Basán y fue el segundo jefe de los gaditas (1 Cr 5.11, 12).

SAFAT

Nombre de cinco individuos del Antiguo Testamento.

  1. Representante de Simeón entre los espías que Moisés envió a explorar Canaán (Nm 13.2, 5).
  2. Padre del profeta Eliseo (1 R 16).
  3. Hijo de Semaías de la familia de Jeconías y descendiente de David (1 Cr 22).
  4. Jefe gadita en los días de Jotam de Judá (1 Cr 12).
  5. Encargado del ganado de David (1 Cr 29).

SAFIRA

ANANÍAS (No. 1 del segundo Ananías del Nuevo Testamento).

SAJARSE

Herirse uno mismo durante la adoración para captar la atención de los dioses. Esta práctica estaba estrictamente prohibida en el antiguo Israel (Lv 19.28; 21.5; Dt 14.1).

Se practicaba durante el ministerio de Elías. Los sacerdotes de Baal se hirieron con espadas y lanzas (1 R 18.28), pero sus dioses paganos no respondieron.

La tontería de esta práctica es que el cuerpo de Jesucristo ya fue ofrecido en sacrificio por nosotros. Cualquier cosa que añadamos sería un insulto a la redención que Él ya logró a nuestro favor.

SAL

Mineral cristalino (cloruro de sodio) de vital importancia para la alimentación humana y para la industria a través de toda la historia. La sal se sacaba de las rocas al sudoeste del MAR MUERTO y del mismo mar Muerto, llamado así por la ausencia de vida animal y vegetal causada por su alto grado de salinidad (aproximadamente 62%).

Este mar ha sido fuente de sal desde tiempos remotos.

La sal se usaba como condimento en la comida ( Job 6.6 ), en los sacrificios consumados en el altar de Dios ( Lv 2.13 ; Esd 6.9 ; Mc 9.49 ), como ingrediente del incienso sagrado ( Éx 30.35 ), para hacer estéril el campo de los enemigos ( Dt 19.23 ; Job 39.6 ; Sof 2.9 ).

La sal también es símbolo de subsistencia y hospitalidad. Por ser preservativa, es emblema  de incorrupción y perpetuidad. Denota la validez y la duración de un pacto (Nm 18.19; 2 Cr 13.5). La sabiduría es la sal del carácter y la sazón en el lenguaje del creyente (Mc 9.50; Col 4.6). La expresión de Jesús «sois la sal de la tierra» (Mt 5.13) debe entenderse en el contexto de cada pasaje. La sal hace estéril la tierra y en este sentido es emblema de miseria y desolación (Dt 29.23; Jer 17.6). Cuando un ejército tomaba una ciudad, la asolaba y la sembraba de sal. Tal fue el caso de SIQUEM (Jue 9.45). La mujer de → LOT, por dar una mirada codiciosa hacia Sodoma y Gomorra, se volvió estatua de sal (Gn 19.26).

SAL, DE CIUDAD

Situada en la ribera occidental del → MAR MUERTO y cerca de EN-GADI (Jos 15.62). Sin duda su nombre lo debía a los bancos de → SAL que eran comunes en el litoral del MAR MUERTO.

SAL, DE PACTO

Frase del Antiguo Testamento que expresa que un pacto es duradero (Nm 18.19). La sal era un artículo importante en el mundo antiguo. Se utilizaba para sazonar alimentos y también para purificar y preservar ciertas sustancias.

Un pacto de sal indicaba fidelidad y durabilidad. Los nómadas del Medio Oriente todavía comen pan con sal juntos en señal de un pacto fraterno.

SAL, DEL VALLE

Sitio de dos victorias sobre los edomitas: la de David (2 S 8.13; 1 Cr 18.12; Sal 60 título), y más tarde la de Amazías (2 R 14.7; 2 Cr 25.11).

Comúnmente ha sido identificado con la ancha llanura que se extiende unos 14 km hacia el sur desde los peñascos calizos del Acrabim. Limitaba al noroeste con la montaña de sal Jebel Usdum, y terminaba hacia el sudeste en pantanos salados e intransitables.

Las circunstancias relacionadas con la victoria de Amazías parecen indicar un lugar como el wadi el-Milh (Sal) al este de Beerseba, donde está la loma rocosa, tell el-Milh, que domina el sitio.

SALAI

Nombre de dos personas del Antiguo Testamento.

  1. Líder benjamita que vivió en Jerusalén después de la cautividad (Neh 8).
  2. Sacerdote que regresó a Jerusalén después de la cautividad (Neh 12.20). Se le llama Salú en Neh 7.

SALAMINA

Ciudad mayor de Chipre, situada en la llanura costera oriental de la isla.

Era rival de PAFOS, capital romana de la isla, y al fin llegó a tener más importancia que ella. En el siglo I d.C. había en Salamina suficientes judíos para sostener más de una sinagoga. Quizás habían sido atraídos por el floreciente comercio de la ciudad. Bernabé y Pablo predicaron la Palabra de Dios en las varias sinagogas (Hch 13.5).

SALATIEL

Padre de Zorobabel (1 Cr 3.17; Esd 3.2; Neh 12.1; Hag 1.1). Su nombre figura en la GENEALOGÍA DE JESÚS (Mt 1.12; Lc 3.27). Según los textos anotados, Salamina nació en Babilonia. Bajo su nombre no se registra acción alguna digna de la historia. Su ilustre hijo Zorobabel fue uno de las más esclarecidas personas de Israel, y su nombre da brillo al de su padre.

SALCA

Ciudad de Gad situada en el extremo oriental de Basán. Se menciona por primera vez en Dt

3.10 como parte del reino de Og. Cayó ante los israelitas cuando estos conquistaron a Basán (Jos 12.5).

Se conoce hoy como Salkhad, que se halla en un cerro ubicado en el extremo meridional de los montes Hauron.

SALEM

(PAZ).

Antigua ciudad real de MELQUISEDEC (Gn 14.18; Heb 7.1ss), cerca del valle de Save (Gn 14.17). Según Josefo (Antigüedades I.x.2), Salem denota el sitio antiguo de Jerusalén. En Sal 76.2 Salem se menciona en paralelismo con Sion como abreviatura poética de Jerusalén. La identificación tradicional concuerda bien con la ruta que Abraham probablemente siguió al regresar a Hebrón desde Damasco, cuando se encontró con Melquisedec.

Otras tradiciones han ubicado a Salem en las cercanías de Escitópolis o en la región de Siquem, con lo cual la identifican con SALIM de Jn 3.23 (ENÓN).

SALIM

Lugar junto a ENÓN, cerca del río Jordán, donde bautizaba Juan el Bautista porque «había allí muchas aguas», quizás fuentes (Jn 3.23).

El sitio tradicional de Salim (según Eusebio y Jerónimo) se halla 13 km al Salim de Bet-sán.

Algunos eruditos modernos abogan a favor de un lugar 6 km al este de Siquem.

SALISA

Región del monte de Efraín, visitada por Saúl durante la búsqueda de las asnas de su padre (1 S 9.4). Algunos eruditos creen que se trata de Baal-salisa, sitio de donde procedía la persona que llevó panes de cebada a Eliseo, el día en que se realizó un milagro parecido al de la multiplicación de los panes por Jesús (2 R 4.42–44).

SALIVA

Ver. ESCUPIR.

SALMÁN

Soberano, hasta ahora no identificado, que saqueó Bet-arbel (Os 10.14) en tal forma que el profeta usa el incidente como una advertencia para Israel. Algunos han considerado que se trata de un apócope del nombre real asirio Salmanasar, o que se trate del Salamanu, rey de Moab, mencionado en los anales de Tiglat-pileser.

SALMANASAR

Nombre de origen acadio (Sulmano-asarid, el dios de Sulmano es jefe ) que ostentaron varios reyes asirios.

  1. Salmanasar I (1265–1236 a.C.). Primer rey asirio que dejó un relato de sus campañas. Con él se inició el regreso de Asiria al poder después de varios siglos de
  2. Salmanasar II (1032–1021 a.C.). Rey de poca importancia histórica.
  3. Salmanasar III (859–824 a.C.). Rey cuyas hazañas se consideran fundamentales en la constitución del nuevo gran Imperio Asirio. Fue también el primer rey asirio que entró en contacto con Israel. Hasta entonces los asirios habían pasado varias veces al norte de Israel en sus fugaces campañas del Éufrates al Mediterráneo adonde, según ellos, iban a «lavar sus armas»; pero, o no habían tenido interés en establecerse en forma permanente en esas regiones occidentales, o no estaban todavía listos para ello. Este rey sí parecía determinado a

Salmanasar III luchó primero durante tres años contra Damasco (858–856) sin conseguir tomar la ciudad. Tuvo que retirarse debido a que otros menesteres reclamaban su presencia en el este, y fue entonces cuando Ben-adad, rey de Siria, seguro de que Salmanasar regresaría, se apresuró a formar una coalición con sus vecinos. Según los registros asirios ACAB, rey de Israel, contribuyó con 10.000 soldados de infantería y 2.000 carros de guerra. Salmanasar se enfrentó a esta coalición en la famosa batalla de Qarqar en 853 a.C. Aunque Salmanasar alega en sus crónicas haber vencido, lo cierto es que tuvo que retirarse sin el triunfo. La contribución de Acab a la coalición da una idea del poderío de Israel en esa época. Los 125.000 soldados que Salmanasar había preparado para esta ocasión no fueron suficientes para doblegar a sus enemigos, entre ellos Israel.

  1. Salmanasar IV (783–774 a.C.). Hijo de Adadnirari III. Tuvo que mantenerse mayormente a la defensiva para conservar intacto su imperio.
  2. Salmanasar V (727–722). Hijo de TIGLAT-PILESER III. Aunque su reinado fue muy corto, los hebreos, y especialmente los israelitas no iban a olvidarlo muy

Determinado a romper definitivamente la resistencia del reino del norte, sitió durante tres años a Samaria, la capital (2 R 17.1–6; 18.9, 10). Posiblemente fue asesinado cuando ya Samaria había caído o estaba próxima a caer. Su hermano, SARGÓN II, quien lo sucedió en el trono, se atribuyó la rendición de la ciudad.

SALMÓN

Nombre de dos lugares y una persona mencionados en la Biblia.

  1. Cabo de la costa oriental de Creta que se identifica comúnmente con el cabo Sidero, promontorio en el extremo nordeste de la isla. Algunos señalan otro promontorio 24 km más al sur; los nativos lo llaman Plaka, pero los marineros lo llaman cabo Salmone. Pablo pasó «frente a Salmón» en su viaje a Roma (Hch 7).
  2. Descendiente de Judá (Mt 1.4, 5; Lc 3.32). Fue hijo de Naasón, padre de Booz, el marido de Rut y bisabuelo de David (Rt 4.20; 1 Cr 2.11). Según Mt 1.5 se casó con Rahab, de Jericó.
  3. Monte cubierto de vegetación, cerca de Siquem (Jue 9.48). Probablemente se trate del actual Yebel el-kebir. En su ladera está la aldea de SALIM, cerca de la cual Juan bautizaba (Jn 3.23). En el Sal 68.14 se alude a un monte Salmón cubierto de

Quizás sea el mismo monte, pero la identificación no es segura. Muchos creen que se hallaba en Basán.

SALMOS

LIBRO DE LOS SALMOS: El título más común de este libro viene del que se halla en la mayoría de los manuscritos de la Septuaginta, psalmoi, que es traducción griega del título hebreo de 57 de los Salmos, mizmor (o sea, himno, canto), por ejemplo, 3, 4, 5, 6, 15. Otros manuscritos de la LXX usan el apelativo psalterion (de donde viene nuestra palabra «salterio»).

En la sinagoga los judíos usan el nombre tehillim («himnos») o tefilot («oraciones»). Ambos nombres sirven como título apropiado, aunque no encajan, según su carácter, con todos los peomas coleccionados en el salterio.

ESTRUCTURA DEL LIBRO

El salterio consta actualmente de ciento cincuenta salmos, pero debe reconocerse que tal número no refleja precisamente la realidad. Es evidente que el Sal 14, con muy pequeñas variantes, es idéntico al 53; que el 70 es una repetición literal de 40.13–17, y que el 108 se compone de 57.8–11 y 60.7–12. La ordenación numérica en el texto masorético no concuerda con la de la Septuaginta, porque esta une los Sal 9 y 10 en uno e igualmente 114 y 115. Por otra parte, la Septuaginta, también subdivide 116 y 141, cada uno en dos himnos independientes. Esto explica la diferente numeración de algunas versiones. La Vulgata y también versiones modernas de la iglesia católica siguen en este aspecto a la Septuaginta. Hay casos, sin embargo, donde ni la tradición del texto masorético ni la de la Septuaginta parecieran ser correctas; p. ej., el hecho de que en ambas los Sal 42 y 43 aparecen como independientes cuando originalmente deben haber sido uno solo, como lo comprueba el refrán de 42.5 que se repite en 42.11 y 43.5 .

Los Salmos se dividen actualmente en cinco libros, probablemente por analogía con el Pentateuco, y cada libro termina con una doxología. El primer libro contiene los Sal 1–41, el segundo 42–72, el tercero 73–89, el cuarto 90–106 y el quinto 107–150. En este último libro todo el Sal 150 representa la doxología final. Esta agrupación no es cronológica y su importancia es más bien secundaria. Observamos, por ejemplo, que en el centro hay un grupo, el de los Sal 42–83, que por el uso constante del nombre divino Elohim puede figurar como el «salterio elohístico». En los primeros libros predominan los salmos de David, pero los hay dispersos también en los restantes libros, por ejemplo, el Sal 110, citado por Jesús como salmo de David.

Algunos salmos forman pares por la semejanza de su contenido, como 3 y 4; 9 y 10.

Los Sal 111 y 112 fueron juntados por ser ambos alfabéticos. Por otra parte, se agruparon los compuestos por un mismo autor, como los salmos de los hijos de Coré (42–49), y los de Asaf (73–83). Con Sal 56 comienza un grupo de cinco que se titulan → Mictam, término técnico todavía no esclarecido, y como «canciones de subidas» figura el grupo de los Sal 120–134, que los peregrinos cantaban al dirigirse a Jerusalén para asistir a las grandes fiestas culturales. Tanto en el cuarto como en el quinto libro predomina el nombre Jehová; en el primero de estos aparece ciento tres veces y nunca aparece Elohim.

El final del salterio lo forman los cinco salmos de «Aleluya». De todo esto resulta que la agrupación de los salmos y su distribución obedece a distintos criterios, pero es indudable que la formación de este himnario se comenzó en los tiempos de David. Según 2 Cr 23.18 durante  el reinado de Josías había una colección de los salmos de David.

El siguiente paso para comprender mejor el proceso de la agrupación de los Salmos puede  ser este: el primer libro (1–41) se presenta como una colección escrita por David, con excepción de 1 y 2 que son anónimos y forman la introducción. El segundo libro se inicia con ocho salmos de David, y en él son anónimos el 66, 67 y 71, el 50 se le atribuye a → ASAF y el 72, según el título, se le atribuye a Salomón. Las palabras finales de este último, «Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí», indican que, según la opinión del redactor final, lo precedente es el himnario compuesto y arreglado por David, y los siguientes son suplementos confeccionados por otros autores y en otras épocas.

El tercer libro, que es el primero de estos suplementos (73–89) contiene composiciones de poetas levíticos. Estas son: once salmos de Asaf, contemporáneo de David (y bajo su nombre podemos incluir también a sus descendientes), cuatro de los hijos de Coré, uno de Etán y uno de David.

Si los primeros dos libros pueden llamarse «el salterio de David» y el tercero, es decir el primer suplemento, «el salterio de Asaf» (aunque varios de sus autores hayan vivido después de Asaf), estos podrían ser los libros a que se refiere el cronista (2 Cr 29.30): «Entonces el rey Ezequías y los príncipes dijeron a los levitas que alabasen a Jehová con las palabras de David y Asaf vidente».

Queda un problema difícil de explicar: ¿Por qué David no incluyó en su propio salterio sus dieciocho salmos repartidos ahora en los últimos dos suplementos. Sin embargo, no es posible negar la paternidad davídica de estos salmos sencillamente porque no figuran en el salterio propio de David. Solo se sabe que redactores posteriores lo incluyeron en estos suplementos finales. El segundo de los tres suplementos (90–106) consiste (además del Sal 90) de catorce himnos relativamente cortos, que son los himnos para la mañana y la tarde de una semana, y tres más largos, en su mayoría anónimos, que probablemente datan de la época de Jeremías (ca 600 a.C.).

El último suplemento, que quizá se redactó después del cautiverio (107–150), se agrupa alrededor del salmo alfabético 119, el cual contiene veintidós estrofas de ocho versículos cada una, las cuales comienzan con una letra respectiva del alfabeto hebreo, que a su vez tiene veintidós letras. Este salmo va precedido por seis de alabanzas (113–118) para fiestas litúrgicas, los cuales todavía los judíos ortodoxos repiten en la tarde de la Pascua, y seguido por quince canciones de subidas (120–134) destinadas para las peregrinaciones anuales a Jerusalén.

Estos tres grupos están enmarcados por los salmos alfabéticos (111 y 112) y los levíticos (135–137), pero el marco se completa primero por los salmos de David ( 108–110 ; 138–145)  y finalmente por el salmo del regreso (107) y los cinco de Aleluya (146–150). Los Sal 126 y 137, que son del cautiverio, demuestran que este tercer suplemento (el quinto libro del salterio) fue el último en componerse.

SALMOS: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza

 

1.- HIMNOS DE ALABANZA Y LITURGIAS

La gloria del Señor está en total, Salmo 8

Para vergüenza de los impíos, el Señor Salmos 14

El Señor es el Rey de Gloria Salmo 24

La voz del Señor es poder os ay majestuosa Salmo 29

El Señor es soberano en la creación y en la historia Salmo 33

Dios es la poder os a fortaleza de su pueblo Salmo 46

Dios es el gran Rey sobre toda la tierra Salmo 47

Dios es el gran Rey en Sion. Salmo 48

Dios es el juez justo de su pueblo Salmo 50

Dios salva y sostiene a su pueblo Salmo 65

Que todos los pueblos alaben a Dios Salmo 67

Dios es la fortaleza y el poder de su pueblo Salmo 68

Canten alabanza a Dios por su juicio justo Salmo 75

Dios es majestuoso cuando juzga Salmo 76

Dios guía a su pueblo a un cuando se extravía Salmo 78

Dios quiere que su pueblo lo alabe y lo obedezca Salmo 81

Dios heredará todas las naciones Salmo 82

Los que habitan en la casa de Dios son bendecidos Salmo 84

La salvación de Dios está cerca de los que le temen Salmo 85

La ciudad de Dios es gloriosa Salmo 87

El Señor nuestro Rey está vestido de majestad Salmo 93

El Señor es el gran Rey sobre todos los dioses Salmo 95

El Señor nuestro Rey es grande y sele debe mucha alabanza Salmo 96

El Señor nuestro Rey está exaltado sobre todos los dioses Salmo 97

El Señor nuestro Rey salva y juzga Salmo 98

El Señor nuestro Rey es santo Salmo 99

Agradézcanle al Señor y alaben su nombre Salmo 100

Caminen delante de Dios con corazón perfecto Salmo 101

Alaben al Señor por todos sus beneficios Salmo 103

El Señor provee todo lo que sus criaturas necesitan Salmo 104

El Señor siempre es fiel a su pueblo Salmo 105

El Señor salvó a su pueblo una y otra vez Salmo 106

El Señor siempre es fiel a su pacto Salmo 111

Alaben el nombre del Señor Salmo 113

Dios sacó a Israel de Egipto mediante su milagroso poder Salmo 114

Los ídolos no son nada pero el Señor lo es todo Salmo 115

Que todos los pueblos alaben al Señor Salmo 117

Alaben al Señor por su maravillosa salvación Salmo 118

Alaben al Señor por su maravillosa Palabra Salmo 119

Nuestra ayuda viene solamente del Señor Salmo 121

Alegraos cuando vayáis a la casa del Señor Salmo 122

Buscad la misericordia del Señor Salmo 123

El Señor está de parte de su pueblo Salmo 124

El Señor rodea a su pueblo con su protección Salmo 125

El Señor saca a su pueblo del cautiverio Salmo 126

El Señor vence a los enemigos de su pueblo Salmo 129

Que todos los siervos del Señor lo alaben Salmo 134.

El Señor hace lo que quiere Salmo 135

La misericordia del Señor dura para siempre Salmo 136

Alaben el nombre del Señor para siempre Salmo 145

Alaben al Señor por su Palabra sustentadora Salmo 147

Alaben al Señor desde los cielos y desde la tierra Salmo 148 Que el pueblo del Señor le cante alabanzas Salmo 149

Que todo lo que tiene aliento alabe al Señor Salmo 150

 

2.- LAMENTOS INDIVIDUALES Y COLECTIVOS

Señor levántate y sálvame Salmo 3

Dios apiádate de mí y es cucha mi oración Salmo 4

Señor, es cucha la voz de mi lamento Salmo 5

Sáname Señor Salmo 6

Señor, sálvame De todos los que me persiguen Salmo 7

Levántate, Señor, no permitas que prevalezca el ser humano Salmo 9

Señor, ¿porqué estás tan lejos? Salmo 10

El Señor prueba a los justos Salmo 11

Que el Señor destruya la lengua jactanciosa Salmo 12

Señor, ¿por cuánto tiempo esconderás tu rostro de mí? Salmo 13

Señor, libra mi vida de los malvados Salmo 17

Dios mío, Dios mío, ¿Porqué me has desamparado? Salmo 22

Dios mío, no dejes que los enemigos triunfen sobre mí Salmo 25

Vindícame, Señor Salmo 26

No me dejes ni me abandones, Dios de mi salvación. Salmo 27

Señor mi roca, note quedes callado Salmo 28

Señor, queja más se a avergonzado Salmo 31

Señor, lucha contra los que luchan contra mí Salmo 35

No hay temor de Dios ante la vista de los malvados Salmo 36

Señor no me reprendas en tu furor Salmo 38

Señor, no te quedes callado ante mis lágrimas Salmo39

Señor, ten misericordia de mí y levántame Salmo 41

Alma mía, ¿porqué estás abatida? Salmo 42

Dios, defiende mi causa contra una nación impía Salmo 43

Dios, redímenos por tus misericordias Salmo 44

Dios, borra mis transgresiones Salmo 51

Hombre poderoso, ¿porqué te glorías en el mal? Salmo 52

Dios, sálvame por tu nombre Salmo 54

Dios, no te escondas de mi súplica Salmo 55

Dios, derriba en tu furor a los pueblos Salmo 56

Apiádate de mí, Dios, apiádate de mí Salmo 57

El veneno de los malvados es como el veneno de una serpiente Salmo 58

Líbrame de mis enemigos, Dios mío Salmo 59

Dios, Tú nos has desechado Salmo 60

Mi alma, solamente espera en silencio por ti Salmo 62

Di os, te buscaré temprano Salmo 64

Sálvame, Dios, porque las aguas me han llegado hasta el cuello Salmo 69

Apresúrate, Dios, a socorrerme Salmo 70

Señor, queja más se a avergonzado Salmo 71

Dios, ¿Porqué nos has echado para siempre? Salmo 74

¿Acaso Dios se ha olvidado de ejercer gracia? Salmo 77

Dios, las naciones han arruinado a Jerusalén Salmo 79

Restáuranos, Señor Dios de las huestes Salmo 80

Dios, no guardes silencio Salmo 83

Escúchame, Señor, porque estoy necesitado y soy pobre Salmo 86

Señor, he llorado ante ti de día y de noche Salmo 88

Señor, hemos sido consumidos por tu ira Salmo 90

Señor, ¿por cuánto tiempo triunfarán los malvados? Salmo 94

Señor, respóndeme rápidamente Salmo 102

Dios, ¿acaso no eres tú el que nos desechó? Salmo 108

Note quedes callado, Dios de mi alabanza Salmo 109

En mi aflicción clamé al Señor Salmo 120

Señor, de lo profundo te he llamado Salmo 130

Lloramos, en las orillas de los ríos de Babilonia, al recordar a Sion Salmo 137

Líbrame, Señor, de los malvados Salmo 140

Señor, guarda mi boca Salmo 141 Con mi voz clamo al Señor Salmo 142

Revíveme, Señor, por amor a tu nombre Salmo 143

 

3.- CÁNTICOS INDIVIDUALES DE AGRADECIMIENTO

El Señor es mi pastor Salmo 23

Te exaltaré, Señor, porque me has levantado Salmo 30

Bendito aquel cuyas transgresiones ha sido perdonadas Salmo 32

Bendeciré al Señor en todo momento Salmo 34

El Señor ha puesto un nuevo cántico en mi boca Salmo 40

Toda la tierra, aclame a Dios con alegría Salmo 66

Es bueno darle gracias al Señor Salmo 92

Que lo digan los redimidos del Señor Salmo 107

Amo al Señor porque ha escuchado mi voz Salmo 116

Te alabaré con todo mi corazón Salmo 138

Pruébame, Dios, y conoce mi corazón Salmo 139

Cantaré alabanzas a mi Dios mientras viva Salmo 146

 

4.- SALMOS REALES

Él me ha dicho: «Eres mi hijo» Salmo 2

El Señor da mucha liberación a su rey Salmo 18

Ahora sé que el Señor salva a su ungido Salmo 20

Señor, el rey se deleitará en tu fortaleza Salmo 21

Tu trono, Dios, es para siempre Salmo 45

Dios prolongará la vida del rey Salmo 61

El rey se regocijará en Dios Salmo 63

Dios, dale tus juicios al rey Salmo 72

Nuestro rey le pertenece al Santo de Israel Salmo 89

El Señor le dijo a mi Señor: «Siéntate a mi diestra» Salmo 110

Señor, recuerda a David y todas sus aflicciones Salmo 132

Bendito sea el Señor roca mía, que adiestra mis manos para la guerra Salmo 144

 

5.- SALMOS DE CONFIANZA Y SABIDURÍA

El deleite de los justos es la Ley del Señor Salmo 1

Bendeciré al Señor que me ha dado consejo Salmo 16

Confía en el Señor y haz el bien Salmo 37

Mi boca hablará sabiduría Salmo 49

He puesto mi esperanza en el Señor Salmo 73

El Señor es mi refugio y mi fortaleza Salmo 91

Bendito aquel que teme al Señor Salmo 112

Los niños son la herencia del Señor Salmo 127

Bendito aquel que anda en sus caminos Salmo 128

Espera, oh Israel, en Dios Salmo 131

Cuán bueno es que los hermanos habiten juntos en armonía Salmo 133

AUTOR Y FECHA

Según los epígrafes del texto hebreo, setenta y tres salmos se atribuyen a David, dos a Salomón (72 y 127), doce a Asaf (ya se mencionó que en este nombre deben incluirse también sus descendientes), once a los hijos de CORÉ , y uno a cada uno de los siguientes: Moisés, Etán, HEMÁN y JEDUTÚN. De los restantes cuarenta y nueve salmos anónimos, la Septuaginta atribuye doce más a David y otros a Jeremías, Hageo y Zacarías. Según 1 Cr 16, también los salmos anónimos 96 y 105 son de David, y lo mismo considera el Nuevo Testamento (Hch 4.25 y Heb 4.7) respecto de los salmos anónimos 2 y 95.

La mayoría de los críticos tendían hasta hace poco a restar crédito a los títulos que se han conservado en los salmos y atribuían la mayoría de los salmos al tiempo de los Macabeos. Wellhausen dudaba que hubiera un solo salmo escrito antes del cautiverio.

Pero su tesis de que cada himno del salterio es posterior al cautiverio, porque Salmos fue el himnario de la congregación israelita posterior al cautiverio, ya es considerada insostenible. Se ha hecho general considerar que la mayoría de los salmos, especialmente los individuales, existían ya antes del cautiverio. Por lo menos, se admite la probabilidad de que ca. 300 a.C. el libro ya estaba terminado.

También el argumento de que los salmos con términos como «santuario», «casa de Jehová», «templo de Jehová» no podrían ser de David, porque el templo se construyó después de David, ha resultado inválido. Se sabe que los términos mencionados no solamente se refieren  al templo sino también al tabernáculo, de modo que en estos salmos puede tratarse de tales referencias. Nada obstaculiza, entonces, la aceptación de los títulos que atribuyen estos salmos a David. Es innegable que este era poeta y músico (1 S 16.18; 2 S 1.17; 3.33; 6.15; 23.1s; Am 6.5) y que según la tradición histórica tuvo una destacada actuación en el arreglo musical del culto (1 Cr 13.8; 15.16–24; 16.4; 23.5; 25.2; 2 Cr 23.18; 29.15–30; Esd 3.10; Neh 12.24).

Una prueba más son los epígrafes mismos de muchos de los salmos. Algunos de ellos apuntan a la circunstancia histórica que motivó la escritura de algunos salmos y los detalles al respecto los confirman los libros de Samuel. En muchos casos la descripción corresponde a una circunstancia concreta en la vida de David, la cual armoniza ampliamente con el contenido de los respectivos salmos.

MARCO HISTÓRICO

Algunos de los salmos que David escribió son fruto de experiencias reales. Por ejemplo, al Salmo 3 se le llama «Salmo de David, cuando huía de delante de Absalón su hijo» (véanse también 51, 52, 54, 56, 57, 59).

Pero otros parecen ser salmos generales que no surgieron necesariamente de un hecho determinado (53, 55, 58). Conocer el marco histórico de un salmo puede ayudar al estudiante a interpretarlo correctamente y aplicarlo a la vida diaria.

APORTE A LA TEOLOGÍA

Pudiéramos decir que los salmos son una descripción de la manera en que respondemos a Dios. A veces se presenta a Dios en plena majestad y gloria. Nuestra respuesta entonces es de asombro, sobrecogimiento y temor: «Reinos de la tierra, cantad a Dios» (68.32). Pero otros salmos pintan a Dios como Señor amante que participa en nuestra vida. Nuestra tendencia en ese caso es acercarnos a su solaz y amparo: «No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo» (23.4) Dios es el mismo en ambos salmos. Pero nuestra reacción ante Él se ajusta a nuestras circunstancias.

Otros salmos pudieran catalogarse mejor como clamores contra Dios y las circunstancias que como respuesta a la percepción de su gloria y presencia. El salmista reconoce que a veces siente que Dios y sus amigos lo han abandonado (88). Sufre por las calumnias que lanzan contra él sus acusadores (109). Entonces invoca a Dios para que los arrase con su ira (59). No importa lo que digamos sobre los salmos, hay que reconocer que presentan la realidad del corazón humano, la manera en que a veces reaccionamos ante los problemas y las injusticias de la vida.

Pero aun en estos fuertes salmos de lamentación, el salmista nunca se entrega a la desesperación. El hecho de que lancemos protestas a Dios es demostración de esperanza en Dios y su sentido de la justicia. Esto tiene un importante mensaje para todos los creyentes. Podemos expresarle a Dios todos nuestros sentimientos, por negativos o llenos que reproches que sean. Y podemos estar totalmente seguros de que nos oirá y nos comprenderá. El salmista nos enseña que la oración más profunda es el grito que lanzamos cuando nos encontramos abatidos por los problemas de la vida.

Los salmos hablan mucho de la persona y obra de Jesucristo. El Salmo 22 contiene una extraordinaria profecía de la crucifixión del Señor. Jesús citó este salmo al morir en la cruz (Sal 22.1; Mt 27.46; Mc 15.34). Otras profecías mesiánicas de los salmos que se cumplieron en la vida de Cristo son: sería un sacerdote del tipo de Melquisedec (Sal 110.4; Heb 5.6), oraría por sus enemigos (Sal 109.4; Lc. 23.34), y su trono sería eterno (Sal 45.6; Heb 1.8).

OTROS PUNTOS IMPORTANTES

Partiendo de los tipos de salmos conocidos en otras religiones, algunos eruditos, empezando con Hermann Gunkel, han identificado géneros parecidos en el Antiguo Testamento. Hoy es común reconocer los siguientes géneros:

LAMENTACIONES O SÚPLICAS

Este (y no los himnos de alabanza) es el género que domina el libro de Salmos (a pesar del título del libro). En este género un individuo o la comunidad expone su sufrimiento ante Dios, y se refiere a enfermedad, opresión de enemigos, guerras, peste, hambre, sequía, destierro, pérdida de la presencia de Dios y muerte: todo lo que puede indicar la ira de Dios sobre el pecador. Pero también a veces hay apelaciones por inocencia e insistencia en que el sufrimiento no siempre es por causa del pecado humano y la ira divina (Sal 44; 69; 73).

La estructura de los salmos de este género no es invariable, pero sus partes ordinarias son la queja, la petición y la conclusión. A veces se empieza o se termina con una nota de alabanza o acción de gracias.

Las súplicas individuales son: Sal 5; 6; 7; 9; 10; 13; 17; 22; 25; 26; 28; 31; 35; 36; 38; 39; 42; 43; 51 ; 54; 55; 56; 57; 59; 61; 63; 64; 69 ; 70; 71 ; 86; 88; 102; 109; 130; 140; 141; 142; Las súplicas colectivas son Sal 12; 44; 58; 60; 74; 77; 79; 80; 83; 85; 90; 94; 106; 108; 123; 126.

HIMNOS

Este es el género que le dio al libro su nombre, tal vez porque aun en las Lamentaciones y súplicas la gloria y alabanza a Dios representan el fin de la oración (Nótese cuántas súplicas terminan con alabanza o incluyen un voto de sacrificio y acción de gracias) o por la estructura misma del libro (con seis himnos al final, 145–150).

Los himnos son fáciles de identificar, pues cantan gozosamente la alabanza a Jehová. Además, tienen una estructura que usualmente consiste de introducción (una invitación a la alabanza), cuerpo (los motivos de la alabanza) y conclusión (invitación a la alabanza repetida). El gozo del salmista en su Dios es tal que tiene que expresarse, animando a otros a participar con él en la plenitud de vida. La alabanza es, pues, la expresión más alta de vida y amor, mientras que la ausencia de alabanza es característica de la muerte y del Sheol (6.5; 30.9; 88.10–12; 115.17).

Los salmos acerca de la realeza de Jehová representan un tipo particular de himno (47; 93; 96-99), caracterizado por la expresión «Jehová reina», que recalca el REINO DE DIOS sobre el mundo y la historia.

Otro tipo particular de himno son los «cánticos de Sion» (Sal 46; 48; 76; 84; 87; 122; 137), que hacen hincapié en la elección y la hermosura de Jerusalén. Los demás himnos son: Sal 8;  19 ; 29; 33; 100; 103; 104; 105; 111; 113; 114 ; 11; 135; 136; 145; 146; 147; 148; 149; 150 .

ACCIONES DE GRACIAS

Las acciones de gracias puede ser individual (18; 30; 32; 34; 40; 41; 92; 107; 116; 138) o colectivas (65; 66; 67; 68; 118; 124), pero siempre celebran las misericordias recibidas de Jehová. No siguen una estructura definida, pero incluyen una narración que cuenta las penas sufridas y la acción salvadora de Dios.

SALMOS DE CONFIANZA

Estos pueden ser individuales (3; 4; 11; 16; 23; 27; 62; 121; 131) o colectivos (115; 125; 129) e incluyen algunos de los salmos más apreciados. Es el único género que no encuentra paralelo en las religiones de los pueblos vecinos de Israel. Este hecho seguramente se debe a la revelación singular de Dios atestada en su PACTO. Así que la fe o confianza viene  (como testifica Pablo) por la palabra revelada (Ro 10.17). La Reforma empezó cuando Lutero en su estudio de los Salmos (1513–15 d.C.) aprendió el significado bíblico de la fe y de la JUSTICIA, y comprendió la enseñanza del Nuevo Testamento sobre la JUSTIFICACIÓN por la fe.

SALMOS REALES

Estos son 2; 20; 21; 45; 72; 89; 110; 132; 144. Todos tienen en común el motivo del rey y representan varias circunstancias en la vida de los reyes que gobernaron en Judá (o, en el caso del Sal 45, en Israel). Hablan de su coronación (2; 72), sus guerras (20; 21; 144), sus derrotas (89), sus bodas (45) y sus funciones cultuales (110; 132). Junto con el Sal 22, muchos de estos salmos reales cultivaron la esperanza mesiánica en Israel, puesto que ningún rey histórico pudo cumplir todas las descripciones y aspiraciones expresadas en estos salmos (especialmente 2; 45; 72; 110).

Es por ello que (con tanta razón) muchos son citados en el Nuevo Testamento y en la interpretación tradicional de la iglesia como salmos mesiánicos. El lenguaje de estos salmos refleja muchas veces el estilo hiperbólico de las cortes en los grandes imperios paganos. El Espíritu Santo guió a los autores humanos a utilizar este lenguaje en el contexto de la vida israelita, para demostrar que las afirmaciones sobre la deidad del rey (Sal 45.6) y el logro de  un reino universal y eterno (Sal 2; 72) solo podrían cumplirse literalmente en la venida del Mesías.

Por supuesto, después de la promesa de Dios a David (2 S 7), los israelitas no sabían cuál hijo de David sería el rey que cumpliría las promesas mesiánicas.

SALMOS DIDÁCTICOS O SAPIENCIALES

Este género ( Sal 1; 37; 49 73; 78; 91; 101; 112; 119; 127; 128 ; 133; 139) es muy semejante al de los libros sapienciales del Antiguo Testamento, tanto en sus temas predilectos (la ley, la felicidad verdadera, la retribución) como en su estilo. Representan más instrucción que oración y nos hacen recordar que la Palabra de Dios es la base de la oración eficaz (Jn 15.7).

ENSEÑANZAS PROFÉTICAS

Estas incluyen Sal 14 (53); 50; 52; 75; 81; 82; 95; y, como los sapienciales, representan más enseñanza que oración. Pero en estos casos los énfasis y los estilos son más parecidos a los oráculos de los → PROFETAS.

SALMOS LITÚRGICOS

Los Salmos 15; 24; 134 tienen un carácter dialogal y se limitan obviamente al →CULTO.

SALMOS IMPRECATORIOS

Para muchos lectores modernos el problema más agudo en los Salmos lo constituyen los textos donde el autor pide que Dios castigue a sus enemigos, pues pareciera que Cristo supera esta actitud cuando pide perdón para sus enemigos (Lc. 23.34) y enseña que sus discípulos hagan lo mismo (Mt 5.44; Lc. 6.28; cf. Hch 7.60). Sin embargo, es importante notar que Cristo y sus apóstoles también insistieron en el carácter santo, justo y veraz de Dios (Jn 1.5; cf. 4.8, 16). El hombre que rechaza el perdón y persiste en el pecado, inevitablemente sufre el juicio de  Dios (Ro 2.5–11; Gal 6.7), y aun el cristiano que ora «santificado sea tu nombre, venga tu reino», también está pidiendo (en forma general) que Dios juzgue a los que persisten en el pecado (Mt 13.40–43, 47–49; Ap. 11.15–19). Solo a la luz del cumplimiento escatológico del juicio divino sobre los enemigos de Dios el cristiano no reclama la retribución en esta vida (2 Ti 4.14).

Es importante notar también que los salmos imprecatorios representan un avance muy marcado sobre la práctica de la VENGANZA personal e injusta (Gn 4.23, 24) o aun sobre el castigo legal y justo (Éx. 21.24). Son oraciones elevadas por verdaderos hombres que, acosados por enemigos implacables (Sal 56.57), resisten la tentación de la venganza personal por expresar en la presencia en la presencia del Dios justo la hostilidad personal (Lc. 18.6–8).

Los salmos mismos muestran la excelencia de la oración por los enemigos (109.4, 5), y que la imprecación debe dirigirse particularmente contra el pecado y no contra los hombres (7.9). Por lo general, los salmistas solamente pedían que Dios cumpliera lo que había prometido en su PACTO (Gn 12.3; Sal 89.22, 23) y por medio de sus profetas (Sal 137.7–9; Is 13.16). La imprecación más ferviente y asombrosa probablemente sea la maldición que implora el salmista sobre los enemigos (109.6–20), y en el Nuevo Testamento se cita como escritura inspirada que se cumplió en la muerte de Judas (69.25; 109.8; Hch 1.15–20).

El cristiano no puede negar ni la INSPIRACIÓN divina ni la utilidad práctica de los salmos imprecatorios (Hch 1.16; 2 Ti 3.15–17). Sin embargo, esta conclusión no implica necesariamente que estos salmos deban aceptarse como la norma más alta de la oración. Dios inspiró los salmos para el uso de todo su pueblo en todo lugar y en toda época, y no sola para algunos pocos santos que siempre pueden superar los sentimientos de venganza con un amor perfecto (Ro 12.19–21). Además aun para el santo, los salmos imprecatorios pueden servir como estímulo para una vida más apegada a la justicia (2 Ti 3.16) y la evangelización agresiva (las cuales a menudo desatan persecución; Mt 5.10–12; 2 Ti 3.10–12).

SALOMÉ

Forma femenina de «Salomón».

  1. Galilea seguidora de Jesús. Evidentemente era esposa de Zebedeo y madre de los apóstoles Juan y Jacobo (Mt 27.56; cf. Mt 20.20–23; Mc 15.40 y 16.1). Sin duda formaba parte del grupo de mujeres que servían a Jesús en Galilea (Lc 8.1–3) y que presenciaron su muerte en la cruz (Mt 27.56).
  2. Hija de HERODÍAS por parte de su primer marido Herodes Felipe. Danzó ante HERODES Antipas (Mt 14.6; Mc 6.22). Su nombre no se menciona en el Nuevo Testamento pero Josefo la identifica (Antigüedades XVIII.v.4).

SALOMÓN

(EL PACÍFICO).

Tercer rey de Israel (ca. 971–931 a.C.) y segundo de los cinco hijos que David tuvo de Betsabé (1 Cr 3.5; 14.4; 2 S 5.14; 12.24). No figura en la historia bíblica sino hasta los últimos días de David (1 R 1.10ss), a pesar de haber nacido en Jerusalén en el inicio del reinado de David (2 S 5.14), bajo un pacto eterno de Dios (2 S 7.12–15). Antes de su nacimiento Dios lo había designado sucesor de David (1 Cr 22.9, 10).

Aunque David prometió a Betsabé que Salomón sería su sucesor (1 R 1.13, 17), la sucesión no se anunció oficialmente sino hasta después del intento de Adonías de proclamarse rey, por ser el mayor de los hijos sobrevivientes (2 S 3.4; 1 R 1.5–10, 24–27). En respuesta a las instancias de Natán y Betsabé, David pronto intervino y mandó que Salomón fuese ungido y puesto en el trono (1 R 1.32–52). Salomón fue de nuevo proclamado y ungido rey por David, formal y públicamente, poco antes de la muerte de este; tenía entonces apenas veinte años (1 Cr 28.1; 29.22; 1 R 2.1–12; 3.7). David le dio instrucciones solemnes en cuanto a su trabajo como sucesor y edificador del TEMPLO.

Aunque Salomón subió al trono como primer rey de una dinastía sin el «carisma» de sus antecesores (por ejemplo, los jueces, Saúl y David), Dios le dio sabiduría especial por haber pedido «un corazón entendido para juzgar y gobernar a este pueblo tan grande» (1 R 3.3–28).

Por haber sobrepasado en sabiduría a sus contemporáneos de Egipto, Arabia, Canaán y Edom, Salomón fue reconocido como el gran impulsor de la literatura de sabiduría israelita.  En ningún otro tiempo de la monarquía hubo tanta oportunidad de contactos internacionales, ni tanta abundancia y paz como para inspirar obras literarias. Salomón tomó la iniciativa en este movimiento, coleccionando y componiendo miles de proverbios y cánticos (1 R 4.29–34). Además de sabiduría, Dios le dio honores y riquezas; a su corte llegaban representantes de otras naciones, entre los cuales figuró la reina de Sabá (1 R 10.1–15; 2 Cr 9.1–12, 23).

Con la caída del monopolio egipcio en el comercio con Etiopía y Somalia, Salomón pudo controlar las caravanas comerciales desde TIFSA y TADMOR en el norte hasta Gaza y Ezión- geber en el sur, donde hacían conexiones con sus naves. Contaba con marineros de Hiram de Fenicia e importaba madera de sándalo para los balaustres de la casa de Jehová y las casas reales. Es probable que Salomón se haya dedicado a este comercio lucrativo en el curso del desarrollo de su propio ejército.

Comenzó la construcción del templo en el cuarto año de su reinado (966 a.C.). Para ello consiguió cedro y personas hábiles de Hiram de Fenicia y terminó la obra en el décimo primer año de sus funciones. En esta ocasión Dios se le apareció por segunda vez, y le prometió poner su nombre en el templo para siempre y afirmarlo en el trono de Israel perpetuamente si guardaba los mandamientos de Jehová, de acuerdo con el pacto hecho anteriormente con David. Si no, Israel sería maldito y esparcido sobre la faz de la tierra y el templo destruido, aunque el pacto con David siempre quedaría en pie y se cumpliría en Jesucristo.

Al construir el templo, Salomón siguió la política de David, quien había traído el arca a Jerusalén para ligar el estado con el orden anfictiónico, y había unido la comunidad secular con la religiosa bajo la corona. Samuel había rechazado a Saúl y había roto con él; Salomón rompió con Abiatar.

Después de terminar el templo, Salomón erigió en trece años un palacio espléndido con otras tres construcciones que formaban parte de este (1 R 7.1–8). Para la construcción de estos edificios, Salomón se aprovechó de su alianza con Hiram, rey de Tiro (ca. 969–936 a.C.), a quien le daba trigo y aceite de olivo a cambio de piedras, madera y obreros capaces (1 R 5.1–12; 2 Cr 2.3–16).

Salomón aseguró la defensa nacional construyendo ciudades clave fortificadas, las cuales convirtió en bases militares (1 R 9.15–19; 10.26; 2 Cr 9.25). En ellas mantuvo en pie un ejército de 12.000 hombres y 1.400 carros para defenderse ante cualquier invasión y para sofocar levantamientos internos o combatir vasallos rebeldes.

Salomón terminó con la independencia de las tribus israelitas y unió a la nación bajo un gobierno central por medio de una reorganización del país en doce distritos administrativos bajo doce gobernadores (1 R 4.7–19). Esto le permitió conseguir mayores ingresos y poder cubrir los crecientes gastos que no se cubrían con los tributos regulares. Cada distrito debía proporcionar provisiones para la corte durante un mes al año (1 R 4.27). Y para solucionar la falta de fondos y obreros para sus numerosos proyectos, Salomón continuó la política de David: sometió a trabajos forzados a los pueblos conquistados (1 R 9.20–22; 2 Cr 8.1–18). Los  esclavos trabajaban en la fundición de Ezión-geber y en las minas de Arabá bajo condiciones inhumanas. La situación financiera llegó a ser tan desesperada después de los primeros veinte años que Salomón tuvo que ceder veinte ciudades de Galilea a Hiram, rey de Tiro, por no haber podido pagar los ciento veinte talentos de oro que este le había prestado (1 R 9.10–14).

Al tomar para sí mismo caballos, mujeres y oro en abundancia, cosa que Dios prohibió en Dt 17.16, 17 y que posteriormente los profetas del siglo VIII censuraron, Salomón cedió a las tentaciones que resulta de la excesiva prosperidad.

No obedeció la segunda amonestación de Dios (1 R 9.1–9; 2 Cr 7.11–22), se volvió orgulloso, se entregó a los placeres carnales y se olvidó del Dios a quien tanto amó al principio (1 R 3.3). Por sus abominables idolatrías y por complacer a sus numerosas esposas extranjeras (1 R 11.1–8; Neh 13.26), Dios le anunció que lo castigaría dividiendo el reino entre su hijo Roboam y Jeroboam I (1 R 11.9–40).

Los cuarenta años de reinado de Salomón (971–931 a.C.) fueron en su mayor parte pacíficos con la excepción de algunos disturbios promovidos por Adad, Rezón y Jeroboam I (1 R 11.14– 43). (PROVERBIOS; CANTAR DE LOS CANTARES; ECLESIASTÉS.)

SALTEADOR

Ver. LADRÓN.

SALTERIO

Palabra con dos significados en la terminología bíblica y religiosa.

  1. Traducción más frecuente de la palabra hebrea nebel (Sal 33.2; 57.8; 144.9) que se aplica a un instrumento de cuerdas cuya descripción exacta resulta aún muy incierta por la falta de material arqueológico (MÚSICA). Se piensa que era una especie de arpa triangular de madera, o un laúd semejante al nefer de los egipcios o al santir de los persas y árabes, el cual se ejecutaba con los dedos, sin utilizar púas (cf. 1 S 23).

Precisamente el verbo griego psallo significa «pulsar». Aunque el nombre delata el origen extranjero del instrumento, su empleo en toda el área del Mediterráneo oriental durante el primer milenio a.C. es evidente.

La palabra también suele ser traducción del arameo psanterin (Dn 3.5, 7, 10, 15), nombre de uno de los instrumentos de la orquesta de Nabucodonosor. En unas 25 referencias aparece asociado con el ARPA (Sal 108.2; 150.3), lo cual pareciera implicar que eran instrumentos complementarios y que probablemente el salterio hacía las veces de bajo. Es evidente que David ejecutaba ambos instrumentos, y que el salterio se empleaba tanto en celebraciones religiosas (1 R 10.12; 1 Cr 15.16) como seculares (cf. Is 5.12).

  1. Nombre que también se da al libro de los

SALTÓN

Ver. LANGOSTA.

SALUDO, SALUTACIÓN

Saludar es traducción del verbo hebreo barak (bendecir) y del griego aspadzesthai (acoger con gozo, abrazar). También lo es del substantivo hebreo shalom (paz, bienestar) y las formas verbales griegas   y   (regocijar).

Para los hebreos, el saludo tenía efectos bienhechores sobre la persona saludada (por tanto, era indispensable en las EPÍSTOLAS), pero solo si esa persona era digna del saludo (cf. Mt 10.13). Negarle a alguien el saludo equivalía a maldecirlo (2 Jn 10).

Las formas de saludo tenían calor y encanto humanos. Los saludos que los caminantes se cruzaban, sobre todo entre personas conocidas que hacía mucho tiempo que no se veían, iban acompañados de BENDICIONES (Gn 43.29; Jue 6.12; 19.20; Rt 2.4; 1 S 25.6; 2 R 10.15), gestos significativos, BESOS y largas conversaciones en que mutuamente se informaban de las últimas noticias (Gn 29.11, 13; Éx 4.27; 18.7; 2 S 20.9; 2 R 4.26, 29; Lc 10.4).

A las personas consideradas como de mayor rango o dignidad, se les daba muestras de deferencia: el saludador se apeaba de su montura y hacía una y hasta siete inclinaciones, o se postraba ante el saludado (2 S 9.6; 2 R 4.27; Mt 28.9), llamándole señor y padre, y calificándose a sí mismo de siervo, esclavo o perro (Gn 18.3; 24.18; 33.5; 42.11; 1 S 26.18; 2 S 24.21; 2 R 2.12 etc.). Con los ancianos se tenían consideraciones especiales (Lv 19.32). Las ceremonias de salutación en las visitas consistían en diversas atenciones mutuas: lavar los pies, ungir, perfumar, agasajar. El anfitrión corría al encuentro de los huéspedes (Gn 18.2; 19.1; 29.13; Éx 18.7), y luego al despedirlos los acompañaba un buen trecho del camino (2 S 19.31; HOSPITALIDAD).

Las fórmulas corrientes de saludos eran: «Paz sea contigo» (Jue 19.20); «Paz sea a esta casa» (Lc 10.5); «Jehová está contigo» (Jue 6.12). Pero también se usaban fórmulas más extensas. Aunque Jesús recomienda a sus discípulos que saluden al entrar en una casa (Mt 10.12; Lc 10.5), critica la vanidad de los fariseos, que deseaban que se les saludara pomposamente y en público (Mt 23.7).

SALUM

Nombre, en varias formas, de quince personajes del Antiguo Testamento de los cuales los principales son:

  1. Decimoquinto rey de Israel y sucesor de Zacarías, a quien mató ca. 745 (2 R 15.10–15). Reinó solamente un mes, pues Manahem lo mató para arrebatarle el
  2. Otro nombre de JOACAZ, hijo y sucesor de Josías en el trono de Judá ca. 609 (1 Cr 3.15; Jer 22.11).
  3. Levita de la familia de Coré y jefe de los porteros del santuario en tiempos de David (1 Cr 17, 19).
  4. Sumo sacerdote durante el período medio de la monarquía (1 Cr 6.12, 13), antepasado de Esdras (Esd 7.2).
  5. Esposo de la profetisa Hulda (2 R 22.14; 2 Cr 34.22) y tal vez tío de Jeremías.

SALVACIÓN

La idea básica del término «salvación» es rescatar y preservar de un peligro inminente; implica dar salud y seguridad. En su sentido más profundo, sin embargo, es un término cuyo significado está limitado cada vez más a la expresión del milagro divino de la emancipación espiritual del hombre del dominio y culpa del PECADO y la MUERTE, y al goce de una VIDA ETERNA de comunión renovada con Dios.

En las Sagradas Escrituras el tema se desarrolla desde el concepto puramente físico, hasta el plano moral y espiritual.

Según el Antiguo Testamento, el peligro y la calamidad física persiguen al hombre hasta la muerte por a causa del pecado (Gn 4.12ss). Su situación es la de un huérfano.

Dios es el único que lo puede socorrer y salvar y, cuando la salvación divina se manifiesta, tanto el individuo como la comunidad quedan liberados íntegra y vitalmente.

El individuo queda libre de peligros físicos, injusticias y necesidades. La comunidad queda libre de guerras, trastornos políticos, hambres, etc.

Dios tiene en sus manos todos los medios para la salvación del hombre, y es Señor de todos los instrumentos salvadores. Salva en ocasiones por medio de una persona que usa momentáneamente y que al parecer actúa por móviles personales y humanos (1 S 25.26–33; cf. Jue 14.1–4). Pero otras veces actúa por medio de instrumentos exclusivamente seleccionados y también en forma directa. Dios salva (Éx 14.13) y Él es la salvación (15.12). El ÉXODO es el gran paradigma de la salvación, y su significado teológico se celebra en las grandes FIESTAS de los israelitas (por ejemplo, la PASCUA).

La esperanza y doctrina de la salvación se desarrolla progresivamente. En un principio son los desvalidos y los pobres los que tienen particular motivo para esperar la salvación de Dios.

El libro de los Salmos es elocuente en este sentido. Y en varias partes del Antiguo Testamento hay destellos de una salvación más allá de lo finito (por ejemplo, Job 19.26s). Pero, puesto que personal y nacionalmente el hombre trata de escapar de manos de sus enemigos, la salvación generalmente adquiere un concepto político y religioso que llega a su cenit en la presentación del sufrimiento del Siervo en Is 53. En este aspecto el Antiguo Testamento prepara la escena de la salvación en el Nuevo Testamento.

El Nuevo Testamento toma el amplio concepto del Antiguo Testamento y lo liga a la persona de Jesucristo, el SALVADOR que trae salvación a todos los hombres (1 Ti 1.15; 2.4). Jesús es la respuesta definitiva a las esperanzas de salvación del Antiguo Testamento, como se ilustra en la profecía de Simeón en Lc 2.29–32, y en la explicación del significado del nombre de Jesús (Mt 1.21).

Jesús enfoca la salvación desde la perspectiva del deber del hombre (Mt 10.22; Mc 8.35; Lc 7.50) y el significado del ministerio del HIJO DEL HOMBRE. Proclamó que su tarea era servir y dar su vida para la salvación de muchos (Mt 18.11; 20.28; Mc 10.45; Lc 4.18).

El concepto de la salvación en el Evangelio de Juan tiene aspectos aun más significativos.  Aquí se pone énfasis en el nuevo nacimiento como requisito esencial para entrar al Reino (Jn 3.5), pero a la vez la vida no es posible sin poner la confianza definitivamente en Cristo (Jn 3.14, 16). El hombre que no cree «ya ha sido condenado» (Jn 3.18; JUICIO; INFIERNO). La salvación se presenta en un plano cristológico y Jesucristo es el agente de la misma. Para ser salvo es necesario volverse a Él, por la fe, en esperanza y confesión.

Pablo da al tema su máximo desarrollo en sus cartas, haciendo destacar que la salvación es gratuita y no la puede merecer ningún hombre por sus buenas OBRAS ni por el cumplimiento de la Ley (Gl 2.21; 3.11), sino que estos más bien son la manifestación externa de una salvación interna (Ef 2.10). Todo es de GRACIA (2.5); la CONVERSIÓN que produce la salvación en el individuo la opera el ESPÍRITU SANTO de Dios (Ro 8.1ss); y es un cambio de vida tan radical como de la noche al día (2 Ti 1.10; 1 P 2.9; RENACIMIENTO). El hombre pecador puede valerse de la salvación únicamente identificándose por la FE con Cristo, el CORDERO DE DIOS, quien expió la culpa del mundo (EXPIACIÓN; SACRIFICIO) y quien por su muerte y RESURRECCIÓN se califica como único salvador y mediador del PACTO entre Dios y la humanidad (1 Ti 2.5).

Un elemento enteramente específico de la salvación neotestamentaria es su carácter escatológico. La salvación constituye el objeto de la herencia cristiana, la posesión de la gloria divina (2 Ti 2.10), sin que esto quiera decir que esa vida no sea ya posesión actual nuestra (escatología anticipada, Ef 2.5–8) porque no estamos plenamente salvados más que en esperanza (Mt 10.22; Mc 13.13; Ro 8.24 ). (ELECCIÓN; JUSTIFICACIÓN; SANTIFICACIÓN)

SALVADOR

Título asignado a Jesucristo, fuera del cual no hay salvación (Hch 4.12).

En el Antiguo Testamento el título «salvador» posee enorme sentido. La traducción latina salvator proviene de la palabra hebrea Yehoshua, Josué (Jehová es Salvación). A su vez, corresponde también al término griego la dignidad de la soberanía.

El término se aplicaba como título a los capitanes y reyes que tenían éxito, y en forma muy general a los libertadores de un pueblo (Jue 3.9; 2 R 13.5; Neh 9.27). Fue Dios quien siempre levantó un libertador para su pueblo en tiempo de necesidad y en las muchas crisis históricas. Él era el Salvador de Israel (Sal 106.21; Is 43.3–11; 60.16) y comparado a Él nadie más podría con justicia llamarse «salvador».

En la Septuaginta la palabra se usa como título divino unas treinta veces. El nombre se repite especialmente en el vocabulario de Isaías (43.3–11; 45; 49.26; 60.16; 63.8), pero también aparece en muchos otros pasajes (Sal 24.5; Jer 14.8; Os 13.4; Miq 7.7).

El término «salvador» se aplica comúnmente a Jesucristo en la teología de la iglesia cristiana. Sorprende, por tanto, que aparezca relativamente poco en el Nuevo Testamento como título cristológico (solamente 16 veces: por ejemplo, Lc 2.11; Jn 4.42; Hch 5.31; 13.23; Ef 5.23; Flp 3.20; 2 Ti 1.10; etc.).

Se ha dicho que este escaso uso del título se debe a que el mismo se usaba extensamente en los medios del mundo helénico, y por tanto los cristianos lo tenían como sospechoso. Prefirieron emplear otros títulos para expresar el mismo sentido (por ejemplo, «Señor» en Ro 10.9s). Cabe mencionar que el término se usa principalmente en la literatura del Nuevo Testamento escrita con posterioridad al año 60.

Como ha sido anotado, «Salvador» aparece en la Septuaginta como un título de Dios y pasó a formar parte de la herencia bíblica de la iglesia. En Lc 1.47 y 2.11 se sigue el estilo del Antiguo Testamento, con expresiones puramente hebraicas. Y en las epístolas pastorales es a Dios a quien se llama con preferencia Salvador (1 Ti 1.1; 2.3; 4.10; Tit 1.3; 2.10; 3.4), lo cual corresponde al uso legítimo del Antiguo Testamento. También la doxología de Jud 25 llama Salvador a Dios Padre.

Cuando a Jesús se le dio el título de Salvador en forma ocasional no fue para referirse solamente a una de sus funciones (por ejemplo, sanar el cuerpo), sino a toda su obra, vista a la luz de su resurrección y glorificación. En este sentido el título «Salvador» se vincula íntimamente con el título Kyrios (SEÑOR). Inclusive puede considerársele como una variante de este. Kyrios expresa una idea que aparece en escala menor, pues recalca la obra expiatoria de Cristo, la cual es condición esencial para su elevación al rango de Salvador divino (Flp 2.9).

Aunque la palabra «Salvador» muchas veces no se encuentra explícitamente asociada con el título de «Señor», sí está asociada con el concepto cósmico del señorío; 2 P 1.11 ; 2.20 ; 3.18 ;  Lc 2.11 («un salvador, que es Cristo el Señor»); Flp 3.20 («el salvador, el Señor Jesucristo»); Hch 5.31 (Dios exaltó a Jesús a su mano derecha como Jefe y Salvador para arrepentimiento a Israel y perdón de pecados); Jn 4.42 ; 1 Jn 4.14 (el «Salvador del mundo» con sentido netamente cósmico).

El alcance teológico del título «Salvador» llegó a su plena expresión al final de la época apostólica, cuando puede asociarse con otros atributos importantes del nombre Jesús. Posiblemente los alcances especulativos y cosmológicos de «Señor» obligaron a los escritores a preferir cada vez más el título «Salvador».

SAMA

Nombre de cinco personas del Antiguo Testamento.

  1. Tercer hijo de Reuel y jefe de una familia descendiente de Esaú y por lo tanto edomita (Gn 36.13, 17; 1 Cr 37).
  2. Tercer hijo de Isaí y hermano de David. Sirvió en el ejército de Saúl (1 S 16.9; 17.13). A veces se le llama Simea (2 S 13.3; 21.21; 1 Cr 13).
  3. Uno de los tres más bravos guerreros de David e hijo de Age, el ararita (2 S 23.11, 12).
  4. Nombre de tres de los treinta valientes de David (2 S 23.25, 33; 1 Cr 44).
  5. Descendiente de Aser (1 Cr 37).

SAMAI

Nombre de tres personas del Antiguo Testamento.

  1. Hijo de Onam y bisnieto de Judá (1 Cr 2.28, 32).
  2. Hijo de Requem, de la tribu de Judá (1 Cr 2.44, 45).
  3. Descendiente de Judá (1 Cr 17).

SAMARIA

Capital del reino de Israel entre 870–721 a.C. y, después, centro administrativo de las potencias extranjeras que una tras otra dominaron la región. Más tarde el nombre de la ciudad fue dado también a toda la región central de Palestina al oeste del Jordán entre Judea al sur y Galilea al norte.

LA CIUDAD

Samaria estaba sobre un monte situado 70 km al norte de Jerusalén y 45 al este del Mediterráneo, en el camino principal entre Jerusalén y el valle de Jezreel. Por tres lados del cerro se extendían valles fértiles. Era punto fácil de defender y esto explica por qué Omri lo escogió como sitio donde construir la nueva capital del reino de Israel.

Cerca del 870 a.C., OMRI compró a Semer el monte (1 R 16.24) y trasladó allí la capital que estaba en TIRSA. Aunque Omri empezó a edificar la ciudad, la construcción se terminó durante el reinado de su hijo Acab. Los descubrimientos arqueológicos revelan que esta ciudad fue planeada y construida con un estilo digno de un rey fuerte e influyente. La casa del rey la construyeron en el punto más alto, y cerca de ella Acab edificó para su esposa Jezabel un templo dedicado a Baal. Se han desenterrado quinientos pedazos de marfil, que probablemente pertenecieron a la casa de marfil que Acab también construyó (1 R 22.39). Samaria vivió toda la furia de la guerra contra la idolatría que declararon Elías y Eliseo y la cual Jehú consumó cuando exterminó la casa de Acab (2 R 10). Bajo Jeroboam II (786–746), Samaria gozó del período de mayor prosperidad (2 R 14.23–29).

Samaria estaba bien fortificada y por lo tanto pudo rechazar todos los ataques del enemigo hasta que Salmanasar rey de Asiria la sitió ca. 724 a.C. Antes de rendirse, la ciudad resistió por tres años al ejército más poderoso de aquel entonces. Una parte de la ciudad fue quemada. Los profetas Isaías (10.9–11) y Miqueas (1.1–7) señalaron esta destrucción como advertencia para Judá.

Después de la caída de Samaria, y según los archivos de los asirios, Sargón rey de Asiria llevó cautivos a 27.290 israelitas y repobló la ciudad con gente de otros países que había conquistado. Samaria se convirtió entonces en el centro administrativo de una provincia del Imperio Asirio.

Después de la caída del Imperio Asirio, se restableció la organización provincial y se colocó a Samaria como centro. Otras potencias extranjeras se apoderaron de la región: los caldeos, los persas, los macedonios, los Ptolomeo y los seléucidas. El rey Macabeo Juan Hircano, después de haberla sitiado por más de un año, la tomó en 107 a.C. y al entrar la destruyó casi por completo. Con el avance de los romanos, Samaria cayó bajo el poder de estos (63 a.C.) y el emperador romano, Augusto, dio la ciudad a Herodes el Grande. Este empezó inmediatamente un gran programa de construcción y la llamó Sebaste, equivalente griego de la palabra latina «augusto».

Herodes mandó construir un templo dedicado al César Augusto, una plaza al estilo romano y un estadio. Esta fue la Samaria del tiempo de Jesús.

Durante la rebelión judía (66–70 d.C.), los rebeldes tomaron Sebaste y la quemaron.

La ciudad quedó abandonada hasta que el emperador Severo la reedificó a fines del siglo II. Durante este período, Samaria gozó de su última época de prosperidad. Reedificaron el templo, el estadio y la plaza, y construyeron un teatro al aire libre. Son estas ruinas las que el turista ve hoy día.

LA REGIÓN

Se extiende aproximadamente 60 km de norte a sur y 50 km del este al oeste, desde la orilla meridional del valle de Jezreel hasta una línea entre Jericó por el Jordán y Ajalón en el llano marítimo.

La parte meridional tiene elevaciones relativamente altas y por eso quedaba algo aislada. El suelo fértil y la lluvia abundante hacen que la tierra sea fructífera. La parte septentrional consiste en un valle central del cual se elevan varios montes, y de estos el Ebal y el Gerizim son los más conspicuos. El valle produce buenas cosechas de grano, y en las laderas de los montes hay olivas y uvas en abundancia (Jer 31.5). Se puede entrar al valle por varios lados sin dificultad, pero esta accesibilidad, si bien ha facilitado el comercio, también ha facilitado las invasiones que la región ha sufrido frecuentemente a través de los siglos.

Fue solo después de que Omri edificó la ciudad de Samaria que la región se conoció por este nombre. Como provincia asiria se llamó Samerena. Samaria ha sido el centro de la secta religiosa de los SAMARITANOS que ha perdurado desde el cisma en los días de Esdras y Nehemías hasta hoy.

Al parecer, Jesús y sus discípulos seguían la costumbre judía de no pasar por Samaria.

No obstante, según el Evangelio de Juan, por lo menos una vez atravesaron la región (Jn 4.4ss).

Después de la resurrección de Jesucristo, los discípulos obedecieron el mandamiento que dio de ser testigos en Samaria. La predicación de Felipe, Pedro y Juan dio por resultado la fundación de iglesias en la región (Hch 8.1–25; 9.31; 15.3).

SAMARITANOS

Término que en el Nuevo Testamento señala a los habitantes de SAMARIA, raza mixta que resultó de la fusión del remanente israelita con los gentiles que los asirios llevaron a la región después de la caída de Israel (722 a.C.). Hoy se refiere a la pequeña comunidad religiosa que vive en la misma región.

La historia de los samaritanos no se conoce en su totalidad. Hay pocas referencias históricas a ellos y su propia literatura es de fecha reciente.

Según el punto de vista judío, los samaritanos son descendientes de los gentiles que los asirios llevaron a Israel después de la conquista y la deportación de los israelitas (2 R 17–18). Su religión es sincretista, como lo indica 2 R 17.32, 33. Donde se mezclan tradiciones cananeas con la religión hebrea.

Según el punto de vista samaritano, ellos son los verdaderos descendientes de los israelitas. No todos los israelitas fueron llevados cautivos, y muchos de los que fueron al cautiverio pudieron regresar.

La verdad probablemente está entre estos dos puntos de vista. Según los archivos de los asirios, SARGÓN llevó cautivos solo a 27.290 israelitas. Evidentemente muchos quedaron en su tierra. Y también hay que recordar que la influencia de las religiones extranjeras era mucho más fuerte en Israel que en Judá. Es, pues, posible considerar la relación entre los judíos y los samaritanos como una continuación de la antigua hostilidad entre la fe pura de Judá y la diluida fe de Israel.

Esta hostilidad llegó a su punto culminante cuando los samaritanos edificaron un templo rival en la cumbre del monte Gerizim, probablemente a finales del siglo IV a.C. El rey MACABEO Juan Hircano destruyó este templo, pero los samaritanos continuaron venerando su monte sagrado y celebrando en él sus cultos. En el tiempo de Jesús, el ser samaritano era motivo de amargo desprecio (Jn 8.48), y los judíos trataban de evitar todo contacto con ellos (Jn 4.9). Jesús, sin embargo, varias veces puso como ejemplo a un samaritano para mostrar que ante Dios no hay acepción de personas (Lc 10.33–37; Jn 4).

Los romanos, incluso bajo los emperadores cristianos, persiguieron a los samaritanos hasta el 636 d.C., cuando el pueblo cayó bajo el poder de los musulmanes. Hoy día existen dos pequeños grupos de samaritanos, uno en la ciudad de Nablus (antigua Siquem), cerca del monte → GERIZIM, y otro cerca de Tel Aviv.

LOS CINCO PUNTOS CARDINALES DE LA FE SAMARITANA SON:

  1. La fe en Jehová como el único
  2. La creencia que Moisés es el apóstol supremo de
  3. La convicción de que la Torá es el único libro
  4. El reconocimiento del monte Gerizim como el lugar que Dios escogió.
  5. La esperanza de que habrá un día de recompensa y de

Junto con el tema del día final está la idea de un restaurador quien en aquel tiempo aparecerá para anunciar la nueva era. No será Mesías en el sentido judío, sino más bien será el profeta de Dt 18.18 que los judíos identificaban con Elías. Él convertirá el mundo a la fe verdadera.

Los samaritanos son una comunidad religiosa gobernada por un sumo sacerdote.

Observan la Pascua y la Fiesta de los Panes sin Levadura, el Pentecostés y la Fiesta de los Tabernáculos. En la cumbre del Gerizim matan el cordero pascual en vísperas de la Pascua y lo comen según las leyes de la Torá. Cumplen escrupulosamente con las leyes tocantes al sábado. El día más sagrado del año es el Día de la Expiación en que todo samaritano tiene que observar un ayuno total.

SAMGAR

Hijo de Anat (Jue 3.31; 5.6), tercer juez de Israel, sucesor de Aod y predecesor de Barac y Débora. No se sabe cuánto tiempo juzgó a Israel. Antes de que Samgar entrara en acción, Israel anduvo en gran incertidumbre y aflicción, subyugado por castigo de Dios (Jue 5.6).

Samgar fue uno de los valerosos «salvadores» de Israel, y dio muerte a «seiscientos hombres de los filisteos con una aguijada de bueyes» (Jue 3.31). Poco o nada se dice sobre su actuación como juez.

SAMIR

Nombre de dos lugares y una persona del Antiguo Testamento.

  1. Ciudad de los altiplanos de Judá (Jos 15.48) mencionada en las Escrituras junto con Jatir y Soco.
  2. Ciudad donde Tola, juez de Israel, nació, vivió y fue sepultado (Jue 10.1, 2). Estaba enclavada en el monte Efraín.
  3. Descendiente de los levitas, probablemente de la rama de Coat (1 Cr 24).

SAMOS

Isla importante situada en el mar Egeo, cerca de la costa de Lidia en Asia Menor; la separa de esta un estrecho que en su parte más angosta tiene menos de 2 km de ancho. Cuando Pablo la visitó en su tercer viaje misionero, Samos era una ciudad libre perteneciente a la provincia de Asia (Hch 20.15). Se conocía como tierra natal de Pitágoras y estaba consagrada al culto a Juno.

SAMOTRACIA

Pequeña isla montañosa situada al norte del mar Egeo, unos 32 km al sur de la costa de Tracia. Debido a la altura (1.693 m) de uno de sus picos, Samotracia servía de guía a los marineros. Pero su renombre se debía especialmente a la celebración de los misterios de Ceres y Proserpina y de las deidades llamadas Los Cabiri. Por eso se consideraba sagrada y a ella acudían muchos peregrinos; los fugitivos llegaban a ella en busca de asilo.

La ciudad de Samotracia estaba en el lado norte de la isla, y durante la noche proporcionaba abrigo contra el viento sudoriental. Por esta razón Pablo se apresuró a navegar de Troas a Neápolis en su primer viaje misional (Hch 16.1).

SAMÚA

Nombre de cuatro personas del Antiguo Testamento.

  1. Representante de la tribu de Benjamín entre los doce espías que exploraron Canaán (Nm 13.4).
  2. Hijo de David y Betsabé (2 S 5.14). Se le conoce también como Simea en 1 Cr 5.
  3. Padre de Abda. (Neh 11.17), también llamado Semaías en 1 Cr 16.
  4. Sacerdote en tiempo de Nehemías (Neh 12.18) llamado también Bilgai en Neh 8.

SAMUEL

Líder de Israel durante el crítico período de transición entre los jueces y la monarquía, y primer reformador religioso después de Moisés. Se le llama el último de los jueces (1 S 7.15; Hch 13.20) y el primero de los profetas (Hch 3.24). Fue hijo de Elcana, levita (1 Cr 6.23) que vivía en el monte de Efraín (nordeste de Jerusalén), y de

Ana, quien había pedido fervientemente a Dios un hijo. A tierna edad fue llevado al tabernáculo en Silo y presentado al sacerdote Elí, quien lo crió (1 S 1 y 2).

Samuel vivió durante un período de dura crisis en Israel. Los jueces eran cada vez más incapaces de unir a la nación. Cuando Elí y sus perversos hijos murieron, Samuel todavía era demasiado joven para dirigir al pueblo. Los filisteos capturaron el arca, destruyeron Silo y dominaron la parte sur de Israel. No fue sino veinte años más tarde que Dios levantó a Samuel para encabezar un gran avivamiento religioso (1 S 7.2–6).

Dios le concedió la victoria sobre los filisteos (1 S 7.5–14) y desde entonces fue líder del pueblo (1 S 7.15–17).

Samuel desempeñó un papel importante en el establecimiento de la monarquía. Ya estaba viejo, sus hijos andaban mal y el pueblo clamaba por un gobierno más fuerte.

Aunque la petición no agradó al principio a Samuel (1 S 8.6), Dios le pidió que ungiera a → SAÚL como «príncipe» (1 S 9.17). Se ha sugerido al respecto que el uso de nagid (príncipe) en vez de melec (rey) indica que Samuel no miraba en Saúl a un rey al estilo de las demás naciones, sino a un líder militar que habría de unir al pueblo y salvarlo de los filisteos. Samuel entristeció, por tanto, cuando Dios rechazó a Saúl a causa de su desobediencia. El respeto del pueblo por Samuel se puso de manifiesto cuando todo Israel lamentó su muerte (1 S 28.3).

También fue Samuel el que estableció el movimiento profético. De acuerdo con 1 S 19.20–22, presidía un grupo de profetas. Fue fundador de las escuelas de → PROFETAS que ejercieron mucha influencia religiosa y educativa durante la monarquía. Su énfasis en la obediencia de corazón en vez de en los ritos exteriores (1 S 15.22) presagia el mensaje de los grandes profetas que surgirían más tarde.

La importancia de Samuel se reconoce en Sal 99.6, donde se le compara con Moisés y Aarón; en Jer 15.1, donde se le reconoce como intercesor y en Heb 11.32 donde se elogia por su fe.

SAMUEL, LIBROS 1 Y 2 Dos libros del Antiguo Testamento que en el canon hebreo eran uno solo y formaba parte de los «Profetas Anteriores». La → SEPTUAGINTA lo dividió en dos libros que en la Biblia hebrea y en nuestras versiones se llaman 1 y 2 Samuel por la importancia que este profeta tiene en la narración histórica.

ESTRUCTURA DEL LIBRO

Samuel contiene la historia de Israel desde el fin de la época de los jueces hasta los últimos años del rey David. Consigna el desarrollo histórico desde la opresión bajo los filisteos hasta el establecimiento del imperio conquistado y organizado por David. En la historia de Samuel se destacan tres grandes personajes: Samuel, Saúl y David (véase el resumen de cada uno en 1 S 7.13–15; 14.47–52; 2 S 8). Según estos personajes, Samuel en conjunto se puede bosquejar de la manera siguiente:

  1. Samuel, 1 S 1–7
  2. Samuel y Saúl, 1 S 8–15
  3. Saúl y David, 1 S 16-2 S 1
  4. David hecho rey de Judá e Israel, 2 S 2–8
  5. Acontecimientos en la familia e intrigas por el trono de David, 2 S 9–20
  6. Apéndices, 2 S 21–24.

Un fragmento de 1 Samuel 23.9–16 descubierto en Qumrán. Data del siglo III a.C.

AUTOR Y FECHA

Según la tradición judía, Samuel escribió la parte del libro que termina con su muerte y el resto lo escribieron Natán y Gad. Sin embargo, el libro parece obra de un solo autor.

Según 1 S 9.9, fue escrito mucho después de los sucesos relatados (a menos que 9.9 sea una interpolación). El uso de «Israel» y «Judá» indica que había transcurrido un tiempo después de la división del reino en 931 a.C. (1 S 27.6).

Ciertamente el autor usó varias fuentes de información. Samuel escribió las leyes del reino (1 S 10.25). Se menciona el libro de Jaser (2 S 1.18). Se sabe que David tenía un cronista y un escriba particulares (2 S 8.16, 17). En 1 Cr 29.29 se mencionan escritos de Samuel, Natán y Gad. Varios otros personajes se han sugerido como autores de Samuel, pero no se ha determinado uno con certeza. Probablemente fuera un profeta que vivió poco después de la división del reino y que se valió de los escritos antedichos. Si era uno de los «hijos de los profetas», sin duda tenía acceso a los datos que tenían guardados los profetas. Puesto que Samuel fundó la escuela de profetas, este autor en realidad estaba continuando la obra que Samuel empezó.

PRIMERO DE SAMUEL: UN BOSQUEJO PARA EL ESTUDIO Y LA ENSEÑANZA

PRIMERA PARTE: Samuel, el último Juez (1.1 — 7.17)

LA PRIMERA TRANSICIÓN DE LIDERAZGO NACIONAL: Elí Samuel 1.1—3.21

SEGUNDA PARTE: Saúl, el primer rey (8.1 — 31.13)

LA SEGUNDA TRANSICIÓN DEL LIDERAZGO NACIONAL: Samuel Saúl 8.1—12.25

LA TERCERA TRANSICIÓN DEL LIDERAZGO NACIONAL: Saúl David 16.14—31

MARCO HISTÓRICO

Los libros de 1 y 2 S describen un viraje en la historia de Israel. Fue el tiempo cuando el pueblo se sintió insatisfecho con la poco cohesiva organización tribal que tenían e insistieron en un reino unido bajo la autoridad de un rey. Por cientos de años, habían existido como una sociedad tribal en la que cada tribu vivía en su territorio y se ocupaba de sus propios asuntos. Si un enemigo importante amenazaba, dependían en la liberación que les brindara un juez, quien organizaba un ejército de voluntarios para defender las fronteras.

El sistema de defensa, sin embargo, demostró ser terriblemente inadecuado cuando los filisteos volvieron a intensificar sus actividades contra la nación allá por el año 1100 a.C. Este pueblo guerrero contaba con carros de hierro, un ejército bien organizado y armas superiores que utilizaban con gran precisión contra los muy mal organizados israelitas. La amenaza de estas fuerzas superiores llevó al pueblo a pedir un rey que uniera a todas las tribus contra el enemigo común.

Samuel ungió a Saúl como el primer rey de la nación allá por el 1050 a.C. Joven de muchas posibilidades, reinó por cuarenta años (Hch 13.21 ) antes de quitarse la vida arrojándose contra su espada cuando los filisteos lo derrotaron en una batalla decisiva (1 S 31.1–7). David, su sucesor, también gobernó cuarenta años (2 S 5.4; 1 Cr 29.27), de 1010 a 970 a.C. David logró arrojar a los filisteos, unificar al pueblo y conquistar o establecer relaciones pacíficas con las naciones vecinas.

Samuel contiene la historia de Israel desde el fin de la época de los jueces hasta lo últimos Años del rey David. Consigna el desarrollo histórico desde la opresión bajo lo filisteos hasta el establecimiento del imperio conquistado y organizado por David. En l historia de Samuel se destacan tres grandes personajes: Samuel, Saúl y David (véase el resumen de cada uno en 1 S 7.13–15; 14.47–52; 2 S 8).

SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL:

PRIMERA PARTE: Los triunfos de David (1.1 — 10.19)

SEGUNDA PARTE: Las transgresiones de David (11.1–27)

TERCERA PARTE: Los problemas de David (12.1 — 24.25)

APORTE A LA TEOLOGÍA

Destacados historiadores modernos han considerado los libros de Samuel una de las mejores historias antiguas. La mención de libros escritos por profetas (1 Cr 29.29; 2 Cr 9.29), el hecho de pertenecer a los «Profetas Anteriores» en la Biblia hebrea, la actividad cultual de los círculos proféticos y la interpretación dada a la historia de Israel indican en estos libros una estrecha relación entre el profetismo y la historia bíblica. Israel veía la historia como el desarrollo del plan de Dios, quien actúa y se revela en la historia. Moisés era profeta y en él se ve este sentir profético de la historia.

El libro de Samuel desempeña un papel importante en la historia del Antiguo Testamento. Explica el tiempo crucial en el principio de la monarquía. Muestra la importancia de un rey fiel y obediente a Dios, que a la vez señala al Rey perfecto que ha de venir. El capítulo 7 de 2 Samuel es un capítulo clave para el resto del Antiguo Testamento, puesto que da la promesa a la línea davídica. En Samuel se ven, por los actos de Dios en su tratamiento con su pueblo escogido, las grandes doctrinas de la elección, la revelación, la providencia de Dios, la justicia divina, el perdón de Dios y el Reino de Dios.

OTROS PUNTOS IMPORTANTES

Aunque Samuel revela una unidad de propósitos, muchos críticos lo consideran una amalgama de varios documentos que corren como dos hilos paralelos por todo el contenido. Sugieren que en sí se trata de dos o tres documentos que son la continuación de los documentos del Pentateuco. Tal teoría se basa en los relatos repetidos o «dobles», de los cuales los más señalados son: dos anuncios de la caída de la casa de Elí (1 S 2.21; 3.11), dos relatos del rechazo de Saúl (1 S 13.14; 15. 23), dos explicaciones del dicho «¿Saúl también entre los profetas?» (1 S 10.10–12; 19.18–24), dos menciones de la presentación de David a Saúl (1 S 16.21; 17.58), dos menciones de la fuga de David de la corte de Saúl (1 S 19.12; 20.42), y dos versiones opuestas de la institución de la monarquía (desfavorable, 1 S 8; 10.17–24; 12; favorable, 1 S 9.1–10.16; 11).

Otra teoría muy popular es que no son documentos que corren paralelamente, sino documentos de diferentes fases de la historia. Durante un largo proceso los profetas los fundieron en una sola historia. Aunque las pruebas indican que Samuel no fue escrito por el mismo autor de → REYES (nótese la ausencia de datos cronológicos, la falta de referencias a «la Ley de Moisés»  y el  uso  del  título  «Jehová de los  ejércitos»),  el  libro  de  Reyes  se   debe también mayormente a la recopilación de datos y a la interpretación de ellos en los círculos de los profetas.

No se puede negar que existen ciertos problemas al considerar a Samuel como una unidad. Es demasiado superficial, sin embargo, considerar narraciones paralelas como los propuestos documentos J y E (CRÍTICA BÍBLICA). Samuel no afirma ser una historia completa, pues hay largos lapsos sin detalles en las historias de Samuel y Saúl (por ejemplo, en 1 S 9.2 , Saúl es joven, y en 1 S 13 ya tiene un hijo guerrero, Jonatán). Esto se debe a que el autor se apresura en llevar la historia al reinado de David. Muchos supuestos relatos dobles son resultado de una manera de leer el texto y se pueden explicar como dos acontecimientos en vez de relatos dobles y contradictorios de un mismo suceso.

Los dos anuncios de la caída de Elí son complementarios. En el caso del repudio de Saúl, la primera vez se puede aplicar a su dinastía, pero la segunda vez el repudio es más duro porque Saúl cometió una nueva desobediencia. De la misma manera los «dobles» que tocan la relación entre Saúl y David se explican mejor como diferentes sucesos.

El caso de las dos versiones de la institución de la monarquía es más complejo. Es posible  que hubiera dos corrientes de opinión entre el pueblo. Además, se usan dos diferentes  palabras para nombrar al elegido: el pueblo pidió un «rey» (1 S 8.5), pero Samuel ungió a Saúl como «príncipe» o «jefe» para salvar al pueblo de los filisteos (1 S 9.16). Fue el plan de Dios que Israel tuviera rey, pero fueron censurables la manera y el propósito con que lo pidieron. El relato refleja también la tristeza que esto causó a Samuel.

Otra discrepancia es el relato de Goliat (1 S 17; 2 S 21.19). ¿Quién lo mató, David o Elhanán? En este caso, es mejor aceptar el texto paralelo de 1 Cr 20.5, donde se dice que ELHANÁN mató al hermano de Goliat. Parece que en 2 Samuel el texto sufrió alteración.

El texto hebreo de lo que hoy es 1 y 2 S no se ha conservado tan bien como el de muchos otros libros del Antiguo Testamento, pues algunas versiones como la Septuaginta difieren mucho del original. Recientemente se han encontrado en las cuevas de Qumrán (Q) fragmentos de los actuales 1 y 2 Samuel que datan del siglo I a.C. Puesto que estos también varían, se concluye que originalmente circulaban varios textos de Samuel. Es muy posible que nuestro texto refleje algunos errores de copista.

SANBALAT

Personaje poderoso, cruel enemigo de los judíos durante la reconstrucción de Jerusalén después del CAUTIVERIO. Seguramente era jefe de un grupo de personas que residían en Samaria y se oponían fuertemente a la reconstrucción. En este grupo se hallaban Sanbalat, Tobías, Gesem, Noadías la profetisa y otros llamados profetas que procuraban infundir miedo a NEHEMÍAS. Este siempre respondía con energía, oración y trabajo (Neh 4.4, 22, 23; 6.2, 3). Sanbalat figura como escarnecedor de los judíos (2.10, 19) y jefe de un asalto a Jerusalén (6.1– 7, 12, 14).

Nehemías aplicó la ley contra los cónyuges extranjeros (13.28) a uno de los hijos de Joiada, hijo del sumo sacerdote Eliasib, quien estaba casado con una hija de Sanbalat.

SANDALIA

Tipo de calzado sencillo que solo consiste de una suela atada al pie por medio de correas, algunas de las cuales pasan por entre los dedos, por la parte posterior del talón y sobre el empeine. Es la sandalia, según opiniones autorizadas, lo que en la Biblia se denomina

«calzado» o «zapato» (Gn 14.23; Mc 1.7). La sandalia hebrea era confeccionada con paño, cuero, fieltro o madera. Durante el período romano lo mismo usaban sandalias los soldados que las personas de clase elevada. Las mujeres usaban sandalias de piel de tejón (Ez 16.10).

Los hebreos, para demostrar respeto o reverencia tanto a los hogares como a sitios sagrados, acostumbraban dejar sus sandalias en el umbral de esos sitios y entraban descalzos (Éx 3.5; Jos 5.15). Cuando un hebreo vendía una propiedad se quitaba una sandalia y la entregaba al comprador para expresar simbólicamente el acto de transferencia y de confirmación del trato (Rt 4.6–9).

SANGRE

Sinónimo de vida y de alma en el Antiguo Testamento, Gn 9.4 (BJ) dice: «Dejaréis de comer la carne con su alma [en hebreo, nefes], es decir con su sangre» (cf. Lv 17.11; Dt 12.23).

En toda la Biblia la sangre es símbolo de la vida y de allí la prohibición de comer la sangre de los animales, de derramar la sangre humana y el uso cultual de la sangre.

La prohibición de comer sangre es anterior a la Ley (Gn 9.4, 5). El homicidio es considerado un crimen desde el principio (Gn 4.11) y la sangre derramada clama venganza (Gn 4.10). El sacrificio de animales es igualmente primitivo y está directamente relacionado con el pecado del hombre (Gn 4.4).

Es necesario destacar la diferencia fundamental entre el pensamiento griego y el hebreo. En el primero la sangre está asociada a la reproducción y representa el centro emocional del hombre. En la religión hebrea, es la sangre derramada la que adquiere significado ritual y como tal es medio de EXPIACIÓN; adoración, consagración y aun llega a simbolizar la concertación de un PACTO (Éx 24.6–8).

La expresión «carne y sangre» (cf. Mt 16.17) se refiere a la debilidad, limitación y contingencia del hombre, además de su condición mortal y perecedera. Es la idea opuesta a lo que será la naturaleza incorruptible y de gloria que recibirán los creyentes en la resurrección (1 Co 15.35–54).

Todo el simbolismo cultual de la sangre del Antiguo Testamento halla su cumplimiento en la sangre de Cristo, expresión que en el Nuevo Testamento equivale a la muerte del Señor Jesucristo. La sangre de Cristo, es decir su muerte en la cruz, es el símbolo del precio de nuestro rescate (Ef 1.7); nos reconcilia con Dios (Ro 3.25 y 2 Co 5.19); nos redime de nuestros pecados (Ap 1.5); nos purifica (Heb 9.14); nos santifica (1 P 1.2); establece una nueva alianza (Heb 9.11–22). Por la sangre de Cristo somos justificados ante Dios (Ro 5.9), tenemos un vestido limpio (Ap 7.14), y podemos entrar con confianza en el santuario de Dios (Heb 10.19).

La «comunión con la sangre de Cristo» ilustrada por la participación de la copa en la CENA DEL SEÑOR, expresa la identificación del creyente con la muerte de Cristo.

SANGUIJUELA

Gusano anélido con una ventosa en cada extremo. Vive en ríos y lagos y se alimenta de la sangre de diversos animales, la cual chupa metiéndoseles en las narices y en la boca cuando están bebiendo (cf. Pr 30.15).

SANEDRÍN

Ver. CONCILIO.

SANIDAD, SANIDADES

Acontecimiento o proceso de devolver la salud a una persona o animal. Tiene que ver con la curación de la enfermedad y la restauración a la vida plena.

LA SANIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

La interpretación de la salud y la enfermedad en el Antiguo Testamento se desprende de la revelación de Dios a los judíos en cuanto a la naturaleza del bien y del mal y su significado para la vida.

En  el  Antiguo  Testamento  existen  varias  palabras  que  significan  «salud»  o   «saludable».

«Salud» es un estado de existencia expresado en términos que indican vigor y vida plena. El término  shalom expresa la  plenitud  de  vida  e integra  los  conceptos  de  «paz»,  «bienestar», «salud», «salvación», «justicia» y «comunidad». La enfermedad, por el otro lado, se describe con palabras que se derivan de la raíz hebrea hlh, que significa «debilidad», «cansancio», «falta de vitalidad», etc.

En la antropología del Antiguo Testamento, la experiencia de la enfermedad está íntimamente relacionada con la experiencia del pecado. La manera más común de expresar la recuperación de la salud es con la raíz hebrea hyh, que significa «vida». Estar enfermo es acercarse a un estado de debilidad absoluta que conduce a la muerte, mientras que la recuperación de la salud significa recobrar la vida. Desde esta perspectiva se puede entender cómo la «muerte» de Adán y la muerte que se desató en el mundo como consecuencia del pecado están relacionadas con la enfermedad en la mente hebrea. Todo es consecuencia del pecado y de apartarse de la voluntad de Dios.

A raíz de lo anterior, las oraciones por la sanidad o por la liberación de la enfermedad incluyen la confesión del pecado (Sal 38.2–5; 32.1–11; 103.3, et al.). La relación entre la enfermedad, la muerte y el pecado se expresa en la más antigua tradición jehovistas que se encuentra en Génesis 2 y 3, al inicio del Torá, y demuestra el juicio de Dios sobre la raza humana. Sin embargo, no es que el Antiguo Testamento enseñe una relación directa entre cada enfermedad y el pecado personal, sino que cada enfermo era una expresión física de la debilidad espiritual de un pueblo que se había visto separado de Dios por su pecado. Solo Dios sabe el grado de culpabilidad personal. En la misma línea, los profetas anticipaban la presencia de un pueblo restaurado y purificado en Sion: «No dirá el morador, Estoy enfermo; al pueblo que more en ella le será perdonada la iniquidad» (Is 33.24).

La sanidad, o la restauración a la vida, siempre es la obra de Jehová. Asa es condenado porque «en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos» (2 Cr 16.12). No se prohibía, sin embargo, el recurso de las personas especializadas en la curación de las heridas o de los huesos quebrados, según indican los profetas (Is 1.6; Ez 30.21, et al.). El uso de las hierbas y otros medios de curación fueron prácticas comunes (2 R 20.7; Is 38.21), y considerados como parte de la sabiduría hebrea (1 R 5.9–14).

A través de la historia de Israel hay también casos de personas que, con el poder de Dios, tienen la habilidad de restaurar la vida a los enfermos y afligidos. Pero aun fuera del mundo judío los pueblos buscaban a Dios como fuente de sanidad y restauración.

LA SANIDAD EN EL NUEVO TESTAMENTO

La sanidad ocupa un lugar central En el ministerio de Jesús. Jesús responde a los enviados de Juan el Bautista con la apelación a su propia experiencia en cuanto a sanidades y milagros (Mt 11.4–6; Lc 7.22, 23). En casi todos los textos de los evangelios sinópticos donde se resume el ministerio de Jesús, la sanidad figura como una de las actividades calificadoras.

Antes de su relato del Sermón del Monte, Mateo establece un marco referencial en cuanto al ministerio de Jesús cuando da la noticia de que «recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del Reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mt 4.23; véase 9.35). Esta misma clase de declaración en cuanto al ministerio de Jesús se repite con frecuencia (Mt 4.24–5.2; 8.16, 17; 12.15, 16; 15.29–31; Mc

1.32–34; 3.7–13; Lc 4.40, 41; 6.17–19, et al). Por su predicación, su manera de vivir en solidaridad con los pobres de la tierra, y por sus sanidades y exorcismos, Jesús manifestó el hecho que «el Reino de Dios ha llegado» (Mc 1.14 par.). La Palabra del Señor había hablado de un siervo, ungido de Jehová, que predicaría buenas nuevas a los pobres, sanaría a los quebrantados de corazón y liberaría a los cautivos (Is 61.1, 2).

En Lc 4.17–21, Jesús hizo suya esta promesa y así anunció que en su propia persona el Reino de Dios irrumpía. Con su dominio sobre las enfermedades y sobre los demonios, Jesús  inaugura el Reino de Dios y lo encarna (Mt 12.28; Lc 11.20). A través de las sanidades, Jesús evidenciaba el poder y la compasión de Dios para liberar a los hombres de toda clase de mal. El ministerio sanador de la Iglesia está fundamentado sobre la comisión apostólica dada a los discípulos durante la vida y ministerio de Jesús:

«Llamando a sus doce discípulos les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia y yendo, predicad, diciendo: el Reino de Dios se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios» (Mt 10.1, 7, 8; Mc 6.7–12; Lc 9.1–6). Es obvio, entonces, que las sanidades son partes integrales de la evangelización.

Vemos el mismo principio en Hechos de los Apóstoles, donde Lucas toma el cuidado de narrar las muchas instancias de sanidades hechas por los siervos del Señor. Tales acciones dan testimonio de la resurrección del Señor Jesús (4.33), y del hecho de que «en ningún otro hay salvación/sanidad (soteria); porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos/sanados (sothenai)» (4.12).

EL DON DE SANIDAD

Al inicio y al final de su discurso sobre las manifestaciones del espíritu en 1 Co 12, Pablo menciona los «dones de sanidades» (charimata iamaton: 1 Co 12.9, 28, 30).

Esta es la única mención explícita del don de sanidad en el Nuevo Testamento, y ambos términos (don, sanidad) aparecen en plural. Esta frase, juntamente con la expresión afín «milagros» (vv. 10, 29) se dan en plural para dar a entender un sentido de abundancia y variedad en los dones que se desprenden de la fe. Los dones de milagros y sanidades se destacan por su poder simbólico que evidencia la acción de Dios para liberar de la esclavitud del mal y de los resultados del pecado en todos los niveles de la vida.

En Stg 5.13–16, se describe una función establecida en la comunidad en la cual un enfermo llama a los ancianos para orar, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe salva/sana (sosei) al enfermo, y el Señor lo levanta; y si hubiere cometido pecados, le son perdonados. En este pasaje no se habla explícitamente de un don de sanidad, sino de un poder sanador dentro de la comunidad de fe, expresado a través de sus líderes.

A la luz del concepto de sanidad en el Nuevo Testamento, podemos llegar a cuatro conclusiones.

PRIMERO, la predicación del evangelio es suficiente en sí para efectuar sanidad.

SEGUNDO, los que son enviados a proclamar el evangelio frecuentemente son dotados de poder sanador con el objetivo de llevar las personas a la salvación.

TERCERO, Dios obra sanidades a través del ministerio de los ancianos y de la oración de fe.

Finalmente, existe un don específico que hace posible la sanidad dentro y fuera de la comunidad de fe, como testimonio al poder de la resurrección, y que trata las consecuencias morales y físicas del pecado individual, comunal y estructural.

SANSÓN

Juez de Israel famoso por su fuerza física fenomenal. Hijo de Manoa, de la tribu de DAN, juzgó a Israel por veinte años, siendo el último de los jueces antes de Samuel. Al igual que Isaac, Samuel y Juan el Bautista, el nacimiento de Sansón fue anunciado (Jue 13.1–25).

En Timnat, Sansón tomó a una mujer de los filisteos por esposa. En la fiesta de bodas, propuso un enigma a los filisteos relacionado con un panal de miel hallado en el cuerpo de un león al que había dado muerte. Como los filisteos no pudieron adivinarlo, la mujer de Sansón le presionó para que se lo revelara, y luego se lo contó a los filisteos. Enojado, Sansón bajó a ASCALÓN, donde mató a treinta filisteos y tomó sus vestidos para darlos a los que habían declarado el enigma. Luego su mujer fue dada a su compañero (14.1–20). Cuando Sansón supo esto, soltó en los sembrados trescientas zorras con teas encendidas atadas a sus colas y quemó los sembrados. Entonces los filisteos quemaron a la mujer y al suegro de Sansón, y en venganza Sansón los hirió «con gran mortandad» (15.1–8).

Los filisteos por su parte se vengaron atacando a los israelitas. Los israelitas ataron a Sansón con dos cuerdas, y con su consentimiento lo entregaron a los filisteos en Lehi.

Pero Sansón rompió las cuerdas, tomó una quijada de asno y mató a mil hombres. Luego, para saciar su gran sed, Dios abrió una fuente de agua en la peña (15.9–19).

En otra ocasión, cuando Sansón visitó a una ramera en GAZA, los filisteos rodearon la ciudad para vigilar las puertas y capturarlo. Sin embargo, a la medianoche se levantó Sansón, sacó las puertas con sus dos pilares, y se las llevó «a la cumbre del monte que está delante de Hebrón» (16.1–3).

Después Sansón se enamoró de una mujer de Sorec llamada DALILA, la que lo traicionó al hacer que revelara el secreto de su poder. Dalila le cortó el cabello y el Espíritu se apartó de él. Entonces los filisteos lo tomaron preso, le sacaron los ojos y lo pusieron a moler encadenado en la cárcel (16.1–22). Posteriormente en una fiesta en el templo de DAGÓN, llamaron a Sansón para que les divirtiese. El pelo le había crecido otra vez y, habiéndose arrepentido, clamó a Dios, quien le devolvió la fuerza. Tomando las dos columnas principales, tumbó la casa y murieron tres mil filisteos con él (16.23–31).

Por cuanto el Espíritu de Jehová se apoderaba de Sansón (13.25; 14.6; 19; 15.14), aunque esporádicamente, el autor de Hebreos lo incluye en la lista de los héroes de la fe (11.32).

SANTA CENA

Ver. CENA DEL SEÑOR.

 SANTIAGO

Ver. JACOBO.

EPÍSTOLA DE SANTIAGO: Primera de las siete epístolas generales, así clasificada por estar dirigida a «las doce tribus que están en la dispersión», probablemente en referencia a las congregaciones cristianas dispersas en todo el mundo.

ESTRUCTURA DEL LIBRO

La carta parece ser una colección de aforismos y homilías prácticas sobre la necesidad de asociar la fe con las buenas obras, organizados según la costumbre judía de asociar palabras clave. En este sentido, el libro debe ser estudiado como un sermón más o  menos representativo de su período. Esto hace difícil tratar de confeccionar un bosquejo lógico, pero a continuación se ofrece una lista de los temas que aborda:

  1. Salutación, 1
  2. El problema de las pruebas, 2–18
  3. La naturaleza de la religión verdadera, 19–2.26
  4. El poder de la lengua, 1–12
  5. Los males de este mundo, 13–5.6
  6. El valor de las virtudes cristianas, 7–20

Santiago utiliza el término «fue justificado» en 2.21 con referencia al relato de Gn 22 (donde Abraham se dispuso a sacrificar a Isaac) y afirma que así «demostró públicamente su fe», mientras Pablo, refiriéndose a la relación íntima entre Abraham y Dios (Gn 15.6), define la → JUSTICIA atribuida en términos no de → OBRAS, sino exclusivamente de → FE (Ro 4.1–5; Gl 3.6–9).

Santiago hace hincapié en el Dios que no cambia, el Creador (1.17), el Padre (1.27; 3.9), el Soberano (4.15) exento de toda influencia maligna (1.13), el Legislador, Juez, Salvador y destructor (4.11) que no tolera rivales (4.49) el Dador de sabiduría (1.5), gracia (4.6) y galardones (1.12). La justicia que Dios requiere del creyente (1.20) es una piedad no fingida, síntesis de la perseverancia (1.2–18), la obediencia (1.19–27), la imparcialidad (2.1–13), la integridad (2.14–26), la disciplina (3.1–4.10), la humildad (4.11–5.6), la paciencia (5.7–11), la persistencia en oración (5.12–18) y el amor (5.19).

AUTOR Y FECHA

Esta carta no recibió la aceptación de las iglesias sino hasta el siglo IV. La reserva se debía a la incertidumbre acerca de la identidad de su autor, que se describe (Stg 1.1) meramente como «Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo». Reconociendo que → JACOBO, hijo de Zebedeo, murió prematuramente para ser autor de epístola alguna, la iglesia atribuyó la Epístola de Santiago a → JACOBO de Jerusalén, el hermano del Señor.

Aparentemente llevaba el título de → APÓSTOL (Gl 1.19) y así se satisfizo el requisito de paternidad apostólica que era imprescindible para la aceptación de cualquier escrito en el → CANON.

Hay varios factores que apoyan a Jacobo de Jerusalén como autor. Uno es la sencillez con que el autor se designa a sí mismo (1.1), lo que hace pensar que sus lectores lo conocían muy bien. No hay en el Nuevo Testamento un Jacobo (o Santiago) mejor conocido ni más prominente que el hermano de Jesús y líder de la congregación en Jerusalén. Otro factor que nos inclina a aceptar a Jacobo como autor es el tono de autoridad con que escribe, el carácter homilético de la epístola, su sabor judeocristiano y sus ecos de la literatura sapiencial (sobre la palabra clave «sabiduría», cf. 1.5; 3.17) y de los dichos de Jesús consagrados en el → SERMÓN DEL MONTE (por ejemplo, cf. 2.13 con Mt 5.7; 3.12 con Mt 7.16; 3.18 con Mt 7.20; 5.2 con Mt 6.19), señalan a la persona que tuvo una relación singular con Jesús, especialmente después de su resurrección, con Pablo y los demás apóstoles como líder de la iglesia en Jerusalén, y que jugó un papel protagónico en el concilio de Jerusalén.

Un tercer factor que apoya a Jacobo de Jerusalén es que a pesar de ciertas frases de corte helenista (1.17, 23; 3.6), la epístola muestra rasgos hebraicos y usa preguntas retóricas, símiles vívidos, diálogos imaginarios y aforismos didácticos que tienden a señalar como autor a Jacobo, judío cristiano bilingüe. Además, hay ciertas semejanzas lingüísticas entre el discurso de  Jacobo en el → CONCILIO DE JERUSALÉN (cf. 1.1 con Hch 15.23; 1.27 con Hch 15.14; 2.5 con Hch 15.13; 2.7 con Hch 15.17) la carta que contenía sus resoluciones y la carta de Santiago  (Hch 15.23 y Stg 1.1; Hch 15.14 y Stg 1.27; Hch 15.13 y Stg 2.5).

El autor residió continuamente (se supone) en Jerusalén, desde el día de Pentecostés hasta su martirio treinta y dos años después, según lo relata el historiador Josefo. Jacobo tuvo contactos, gracias a su posición de liderazgo, con judíos y cristianos de todas partes del mundo. Por otra parte, hay varios factores que han convencido a algunos eruditos para que le atribuyan una paternidad diferente: la falta casi completa de doctrinas específicamente

cristianas y del nombre de Jesucristo (aparece únicamente en 1.1; 2.1), el lenguaje elegante  que indicaría un autor cuyo idioma materno quizá fuese el griego, y la demora en la aceptación de la epístola en el canon. Según esta teoría, «Santiago» es un Jacobo desconocido o un escritor que procura dar autoridad a su carta (una homilía judía cristianizada por ciertos retoques) utilizando el nombre del primer obispo de Jerusalén.

En tal caso, la fecha de composición no sería 40–60, sino 70–110.

A pesar de estos criterios, la paternidad literaria tradicional de Jacobo el hermano de Jesús sigue en pie como la más probable.

SANTIAGO: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza

  1. La prueba de la fe 1–18
  2. Las características de la Fe
  3. El triunfo de la fe 7–20

MARCO HISTÓRICO

Santiago dirige su carta a «las doce tribus que están en la dispersión (1.1). Esto implica lectores judeocristianos que vivían fuera de Palestina. En otras partes, sin embargo, Santiago  se refiere a jornaleros (5.4), y esto sitúa a sus lectores dentro de Palestina. En aquellos tiempos, solo en Palestina los granjeros empleaban personas que recibían paga en vez de esclavos.

APORTE A LA TEOLOGÍA

El mensaje de Santiago desafía al pueblo de Dios a una fe relevante. El evangelio cristiano no es estrecho, sino que hace sus demandas sobre la totalidad de la vida humana.

En la enseñanza de Pablo, vemos que la acción de Dios en Cristo (para la salvación de los hombres) resulta en la acción del creyente en Cristo en respuesta a la acción de Dios. Pero el método de Santiago es diferente. Su carta está llena de mandatos que dan por sentado que ha habido una experiencia. Santiago presenta al lector las demandas prácticas del evangelio. Por eso su escrito tiene tanto que ver con la vida diaria, y no deja lugar al escapismo moral ni a las especulaciones teológicas. Frente a las afirmaciones del autor, solo nos queda actuar o no conforme a las demandas del evangelio. De allí que el centro del mensaje de Santiago se encuentra en su llamado a una vida ética basada en el evangelio cristiano.

OTROS PUNTOS IMPORTANTES

Algunos sugieren que Santiago y Pablo no están de acuerdo en sus puntos de vista sobre el valor salvífico de la fe y las obras. Pablo dice: «El hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley» (Ro 3.28), mientras que Santiago dice: «El hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe (Stg 2.24). Pero si nos fijamos bien, vemos que difieren más en la definición de fe que en su esencia. Santiago escribe a personas que están inclinadas a interpretar la fe como un simple conocimiento intelectual (Stg 2.29).

Como consecuencia, enfatiza que una fe que no transforma al creyente no es una fe que salva; de ahí que enfatice las obras. En realidad no está lejos de la posición de Pablo. Para este, la fe es confiar a Dios nuestra vida a través de Cristo, con el resultado de que nuestra vida se renueva con el «fruto del Espíritu» (Gl 5.22).

SANTIDAD, SANTO

La santidad es básica en casi todas las religiones. Dos cualidades comunes se destacan: la de separación o distinción (lo que es reservado o separado para los dioses) y la de poder. Lo santo despierta reverencia y temor, a la vez que acatamiento y dependencia.

El Antiguo Testamento relaciona el concepto con el Dios verdadero y utiliza la palabra hebreo qadash, cuya etimología es incierta (según algunos, relacionada con «separar», según otros, con «brillo»). De los varios términos griegos, la Septuaginta y el Nuevo Testamento prefieren uno poco usado en el griego clásico (hagios), aunque a veces se emplean otros (hosios y hierós).

Encontramos la idea de Santiago en todo el Antiguo Testamento, pero no hay duda de que los profetas la profundizaron, y le dieron un carácter más personal y ético. En el Nuevo Testamento este aspecto predomina, ya que en el Dios santo se manifiesta en la persona de Jesucristo, quien personifica en sí mismo el significado de la santidad.

En el Antiguo Testamento Dios es santo (Sal 99.9) o santo es su nombre (99.3; 111.9). La santidad de todas las demás cosas o personas que puedan ser llamadas santas deriva de Él y dependen de su voluntad. La santidad de Dios significa que Él es distinto y trascendente con relación a todo lo creado, incomprensible e inaccesible al hombre (desde los textos más antiguos: Gn 28.16ss; 1 S 6.19ss y culminando en los profetas: Is 6; 57.15; Os 11.9; Ez 1; 36.22, 23). Al mismo tiempo, su santidad se expresa manifestándose, dándose a conocer, llamando al hombre a participar en lo que Él hace (Dt 7.6; Lv 11.44; Nm 15.40). La santidad de Dios no es simplemente lo misterioso, sino su perfección moral (Hab 1.3), que se manifiesta plenamente en su misericordia (Os 11.9). Isaías destaca su soberanía y su oposición al pecado (1.4; 5.19, 24; 10.17, 20; 12.6). Aunque el Nuevo Testamento no se ocupa tanto de la santidad de Dios, no hay duda alguna que mantiene la afirmación del Antiguo Testamento (Ap 4.8; Jn 17.11; Mt 6.9).

Las cosas no son santas en sí mismas, ni primordialmente por su uso en el culto, sino por estar colocadas al servicio de Dios o en relación con Él. Santos son el lugar donde Dios se da a conocer ( Éx 3.5 ; Jos 5.15 ), el arca del pacto ( 2 Cr 35.3 ), el día de reposo (Éx 20.8 , 11 ; 35.2 ), las vestimentas y utensilios relacionados con el culto de Dios ( Éx 28.2 ; 1 R 8.4 ), las fiestas consagradas a Él ( Is 30.29 ) y por supuesto el templo. Tanto los profetas como el Señor Jesús enseñan que estas cosas son profanadas cuando se les considera aparte del propósito y la voluntad de Dios.

Dios congrega un → PUEBLO que, por estar separado para Él, es santo (Lv 21.6–8; Ez 37.28, etc.). Por serlo, debe santificar a Dios en el culto, la observancia de la Ley y el ejercicio de la justicia y la misericordia. La santidad requerida del pueblo tiene así un contenido religioso y ético, individual y social. El Nuevo Testamento ve en el nuevo pueblo de Dios la continuidad del pueblo santo (Jn 17.19; 1 Co 1.2; Ro 15.16; 1 P 2.5, 9). Los miembros de este pueblo deben consagrar la totalidad de su vida en ofrenda a Dios (Ro 12.1; Flp 2.17). La santidad no es privilegio de algunos, ya que todos los creyentes son llamados santos. A su vez, esto significa que son llamados a vivir en santidad, según el modelo de Cristo (Ef 1.4; Heb 2.11; 1 P 1.16) hasta la plena realización de esa santidad en el Reino (2 P 3.13). (SANTIFICAR.)

SANTIFICAR

Término que traduce en nuestras Biblias el hebreo qadash y el griego hagiazo. El significado se vincula a las dos ideas dominantes del concepto de lo santo: lo que es apartado, separado o consagrado a Dios y la transformación ética y religiosa que corresponde a quienes entran en esa relación con Él.

Dios es santo en majestad, trascendencia, misterio, separado del hombre y del pecado.

Santificar a Dios es reconocerlo en su SANTIDAD (Is 8.13; 29.23). Se le  santifica reconociendo y usando adecuadamente las cosas que Él ha señalado (por ejemplo, día de reposo, Gn 2.3; altar, Éx 29.37; tabernáculo, Éx 29.44; etc.), y honrando las personas o pueblo que Él ha elegido (por ejemplo, PUEBLO, Éx 19.14; SACERDOTES, Éx 28.41).

A menudo la idea dominante es de limpieza o PURIFICACIÓN ritual. Pero santificar a Dios requiere una actitud interior y una conducta que corresponde a la santidad de Dios (Is 1.4, 11; 8.13). Dios santifica su propio nombre al cumplir ante los pueblos su propósito (Ez 36.23; Is 29.23).

En el Nuevo Testamento hallamos un uso doble y complementario del concepto de santificar y santificación. La idea de consagrar enteramente a Dios sigue empleándose (Mt 23.17, 19). Pero el sumo sacrificio es Jesucristo (Jn 17.19) que se santifica a sí mismo y a los suyos (Heb 13.2; Jn 17.17). En Hebreo leemos que Jesucristo a su vez santifica a los suyos, separándolos y adquiriéndolos para Dios por su muerte y capacitándolos para un culto nuevo y espiritual por medio de Él y para una nueva vida de santidad (Heb 2.17; 9.13ss; 13.12–16). La SANTIFICACIÓN es a la vez algo que Jesucristo adquirió para siempre para el creyente y un llamado a la santidad (Heb 10.10, 14; 12.14).

El mismo carácter doble advertimos en los escritos de Pablo. Jesucristo ha santificado a los creyentes por su obra y son por lo tanto santos (1 Co 1.2; 1 P 1.2; 1 Co 7.14). Por otra parte, la voluntad de Dios es nuestra santificación (1 Ts 4.3), es decir, que seamos conformados a la imagen de Cristo (2 Co 3.17, 18). Esto demanda un esfuerzo del creyente (2 Co 7.1; Heb 12.13; 1 Jn 3.3) en una lucha permanente (Ro 7; Gl 5.16–26); pero debe ser reconocida como obra de Dios (1 Ts 5.23, 24), quien la perfeccionará.

SANTUARIO

Lugar en la tierra donde mora la presencia de Dios, aunque el verdadero santuario según la Biblia es el cielo mismo (2 Cr 30.27; Heb 9.24). Dios lo estableció en la época del Antiguo Testamento, pues tanto el TABERNÁCULO (Éx 25.8; cf. 40.34) como el TEMPLO (1 R 8.10) albergaban la manifestación visible de la presencia de Dios. El Lugar Santísimo era el santuario estrictamente hablando (Lv 16.16), pero la palabra se aplicaba en sentido general a todo el edificio.

En sentido figurado, se le llama santuario al pueblo de Dios (Sal 114.2), ya que Él mora entre ellos. Pero santuario puede significar también refugio (cf. 1 R 2.28, CIUDADES DE REFUGIO). En este sentido, Dios es el santuario de su pueblo (Is 8.14; Ez11.16).

Las religiones paganas también tenían santuario para sus dioses. La participación del pueblo escogido en los ritos de aquellas (Am 7.9, 13) fue una de las causas de su caída.

Generalmente las versiones bíblicas usan «santuario» para traducir el griego, naós, que también se traduce «templo». Otro término afín es háguia (Lugar Santo o Santísimo) que se halla en la Epístola a los Hebreos. Sin embargo, según el Nuevo Testamento, el santuario terrenal de Dios ya no es un edificio, sino su pueblo. Dios mora en la iglesia universal (Ef 2.21), en la iglesia local (1 Co 3.16) y en el creyente (1 Co 6.19). Así como los judíos debían guardar la santidad del tabernáculo, evitando que se profanara (Lv 21.23), el creyente tiene la responsabilidad de guardar la integridad y santidad de la iglesia (1 Co 3.17) y de su propio cuerpo (1 Co 6.18ss).

SARA

(PRINCESA; FORMA ANTIGUA: SARAÍ).

Esposa de ABRAHAM y madre de Isaac.

Según Gn 20.12, era también hermanastra de Abraham. Acompañó a este desde Ur de los caldeos hasta la tierra prometida. Cuando se refugiaron en Egipto a causa del hambre en Canaán, Abraham temió que la belleza de Sara pusiera en peligro su propia vida y dijo que era su hermana. Precisamente por esto, llevaron a Sara al harén real. Dios libró milagrosamente a la que sería la madre del pueblo escogido, tanto en esa ocasión como en otra parecida en Gerar (Gn 12 y 21).

Sara escuchó la conversación de tres visitantes celestiales que reiteraron a Abraham la promesa de un hijo. Al reírse ella de tal posibilidad para una pareja de más de 90 años de edad, Jehová la reprendió y anunció que daría a luz el año siguiente (Gn 18). Sara murió a los 127 años y la sepultaron en la cueva de MACPELA (Gn 23).

El Nuevo Testamento pone a Sara como ejemplo de fe (Ro 4.19; Heb 11.11) y de sumisión (1 P 3.6). En la alegoría de Gl 4.21–31 Sara, la mujer libre, representa el nuevo PACTO de libertad, en contraste con la antigua esclavitud.

SARDIO

(EN HEBREOS, ODEM; EN GRIEGO, SÁRDION).

Piedra preciosa que adornaba el PECTORAL del sumo sacerdote (Éx 28.17; 39.10).

Es evidente que el odem tiene un color rojo sangre, pero es difícil precisar más.

Algunos lo traducen como sardio, piedra de un rojo transparente que, según Plinio, se encontraba cerca de Sardis, ciudad de la que deriva su nombre. Otros, con más probabilidad, la identifican con una especie muy cristalina de cornalina, o con el jaspe rojo de la India o Arabia.

SARDIS

Ciudad muy antigua del Asia Menor, cuya situación dominaba todo el valle del río Lico. Fue la antigua capital del reino de LIDIA, que alcanzó una riqueza legendaria bajo Creso (siglo VI a.C.). Todavía en la época apostólica prosperaba, gracias al oro tomado del río Pactolo que la atravesaba, y al comercio que le proporcionaban cinco carreteras principales.

En sus primeros tiempos era una ciudad fortificada casi inexpugnable gracias a los acantilados que la rodeaban. Pero cuando en 549 a.C. el rey persa → CIRO asediaba a Sardis, un soldado observó la ruta por la cual descendía un defensor de la muralla para rescatar su yelmo caído, y esa noche Sardis cayó. La misma táctica permitió la captura de Sardis en 214 a.C., bajo Antíoco el Grande (cf. Ap 3.2s, «sé vigilante vendré sobre ti como ladrón»).

El terremoto de 17 d.C. devastó la ciudad, pero gracias a la generosidad del emperador Tiberio, el historiador Estrabón (26 d.C.) pudo describirla de nuevo como una «gran ciudad». Las referencias a vestiduras (Ap 3.4s) aluden a la industria principal de Sardis: la confección y tintura de vestidos de lana.

La iglesia de Sardis, destinataria de la quinta de las siete cartas de Ap 2–3, parece haberse llenado de altivez. Confiada en su gran reputación, carecía de indicios de vida.

Sin enemigos visibles, gozaba de paz, pero la paz de la muerte. Las advertencias del Señor,  sin embargo, parecen haber surtido efecto. Sardis surgió después del primer siglo como centro cristiano. Cuenta entre sus hijos ilustres al obispo Melitón, comentarista y predicador.

SAREPTA

Antiquísimo puerto fenicio, situado entre Tiro y Sidón, adonde Elías fue a vivir por mandato de Dios. Allí el profeta recibió la hospitalidad de una viuda y Dios la recompensó con creces (1 R 17.8–24; cf. Lc 4.26).

Alternadamente, Tiro y Sidón ejercían el dominio de Sarepta. Sus principales productos parecen haber sido el vidrio y la púrpura. Aparte de los textos mencionados arriba, Sarepta se menciona en Abdías 20.

SARETÁN

Ciudad histórica del valle del Jordán, situada al lado oriental del río. No lejos de ella las aguas del río Jordán se dividieron para dar paso a las huestes de Josué, rumbo a Jericó (Jos 3.16). En un lugar situado entre Sucot y Saretán estaban las fundiciones a donde Salomón mandó elaborar muchos de los objetos de bronce que formaron el mobiliario y los utensilios del templo (1 R 7.46).

Se desconoce el lugar exacto de Saretán pero estaba cerca de → BETSEÁN y → TAANAC. Allí residía uno de los doce gobernadores que Salomón nombró (1 R 4.12). En 2 Cr 4.17 se le denomina Seredata.

SAREZER

Nombre de dos individuos del Antiguo Testamento.

  1. Hijo de Senaquerib, quien en compañía de su hermano Adramelec asesinó a su padre (2 R 19.37; Is 37.38) cuando este oraba en el templo de Nínive tras regresar precipitadamente de Jerusalén (681 a.C.). El nombre de este hijo de Senaquerib no se consigna en ninguna fuente extrabíblica. Su significado, «ha protegido», hace suponer que debía ir precedido del nombre de una divinidad. Algunos han propuesto Nergal- Zarezer.
  2. Contemporáneo del profeta Zacarías (7.2), quien preguntó si todavía debía observarse el ayuno puesto que el templo había sido

SARGÓN

La historia universal se ocupa de dos reyes con este nombre.

  1. Sargón I, quien fundó en Mesopotamia el primer imperio que se conoció en el mundo, el Imperio Acadio, en el año 2360 C.
  2. Sargón II, hermano y sucesor de Salmanasar V, quien reinó del 722 al 706 a.C. en el trono de Asiria. Las hazañas de este Sargón son ampliamente conocidas por las inscripciones de su palacio en Khorsabad, por los textos que se han encontrado en Nínive y Nimrod, y por los relatos del Antiguo Testamento correspondiente a este período en la historia de Israel y de Judá.

Sargón II solo se menciona una vez en el Antiguo Testamento (Is 20.1), pero sus intervenciones en Siria y Palestina constituyen el trasfondo histórico de las profecías de Isaías. Sargón alega haber sido él quien consumó la caída de SAMARIA, poco antes de la muerte de su hermano Salmanasar V.

Después de asegurar su dominio entre los asirios y vecinos más próximos, y de acuerdo con la costumbre de cada nuevo soberano oriental, se dedicó a combatir una coalición que se había organizado contra él en el oeste, desde Hamat, y que incluía a Damasco, Samaria y otras tres importantes capitales. Sargón se enfrentó con la coalición en Qarqar y la dominó fácilmente. Luego se ocupó en cortar toda posible ayuda desde Egipto a Palestina. A su regreso de la frontera de Egipto, deportó una gran parte de la población de Samaria y la reemplazó con una mezcla de sus vencidos para formar allí la provincia asiria de Samaria.

A pesar de este fuerte dominio asirio, el príncipe de Asdod tuvo cierto éxito en organizar una coalición siro-palestina contra Sargón, confiando posiblemente en la ayuda que pudiera prestarles Egipto en el momento preciso. Isaías se opuso siempre a esto y aconsejó a Judá que no pusiera su confianza en Egipto. Sargón destruyó fácilmente la coalición, y a no ser porque Azeca y Laquis, en la frontera de Judá, se rindieron a tiempo, también Judá hubiera sufrido la opresión de Sargón (Is 20.1–6; cf. 10.1–11; 39; 2 R 17.4, 24; 18.34; 19.13; 20.12–19).

SARNA

Ver. SARPULLIDO.

 SARÓN

Nombre de dos regiones de Palestina.

  1. Llanura costera de Palestina que se extiende paralela al mar Mediterráneo, entre Jope y el monte Carmelo. En tiempos anteriores a Josué tenía su propio rey (Jos 12.18), pero en la repartición de la tierra prometida pasó a ser posesión de la media tribu de Manasés (Jos 16.3). Su abundancia de flores era proverbial; la amada de Cnt 2.1 es comparada con una → ROSA de Sarón.

Debido a la fertilidad de sus pastos y a su abundante ganadería, Sarón fue atendida por un funcionario especial durante el reinado de David (1 Cr 27.29). Era una segura fuente de riqueza. Isaías anunció que sería destruida (33.9) pero también profetizó su restauración (35.2); sería habitación de ovejas y de un remanente de fieles (Is 65.10).

En el Nuevo Testamento Sarón es escenario de numerosas conversiones al evangelio y de milagros realizados por Pedro (Hch 9.32–35). En → JOPE, ciudad situada al sur de Sarón, se realizó la resurrección de Dorcas (Hch 9.36–43); allí Pedro recibió el llamado para predicar en Cesarea (Hch 10.1–22).

  1. Región al este del Jordán asignada a la tribu de Gad (1 Cr 16).

SARPULLIDO

Las enfermedades cutáneas representan, sin duda, el grupo más numeroso entre las descritas en la Biblia. Eran muy visibles y muchas veces de aspecto repulsivo y por tanto no se necesitaban conocimientos anatómicos para reconocerlas.

Entre ellas se menciona el sarpullido, que apareció como la sexta plaga que Dios mandó a Faraón. De Éx 9.9–11, que es la única mención bíblica específica de esta enfermedad, se deduce que provocaba una intensa picazón. Existieron, empero, otras enfermedades de la piel que aparecen mencionadas en el Antiguo Testamento (Reina Valera 1960): la erupción, el divieso, el empeine, la tiña (Lv 13.2, 18, 37, 39) y la sarna (Job 2.7), las cuales sin duda provocaban sarpullido y picazón.

SARUHÉN

Ciudad dentro del territorio de Judá asignada a la tribu de Simeón (Jos 19.6). Saruhén es la Silhim de Jos 15.32 y la Saaraim de 1 Cr 4.41.

SARVIA

Madre de Joab, Abisai y Asael (2 S 2.18), famosos soldados de David.

Sarvia era hermana de David según 1 Cr 2.16, aunque en 2 S 17.25 Nahas, y no Isaí, aparece como su padre. Seguramente David y Sarvia eran primos o parientes cercanos.

De acuerdo con 2 S 2.32, al esposo de Sarvia lo sepultaron en Belén. Parece que era una mujer de poderosa personalidad.

SATANÁS

(DEL HEBREO, SATAN, QUE SIGNIFICA ENEMIGO, ADVERSARIO).

Acusador del pueblo escogido y enemigo de Dios por excelencia. Genéricamente, puede aplicarse a todo opositor ante un tribunal (Sal 71.13; 109.6; 1 S 29.4), pero como nombre propio se refiere al DIABLO.

Según el monoteísmo riguroso de la Biblia, este ser sobrehumano fue creado por Dios y está sujeto a su voluntad soberana. Satanás, por ejemplo, aparece como uno de los «hijos de Dios» que rinden informes ante el trono, y necesita el permiso divino para tocar al piadoso Job (Job 1.6–2.7, cf. Lc 22.31). En Zac 3.1ss no se había desarrollado todavía el concepto pleno de Satanás como un ser maligno, pero en 1 Cr 21.1 (cf.; 2 S 24.1), donde el sujeto es «Jehová» (DEMONIOS), es evidente la hostilidad implacable de Satanás. Asimismo, aparentemente Jehová manda un espíritu mentiroso como instrumento de su voluntad (1 R 22.19ss) que, sin embargo, pertenece al «ejército del cielo». La noción del acusador no aparece con frecuencia en el Antiguo Testamento; pero, ya sea que aparezca como abogado acusador o como principio demoníaco y destructivo, siempre está dentro del plan redentor.

En el período intertestamentario varios conceptos originalmente independientes fueron combinados con la noción de Satanás: el ángel de la muerte, el principio del mal, la tentación interna del hombre, → AZAZEL, el capitán de los demonios, etc. Se le identifica con la → SERPIENTE de Gn 3.1ss (cf. Ap 12.9) y por consiguiente como fuente de la muerte (Sabiduría 2.24). Se le llama BELIAL, BAAL-ZEBUB y Sammael. Es esencial recordar que en estos desarrollos Satanás sigue como una figura celestial, ya que una «caída del cielo» haría imposible su obra acusadora. Su identificación como príncipe de los ÁNGELES caídos aparece muy tarde y no influye en el Nuevo Testamento, ya que Lc 10.18 describe una visión profética del Señor Jesús, y los otros pasajes aducidos ( Is 14.12–17 ; Ez 28.11–19 ; Jud 6 ; Ap passim ) son también de tinte apocalíptico y describen el triunfo final de Dios.

Los rabinos asimismo daban poca importancia a Satanás. Solían asociarlo con el impulso maligno interno del hombre y lo llamaban el tentador (cf. Mt 4.3; 1 Ts 3.5).

Dos ideas sobresalen en el Nuevo Testamento: la antítesis absoluta entre Dios y Satanás y la victoria del Reino de Dios sobre él. Satanás es el príncipe o dios de este mundo que dispone de sus reinos (Jn 12.31; 2 Co 4.4; Lc 4.6) y mantiene dominio sobre la mayoría de sus habitantes (Mt 6.13). «Guárdanos del maligno»; Hch 26.18; Col 1.13). Es el fuerte que, armado, vigila sus bienes (Mc 3.27). El hombre no puede, sin la gracia divina, escapar de su esclavitud. Por tanto, con el consentimiento humano, la hegemonía de Satanás produce un MUNDO cuyas obras son malas (1 Jn 3.8; 2.15, 16), y Satanás mismo es padre de todo lo funesto (Hch 13.10; Jn 6.70; 8.44).

Desde el nacimiento de Cristo, Satanás hizo todo lo posible por destruirlo y estorbarle en su ministerio (Mt 2.16; cf. Ap 12.3, 4). La tentación en el desierto (Mt 4; Lc 4) fue una tentativa satánica de arruinar el ministerio de Cristo. El hecho de que, después de la tentación, Satanás «se apartó de él por un tiempo» (Lc 4.13) significa que volvió a tentarle en otras ocasiones (cf. Heb 2.18; 4.15). Cristo vino precisamente «para deshacer las obras del diablo» (1 Jn 3.8; Heb 2.14), y por eso Satanás se opone a toda su obra.

Cuando Pedro protestó por la idea de la muerte de Cristo, este le dijo: «¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo» (Mt 16.23). La traición de Judas fue instigada por Satanás. (Lc 22.3; Jn 13.2, 27).

La destrucción que Satanás ha efectuado abarca procesos nefastos de toda índole (Mc 3.23ss; Lc 13.11, 16; 1 Co 5.5; 2 Co 12.7; 1 Ti 1.20) que a menudo son efectuados por sus súbditos, los demonios. En este sentido Satanás tiene «el imperio de la muerte» (Heb 2.14 HA). Tras el paganismo están los demonios y, en fin de cuentas, su capitán (Hch 13.10; 1 Co 10.20). Satanás no deja jamás de ser el acusador (Ap 12.10). Contra este reino satánico, Cristo alza el estandarte de Dios. Él ha atado al fuerte y saqueado sus bienes; por Él el adversario es echado del cielo (Ap 12.10–13; Jn 12.31; Lc 10.18).

Aun así, a Satanás le queda algo de tiempo en la tierra (Ap 12.12).

En los primeros días de la iglesia, Satanás aparece como protagonista hostil (Hch 5.3; Ro 16.20; 1 Co 7.5; 2 Co 2.11, etc.) que arrebata la semilla del evangelio (Mc 4.15) y siembra otra que es espuria (Mt 13.25). Aunque los cristianos son salvaguardados de Satanás (2 Ts 3.3) y le han vencido (1 Jn 2.13), se les exhorta a combatirle con todas sus fuerzas (Ef 6.10ss).

En los últimos días, Satanás llama al ANTICRISTO y al falso profeta para que estos le sirvan (Ap 13.2, 11; 2 Ts 2.9s). Su éxito inicial es evidente, pero la SEGUNDA VENIDA de Cristo resulta en la derrota del triunvirato satánico, y Satanás es echado en cadenas al ABISMO. Después del MILENIO, queda suelto brevemente, pero de nuevo Dios lo derrota y finalmente lo arroja al tormento eterno en el lago de fuego (Ap 20.1–10).

SÁTRAPA

(PROTECTOR DE LA TIERRA).

Título que se menciona trece veces en el Antiguo Testamento (Esd, Est y Dn) y que se aplica a los gobernadores de las provincias del Imperio Persa. DARÍO I dividió su imperio en veinte provincias o satrapías. Los sátrapas tenían mucho poder, y algunos de ellos eran en realidad reyes independientes. El sistema continuó aun después de Darío I; Alejandro Magno lo conservó.

SAÚL

(DESEADO).

Nombre de cuatro personajes del Antiguo Testamento y nombre hebreo del apóstol PABLO (Hch 13.9).

  1. Sexto rey de Edom, natural de Rehobot (Gn 36.37; 1 Cr 48).
  2. Hijo de Simeón y una cananea (Gn 46.10; Éx 6.15; Nm 26.13; 1 Cr 24).
  3. Levita de la familia de Coat e hijo de Uzías (1 Cr 6.24).
  4. Primer rey de Israel, hijo de Cis, de la tribu de Benjamín, cuyo reinado (ca. 1045–1010) se narra en 1 S 9–15.

Era de origen humilde, pero de apariencia impresionante y gran valor. Su temor al ser nombrado rey y su generosidad con sus enemigos revelan el aspecto positivo de su carácter. Fue la persona que Dios escogió para iniciar la monarquía y representar el Reino de Jehová sobre su pueblo.

Cuando lo ungieron rey, Gabaa, su tierra natal (1 S 10.26), se hallaba dominada por los filisteos, enemigos de Israel. Con el monopolio del hierro, el dominio de estos se hacía cada vez más fuerte. Por tanto, en su angustia, los israelitas llegaron a rechazar el gobierno teocrático de los jueces, y desearon tener un rey que encabezara un gobierno central capaz de liberarlos del dominio filisteo. Samuel, después de advertirles de los males de tal gobierno, ungió a Saúl secretamente, según las instrucciones de Dios (1 S 10.1). Después los jefes de familias en Mizpa lo eligieron (1 S 10.17–24) y, ya nombrado, permaneció en su casa hasta los de Jabes de Galaad lo llamaron. Ganó una victoria decisiva sobre los amonitas, y en Gilgal lo confirmaron como rey mediante una ceremonia religiosa (11.1–15).

El nuevo rey debería crear la unidad política entre las tribus, y en esto Saúl no tuvo éxito. A su muerte, las tribus del sur eligieron por rey a David, que era de la tribu de Judá.

Saúl triunfó en la guerra contra los amalecitas, pero nunca venció a los filisteos; más bien sufrió la muerte en manos de ellos.

Además de sus problemas políticos, Saúl tenía debilidades personales: su melancolía y sus celos lo impulsaron a perseguir a David y a vengarse cruelmente de los sacerdotes de Nob (1 S 18.6–12ss; 22.6–19). La personalidad de → SAMUEL por una parte y la de DAVID por otra lo eclipsaban. Samuel apareció tres veces para reprenderlo por su desobediencia. La primera fue cuando Saúl, impaciente, ofreció sacrificio en Gilgal (1 S 13.7–10), sacrilegio por el cual Samuel profetizó que su reino le sería quitado y dado a otro. La segunda vez fue cuando le advirtió que «obedecer es mejor que los sacrificios» (15.22). En la tercera ocasión Dios permitió una entrevista sobrenatural. Samuel apareció después de muerto y confirmó un juicio definitivo contra Saúl (28.3–19).

Saúl contrasta con David en cuanto a poderes naturales y espirituales. No hay excusa por su desobediencia porque tenía acceso a la Palabra de Dios por medio de Samuel. Su caída explica lo erróneo de confiar más en las dotes personales que en las indicaciones divinas.

SAVE, DE VALLE

Valle cerca de Salem donde Abraham se encontró con el rey de Sodoma y con Melquisedec después de derrotar a Quedorlaomer (Gn 14.17, 18). Este valle fue el lugar donde Absalón erigió un monumento a sí mismo llamado «Columna de Absalón» (2 S 18.18).

SAVE-QUIRIATAIM

Llanura de la Transjordania donde Quedorlaomer hirió a los emitas en los días de Abraham y Lot (Gn 14.5).

SEAR-JASUB

Nombre simbólico del hijo mayor del profeta Isaías en los días de Acaz de Judá (Is 7.3). El nombre expresaba la profecía de Isaías de que un remanente regresaría de la cautividad en tierras extrañas.

SEBA

Nombre de varios personajes, lugares y ciudades en el Antiguo Testamento.

  1. Hijo de Cus (Gn 10.7; 1 Cr 9).
  2. Hijo de Raama y nieto de Cus (Gn 10.7b). Sin embargo, parece haber una diferencia entre ambos. En Is 43.3 y 45.14 al hijo de Cus se le relaciona con Egipto y Etiopía, mientras que en Sal 72.10 se menciona junto a Sabá y Tarsis. Sabá era nieto de
  3. Hijo de Joctán (Gn 10.28; 1 Cr 22).
  4. Hijo de Jocsán y nieto de Abraham (Gn 25.3; 1 Cr 32).
  5. Pozo que cavaron los siervos de Isaac (Gn 33).
  6. Ciudad de Simeón (Jos 19.2; Sema en 26).
  7. Hijo de Bicri, de la tribu de Benjamín, que se rebeló contra David después del fracaso de la rebelión de Absalón (2 S 1–21).
  8. Padre de una familia de Gad, descendiente de Abihail, que habitó en Galaad (1 Cr 13).
  9. Región, posiblemente del África (Sal 72.10; Is 3).

Seba es el nombre que le da (Reina Valera 1960) al reino de → SABÁ , un estado del Yemen Antiguo o Arabia Feliz, cuyos habitantes se llaman «sabeos» en el Antiguo Testamento. Los textos bíblicos hacen referencia a sus riquezas (Job 1.15; 6.19; Is 60.6). Su reina visitó a Salomón (1 R 10.1–13), hecho que es completamente posible pues se ha descubierto que los sabeos hablaban un idioma semítico.

SEBANÍAS

Nombre de cuatro personas en el Antiguo Testamento.

  1. Sacerdote que tocó la trompeta delante del arca cuando la trasladaban a Jerusalén (1 Cr 24).
  2. Levita que ayudó en la Fiesta de los Tabernáculos después del cautiverio (Neh 9.4, 5).
  3. Jefe de una familia sacerdotal que vivió una generación después del cautiverio (Neh 12.14). Un representante de esta familia firmó el pacto con Nehemías (Neh 4).
  4. Sacerdote que firmó el pacto con Nehemías (Neh 12).

SEBAT

Mes hebreo, el quinto del año civil y el undécimo del año sagrado. Corresponde a nuestro enero-febrero. El almendro florecía en este mes. Las diez visiones del profeta Zacarías comenzaron en sebat (Zac 1.7). (MES)

SEBNA

Alto oficial de la casa del rey Ezequías, que sirvió de tesorero y mayordomo (Is 22.15) y luego de escriba (2 R 18.18; 19.2; Is 36.3; 37.2).

Usó su alta posición para su propio provecho y construyó para sí un sepulcro de lujo, por lo cual Isaías lo reprendió fuertemente (22.15–19).

SEBUEL

Nombre de dos hombres del Antiguo Testamento.

  1. Descendiente de Moisés (1 Cr 23.14–16). Fue tesorero del templo en tiempos de David; se le llama Subael en 1 Cr 20.
  2. Uno de los hijos de Hemán, de la tribu de Leví (1 Cr 25.4). Se le llama Subael en 1 Cr 25.20. Fue músico del santuario en tiempos de

SECANÍAS

Nombre de siete personas del Antiguo Testamento.

  1. Sacerdote cuyos descendientes constituían la décima suerte de sacerdotes en días de David (1 Cr. 24.11).
  2. Levita que ayudaba en la recolección y distribución de las ofrendas en tiempos del rey Ezequías (2 Cr 31.15).
  3. Descendiente de David (1 Cr 3.21, 22).
  4. Hombre que propuso a Esdras que se despidieran a las esposas extranjeras (Esd 2–4).
  5. Padre del guarda de la puerta oriental de Jerusalén en los días de Nehemías (Neh 29).
  6. Suegro de Tobías el enemigo de Nehemías (Neh 18).
  7. Sacerdote que volvió con Zorobabel (Neh 3).

SECTA

Término que se usa cinco veces en la Reina Valera 1960 para traducir la palabra griega resis, que en ocasiones también se traduce «herejía». Originalmente la voz griega significaba secta, escuela o partido, pero en la época helenística llegó a denotar una escuela o doctrina filosófica de enseñanzas particulares. No tenía todavía el sentido especial de desviación u oposición a la ortodoxia que le da el Nuevo Testamento.

Significaba más bien una dirección o tendencia dentro de la ortodoxia, y por tanto los «sectarios» no merecían reprobación. Este sentido se mantuvo dentro del judaísmo, el cual estaba dividido en varias sectas.

Lucas, quien escribió bajo la influencia de la terminología helenística y judía, usa particularmente en el contexto de la iglesia naciente. En Hch 5.17 se refiere a los saduceos; en 15.5 y 26.5 a los fariseos. En forma análoga en 24.5 habla de la «secta de los nazarenos», al referirse a los cristianos. En un principio los enemigos del cristianismo, tanto judíos como gentiles (y aun algunos cristianos sobre todo al principio en Jerusalén), vieron en este una secta más dentro de la ortodoxia judía, y el término adquirió así los primeros sobretonos peyorativos (cf. Hch 28.22 ) que advierten la pronta ruptura entre iglesia y sinagoga.

Más allá del uso explícito de secta o háiresis, el Nuevo Testamento refleja la tensión que aún existe en el cristianismo como movimiento centrífugo y centrípeto. Los Evangelios y las Epístolas advierten contra el sectarismo excluyente (Mc 9.5, 7; 38–41; Mt 17.4–7; Lc 9.33, 34; 49.5; 1 Co 3.1–9; 3 Jn 9–10), al mismo tiempo que reclaman una lealtad incondicional hacia el Señor hasta el punto de excluir a los que se apartan de la verdad apostólica (Mt 12.30; 11.23; 1 Ti 1.20; 2 Ti 1.17–19).

Cuando la integridad de la fe cristiana es amenazada seriamente por movimientos sectarios, durante los siglos I y II de nuestra era, la misma dinámica se hace evidente en el intenso debate y análisis textual sobre la autenticidad de los numerosos evangelios y epístolas que circulaban, hasta llegar a un consenso sobre el canon. Posteriormente, cuando el cristianismo se proclamó la religión oficial del Imperio Romano, abundaron los movimientos disidentes hasta desembocar en la Reforma Protestante.

La iglesia oficial los excomulgó por sectarios y herejes. Si lo fueron no se sabe, porque lo poco que conocemos acerca de la mayoría de estas sectas fue escrito por representantes de la iglesia dominante y mucho de lo que se dice de ellos es tendencioso. Resulta evidente, sin embargo, que la mayoría de los disidentes rechazaron a una iglesia rica y poderosa que se había apartado de la experiencia religiosa a la que ellos aspiraban. En el mundo de habla castellana, hasta no hace mucho, los protestantes eran considerados herejes. Aún hoy, algunas personas mal informadas siguen llamando sectas a las iglesias de mayor crecimiento.

En términos sociológicos, una secta es un grupo minoritario que se aparta de una institución reconocida con el fin de preservar la pureza de sus creencias fundamentales.

La secta suele ser una primera etapa en el proceso de institucionalización de un movimiento eclesial, como ha ocurrido desde el Nuevo Testamento hasta hoy.

SEDAD

Ver. ZEDAD.

SEDEQUÍAS

(JEHOVÁ ES MI JUSTICIA).

Nombre de seis personas del Antiguo Testamento.

  1. Falso profeta de la corte de Acab. Hirió y vituperó al profeta Micaías porque este había profetizado la derrota de Acab (1 R 22.11–28; 2 Cr 10–27).
  2. Decimonoveno y último rey de Judá, hijo de Josías, hermano de Joacaz y tío de Joaquín su predecesor. Después de la primera deportación a Babilonia, Nabucodonosor puso a Sedequías en el trono de Jerusalén, y le cambió de nombre pues antes era Matanías (2 R 24.17–25.7; 2 Cr 36.10–21; Jer 39.1–10; 52.1–11). Tenía 21 años cuando comenzó a reinar, y reinó once años. Hizo lo malo ante los ojos de Jehová.

En el noveno año de su reinado se rebeló contra Nabucodonosor, quien sitió a Jerusalén hasta el undécimo año de Sedequías, cuando al fin cayó la ciudad. Sedequías intentó fugarse de noche, pero lo capturaron en las llanuras de Jericó y lo condujeron ante Nabucodonosor en Ribla. Allí el rey de Babilonia mató a sus hijos en presencia suya, le sacó a él los ojos y le mandó encadenado a Babilonia, donde murió. Los profetas Jeremías y Ezequiel, por ser contemporáneos de Sedequías, arrojan mucha luz adicional sobre el carácter de este y las circunstancias de su reinado (Jer 21–22; 24; 27–29; 32–34; 37; 38; Ez 8–12; 21; 22).

  1. Firmante del pacto de Nehemías (Neh 1).
  2. Hijo de Jeconías y nieto de Joacim, rey de Judá (1 Cr 16).
  3. Falso profeta entre los cautivos en Babilonia, hijo de Maasías. Jeremías lo denunció por haber entusiasmado al pueblo con vanas esperanzas (Jer 21–23).
  4. Príncipe de Judá e hijo de Ananías, que estaba presente en el palacio cuando fue recibido el anuncio de que Baruc había entregado las palabras de Jeremías al pueblo (Jer 12).

SEDIMENTOS

Sustancia que se asienta en el fondo de una tinaja de vino recién hecho. La palabra se usa en sentido figurado. Cuando el profeta habla de beber «de Jehová el cáliz de su ira hasta los sedimentos» quiere decir sufrir la ira completa y total de Dios (Is 51.17, 22; cf. Sal 75.8). En otro sentido, «estar reposado sobre sedimentos» (Jer 48.11; cf. Sof 1.12) significa estar contento consigo mismo o las circunstancias, o descansar en una seguridad carnal.

SEFAR

Región que se menciona en relación con MESA. Era límite meridional del territorio que habitaron los descendientes de Joctán (Gn 10.30). Puesto que Mesa estaba en el norte de Arabia, Sefar debía estar ubicada en el sur de la península. El problema de su identificación exacta estriba en que Sefar en el hebreo posbíblico significa «región fronteriza» y no una localidad particular o una ciudad determinada.

SEFARAD

Ciudad mencionada solo en Abd 20, probablemente identificable con la ciudad de Sardis, Asia Menor. La tradición (Talmud de Jonatán) de que Sefarad sea España carece de fundamento histórico. Sin embargo, es por razón de esa tradición que se llama sefarditas a los judíos españoles.

SEFARVAIM

Ciudad que Salmanasar V había atacado en 727 a.C. y cuyos moradores, que adoraban a las deidades Adramelec y Anamelec, Sargón II transportó a SAMARIA con el fin de poblar las ciudades vacías y formar allí una colonia asiria en honor de sus dioses. El lugar permanece aún sin identificar, aunque Halévy sugiere identificarlo con SIBRAIM, cerca de Damasco (Ez 47.16), lo cual es posible. El contexto hace suponer que Sefarvaim se encontraba situada en Siria o en las cercanías de esta. Sin embargo, toda identificación es hasta ahora mera suposición (2 R 17.24, 31; 18.32; 19.13; Is 36.19; 37.13).

SEFATA

Gran valle cercano a Maresa, al nordeste de Hebrón, donde se libró la tremenda batalla de los israelitas contra los etíopes (2 Cr 14.9–15), durante el reinado de Asa, hijo del rey Abías.

SEFATÍAS

Nombre de diez personas en el Antiguo Testamento.

  1. Quinto hijo que le nació a David en Hebrón. Su madre se llamaba Abital (2 S 4).
  2. Benjamita hijo de Reuel y padre de Mesulam (1 Cr 8).
  3. Guerrero que se unió a David en Siclag (1 Cr 5).
  4. Príncipe simeonita en tiempos de David (1 Cr 16).
  5. Hijo del rey Josafat (2 Cr 2).
  6. Fundador de una familia de siervos del templo que regresó con Zorobabel (Esd 4).
  7. Padre de una familia de siervos de Salomón cuyos descendientes volvieron con Zorobabel (Esd 57).
  8. Padre de otra familia que regresó con Esdras (Esd 8.8). Pudiera tratarse del mismo del punto anterior.
  9. Hijo de Mahalaleel, de la tribu de Judá (Neh 4).
  10. Príncipe que quiso que mataran a Jeremías por haber profetizado (Jer 38.1).

SEFELA

Llanuras y valles de la parte meridional de Palestina, entre el Mediterráneo y las montañas del centro. Allí se encuentran los valles de Ajalón, Sorec, Ela y Sefata. A su extremo sur se encuentran las ciudades de Gat, Laquis, Eglón y Debir.

En el Antiguo Testamento hebreo el nombre Sefela se usa con toda claridad, pero en las traducciones se ha preferido «el llano», «la llanura», «el valle», «las campiñas», etc. (Dt 1.7; Jos 10.40; Jue 1.9; 2 Cr 1.15; Jer 33.13; Zac 7.7).

La Sefela se extendía desde el valle de Sarón, al sur del monte Carmelo, hasta el río de Egipto (sudoeste de Gaza), en un territorio donde, según Jos 15.33–47, se habían establecido cuarenta y tres ciudades. También se conoce por «llanura marítima» debido a que en todo su extremo poniente está bañada por el Mediterráneo. Se caracteriza por su fertilidad, sus numerosos pozos y sus arboledas.

SÉFORA

Una de las siete hijas de Reuel (Éx 2.16ss, también llamado JETRO, Éx 4.18s, 18.2s), madianita, primera esposa de Moisés y madre de Gersón y Eliezer (Éx 2.15–22). En camino a Egipto, cuando Jehová quiso matar a Moisés, Séfora practicó la CIRCUNCISIÓN de Gersón, y llamó a Moisés «esposo de sangre» (Éx 4.24–26). El padre de Séfora, se hizo cargo de Séfora y sus hijos, pero más tarde los llevó nuevamente a Moisés.

SEGUNDA VENIDA

Término que se usa para referirse a la futura manifestación gloriosa de Jesucristo, cuando vuelva para iniciar los últimos actos de redención y juicio.

No aparece en la Biblia, pero está implícito en pasajes como Heb 9.28 («aparecerá por segunda vez»).

Este segundo advenimiento de Jesús se describe con las siguientes palabras griegas:

  1. Parusía (presencia, 2 Co 10.10; o llegada). Se usaba en el mundo helénico para describir la llegada aparatosa de un emperador o rey, pero en el Nuevo Testamento únicamente describe la Segunda
  2. Apocálypsis (descubrimiento, REVELACIÓN), término que alude al momento cuando el señorío que Jesucristo goza ahora a la diestra del Padre se hará patente en el mundo; habrá un apocálypsis de su gloria y poder, es decir, el descubrimiento de su exaltación al mundo (1 Co 1.7; 2 Ts 1.7; 1 P 1.7, 13; 4.13).
  3. Epifanía (aparición, manifestación visible), término que figura en 2 Ts 2.8; 1 Ti 6.14; 2 Ti 4.1, 8; Tit 2.13; y también se usa en 2 Ti 1.10 para referirse a la primera venida de Jesús.

LA SEGUNDA VENIDA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

A través del Antiguo Testamento, es Dios quien siempre viene al hombre. A partir del Edén y por toda la historia de Israel, Dios se revela a su pueblo en muchas formas: por ángeles o teofanías, por los acontecimientos sobresalientes (por ejemplo el éxodo) y por la palabra profética. La expresión «el DÍA de Jehová» significaba una visitación especial de Dios a su pueblo, y se aplicaba no solo a juicios transitorios sobre Israel y sus vecinos, sino también al gran día terrible y final en que habría salvación para los que invocaron el nombre del Señor, y castigo para los altivos y soberbios (cf. Is 2.12; Jl 2.28–32).

El concepto del MESÍAS en el Antiguo Testamento abarca títulos como profeta, rey eterno, sacerdote, siervo sufriente (SIERVO DE JEHOVÁ) e HIJO DEL HOMBRE. Esta última figura es la más intrigante de todas, especialmente para nuestro propósito aquí. El Hijo del Hombre ha de venir sobre las nubes para imponer sobre la tierra un reino de justicia, el cual compartirá con sus santos, su pueblo (Dn 7.18, 22). La combinación de todos estos conceptos del Mesías resultaba incomprensible para los profetas del Antiguo Testamento, como también para los contemporáneos de Jesús. ¿Cómo podrían combinarse todas esas características en un solo personaje? Este misterio no se aclara sino hasta la enseñanza de Jesús en los Evangelios. Lo que se conceptuaba en el Antiguo Testamento como una sola venida del Mesías llegaba a convertirse en dos venidas, según la enseñanza de Jesús.

LA SEGUNDA VENIDA EN EL NUEVO TESTAMENTO

El Nuevo Testamento se refiere a la Segunda Venida como «la esperanza bienaventurada» (Tit 2.13), tema que aparece unas trescientas veces repartidas en casi todos los veintisiete libros.

EN LA ENSEÑANZA DE JESÚS

Aunque muchos eruditos estudiosos de la escatología (la doctrina de los tiempos futuros) ponen en tela de juicio la Segunda Venida como acontecimiento histórico, es claro que Jesús la anunció. Al principio del siglo XX, J. Weiss y A. Schweitzer abogaron por una interpretación completamente escatológica de la enseñanza de Jesús y afirmaron que este esperaba que el REINO DE DIOS y el Hijo del Hombre (un tercero) viniera durante su estancia terrenal (cf. Mt 10.23), postura que impugna la veracidad de los evangelistas. C.H. Dodd, en cambio, formuló la postura de la «escatología realizada», que afirma que las bienaventuranzas «finales» se experimentan ahora mismo y que no hay una consumación literal del proceso humano. (Dodd modificó luego este último detalle).

Pero la enseñanza neotestamentaria no sostiene ninguno de estos dos extremos, aunque pudiera haber algo de verdad en los dos.

La base de la Segunda Venida se encuentra en muchos pasajes de los Evangelios, especialmente en el discurso escatológico de Jesús (Mc 13 //). Jesús se refiere a sí mismo como el Hijo del Hombre que vendrá en la GLORIA de su Padre con los ÁNGELES (Mc 8.38; 13.24–27; 14.62 //; Jn 14.3, 28).

Aunque algunos eruditos tergiversan estos pasajes, no es posible eliminar de los EVANGELIOS todo vestigio de una Segunda Venida. La misma abundancia de referencias al tema hace improbable que los apóstoles crearan esta doctrina. Es obvio que existe una dificultad en los dos dichos de Jesús que indican una venida muy pronta: antes que los discípulos recorrieran las ciudades de Israel (Mt 10.23) o antes de que algunos de sus oyentes murieran (Mc 9.1; GENERACIÓN), pero es factible explicar que estas profecías se cumplieron en la muerte y resurrección de Jesús; porque estos hechos fueron una manifestación sobresaliente del Reino, por los cuales Jesús triunfó sobre Satanás y sobre la muerte. Además, por esos hechos Jesús fue proclamado el SEÑOR del cielo y la tierra (Mt 28.18). En otras palabras, el acontecimiento fundamental del Reino es la muerte y la resurrección de Jesús, no su parusía.

Si Jesús enseñaba una Segunda Venida, surge la pregunta: ¿esperaba Él un período entre su ASCENSIÓN y su parusía? Algunos eruditos insisten en que no, en vista de que Mt 10.23; Mc 9.1; 13.30 // hablan de un regreso inmediato. Su argumento es así: Jesús esperaba regresar casi inmediatamente y cuando no apareció, la iglesia cambió la idea de un regreso inmediato por la de una tarea misionera, con el resultado de que la parusía fue postergada. Pero es inaceptable este concepto de la iglesia y la formulación de sus doctrinas en vista de los siguientes hechos:

  1. Jesús sí enseñaba que habría un período entre el fin de su ministerio y la parusía (Mc 13.10; cf. Mt 24.14). Tal espera está implícita en las parábolas del Reino, especialmente en aquellas que hablan de la ausencia de la figura central del relato (Mt 45–51; 25.1–13, 14–30). Sin el regreso del Señor, la parábola quedaría trunca, porque la entrega de responsabilidades al principio demanda el desenlace de los galardones al final. Así también lo que Jesús empezó a hacer quedaría trunco si no volviera a completar el proceso.
  2. Jesús fue proclamado Señor del cielo y de la tierra (Mt 18), lo que significa que con su exaltación el evangelio rompe los límites nacionales de Israel y asume características universales. Resulta lógico entonces que el señorío de Jesús se proclamase en todo el mundo para que la oferta de perdón y vida eterna fuera conocida de todos. Por ende, precisa programar un período de tiempo para la evangelización del mundo.
  1. La enseñanza de Jesús acerca del Reino de Dios refleja una tensión grande entre el aspecto presente (visto en la vida y obra de Jesús) y el aspecto futuro. Si interpretamos el Reino de Dios, o en términos puramente futuristas sin aspecto presente y período intermedio (Schweitzer), o en términos de una escatología realizada en este tiempo sin futuro alguno (Dodd), no hacemos justicia a la enseñanza de Jesús. Él dejó inaugurado el Reino en las obras maravillosas de su ministerio y especialmente en su muerte y resurrección. Por tanto, se puede decir con Cullmann que la batalla decisiva se ha ganado, y solo se espera la terminación de la guerra y la proclamación del gran día de

Durante el actual período intermedio se experimentan muchas de las bendiciones del futuro, e.d. hay escatología realizada (1 Co 10.11; Heb 6.5). Además, los creyentes ya tienen la vida eterna (Jn 3.16), característica del siglo venidero (Mc 10.30), pero eso no significa que se omita la consumación final. La victoria sin par de la muerte y resurrección de Jesús quedaría inconclusa si no llega a abatir visiblemente el reino del mal aquí en la tierra.

En resumen, la enseñanza de los Evangelios es clara: al final del proceso de evangelización del mundo, en un momento que solo el Padre conoce (Mc 13.32), Jesús vendrá personalmente sobre las NUBES en la misma forma corporal en que se fue (Hch 1.11). Su parusía será acompañada con TROMPETAS, voces, gloria, y poder; los ángeles estarán presentes para recoger a los escogidos de los cuatro ángulos de la tierra. Entonces el Señor se sentará sobre su trono para juzgar a todos los que tienen alguna relación con el Reino, según sus obras (JUICIO). De acuerdo con el sermón escatológico, la parusía es precedida por un tiempo de horrible persecución (Mc 13.25s) y seguida por el establecimiento del reino de justicia del Hijo del Hombre (Mt 25.34; MILENIO).

EN LA ENSEÑANZA DE PABLO

La orientación paulina sigue la pauta de Jesús, aunque agrega varios énfasis nuevos.

El más notable quizás es la relación estrecha establecida entre la parusía y la RESURRECCIÓN (o transformación) de los creyentes (1 Co 15.23, 51s; Flp 3.21; 1 Ts 4.13– 17). Aunque hay intérpretes que distinguen una etapa previa a la Segunda Venida, a la cual llaman

«el arrebatamiento secreto de la iglesia», parece militar contra tal postura la publicidad mundial de la venida que insinúa 1 Ts 4.16: «El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios descenderá del cielo». Los muertos en Cristo resucitarán primero, y ocurrirá entonces la transformación de los creyentes vivos. Pero esto no sucederá sino hasta que haya venido la apostasía y aparezca el hombre de pecado (2 Ts 2.1–8, ANTICRISTO), a quien el Señor destruirá «con el espíritu de su boca y con el resplandor de su venida». No es solamente un momento de distribuir recompensas a los fieles (2 Ts 1.7–10) sino la ocasión en que todos los hombres han de rendir cuentas de sus acciones (1 Co 3.13ss; 4.5; 2 Co 5.10).

EN EL RESTO DEL NUEVO TESTAMENTO

Por lo general, la enseñanza sobre la Segunda Venida en el resto del Nuevo Testamento sigue de cerca la norma que Jesús estableció. Solo en Segunda de Pedro y en Apocalipsis se describen los resultados cósmicos de la Segunda Venida. Aunque a los «burladores» les parece que el Señor retarda su promesa, realmente Él está esperando que los hombres «procedan al arrepentimiento» (2 P 3.9). Pero el día del Señor vendrá como «ladrón en la noche», e.d., inesperadamente, y el cielo y la tierra serán quemados. Tanto en Pedro como en Pablo el día del Señor es el día de la parusía.

Como libro de consolación escrito durante la persecución, APOCALIPSIS aporta datos importantes sobre la Segunda Venida de Cristo. Todo ojo lo verá llegar y todas las naciones de la tierra lo lamentarán (1.7; cf. Mt 24.30). En la final trompeta (11.15–19), el reino de este mundo pasa a ser de Dios y de su Cristo, quien reinará para siempre jamás (11.15). Apocalipsis concuerda con lo escrito por Pablo al describirse la lucha feroz entre las fuerzas del mal y del bien, guerra que causa tremenda TRIBULACIÓN y termina en el castigo de los líderes del reino satánico (19.20; 20.10, DEMONIOS). Entonces Cristo y los justos empiezan un reino de mil años en la tierra (MILENIO, 20.1–10) durante el cual Él suprime todo dominio, autoridad, y potencia enemiga (1 Co 15.23–28). Así que la parusía desata una serie de sucesos cósmicos que cumplen todo lo que escribieron los profetas, sobre todo en el libro de Daniel (7.13ss).

EL SIGNIFICADO DE LA SEGUNDA VENIDA

La Segunda Venida del Señor Jesucristo ha tenido un valor permanente para el cristianismo, y a través de los siglos ha sido una fuente de inspiración y confianza. Sobre ella se basan todas las exhortaciones a la pureza, fidelidad, santidad, vigilancia (NOCHE; DÍA) y responsabilidad. El juicio de Mt 25.31–46 enseña que quienes esperan de veras el regreso de su Señor son los que muestran compasión hacia los desvalidos y necesitados.

Toda la creación gime hasta la liberación final, tanto de los hijos de Dios como el universo entero (Ro 8.18–23). «Amén; sí, ven, Señor Jesús» (Ap 22.20 MARANATA).

SEGUNDO

(NOMBRE LATINO).

Creyente de Tesalónica y miembro del grupo que acompañó a Pablo al regreso de su tercer viaje misional (Hch 20.4s). La frase «hasta Asia» no aparece en los mejores manuscritos. Probablemente Segundo fuera uno de los delegados de las iglesias de Macedonia que contribuían para la ayuda de los creyentes en Jerusalén (cf. 1 Co 16.1ss).

SEHÓN

Rey de HESBÓN, la ciudad de los AMORREOS. Su reino se extendió hacia el sur hasta el río ARNÓN, gracias a su victoria sobre Moab (Nm 21.26–30; cf. Dt 2.24; Jer 48.45). Era tan poderoso que Moisés le envió embajadores solicitando permiso para pasar por su tierra (Nm 21.22–25). Sehón se obstinó en no conceder el permiso y fue necesaria una batalla en la que las fuerzas de Sehón fueron derrotadas y su reino fue destruido hasta el Jaboc. Esta victoria se recordaba siempre en Israel como ejemplo sobresaliente del poder de Jehová ejercido a su favor (Neh 9.22; Sal 135.11; 136.19). El territorio de Sehón llegó a formar parte de la herencia de Gad y Rubén (Nm 32.33–38; Jos 13.10).

SEIR

Nombre de una región y un monte mencionados en el Antiguo Testamento.

  1. Región montañosa al sur del mar Muerto habitada primero por los HOREOS (Gn 6; 36.20), a quienes los edomitas desalojaron para establecerse allí (Gn 32.3; 33.14, 16; 38.6; Dt 2.12; Jos 24.4).
  2. Monte al norte de los límites de Judá (Jos 15.10). Se ha identificado con Saris cerca de Chesalon, el cual está ubicado 14 km al oeste de Jerusalén. Es el lugar por el cual los israelitas intentaron entrar en Canaán y fueron derrotados por los amorreos (Dt 1.44s). Es posible que este Seir sea el monte adonde emigraron los quinientos varones hijos de Simeón (1 Cr 4.42, 43).

SELA

(PEÑA).

Nombre de tres lugares mencionados en el Antiguo Testamento.

  1. Ciudad fortificada unos 5 km al oeste de Temán, capital de Edom, a la cual debía proteger. Fue tomada por Amasías rey de Judá, quien le dio el nombre de Jocteel (2 R 14.7). La derrota de Sela quizá fue la ocasión histórica de las profecías de Jer 49.16 y Abd 3, ya que Sela se encontraba en las peñas y su nombre mismo significaba «peña».

Muchos identifican a Sela con Petra, la notable ciudad edificada por los nabateos en aquella región en el siglo IV a.C. Petra llegó a ser centro comercial entre el Oriente y Roma, y residencia de una serie de reyes llamados ARETAS. La primera mujer de HERODES Antipas era hija de uno de estos reyes, el que se menciona en 2 Co 11.32. Trajano subyugó la ciudad de Petra bajo Roma en 105 d.C. El cristianismo se extendió allí rápidamente y la tradición afirma que Pablo visitó a Petra mientras estaba en Arabia (Gl 1.17). Fue hecha sede episcopal. Declinó con el Imperio Romano, y los mahometanos la conquistaron en 629–632 d.C.

  1. Lugar que indicaba los límites de los amorreos en el tiempo de los jueces (Jue 1.36). Se desconoce el sitio, pero probablemente estaba en Judá.
  2. Lugar en Moab mencionado en Is 16.1 como objeto de destrucción. No se ha fijado su ubicación, pero algunos identifican a esta Sela con la de Edom, alegando que fue conquistada por Moab en el siglo de Isaías.

Sela es mencionada junto con las aldeas de Cedar en una invitación a cantar la victoria de Jehová (Is 42.11). Es un cántico de júbilo por la victoria de Dios sobre los enemigos.

SELAH

Término hebreo que aparece en los Salmos (71 veces) y en Habacuc (3 veces) cuyo origen y significado son inciertos. Hay quienes derivan la palabra de cierta raíz aramea que denota el momento en que la congregación debía arrodillarse o postrarse. La versión griega de Aquila y la Vulgata la traducen con el sentido de «siempre», lo que implica una exclamación, como si fuera un amén, un aleluya o una bendición pronunciada por el sacerdote.

Solo parece haber una raíz hebrea con la cual selah puede relacionarse con relativa certeza, y esta tiene la connotación de «alzar» o «elevar». En consecuencia, algunos creen que era una señal litúrgica para elevar la voz, o alzar las manos en actitud de oración.

Otros consideran que se trataba de una notación musical para que los instrumentos tocaran fuerte. Generalmente puede hallarse colocada al final de una estrofa o en la mitad.

La Septuaginta emplea el griego diápsalma, que parece significar «intervalo» o «interludio musical» para traducir Selah. Habría sido, entonces, una indicación aclaratoria relacionada con la ejecución de la música instrumental del templo.

Probablemente comenzara a usarse en la época del cautiverio.

SELEMÍAS

Nombre de ocho personas del Antiguo Testamento.

  1. Portero del tabernáculo en tiempos del rey David (1 Cr 26.14). Se le llama también Meselemías (1 Cr 1–2).
  2. Antepasado de Jehudí (Jer 14).
  3. Uno de los que fueron a arrestar a Jeremías y no pudieron (Jer 26).
  4. Padre del hombre que Sedequías envió a Jeremías a pedir oraciones (Jer 3).
  5. Padre del militar que arrestó a Jeremías (Jer 13).
  6. Nombre de dos israelitas que se habían casado con extranjeras (Esd 10.39, 41).
  7. Padre del Ananías que ayudó a reparar los muros (Neh 30).
  8. Sacerdote que Nehemías nombró mayordomo del templo (Neh 13).

SELOMI

Príncipe de Aser que colaboró en la repartición del territorio de Canaán al oeste del Jordán (Nm 34.27).

SELOMIT

Nombre de siete personas del Antiguo Testamento.

  1. Mujer de la tribu de Dan, madre del que fue condenado a muerte por blasfemia en tiempos de Moisés (Lv 24.10–12, 23).
  2. Primo de Moisés (1 Cr 18).
  3. Importante levita en tiempos de David (1 Cr 9).
  4. Descendiente de Moisés que fue tesorero del tabernáculo en días de David (1 Cr 25).
  5. Nieta de Absalón (2 Cr 11.20).
  6. Hija de Zorobabel (1 Cr 19).
  7. Antepasado de una familia que volvió con Esdrás (Esd 10)

SELEUCIA

Ciudad fortificada de Siria situada a orillas del Mediterráneo, 8 km al norte de la desembocadura del río Orontes y 25 al oeste de la ciudad de Antioquía a la cual servía como puerto (1 Mac 11.8). Pablo y Bernabé se embarcaron allí en su primer viaje misionero (Hch 13.4) y probablemente desembarcaron allí mismo a su regreso.

Inferimos de Hch 15.30, 39 que Seleucia era el puerto aludido.

El fundador de Seleucia (301 a.C.) fue SELEUCO Nicátor, uno de los sucesores de Alejandro Magno. Tolomeo Euergetes tomó la ciudad en 246 a.C., pero Antíoco Epífanes la recobró setenta años después. Mantuvo su importancia bajo los romanos y en tiempo de Pablo era ciudad libre. Seleucia tenía un buen puerto con una bahía exterior, y un fondeadero interior bastante grande. Todavía quedan algunos vestigios de los muelles antiguos y del muro de la ciudad.

SELEUCO

Nombre de varios reyes sirios durante la época intertestamentaria.

  1. Seleuco I Nicátor. Uno de los generales de Alejandro que tras derrotar a Antígono en la batalla de Gaza en el año 312 a.C., logró posesionarse de buena parte del imperio que Alejandro había conquistado. Fundó la dinastía de los seléucidas, quienes reinaron en Siria hasta que en el año 64 a.C. Roma conquistó la región. Seleuco fue rey durante 312–282 a.C., pero originalmente estuvo supeditado a Egipto; a este hecho se refiere Dn 11.5 al decir que uno de los príncipes del rey del sur sería más fuerte que él.
  1. Seleuco II. Bisnieto de Seleuco I y también rey de Siria, 246–226 a.C. Durante su reinado, los egipcios invadieron el territorio sirio y tomaron a Babilonia y Seleucia. A esto se refiere Dn 7–9.
  2. Seleuco III. Hermano de ANTÍOCO III el Grande. Uno de «los hijos de aquel» de Dn 11.10. El reinado de Seleuco III fue muy breve, 226–223.
  3. Seleuco IV. Hijo de Antíoco III el Grande. Durante su reinado (187–176), escasearon los fondos y, por tanto, decidió posesionarse del tesoro del templo de Jerusalén (Dn 11.20; 2 Mac 3.7; 18). Se le menciona repetidamente en los libros de los Macabeos.

SELÉUCIDA

Dícese de una dinastía fundada por SELEUCO, general de ALEJANDRO MAGNO. Los seléucidas reinaron de 312 a 64 a.C. y establecieron un vasto imperio que se expandió por Bactriana, Persia, Babilonia, Siria y parte de Asia Menor. Su poder decreció tanto, que se concretó en Siria. Fue entonces que en 64 a.C. Pompeyo la convirtió en provincia romana.

SELLO

Grabado cortado en distintos materiales duros tales como piedra corriente, metales  o piedras preciosas, empleado para grabar un dibujo o marca específica sobre otra sustancia blanda, como barro o cera.

El uso de los sello data de la más remota antigüedad histórica en las tierras bíblicas, pues servían como firma personal cuando pocas personas sabían escribir. En Mesopotamia, donde tanto se utilizaba el barro como material para escribir, los sellos solían tener forma de rodillos; los grabados, más o menos complicados, al imprimirse sobre el barro, quedaban en forma rectangular. Más tarde prevalecieron las formas cónicas. Un agujero, practicado en el sello, permitía atravesarlo con una cuerda, para llevarlo colgado al cuello, o atado al brazo o a la cintura (Gn 38.18; Cnt 8.6). Los egipcios preferían los escarabeos, o piedras cortadas en forma de escarabajos estilizados, y esta moda influyó en el contorno de los sellos en Palestina. Se prestaba para fabricar sellos en forma de anillo, fáciles de llevar en el dedo.

Los dibujos variaban muchísimo según el siglo y la región, y esto ha proporcionado datos muy valiosos a los arqueólogos modernos. Pero por lo general el sello llevaba el nombre de su dueño, con una señal distintiva que le caracterizaba.

La primera mención bíblica del sello se halla en el triste incidente de Judá y Tamar (Gn 38.18), el cual indica su uso corriente entre personas de alguna distinción ya en la época patriarcal.

LOS USOS MÁS COMUNES DEL SELLO ERAN LOS SIGUIENTES:

  1. Como firma para ratificar un documento, por ejemplo, el documento de compraventa de Hanameel y Jeremías (Jer 32.10–14, 44).
  2. Como prueba de la autenticidad de una orden real, sobre todo si intermediaba una segunda persona, por ejemplo, la acción de Jezabel en nombre de Acab (1 R 21.8); o los poderes que dio Asuero a Mardoqueo (Est 8.8).
  3. Para conservar un rollo escrito, y garantizar que no se abriera sino hasta que llegara el momento señalado y, entonces, solo por la persona autorizada (Ap 1).
  4. Para asegurar una puerta, o entrada similar, contra la intrusión de personas no autorizadas (por ejemplo, el sello sobre la tumba del Señor, Mt 27.66; cf. el sello sobre el foso de los leones puesto por el rey Darío, Dn 6.17; y el sello por el cual el ángel asegura la puerta del abismo para evitar la salida de Satanás, Ap 3).

Una de las muchas formas de realizar esto consistía en extender una cuerda cubierta con barro y cera de un lado al otro de la abertura, para que una vez impreso el sello nadie pudiera pasar sin romperlo.

El sello se empleaba metafóricamente para indicar posesión, autenticidad, garantía o seguridad. Un libro sellado era un secreto hasta el momento de romper el sello (Dn 12.4, 9; Ap 10.4). El que recibe el testimonio del evangelio «atestigua» (en griego, esfráguisen, que significa puso su sello) que Dios es veraz (Jn 3.33), y el mismo verbo se emplea para indicar que el Padre «selló» al Hijo del Hombre como su mensajero auténtico (Jn 6.27).

La CIRCUNCISIÓN de Abraham fue «el sello» de la justicia que había recibido anteriormente por la fe (Ro 4.11), y los creyentes en Corinto constituían el sello del apostolado de Pablo (1 Co 9.2); ambos garantizaban autenticidad. Los creyentes efesios fueron «sellados con el Espíritu Santo de la promesa» (Ef 1.13; cf. 2 Co 1.21s; Ef 4.30). En todos estos casos el contexto del término señala que el Espíritu Santo aseguraba cuanto habían recibido ya los fieles (en el siglo

II, el BAUTISMO era considerado como un sello). El Espíritu constituye las ARRAS de cuanto habían de recibir al ser introducidos en la herencia eterna.

En el Apocalipsis el sello en la frente (por ejemplo, 7.3–8; 9.4) es señal de pertenecer a Dios.

SEM, SEMITA

(FAMA).

El mayor de los hijos de Noé y, según Gn 10.1; 21–31, progenitor de una familia de naciones. Para la solución de los problemas que presenta este capítulo, el estudiante debe consultar los comentarios. Por ejemplo, parece que Seba fue nieto de Cam (10.7), y también hay otro en la lista de Sem (10.28). Nimrod fue nieto de Cam (v. 8) y está íntimamente relacionado con Asur (según la Septuaginta Asiria en v. 11 es Assour); también Asur (en la Septuaginta, Assour) aparece como hijo de Sem (v. 22).

Problemas de esta índole tal vez se deban a la gran antigüedad de la «Tabla de Naciones» de Gn 10, al parentesco estrecho entre los fundadores de las naciones, a la posibilidad de poner el mismo nombre a dos distintas personas, y al hecho de que las agrupaciones de la antigüedad se trasladaban muchas veces en masa de lugar en lugar.

Los arqueólogos, por ejemplo, en algunos lugares de baja Mesopotamia han encontrado primero artefactos arameos (o semitas) y, en capa inferior, artefactos acadios (o camitas).

Los hebreos son descendientes de Heber, nieto de Arfaxad, hijo de Sem. Génesis 11 traza la línea genealógica hasta Abraham, y Lc 3.23–36 la lleva hasta Cristo. En la bendición de Jafet se dice: «Ensanche Dios a Jafet y habite él en las tiendas de Sem» (Gn 9.27). Esto puede interpretarse como que «Él» se refiere a Dios, y entonces estas palabras son una de las primeras profecías mesiánicas (JAFET).

Sem forma el eslabón entre el mundo antediluviano y el posdiluviano. Durante el primer siglo de su edad, Sem fue contemporáneo de Matusalén, el que a su vez fue contemporáneo de Adán durante 243 años; y cuando Sem murió, Abraham tenía 148 años de edad.

Los semitas ejercieron una influencia marcada a través de la historia. El desarrollo  del idioma semítico es un estudio que comienza con el acádico; luego el cananeo que incluye el ugarítico, el arameo y el árabe, que, en sus distintos dialectos, hoy es el idioma de millones de personas.

SEMA

Nombre de cuatro personas y una ciudad en el Antiguo Testamento.

  1. Población del sur de Judá, cerca de las fronteras de Edom (Jos 26).
  2. Judaíta descendiente de Caleb (1 Cr 43–44).
  3. Hijo de Joel (1 Cr 5.8). Quizás sea el Sema de 1 Crónicas 4.
  4. Hijo de Elpaal y jefe de una de las familias de Ajalón (1 Cr 13).
  5. Uno de los sacerdotes que colaboraron con Esdras en la lectura de la Ley (Neh 4).

SEMAÍAS

Nombre de unas veintiocho personas del Antiguo Testamento.

  1. Profeta que dijo al rey Roboam de Judá que no debía seguir combatiendo a las diez tribus separatistas (1 R 22).
  2. Hijo de Secanías que fundó una familia aparentemente del linaje de David (1 Cr 22).
  3. Jefe de una familia de la tribu de Simeón (1 Cr 37).
  4. Hijo de Joel (1 Cr 5.4). Quizás sea el Sema de 1 Crónicas 8.
  5. Levita que supervisaba los trabajos del templo en días de Nehemías (Neh 15).
  6. Levita y padre de Obadías (1 Cr 16).
  7. Levita que ayudó en el traslado del arca a Jerusalén (1 Cr 8–11).
  8. Levita hijo de Natanael (1 Cr 6).
  9. Portero del tabernáculo en tiempos de David (1 Cr 26.6–7).
  10. Levita que Josafat envió para que enseñara la Ley al pueblo de Judá (2 Cr 8).
  11. Levita descendiente de Jedutún que ayudó en la purificación del templo en tiempos de Ezequías (2 Cr 14).
  12. Levita que distribuía las primicias, los diezmos y los otros regalos a los sacerdotes en tiempos de Ezequías (2 Cr 31.15).
  13. Jefe levita durante el reinado de Josías en Judá (2 Cr 9).
  14. Cabeza de una familia que regresó del cautiverio con Esdras (Esd 13).
  15. Mensajero de Esdras después del cautiverio (Esd 8.16).
  1. Israelita que se divorció de su esposa extranjera (Esd 21).
  2. Israelita que se divorció de su esposa extranjera (Esd 31)
  3. Levita que ayudó en la reparación de los muros de Jerusalén bajo Nehemías (Neh 29).
  4. Falso profeta contratado por Tobías y Sanbalat para asustar a Nehemías (Neh 10).
  5. Sacerdote que firmó el pacto con Nehemías (Neh 8).
  6. Importante sacerdote que regresó del cautiverio con Zorobabel (Neh 6).
  7. Príncipe de Judá que ayudó en la dedicación de los muros reconstruidos de Jerusalén (Neh 12.34).
  8. Levita descendiente de Asaf (Neh 35).
  9. Músico levita en la dedicación de los muros de Jerusalén (Neh 36).
  10. Sacerdote que ayudó en la dedicación de los muros de Jerusalén (Neh 42).
  11. Padre del profeta Urías (Jer 20).
  12. Profeta falso en los días de Jeremías (Jer 24–32).
  13. Padre de Delaía (Jer 12).

SEMANA

Ciclo de siete días. En la Biblia comienza después del SÁBADO, independientemente del calendario lunar o solar.

La semana de siete días se menciona por primera vez en Gn 29.27, aunque la creación se presenta como efectuada en siete días, incluyendo el descanso del Todopoderoso. Hay también períodos de siete días en la historia del diluvio (Gn 7.4, 10; 8.10, 12).

Hay dos palabras hebreas que se traducen semana: una se deriva del número siete, y la otra es igual a «sábado», el día que completa la semana judía. El Nuevo Testamento emplea la última palabra y la convierte en sustantivo griego (Mc 16.2, 9).

En Israel existió desde muy antiguo la observancia de la semana de siete días como unidad fija de tiempo, e independiente de las fases de la luna. Tiene su base en el sábado, el séptimo día de la semana. En el período helénico, el día antes del reposo se llamó «día de preparación» (Mt 27.62). Los otros días iban solo numerados; p. ej. El día siguiente del sábado se llamaba «primer día de la semana» (Mt 28.1; Mc 16.2, 9; Lc 24.1; Jn 20.1, 19; Hch 20.7; 1 Co 16.2).

En Lv 23.15; 25.8, el término sabbatot (literalmente «sábados») se aplica al período de tiempo desde un sábado al otro, por lo que equivale a «semanas»; de ahí que en el Nuevo Testamento la transcripción griega sabbaton se use también con el significado de semana (Mc 16.9). La fiesta nupcial en el antiguo Israel duraba una semana (Gn 29.27s).

Se usa «siete días» en vez de semana en Hch 20.6; 21.4, 27; 28.14 (CALENDARIO; DÍA DEL SEÑOR).

SEMANAS, DE LAS FIESTA 

Ver. PENTECOSTÉS.

SEMEJANZA

Ver. IMAGEN.

SEMILLA

Grano que cuando germina reproduce la planta que lo produjo (Gn 1.11–13, 29). Su sinónimo «simiente» se aplica a descendencia humana o animal (Gn 3.15), con especial referencia a Cristo (Gl 3.16).

La ley prohibía sembrar en un solo campo diversas especies (Lv 19.19). Hay semillas inmundas y limpias (Lv 11.37, 38), y épocas en que resultan vanas las semillas (Lv 16.26).

La palabra semilla se utiliza en lenguaje figurado. En este sentido se aplica a la simiente espiritual (Gn 22.17, 18; Gl 3.16; 1 P 1.23; 1 Jn 3.9). El salmista habla de la semilla de la proclamación de la verdad (Sal 126.5, 6). Esta última enseñanza se amplía en la parábola del sembrador (Mt 13.1–23; cf. 1 Co 3.6).

Pablo utiliza la figura de la semilla y la siembra para explicar la doctrina de la RESURRECCIÓN mediante la similitud que ofrecen la siembra y el cuerpo que se sepulta y resucita (1 Co 15.35–38), doctrina que refleja la enseñanza de Cristo respecto a la muerte del grano de trigo para que este produzca abundantemente (Jn 12.24).

SENAA

Cabeza de una familia o pueblo israelita que regresó a Babilonia con Zorobabel 537 a.C. (Esd 2.35; Neh 7.38). Los hijos de Senaa edificaron la puerta del Pescado (Neh 3.3) y colaboraron en la edificación del muro. Eusebio y Jerónimo identificaban la ciudad de Senaa con Magdala- senna, situada 10 km al norte de Jericó.

SENAQUERIB

Rey asirio que sucedió en el trono a Sargón II y dirigió con buen éxito los destinos del imperio durante 24 años (705–681 a.C.). Cuando asesinaron a su padre, Senaquerib, que ya gobernaba en la frontera del norte como príncipe heredero, se movilizó rápidamente hacia el sur, pues Merodac-baladán se había sublevado en Babilonia. Se supone que fue en esa ocasión que MERODAC-BALADÁN envió mensajeros a EZEQUÍAS, rey de Judá (2 R 20.12–19; Is 39). Tres años demoró Senaquerib en hacer reconocer su autoridad en Fenicia y Palestina, donde los súbditos de su padre se negaban a seguir pagando los tributos. Pero una vez arreglada su situación con babilonios, elamitas y árabes, pudo disponer del tiempo necesario para imponer también su autoridad en el oeste, donde las condiciones le eran conocidas.

Ezequías, rey de Judá, confiando quizás en la ayuda de Egipto, se apoderó de Padi, príncipe filisteo proasirio que gobernaba en Ecrón, fortaleció sus baluartes, mejoró el abastecimiento de agua en Jerusalén y notificó secretamente sus planes a Egipto.

Senaquerib se movió con cautela pero con grandes fuerzas militares en el año 701 a enfrentarse con los planes de Ezequías. Primero atacó al norte las ciudades costeras de Fenicia. Allí capturó con relativa facilidad ciudades importantes y secundarias. En una segunda arremetida se rindieron Moab y Edom, pero como Ascalón opusiera resistencia, Senaquerib la sometió a un bárbaro saqueo junto con sus ciudades vecinas. En sus crónicas afirma haber derrotado a Egipto, matado a los príncipes de Ecrón y sometido y saqueado cuarenta y seis ciudades de Judá. También afirma que llevó de Judá 200.150 cautivos, entre los que menciona a unas jóvenes cantantes judías (de ahí vemos que los judíos eran famosos por sus cantos).

Personalmente se ocupó de la toma de Laquis, desde donde envió mensajeros a Ezequías exigiendo la rendición de Jerusalén. Los anales asirios y hebreos coinciden en que Ezequías tuvo que pagar cara su osadía. Desde entonces Asiria le cobró fuertes tributos. Padi fue restituido y premiado con varias ciudades de Judá.

Como era de esperarse, los anales asirios no mencionan la sorpresiva retirada de Senaquerib que se relata en 2 R 19.35, 36, cuando inesperadamente abandonó el sitio a que tenía sometida a Jerusalén. Algunos eruditos atribuyen esta repentina retirada al hecho de que las tropas egipcias se acercaban conducidas por TIRHACA (2 R 19.9; Is 37.9). No podemos esperar que los anales lo mencionen todo; generalmente los anales asirios no relatan los fracasos. Además existe el problema de si fue uno o fueron dos los sitios que Senaquerib impuso a Jerusalén, y si fue únicamente en uno de ellos o en ambos que Senaquerib tuvo que retirarse en forma súbita. En 2 R 19.37 se nos dice que Senaquerib fue asesinado después de regresar de Nínive, pero no dice cuánto tiempo después. Sabemos que fue asesinado en 681.

Aunque todavía no podamos definir todos los sucesos con precisión, no existe razón alguna para dudar del relato del Antiguo Testamento. Dios intervino milagrosamente y Senaquerib, para sorpresa de todos, se retiró en forma inesperada con sus tropas. Un estudio cuidadoso de los pasajes bíblicos en que se toman muy en cuenta las obligaciones que sobrevinieron a Ezequías y las condiciones a que quedó sometido Judá nos ayuda a entender los mensajes proféticos de aquella época (ISAÍAS; OSEAS; 2 R 18.13–19.36; 2 Cr 32.1–23; Is 36.1, 37:1; 37.37).

Senaquerib hizo grandes construcciones en Asiria. Su palacio en NÍNIVE era una verdadera galería de arte y una maravilla de arquitectura. Las miles de tablillas encontradas en su templo dedicado a Nabu indican también su interés en la literatura.

SENCILLEZ

Reina Valera 1960 traduce «sencillez» y «sencillo» varios vocablos hebreo y griego que en otros casos y versiones se traducen «simple», «sincero», «limpio», «verdadero», o «ingenuo». La sencillez denota en la Biblia una actitud franca, libre de duplicidad o ambigüedad (2 S 15.11; Hch 2.46), integridad y rectitud (Gn 20.5; 1 R 9.4), pureza y lealtad en la relación con el prójimo y con Dios (2 Co 11.3; Ef 6.5–8; Flp 2.15), generosidad que se da sin reservas (Ro 12.8; 2 Co 8.2). En los Salmos la sencillez caracteriza a los humildes y sin experiencia (19.7) a quienes Dios protege y enseña (116.6; 119.130; cf. Mt 19.13s). En Pr 1.22; 9.6; 14.15–18 y 1 Co 14.20 «sencillez» se usa con sentido negativo, como sinónimo de ingenuidad o ignorancia.

SENE

(ROCA AGUDA).

El más meridional de los dos peñascos agudos (el otro es Boses) que están a los lados de un desfiladero en el camino entre Gabaa al sur y MICMÁS al norte. Por este desfiladero, Jonatán y su paje de armas entraron a la guarnición de los filisteos (1 S 14.4, 5).

SENIR

Nombre amorreo del monte HERMÓN (Dt 3.9; Ez 27.5), aunque quizá se refiera solo a una parte del mismo (1 Cr 5.23; Cnt 4.8). Hermón es el pico sur del Antilíbano y Senir probablemente se refiera a una parte separada de la cadena. A veces el nombre se usa para hacer referencia a toda la región. En la primera parte del segundo milenio a.C. parece que fue un lugar de culto de los amorreos. Los tirios usaron madera del monte Senir para construir sus barcos (Ez 27.5).

SENO

Término que en sentido anatómico se refiere al útero femenino o claustro materno (Lc 1.31; VIENTRE). En sentido figurado, debido a que la matriz brinda protección maternal durante el desarrollo del feto, y por motivaciones sicológicas, se ha extendido el uso del vocablo «seno» para expresar intimidad, cobijamiento o amor (Nm 11.12; 2 S 12.3; Job 31.33; Is 40.11; Jn 1.18; 13.23). (SENO DE ABRAHAM.)

SENO DE ABRAHAM

Término figurado que Jesús emplea en la parábola de Lázaro y el rico (Lc 16.22) para referirse al lugar adonde van los justos al morir. Es un sitio que se contrasta con el HADES, lugar donde se encontraba el rico injusto (Lc 16.23). El seno de Abraham es también sinónimo del «PARAÍSO» que Jesús prometió al ladrón arrepentido (Lc 23.43; cf. SEOL).

En la parábola, Jesús describe un banquete en el paraíso a la usanza judía, donde los invitados se reclinaban ante la mesa y apoyaban el brazo izquierdo en almohadones. De esta manera, el que se hallaba a la derecha de otro, prácticamente estaba reclinado «en el SENO» de este (cf Jn 13.23).

SEÑAL

Significa prenda o prueba de algo que se promete cumplir, como en Jos 2.12 e Is 7.11. Es también un recordatorio (Dt 6.8). Pero es principalmente un hecho portentoso, un hecho sobrenatural. Las obras de Dios en Egipto, para la liberación de su pueblo, son llamadas en el Antiguo Testamento «señal y milagros» (Dt 6.22; Neh 9.10). Asimismo, la peregrinación en el desierto y las luchas y victorias en Canaán, fueron «grandes señales» (Jos 24.17).

Los milagros de Jesús fueron interpretados como señales, especialmente en el Evangelio de Juan, es decir, evidencias, manifestaciones de su naturaleza, de su carácter y de su misión (Jn 2.11, 23; 3.2; 4.54; 7.31; 20.30). La experiencia del profeta JONÁS, de haber estado en el vientre del pez tres días y tres noches y haber sido después vomitado vivo, fue una señal de la resurrección del Señor (Mt 12.39; Lc 11.29).

La Segunda Venida del Señor en gloria será una señal poderosa de Dios (Mt 24.30), y se verá precedida y acompañada de señales (Mt 24.3). También habrá señal de falsos profetas, con el propósito de engañar (Mt 24.24; Mc 13.22). Una de las bestias apocalípticas haría en lo futuro «grandes señales», como hacer descender «fuego del cielo a la tierra» (Ap 13.13).

SEÑOR

Término que traduce varias voces hebreas y griegas que expresan la idea de una persona que merece respeto o ejerce autoridad. Como designación de Dios, Señor traduce `Adon, título de cortesía para superiores (amo o rey; Sal 97.5), empleado usualmente en la forma Adonay (mi Señor). Cuando dejó de pronunciarse el nombre de «JEHOVÁ», Adonay se adoptó también en el culto (DIOS). Nombres como Baal, jefe o cuidador (Nm 21.28; Is 16.8) se aplicaron a veces a Dios, pero no prevalecieron porque se asociaban con los cultos paganos (Os 2.16).

La Septuaginta traduce Adon con Kyrios (Señor), pero la mayor parte de las veces Kyrios es traducción de «Yahveh». En el arameo (Dn 2.47; 4.19, 24) se utiliza la expresión maran (elevado, exaltado, señor) y fue esta la que los primeros cristianos aplicaron a Jesús en la oración MARANATA («Señor, ven»; 1 Co 16.22; Ap 22.20).

Aplicado a Dios, Señor expresa la afirmación fundamental de la Biblia: Dios es soberano en la naturaleza y en la historia.

Señor se utiliza en el Nuevo Testamento como un título común (p. ej., Mt 8.6) para dirigirse cortésmente a alguien. Pero tiene también el significado de una invocación (Jn 20.28).

Lo más probable es la aplicación de este nombre sagrado a Jesucristo («el Señor» o «el Señor Jesús» en Lc y Hch; «el Señor Jesucristo» a menudo en Pablo). Constituye la primera confesión de fe cristiana (1 Co 12.3; Flp 2.5–11), y por tanto los cristianos rehusaron llamar «Señor» al César (ROMA, IMPERIO).

Más que ver un trasfondo griego (no del todo ausente; cf. 1 Co 8.5ss), nos inclinamos a ver en la nominación de Señor el nombre divino (Adonay-Yahveh) y por tanto, la afirmación de la deidad de nuestro Señor.

SEOL

Palabra hebrea que designa el lugar adonde van los muertos (Dt 32.22; Is 14.9, 11, 15). No es el destino solamente de los perdidos, sino el estado intermedio de todos los muertos. La muerte en el Antiguo Testamento lleva consigo el sentido de entrar en un lugar de sombra (Job 38.17), donde el hombre ya no tiene fuerza (Sal 88.3, 4), y donde está olvidado (Sal 88.5). No obstante, los habitantes del Seol tienen conciencia y reciben a los nuevos muertos que entran en el lugar (Is 14.9). El equivalente griego es Hades, palabra con que se traduce Seol en la Septuaginta.

En algunos pasajes bíblicos parece que el Seol es el lugar adonde van los condenados, en contraste con el cielo. Amós 9.2 dice: «Aunque cavasen hasta el Seol y aunque subieren hasta el cielo». Job 11.8 y Sal 139.8 repiten la misma idea. Sin embargo, estos pasajes no hacen una distinción escatológica de los distintos destinos de los muertos, sino que indican los puntos geográficos opuestos en la dimensión vertical que imaginaba la mentalidad humana de la época (en aquel entonces se conceptuaba la ubicación del Seol como la parte baja de la tierra). Equivale a la oposición horizontal de «oriente y occidente» (Sal 103.12).

Ciertamente algunos textos indican que los malos van al Seol como castigo (Sal 9.17; 55.15; Pr 23.14), pero esto tal vez se explica por la doctrina bíblica de que la muerte es resultado del pecado (Ro 6.23). Parece que el castigo en sí no es ir al Seol sino morir y entrar en el Seol prematuramente.

Se debe distinguir el uso figurado del Seol en muchos pasajes como Sal 116.3 («Me encontraron las angustias del Seol») y Jonás 2.2 (donde el Seol equivale al vientre del pez).

Hay varios sinónimos de Seol en el Antiguo Testamento: «abismo» (Is 14.15), «sepulcro» (Sal 88.4), «Abadón» (Job 26.6), «lugar de corrupción» (Sal 16.10). Ninguno de estos pasajes requiere la interpretación de que sea lugar de castigo.

Es de notar que el Antiguo Testamento no da enseñanza clara sobre las condiciones en el Seol, tampoco acerca de castigo ni de corona. Sin embargo, Dahoad (Psalms III, Anchor Bible, pp. 304–305) sugiere que se encuentra los inicios de la doctrina del infierno en textos como Sal 140.10; Job 15.30; 20.26.

En la literatura judaica posterior al Antiguo Testamento, vemos el desarrollo de la idea de que el Seol está dividido en dos partes, una para los justos y otra para los injustos, dentro del mismo estado preliminar al destino final (Enoc 22.1–14). Es posible que Dn 12.2 refleje este mismo concepto, puesto que los muertos que «duermen en el polvo de la tierra» posteriormente «serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua».

Nunca se usa la palabra Seol en el Antiguo Testamento como la morada de Satanás y de los ángeles caídos.

SEPTUAGINTA

Ver. TEXTO Y VERSIONES ANTIGUAS DEL AT.

SEPULCRO

Construcción levantada para dar en ella sepultura al cadáver de una persona y honrar su memoria. En la época preisraelita hubo monumentos funerarios como los dólmenes y los crematorios neolíticos de Gezer y Jerusalén. Hubo también sepulcros formados de dos partes: una rampa o pozo de acceso y una cámara funeraria, cerrada a veces por un pequeño muro.

Los israelitas recién llegados a Canaán imitaron las costumbres funerarias de sus antecesores. Pero, durante la monarquía, el pozo de acceso lateral se suprimió, y lo reemplazaron con un simple agujero perforado sobre una de las extremidades del techo, y por el cual se entraba de un salto en el sepulcro.

Para no depositar en tierra los cadáveres, se preparaba un lecho de piedra, que se fue transformando en banqueta y más tarde en nicho profundo en el cual podía introducirse un sarcófago. A veces se situaban varias tumbas (consistentes en cuevas naturales o ampliadas) muy cerca las unas de las otras. Todas tenían acceso a un patio común.

Cuando la costumbre de depositar los cadáveres en banquetas se generalizó, las adosaban alrededor de todo el recinto funerario. Los muertos se depositaban generalmente echados sobre el costado izquierdo, y con las rodillas encogidas y cerca del mentón.

Con el tiempo, las SEPULTURAS israelitas se fueron haciendo cada vez más suntuosas. Interiormente, los lechos fúnebres estaban coronados por arcadas talladas en la misma roca. Para entonces, los cadáveres no se depositaban ya echados sobre un costado, sino en forma supina y rostro arriba, con la cabeza apoyada en un almohadón de piedra.

Más adelante se buscó economizar espacio, excavando en las paredes nichos estrechos y profundos, perpendiculares a las paredes, y cerrados con una lápida. La entrada al patio que daba acceso a las diversas cámaras mortuorias se cerraba sencillamente con una piedra enorme, en forma de piedra de molino. Esto explica la pregunta que se hacía María Magdalena al llegar al sepulcro de Jesús: «¿Quién nos retirará la piedra de la entrada del sepulcro?» (Mc 16.3 BJ).

En tiempo de los romanos se construyeron en Jerusalén dos sepulcros famosos: la tumba de los jueces, y la de los reyes. Indudablemente la primera no se trata de los jueces de la Biblia, sino que debió de enterrarse allí a magistrados del tribunal judío. La otra tumba no tiene nada que ver con los reyes de Israel. Se trata probablemente del mausoleo de la reina Elena de Adiabene (Asiria) y de su familia, convertida al judaísmo en el siglo I de nuestra era.

De esta misma época datan las tumbas de Absalón y de Santiago, y el monumento de Zacarías en Jerusalén.

Según los relatos evangélicos, el cadáver de Jesús lo depositaron en un sepulcro nuevo que JOSÉ DE ARIMATEA había hecho excavar para sí mismo en una roca, y cuya entrada se cerró con una gran piedra (Mt 27.60; Jn 19.41) la que un ángel quitó en el amanecer glorioso de la RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (Mt 28.2).

SEPULTURA

Acción de poner a los muertos en el sepulcro y tributarles los últimos honores. Era un deber sagrado para los israelitas. Ningún cadáver, ni siquiera el del condenado a muerte (Dt 21.23), debía quedar sin sepultura (Ez 39.14).

Inmediatamente después de la muerte, le cerraban los ojos al difunto (Gn 46.4), lo besaban (Gn 50.1) y se procedía a preparar el cadáver. Antiguamente, se amortajaba al difunto con sus vestidos habituales: al rey, con su diadema; al guerrero con su espada; y al profeta, con su manto (1 S 28.14; Ez 32.27). En la época romana, después de haber lavado (Hch 9.37) y perfumado el cadáver con aromas (Mc 16.1; Lc 24.1; Jn 12.7; 19.40), se le envolvía en una sábana (Mt 27.59; Mc 15.46; Lc 23.53; Jn 19.40). Sobre la cabeza le ponían un sudario (Jn 11.44; 20.7) y los pies y manos se los envolvían en vendas (Jn 11.44). Esta especie de EMBALSAMAMIENTO era muy distinto del que practicaban los egipcios. Pero había algunas personas que invertían grandes cantidades en la compra de perfumes funerarios (Jn 19.39).

Para el velatorio, se colocaba al muerto en una especie de litera, situada en medio de la única habitación de la casa o en la sala de arriba (Hch 9.37). Y allá se reunían los parientes y amigos del difunto para manifestar ruidosamente su dolor. Los visitantes, sin embargo, se limitaban a saludar; tomaban asiento y permanecían mucho tiempo allí en completo silencio. Solo hablaban si alguien de la casa les dirigía la palabra.

Unas ocho horas después de la defunción (el clima caluroso no permitía una dilación mayor), se daba sepultura al cadáver. Los amigos del difunto llevaban en hombros la litera. Formaban cortejo todos los que querían obsequiarle con ruidosos lamentos (2 S 3.31; 2 R 13.21; Lc 7.12; Hch 5.6). Había plañideras de profesión y flautistas que acompañaban el cortejo fúnebre. Y su número era mayor o menor según la posición social del difunto. Para honrar a las personas notables, se quemaba gran cantidad de aromas junto a su tumba (2 Cr 16.14; 21.19; Jer 34.5).

Se acostaba al cadáver, con las piernas extendidas, o bien encogidas (con las rodillas cerca  del mentón) en el SEPULCRO familiar. Se consideraba una desgracia el que a uno no lo enterraran junto a sus padres. Únicamente a los pobres, a los extranjeros y a los malhechores se les enterraba en fosas comunes (Is 53.9; Jer 26.23; Mt 27.7). Cerca del muerto se colocaban objetos suyos predilectos. Este rito, en Israel, solo tenía carácter simbólico (no como en Egipto).

Los israelitas no practicaban la incineración. Al contrario, quemar los cuerpos se consideraba un ultraje que se infligía solamente a malhechores (Gn 38.24; Lv 20.14; 21.9) o a enemigos (Am 2.1). No obstante, los habitantes de Jabes de Galaad quemaron los cuerpos de Saúl y de sus hijos antes de enterrarlos (1 S 31.12). Esto se presenta como una variación de la práctica corriente y el hecho no se menciona en el pasaje paralelo de 1 Cr 10.12.

El entierro no iba acompañado de ninguna ceremonia religiosa. Los parientes íntimos ayunaban hasta la puesta del sol. Y entonces los amigos y vecinos les llevaban alimentos, ya que todos los alimentos de la casa mortuoria eran considerados impuros (Nm 19.4; Os 9.4). Aquel mismo atardecer, las personas enlutadas y los amigos del difunto se reunían ceremonialmente para una comida en común. Así finalizaban las ceremonias.

SERAFÍN

(EN HEBREO SARAF, QUE SIGNIFICA LOS ARDIENTES).

Seres celestiales de seis alas mencionados en Is 6 que se hicieron presentes en la visión de este profeta de Israel. El Señor estaba en el templo y los serafines andaban en constante vuelo por encima de su trono. Además del par de alas con que volaban, se cubrían el rostro con otras dos y el cuerpo con dos más. Se les llama los «ardientes», no tan solo por su ardor consumidor, sino por la brillantez que tienen al rodear a Dios.

El trisagio que cantaron fue tan estrepitoso que los quinciales de las puertas del templo se estremecieron. Isaías, al encontrarse en presencia de la santidad de Dios, reconoció su pecaminosidad y confesó que era digno de muerte. Dios lo perdonó y uno de los serafines tomó una brasa del altar y, tocando la boca de Isaías, lo purificó dejándolo apto para su trabajo profético.

El mismo término hebreo se traduce «serpientes ardientes» en Nm 21.6; y Dt 8.15 y «serpiente voladora» en Is 14.29 y 30.4. Algunos han pretendido identificar los serafines con Serapis del culto egipcio y con Sharrapu de los babilonios.

Sin embargo, es solo una semejanza de nombres. La palabra serafín se traduce con el sentido de «brillar» y «noble». Se trata simplemente de una realidad divina (2 R 2.11; 6.17; Ez 1.13).

Hemos de observar la diferencia entre los serafines y los QUERUBINES. Los querubines están sobre el propiciatorio y en Ezequiel están representados con cuatro alas.

En cambio, los serafines están parados alrededor del trono en la visión, como siervos que constantemente alaban a Dios.

SERAÍAS

Nombre de diez personajes del Antiguo Testamento.

  1. Secretario de David durante la época de esplendor de su reinado (2 S 8.17). En otros pasajes se le llama Seva (2 S 20.25), Sisa (1 R 4.3) y Savsa (1 Cr 16).
  2. Sumo sacerdote en el momento de la toma de Jerusalén por Nabucodonosor (2 R 25.18; 1 Cr 6.10–15).
  3. Hijo de Tanhumet el netofatita (2 R 25.22–26).
  4. Hijo de Nerías y hermano de Baruc y a quien Jeremías le confió una profecía sobre Babilonia (Jer 51.59–64). Tal vez sea el mismo del No.
  5. Hijo de Cenaz y hermano de Otoniel, de la tribu de Judá (1 Cr 13).
  6. Jefe de la tribu de Simeón y padre de Josibías (1 Cr 35).
  7. Uno de los que regresaron de Babilonia con Zorobabel, quizás el Azarías de Neh 7.7 (Esd 2).
  8. Varón que firmó el pacto de renovación de la alianza con Jehová en tiempos de Nehemías (Neh 2).
  9. Jefe de sacerdotes que volvió del cautiverio con Zorobabel y residió en Jerusalén (Neh 11.11; cf. 1, 12). Es también llamado Azarías en 1 Cr 9.11.
  10. Hijo de Azriel, funcionario del rey Joacim, de Judá. Este lo comisionó para encarcelar al profeta Jeremías y a su secretario Baruc (Jer 26).

SEREBÍAS

Nombre de cuatro personas en el Antiguo Testamento.

  1. Levita prominente en tiempos de Esdras (Esd 8.18, 24).
  2. Uno de los que firmaron el pacto con Nehemías (Neh 12).
  3. Levita que regresó con Zorobabel (Neh 8).
  4. Prominente levita en días de Eliasib (Neh 24).

SERES VIVIENTES

Criaturas misteriosas que aparecen en visiones. Ezequiel vio cuatro (Ez 1.5, 13ss, 19s, 22; 3.13; cf. 10.2–22) que tenían forma casi humana, pero cada una con cuatro caras: de persona, león, toro y águila. Formaban una base alada para el trono divino; simbolizaban posiblemente el dominio de Dios sobre el hombre, que a su vez es señor del mundo animal. Estos animales son los más nobles, fuertes, sabios y ágiles de la fauna terrestre; el número cuatro sugiere la totalidad del mundo físico.

En forma simplificada, reaparecen en la visión de Juan como adoradores, junto con los veinticuatro ancianos, alrededor del trono divino.

Postrados cantan sin cesar al Creador (cf. Is 6.2s) y repiten «Amén, aleluya» al Cordero. En la apertura de los cuatro primeros sellos invitan por turno con un «ven y mira»; y uno de ellos entrega las copas a los siete ángeles que castigan la tierra (Ap 4.6–9; 5.6–14; 6.1; 7.11; 14.3; 15.7; 19.4).

SERGIO PAULO

Procónsul romano, gobernante de Chipre, de quien Lucas afirma que era varón prudente y abierto. Se convirtió al cristianismo bajo el ministerio de Pablo y Bernabé (Hch 13.6–12), y el hecho de que Lucas incluya en el relato el título griego de PROCÓNSUL es un ejemplo de la exactitud de este evangelista aun en los detalles.

El Imperio Romano tenía dos clases de provincias: las que estaban sujetas al emperador, gobernadas por procuradores, y las que respondían al senado, gobernadas por procónsules. En el caso de Chipre, esta pasó en el 22 a.C. del mando del emperador al del senado. En las monedas de Chipre acuñadas en tiempos del emperador Claudio (41–54 d.C.) se da el título de procónsul al gobernador de la isla, y se ha descubierto, también en Chipre, una inscripción que se refiere específicamente al procónsul Paulo.

SERMÓN DEL MONTE

Título que tradicionalmente se da a las enseñanzas de Jesús consignadas en Mt 5–7. El pasaje paralelo es el «Sermón del Llano» (Lc 6.20–49), cuya relación literaria con el Sermón del Monte se discute aún.

FORMAS Y CIRCUNSTANCIAS

Antes se daba por sentado que el Sermón del Monte era un solo discurso pronunciado por Jesús en una ocasión precisa; indudablemente el texto de Mt da esta impresión (cf. 5.1; 7.28). Pero la CRÍTICA de las formas ha establecido la probabilidad de que el Sermón sea una recopilación de dichos del Señor emitidos en diferentes ocasiones; un resumen de muchos sermones p. ej., 34 de los 110 vv. De Mt se hallan insertados en otros contextos en Lc (el padrenuestro, Mt 6.9–15; Lc 11.2ss) en los que cuadran bien.

Además, la densidad y falta de unidad lógica del Sermón indican una reelaboración de parte de Mt, de acuerdo con el propósito especial que le inspira. Así que en esta, la más larga de cinco secciones didácticas, el evangelista reúne, como de costumbre, sentencias, proverbios, parábolas, etc., que Jesús pronunció en diferentes ocasiones sobre un tema determinado. Sin embargo, no hay necesidad de exagerar la arbitrariedad de la composición. Tanto Mt como Lc se basaron en informes sólidos de un sermón histórico de Jesús, expandiéndolo o reduciéndolo cada cual según su propósito (EVANGELIOS).

Mateo y Lucas ubican el Sermón del Monte en el primer año del ministerio público de Jesús, aunque Mateo un poco más temprano que Lucas. Este lo sitúa inmediatamente después de la elección de los doce e implica que es una especie de sermón de ordenación (6.12–19; cf. Mt 10.1–4). El Sermón del Monte supone una evolución en el contenido del mensaje desde los primeros días de la predicación en las sinagogas («Arrepentíos, porque el Reino de los cielos se ha acercado», Mt 4.17); trata de una exposición al aire libre sobre la naturaleza del REINO. Aunque es imposible precisar en cuál monte se pronunció el Sermón, es común optar por una de las colinas que rodean el llano septentrional de Galilea. Según Mt 8.5, Jesús entró después en CAPERNAUM; el monte no dista mucho de allí, según parece.

El Sermón se dirige primordialmente a los discípulos. La ética exaltada y las estrictas demandas del Sermón, suponen un auditorio que ha dejado la religión en boga para aceptar las normas delineadas por Jesús (cf. Mt 5.13, como también el uso de «vosotros» en Lc 6.20–23). Sin embargo, al final del Sermón (Mt 7.28s; Lc 7.1) aprendemos que la asistencia es grande (cf. Mt 5.1s) y no consta solamente de discípulos (cf. Lc 6.24ss). La muchedumbre oye el mensaje pero solo puede poner por obra sus enseñanzas si se adhiere al Maestro mismo.

CONTENIDO

El tema general del Sermón, notorio desde las Bienaventuranzas, es «la vida en el reino, su naturaleza y su conducta». Jesús pone de relieve su autoridad absoluta como intérprete de la voluntad divina, Señor y juez escatológico; de manera que habla no solo como súbdito y ejemplo del reino, sino como Rey. El Sermón carece de una lógica estricta en su desarrollo, y pasa a veces de un pensamiento a otro por medio de palabras clave o de aliteración (en el arameo original, reconstituido). Pero damos a continuación un análisis descriptivo del contenido:

LA BIENAVENTURANZA DE LOS SÚBDITOS DEL REINO (5.3–16)

  1. Las bienaventuranzas (3–10).
  2. Expresión de la última bienaventuranza; el papel del discípulo en un mundo incrédulo (11–16).

La relación entre el mensaje de Jesús y la antigua dispensación, 5.17–48

  1. La tesis: el evangelio «cumple» la Ley aclarando sus principios subyacentes, 17.
  2. Expansión de la tesis, 18–20.
  3. Ilustraciones de la tesis, 21–48.
    • El mandamiento contra el HOMICIDIO: el elemento culpable es la ira, 21–26.
    • El ADULTERIO es fruto de un corazón maligno, alimentado por la lascivia, 27–30.
    • El divorcio conduce al adulterio, 31s
    • La JUSTICIA del reino exige una sinceridad de tal calibre que haga innecesario el JURAMENTO, 33–37.
    • La ley del talión tiene que ceder al espíritu que no se venga, 38–42.
    • El amor se debe extender tanto a enemigos como a amigos, 43–48. Instrucciones prácticas para la conducta digna del reino, 6.1–7.12
  4. La piedad falsa y la auténtica: la ® LIMOSNA, la ® ORACIÓN, el ® AYUNO, 1–18.
  5. Los tesoros y la solicitud terrena, 19–34.
  6. Prohibición de juzgar, 1–6.
  7. Exhortación a la oración confiada, 7–12. Exhortación a vivir para Dios, 7.13–29.
  8. Los dos caminos, 13s.
  9. Los falsos profetas y los frutos buenos, 15–20.
  10. La necesidad de oír y practicar, 21–27.

INTERPRETACIÓN

En el transcurso de los siglos el Sermón del Monte se ha interpretado de muchas maneras. Para Agustín, obispo de Hipona (395–430), era «el reglamento perfecto de la vida cristiana», una nueva ley que contrastaba con la antigua. Las órdenes monásticas lo interpretaban como un «consejo de perfección», elaborado no para las masas de cristianos sino para los religiosos. Los reformadores lo vieron como expresión inexorable de la justicia divina dirigida hacia todos y preludio a la aceptación de la gracia divina. Weiss y Schweitzer (a fines del siglo XIX y a principios del XX) consideraban demasiado radicales las demandas del Sermón para aplicarse a todos los tiempos; las suponían como una «ética interina» para los cristianos primitivos que esperaban el pronto fin de la época.

Otros, haciendo hincapié en el lenguaje figurado, tratan el Sermón como una forma noble de pensar, como una enseñanza sobre qué debe ser el hombre, en vez de qué debe hacer.

Los estudios sobre el arameo que hablaba Jesús y sobre la forma poética de los dichos del Sermón nos advierten contra un literalismo excesivo en su interpretación. El sacar un ojo o cortar una mano en la lucha contra la lujuria (5.29s) sería sin sentido. Hay que dejar campo a la expresión proverbial, a veces paradójica e hiperbólica. Pero siempre quedan demandas que el hombre, sin el auxilio divino, no puede cumplir; la ética propuesta es de dimensiones inauditas. Sin embargo, no es de índole legalista, sino consta de principios fundamentales iluminados por ejemplos concretos. No es un ideal para el que no es cristiano, ni mucho menos un programa para mejorar el mundo, sino una moral dirigida al hombre regenerado. Su ética pertenece a ese orden trascendental que irrumpió en la historia con la persona de Jesucristo, y que continúa su existencia en la iglesia, pero que espera su realización plena después de la venida gloriosa del Salvador.

SERPIENTE

Traducción de siete palabras hebreas, de las cuales najash es la principal, y de tres griegas: ofis, aspís y herpetón. Todas son difíciles de identificar en la terminología zoológica moderna.

La Biblia menciona con frecuencia las características comunes de la serpiente: su veneno (Nm 21.6; Dt 32.24; Sal 58.4; Pr 23.32), la posibilidad de encantarla (Ec 10.11), su vivienda y sus hábitos (Gn 49.17; Pr 30.19; Ec 10.8; Is 59.5; Am 5.19; 9.3) y su inmundicia (Lv 11.10, 41s). Al hombre le atrae y le repugna a la vez. Se le atribuye especial prudencia (cf. Mt 10.16) y algunos poderes curativos (cf. Nm 21.4–9, aunque aquí se aclara que el poder provenía de Dios).

La serpiente y algunas de sus características también se usan como figuras de distintas realidades: las naciones se presentan como serpiente lamiendo el polvo ante el Dios de Israel (Miq 7.17) y Egipto como serpientes ante los leñadores (Jer 46.22; cf. Sal 140.3; Ec 10.8, 11; Am 5.19; Mt 7.10; Lc 11.11). La mordida de serpiente se presenta como elemento de juicio divino (Nm 21.4ss; Jer 8.17; Am 9.3). La serpiente representa a los malvados (Sal 58.4), a los asirios (Is 14.29), a los babilonios (Jer 8.17), a los enemigos de Israel en general (Dt 32.33), los efectos del vino (Pr 23.31, 32) y el peligro (Sal 91.13). Jesús comparó con serpientes a los escribas y fariseos (Mt 23.33).

En Gn 3, la serpiente aparece como el más astuto de los animales (3.1–3) y como el instrumento que Satanás utilizó para tentar al hombre (2 Co 11.3; Ap 12.9). Como consecuencia, Dios maldijo a la serpiente y para siempre la condenó a arrastrarse sobre su pecho (Gn 3.14). Junto con el ser humano, la serpiente sufriría las consecuencias de una mutua enemistad (Gn 3.15). Pero la victoria definitiva sobre la maldad llegaría en Cristo.

En Éx 4.2–5, 28–30; 7.8–12, la serpiente aparece como señal de Moisés ante Israel y el faraón. Su vara se convierte en una serpiente y después vuelve a su forma original. En Egipto, la serpiente llamada cobra se consideraba como emblema de la inmortalidad y del dios benéfico Knef, aunque otras serpientes representaban la maldad. Los modernos encantadores egipcios saben hacer que la haje (cobra) permanezca rígida y en posición horizontal, de manera que asemeje una vara, apretándole el cuello de un modo especial.

Pero de todos modos, Dios actuó de tal manera que su superioridad quedó claramente demostrada (7.12).

En el desierto, Israel fue castigado con «serpientes ardientes» (najash saraf) por su rebeldía (Nm 21.4–9; Dt 8.15). A estas probablemente se les llamó «ardientes» debido a la fiebre que causaba la mordedura o el ardor de la misma. (Se sabe de casos en que personas mordidas por serpientes de aquella región han muerto en pocos minutos.) Dios salvó de la muerte al pueblo (Nm 21.7–9) por medio de una «SERPIENTE DE METAL», la cual no tenía poder curativo en sí, sino que era un medio de poner a prueba la fe en el poder de Dios (cf. Is 45.22; y con Sabiduría 16.6s). En Is 14.29 y 30.6 se repite el vocablo saraf y se alude a una «serpiente voladora», frase que quizás indica la velocidad con que la serpiente ataca.

Se cree que la «serpiente tortuosa» o «rolliza» de Job 26.13 alude a la constelación llamada el Dragón, la cual pasa entre la Osa Mayor y la Osa Menor.

Probablemente algunas menciones de serpientes se refieran a animales mitológicos o a monstruos que infunden terror (p. ej., Am 9.3; cf. Gn 1.21).

En Is 27.1 se llama «serpiente veloz» y «tortuosa» al «LEVIATÁN», aquel «dragón que está en el mar». Pero no es claro si el profeta se refiere a la destrucción de tres monstruos, Asiria, Egipto y Babilonia, o si solo a la de uno de ellos (Asiria probablemente). En la mitología cananea se han encontrado relatos de la lucha victoriosa de Baal contra el «lotar» o «leviatán». El uso bíblico de la figura demuestra el dominio de Jehová sobre toda creación; pero también revela algo del concepto ambiguo de la serpiente.

Jesús amonestó a sus discípulos a no provocar persecución innecesaria y a ser «prudentes como serpientes» (Mt 10.16). En su explicación a Nicodemo, se comparó a sí mismo con la serpiente que había sido levantada en el desierto (Jn 3.14).

Mediante la identificación de «la serpiente antigua» como SATANÁS, Apocalipsis (12.9; 20.2) afirma la victoria final de Dios sobre toda maldad (20.10).

SERPIENTE DE METAL

Mientras rodeaba la tierra de Edom, durante la peregrinación por el desierto, Israel se vio castigado con una plaga de «serpientes ardientes» por causa de su rebelión contra Dios y Moisés (Nm 21.6–9). Por mandato de Dios, Moisés preparó una serpiente de bronce y la alzó sobre un asta en medio del campamento a la vista de todos, para que viviera cualquiera que la mirara con fe (cf. 1 Co 10.9, 11).

Siglos después, el rey Ezequías de Judá, un reformador religioso, «hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés porque hasta entonces le quemaban incienso y la llamó Nehustán» (2 R 18.4). Esta última frase es ambigua y puede interpretarse como el nombre popular de la serpiente de metal, o puede traducirse «y la llamó cosa de bronce». De cualquier manera se presenta un juego de palabras entre «serpiente» (najash) y «bronce» (nejósheth).

Las supersticiones acerca de los poderes benéficos de las serpientes inspiraron esta medida enérgica de Ezequías.

Según Jn 3.14s, la serpientes de metal es tipo del «levantamiento» sobre la cruz del Hijo del Hombre (cf. Jn 8.28; 12.32s). Todo aquel que le mira con fe tendrá la vida eterna (cf. Is 45.22).

SERUG

Hijo de Reu y antepasado de Abraham (Gn 11.20–33).

SESBASAR

Príncipe de Judá. Recibió de manos de Mitrídates, por orden de Ciro, rey de los persas, los tesoros del templo que Nabucodonosor había llevado a Babilonia (Esd 1.7, 8) y los condujo a Jerusalén (Esd 1.11). Posteriormente se le nombró gobernador de Jerusalén; como tal, inició la reconstrucción del templo (Esd 5.14–16). Es, con Esdras y Nehemías, uno de los grandes caudillos judíos de la época posterior al cautiverio.

Algunos lo identifican con ZOROBABEL.

SET

(SUSTITUCIÓN).

Nombre con dos significados en la Biblia:

  1. Hijo de Adán que nació como sustituto de su finado hermano Abel, y progenitor de una línea santa en contraste con la de Caín (Gn 4.25, 26; 3–18; 1 Cr 1.1; y Lc 3.38). A los ciento cinco años de edad (la Septuaginta dice doscientos cinco) le nació su primogénito y lo llamó Enós. Como respuesta de Dios al primer duelo del mundo, es símbolo del fiel amor de Dios quien es «Padre de consolaciones» (2 Co 1.3s).
  2. Sinónimo de Moab (Nm 24.17). Hay una inscripción egipcia también donde Moab es designado con el signo S-t.

SETENTA

Número de gran importancia en la Biblia porque es múltiplo de siete, número sagrado para los hebreos (Éx 1.1–5). Setenta es el número de personas de la casa de Jacob que entraron en Egipto (Gn 46.27). Y cuando Jacob (Israel) murió, lo lloraron setenta días (Gn 50.3). Setenta ancianos de Israel acompañaron a Moisés al Sinaí (Éx 24.1). Dice Salmos 90.10 que los días de nuestra vida son setenta. Jesús enfatizó que debíamos perdonar hasta setenta veces siete (Mt 18.22). (SIETE.)

SETENTA SEMANAS

Término que el profeta Daniel empleó en sus profecías (Dn 9.24–27). En la visión de Daniel, Dios reveló que el cautiverio de su pueblo en Babilonia cesaría y que serían restaurados como nación dentro de un período de setenta semanas de siete años cada una, o un total de cuatrocientos noventa años.

Los expertos interpretan estas setenta semanas de diferentes maneras. Algunos insisten que Daniel no es un libro de profecía sino que se refiere a acontecimientos ya sucedidos. Otros creen que los cuatrocientos noventa años se cumplieron con la muerte de Cristo en la cruz. Y otros opinan que esta profecía está todavía por cumplirse. (DANIEL, LIBRO DE.)

SETENTA, VERSIÓN DE LOS

Ver. TEXTO Y VERSIONES ANTIGUAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO.

SEUDONIMIA

Práctica de escribir una obra literaria bajo el nombre de otro, a la cual se recurría con frecuencia en el judaísmo rabínico. Se le denominaba también seudoepigrafía. Con ella se pretendía atribuir la obra de uno a la pluma de un personaje célebre de antaño.

Así floreció el género APOCALÍPTICO, con visiones y viajes celestiales atribuidos a Enoc, Moisés, Esdras, etc., ya muertos desde hacía siglos; y el género de los «testamentos» (APÓCRIFOS) de tipo sapiencial. Esta ficción literaria era un engaño para los contemporáneos; como prácticamente estaba cerrado el CANON, los autores intentaban mostrar autoridad.

También existía la costumbre de aprovechar la reputación de un maestro o profeta para dar a conocer obras escritas por sus discípulos u otros herederos de su TRADICIÓN.

En la antigüedad, muchas veces la tradición oral se propagaba anónimamente (EVANGELIOS), de manera que su atribución al personaje que la inspiraba, que sería una especie de seudominia, puede considerarse un término medio entre el anonimato y la propiedad literaria. Esta última, por supuesto, es un concepto reciente; el término «autor» no se comprendía siempre en el sentido estricto en que lo entendemos hoy.

Antes de considerar seudónima una obra, conviene preguntar qué grado de participación tuvo en ella la persona bajo cuyo nombre se ha conservado, y si fue directa, como en el caso de las grandes epístolas paulinas; si dejó bastante campo a la iniciativa de un secretario-redactor, como se podría pensar de 1 PEDRO o incluso de las CARTAS PASTORALES; o si su participación fue todavía menos notable, como algunos sugieren sea el caso de MATEO o de 2 PEDRO.

Todos reconocen que la seudonimia es un fenómeno común en los escritos extracanónicos como La ascensión de Isaías, Testamentos de los patriarcas, y los numerosos evangelios, hechos, cartas y apocalipsis apócrifos (APÓCRIFOS DEL NUEVO TESTAMENTO, LIBROS). Muchos de estos tienen un fin propagandista, como la divulgación de doctrinas gnósticas, o el fomento de prácticas nuevas (por ejemplo, la práctica de permitir que las mujeres bauticen citada en los Hechos de Pablo), y es evidente que sin el patrocinio de una figura famosa nadie les hubiera prestado mucha atención, porque, en todo caso, carecen más o menos obviamente de INSPIRACIÓN.

La cuestión más controvertida, sin embargo, es si existe o no la seudonimia dentro del canon.

¿Escribió ISAÍAS todos los oráculos que aparecen en su profecía? ¿Fue JUAN mismo o algún discípulo suyo que se identificó como el discípulo amado el que agregó el capítulo 21 a su Evangelio (vv. 20–24)? ¿Escribió en realidad Salomón las obras sapienciales que la tradición le atribuye? (PROVERBIOS; ECLESIASTÉS; CANTARES). ¿Cuál fue la relación entre el DANIEL histórico, o Santiago de Jerusalén, y el libro que lleva su nombre? ¿Es Efesios una carta seudopaulina?

La respuesta a estas preguntas y a otras parecidas es muy discutida. Dependerá en parte de nuestra evaluación de la TRADICIÓN rabínica o eclesiástica y en parte de nuestra apreciación de los datos internos de los libros en cuestión. También está involucrado el aspecto moral:

¿aceptó a sabiendas la iglesia un «fraude piadoso» como una obra autoritativa? En todas estas cuestiones de definir la paternidad literaria, el género literario y la situación vital de la producción del libro, conviene no juzgar meramente según los criterios del siglo XX. De una cosa podemos tener seguridad: que Dios no ha usado un engaño intencional en la comunicación de su verdad.

SEVENE

Ciudad fronteriza (ahora llamada Asuán) entre Egipto y Etiopía, ubicada en la ribera oriental del Nilo inmediatamente al norte de la primera catarata, sitio actual de la inmensa presa de Asuán. En la cercana isla de Elefantina, una colonia de judíos se refugió después de la caída de Jerusalén en 587 a.C. Tanto en Ez 29.10; 30.6 como en los papiros de Elefantina se menciona la frase «desde Migdol hasta Sevene», que denota la extensión de Egipto de norte a sur. A la luz de los ROLLOS DEL MAR MUERTO, en Is 49.12 la frase «la tierra de SINIM» debe leerse «la tierra de Sevene». De allí Jehová vuelve a llamar a los desterrados.

SEXUALIDAD

Don de Dios (Gn 1.27; 2.18–25) que participa de la bondad y perfección de todo cuanto el Señor creó originalmente (Gn 1.27 cf. Gn 1.31).

El israelita aceptaba la naturalidad y la legitimidad de la sexualidad con tal franqueza que no tenía reparo en hablar de ella abiertamente, sin eufemismos y mencionando cada cosa por su nombre (cf. Gn 9.22s; Éx 20.26; 28.42; Lv 18.6; Dt 25.11; Is 3.17; Hab 2.15; para las partes genitales y Gn 18.11; 31.35; Lv 15.19–24; 18.19; 20.18, para la menstruación: «la costumbre de las mujeres»).

La sexualidad se tenía en alta estima en Israel por dos razones:

  1. Por el empleo que la Escritura hace del MATRIMONIO como símbolo del trato espiritual de Dios (Esposo) y su pueblo Israel (esposa) (Is 54.5s y sobre todo Os 1–3).
  2. Por la estrecha colaboración con Dios que implica el que haya señalado la sexualidad para la propagación de la vida (Gn 16, 20; 4.1; Os 4.10).

La imagen de la Iglesia como «esposa» y de Cristo como «esposo» en el Nuevo Testamento (Ef 5.22–32; Ap 19.7; 21.2, 9; 22.17) sigue la línea del Antiguo Testamento, confirmándola. Asimismo, el Nuevo Testamento reconoce la excelencia de la sexualidad (1 Co 7.3ss; 1 Ts 4.4 y 1 Ti 5.14), su naturaleza y los deberes que entraña.

La literatura sapiencial alaba el recto uso de la sexualidad en el matrimonio y exalta sus ventajas. El lenguaje inspirado suele ser claramente erótico en estos textos (Pr 5.18–20; Cnt 4.5, 12, 15; 6.4; 7). De igual sentir son los profetas (Ez 24.16, en donde la mujer del profeta constituía «el deleite de sus ojos»; Mal 2.15), que en esto siguen el ejemplo patriarcal (Gn 26.8).

La Biblia, pues, no condena lo erótico sino las perversiones a que puede ser arrastrada la sexualidad como consecuencia del pecado.

Dios mismo se encarga de proteger la sexualidad al limitar el ámbito donde puede hallar su cauce legítimo: el matrimonio. Así el Antiguo Testamento condena severamente:

  1. El ADULTERIO (Gn 38.24; Dt 22.21–24; Lv 18.6–18).
  2. La PROSTITUCIÓN (Dt 23.17s; Pr 5).
  3. La SODOMÍA (Dt 23.17; 1 R 15.12).
  4. La BESTIALIDAD (Éx 22.19; Lv 18.23; Dt 27.21).

El Nuevo Testamento interioriza este concepto y condena la CONCUPISCENCIA, el deseo desordenado o salido de cauce legítimo (Mt 5.28; Ro 1.24–32; 1 Co 6.13–20; Gl 5.19; 1 Jn 2.16–17).

En resumen, la Biblia alaba el recto uso de la sexualidad, pero condena la pretensión de relaciones sexuales en condiciones pecaminosas que rebajan, degradan y esclavizan (Pr 5.9; 6.26; 23.27s; 29.3) al consumir energías tanto síquicas y espirituales como físicas que Dios ha confiado al hombre para alcanzar su plenitud humana. (CANTARES, en especial.)

SHEKINÁ

(HABITACIÓN).

La palabra en sí no se encuentra en la Biblia. Se usa en el Tárgum y en los escritos cristianos primitivos para referirse a la presencia de Dios. Sin embargo, la idea que expresa esta palabra, «Dios que habita, que mora entre los hombres», es un concepto básico tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. Debe leerse junto con la palabra «GLORIA», presencia de Jehová. En Nm 16.42, la nube oculta y revela la presencia de Dios. Dios habita entre los hombres por su sola voluntad, y permanece siempre Señor de su presencia (Éx 19.9, 16, 18). No se puede disponer de ella. Hay que confiar en ella y obedecerle (Éx 13.21, 22; Éx 40.34–38). Así desciende sobre el templo (1 R 8.10) y habita allí entre querubines (Sal 80.1; Is 6.1–9).

Sin embargo, la tradición profética no da por sentada la permanencia de esa presencia, independientemente de la conducta del pueblo y la voluntad divina (Jer 7.4ss; Ez 8.6). En el Antiguo Testamento se afirma que en los tiempos mesiánicos volverá la Shekiná (Ez 43.7, 9; Hag 1.8; Zac 2.10; Is 60.2). En el Nuevo Testamento el pasaje central sobre la encarnación (Jn 1.14: «habitó entre nosotros») es una clara referencia a la tradición veterotestamentaria de la Shekiná. En Lc 2.9; Mt 17.5; 2 P 1.17 encontramos manifestaciones alusivas directamente a fenómenos visibles o audibles que acompañaban esa presencia divina.

SHEMÁ, LA

Confesión de fe judía que comienza diciendo: «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es» (Dt 6.4). La shemá completa se encuentra en tres pasajes del Antiguo Testamento: Números 15.37–41, Deuteronomio 6.4–9 y 11.13–21.

Esta colección de versículos constituye una de las más antiguas piezas en la adoración del pueblo judío. Según el Evangelio de Marcos, Jesús citó la shemá durante una discusión con los escribas (Mc 12.28–30).

SHIBOLET

Palabra que quiere decir «corriente de agua» (Sal 69.2, 15; Is 27.12) o «espiga de grano» (Gn 41.5), cuya pronunciación correcta era difícil para algunas personas. Después de que los galaaditas bajo Jefté derrotaron a los efrateos, guardaban los vados del Jordán para que estos no pasaran. Al llegar alguien al río, los galaaditas le exigían que pronunciara la palabra «shibolet», la cual los efrateos pronunciaban «sibolet». De esta manera los galaaditas pudieron identificar y matar a muchos efrateos (Jue 12.1–6).

SHUR

(MURALLA).

Zona estéril y desértica entre Palestina y el nordeste de Egipto.

Debe su nombre a la existencia de una muralla fronteriza construida por los egipcios. Las referencias bíblicas indican que el lugar era muy conocido. El ángel de Dios halló a Agar cerca de Shur (Gn 16.7). Abraham vivía entre Cades y Shur (20.1). Los ismaelitas vivían entre Shur y Havila (25.18). Al cruzar el mar Rojo, los israelitas se encontraron en el «desierto de Shur» (Éx 15.22). Saúl persiguió a los amalecitas hasta Shur (1 S 15.7).

Tanto los viajeros como los fugitivos tenían que atravesar esta zona fronteriza, con sus dificultades de sequía y de vigilancia militar.

SIBA

Siervo del rey Saúl y luego, por orden de David, mayordomo de MEFIBOSET, nieto de Saúl, a quien David quiso demostrar misericordia por amor de su padre JONATÁN. El rey entregó a Mefiboset los bienes de Saúl y encargó a Siba la administración de ellos (2 S 9.2–13).

Durante la rebelión de Absalón, en un encuentro con David fuera de Jerusalén, Siba mentirosamente le dijo que Mefiboset se había unido con Absalón. David entonces transfirió a Siba las posesiones de Mefiboset. Al morir Absalón, David supo que Siba había calumniado a su amo, pero este, contento por la victoria del rey David, perdonó a Siba, quien quedó con la mitad de las tierras de Saúl (2 S 16.1–4; 19.24–30).

SIBMA

Ciudad amorrea situada en la Palestina del este, llamada también Sebam.

Debe haber sido un lugar muy importante entre Hesbón y Nebo a juzgar por los restos arqueológicos hallados allí y que pertenecen a los milenios III y II a.C. Después de la derrota del rey amorreo Sehón, pasó a ser posesión de la tribu de Rubén (Nm 32.3, 38; Jos 13.19). En la época de la división del reino, estaba bajo la jurisdicción moabita y era muy famosa por sus viñedos y buen vino (Is 16.8, 9; Jer 48.32).

SIBRAIM

Lugar al norte de Israel, entre Damasco y Hamat. En una visión de la restauración de Israel, Ezequiel coloca a Sibraim como límite septentrional del país (47.13–17).

SICAR

Pueblo de Samaria ubicado cerca del pozo de Jacob, donde Jesús conversó con la mujer samaritana (Jn 4.5s). Juan precisa que Sicar estaba «cerca de la posesión que dio Jacob a su hijo José» (cf. Gn 33.19; 48.22). Quedaba en la ruta principal entre Jerusalén y Galilea, la cual atravesaba a Samaria. Antes se identificaba a Sicar con SIQUEM, pero recientes excavaciones arqueológicas revelan que esta última dejó de existir 128 años a.C. Es más probable que el sitio de Sicar sea Askar, pueblo actual, situado sobre la ladera oriental del monte Ebal, 1 km al nordeste del pozo de Jacob.

SICARIO

Persona que llevaba una sica (latín, puñal corto y curvo), Hch 21.38. En las versiones bíblicas españolas por lo general se transcribe el término (cf. la VM donde se traduce «asesinos»). Se usaba especialmente para referirse a los grupos guerrilleros, judíos nacionalistas del siglo I, que por medio del terrorismo querían liberar su tierra del yugo del Imperio Romano (ZELOTES).

SICLAG

Ciudad del sur de Judá correspondiente a la tribu de Simeón (Jos 15.31; 19.5). El rey filisteo Aquis la cedió a David, quien vivió allí durante un año y cuatro meses (1 S 27.6, 7). Tomada por los amalecitas en una ocasión, David la recapturó (1 S 30.1, 2). En Siclag, David recibió la noticia de la muerte de Saúl (2 S 1.1; 4.10). Los judíos la habitaron después del cautiverio (Neh 11.28).

SICLO

Unidad de peso entre los hebreos, babilonios y otros. Después fue el nombre de una moneda. Los judíos conocieron la moneda acuñada en las tierras de su cautiverio y, después de su regreso, Esdras y Nehemías mencionan la moneda persa de oro «darico» o DRACMA (Esd 2.69; Neh 7.7–72). Por el año 139 a.C., Simón Macabeo recibió permiso del rey para acuñar moneda con su propio sello que decía «El siclo de Israel».

Equivalía a unos 60 centavos de dólar o cuatro dracmas griegas. Según el historiador Josefo, los judíos pagaban medio siclo de impuesto anual al templo (cf. Mt 17.24–27).

SIFRA

Una de las parteras de las hebreas en Egipto. Las parteras se enfrentaron con valor al faraón, pues este ordenó matar a los niños varones cuando asistieran a las hebreas (Éx 1.15).

SIDIM, DE VALLE

(DEL HEBREO SIDDIM, QUIZÁS DERIVADO DEL VOCABLO HITITA SIYANTAS, «SAL»).

Se le nombra en el Génesis como escenario de la derrota de los reyes de Sodoma, Gomorra, Adma, Zeboim y Zoar, a manos de Quedorlaomer, rey de Elam y sus aliados del este, los reyes de Goim, Sinar y Elasar (Gn 14.3–10).

Se le identifica como el mar Salado (v. 3) y se enfatiza que «estaba lleno de pozos de asfalto» (v. 10). Se supone que este valle era una larga hondonada muy fértil e irrigada, situada al sur de la península de Lisán y que después se hundió bajo las aguas de la parte meridional del mar Muerto.

SIDÓN

Una de las principales ciudades de Fenicia, aproximadamente a la mitad de la distancia entre Berito y Tiro. Se alzaba junto a un promontorio sobre la costa del Mediterráneo, con dos bahías, una al norte, y otra al sur. Como las demás ciudades de Fenicia, Sidón vivía del comercio, la navegación, la pesca y la industria de la púrpura.

(Esta última fue tan próspera que aún en el día de hoy se encuentran montones de restos de los moluscos que se utilizaban en la elaboración de la púrpura.)

La historia de Sidón se remonta hasta mediados del segundo milenio a.C., cuando aparece  por primera vez en inscripciones egipcias. Según los sidonios, ellos fundaron a TIRO, poco más al sur, y a Hipona en la costa norte de África. Tiro, Sidón y el resto de FENICIA estaban destinados a someterse a los grandes imperios que por siglos se sucederían unos a otros en el Cercano Oriente.

En el año 877 a.C., Sidón se sometió a Asiria. Dos siglos después de haber quedado sometida al poderío asirio, Esarhadón, rey de Asiria, la destruyó como castigo por su rebelión. Babilonia sucedió a Asiria como señora del Cercano Oriente. Entonces Sidón y las demás ciudades de Fenicia, bajo la dirección de Tiro, hicieron una alianza para luchar junto a los egipcios contra los babilonios. Aunque Judá fue invitada a formar parte de esa alianza, el rey Josías no quiso, y algún tiempo después murió tratando de detener al faraón Necao, que invadía los territorios del Imperio Caldeo (2 Cr 35.20–24).

En el año 598 a.C., hubo una rebelión general en Fenicia y Judá, y el rey Nabucodonosor la aplastó sangrientamente. Puesto que Sidón se rindió, no sufrió tanto como Tiro, que decidió resistir hasta el final. En consecuencia, Tiro fue destruida y Sidón recobró su hegemonía sobre Fenicia, aunque siempre bajo la tutela de Babilonia.

Cuando Babilonia cayó y Persia surgió en su lugar, Sidón quedó supeditada al nuevo imperio. En el año 351 se rebeló y cuando los persas la incendiaron murieron en ella más de 40.000 habitantes.

A pesar de esta tragedia, en el año 333 a.C., cuando Alejandro invadió la región y derrotó a los persas en Iso, ya Sidón estaba reconstruida. Quizá por razón de la experiencia de unos pocos años antes, Sidón no resistió a Alejandro, sino que, por el contrario, le suplió naves para atacar a Tiro, que resistía aún.

Tras la muerte de Alejandro, hubo un largo período durante el cual Egipto y los seléucidas se disputaron el dominio sobre Sidón y toda la zona circundante. Por fin los seléucidas resultaron vencedores, y Sidón vino a formar parte de su reino. Durante ese período fue fuerte en ella la influencia helenizante, y se fundó allí una escuela de filosofía que logró cierto renombre.

Tomada por Pompeyo en el año 65 a.C., Sidón pasó a ser parte del Imperio Romano.

La importancia de Sidón en la historia bíblica es incalculable. Se le menciona ya en Gn 10.15,

  1. 19. Más tarde, sus habitantes contribuyeron a la construcción del templo (1 R 5.6; 1 Cr 22.4), y a su reconstrucción en tiempos de Esdras (Esd 3.7). Durante los gobiernos de David y Salomón, las relaciones entre Sidón e Israel eran cordiales (2 S 24.2, 6).

Sin embargo, aparte de estos pocos casos, Sidón es tenida en el Antiguo Testamento por ciudad perversa a la que Dios ha de castigar. Repetidamente, los profetas claman contra ella. Jezabel, oriunda de Sidón, llegó a ser símbolo de perfidia e idolatría. Todo esto se debe a que Sidón era un centro de la adoración a Baal y que, precisamente debido a las relaciones comerciales que sostuvo con los hebreos, la religión de sus habitantes era una constante tentación para el pueblo del Antiguo Testamento. Además, a Sidón se le reprochaba por haber profanado los vasos sagrados de Jerusalén llevándolos a sus templos, y por haber vendido a los hijos de Judá como esclavos (Jl 3.5, 6).

Debido a la importancia de Sidón entre las ciudades fenicias, a menudo se utiliza el término «sidonios» cuando en realidad se quiere decir «fenicio». Luego, el estudiante de la Biblia ha de estar alerta para evitar la posible confusión.

En el Nuevo Testamento se menciona repetidamente a Sidón (Mt 11.21, 22; 15.21–28; Mc 3.8; 7.24–31; Lc 10.13, 14). En Mc 7.31 se afirma que Jesús pasó por Sidón y en Hch 27.3 se nos dice que San Pablo pasó por allí, camino a Roma.

SIEGA

Ver. COSECHA.

SIERRA

Herramienta con dientes para cortar madera y piedra, usada desde tiempos muy remotos. David, después de haber conquistado a RABÁ, ciudad principal de los amonitas (Dt 3.11), castigó a la gente sacándolas de la ciudad y obligándolas a trabajar con sierras y otras herramientas (2 S 12.31; 1 Cr 20.3). Los obreros de Salomón cortaban con sierras, en forma acabada, las piedras que se iban a utilizar en la construcción del templo (1 R 7.9). El profeta Isaías empleó una sierra para ilustrar sus enseñanzas (10.15).

El autor de Hebreos afirma que algunos de los mártires del Antiguo Testamento murieron aserrados (11.37). Una tradición judía afirma que el profeta Isaías sufrió esta clase de martirio.

SIERVO

La institución social de la esclavitud autoriza a una persona a disponer incondicionalmente de la vida y los servicios de otra persona. En la esfera religiosa, el concepto de ser siervo expresa la obediencia absoluta del hombre a Dios y la aceptación incondicional de la voluntad divina. Ejemplo notable de esto es el apóstol Pablo, persona libre que se presenta como «esclavo de Cristo» (Ro 1.1).

En el Antiguo Testamento hay siervos sin salario y siervos asalariados: Abraham posee 318 siervos nacidos en su casa (Gn 14.14) y los 42.360 judíos que regresan del cautiverio son acompañados por 7.337 siervos (Esd 2.64s). Hay leyes establecidas (Lv 19.13; cf. Job 7.1ss; Mal 3.5) que amparan a los jornaleros contra arbitrariedades de sus patronos, porque Israel fue esclavo en Egipto, pero Dios lo sacó a LIBERTAD (Éx 20.2; Lv 25.42; Dt 15.15). Por esta razón, en Israel se legisla respecto a la condición humana del siervo mucho más que en otros pueblos (Job 31.13ss). Dios es el Redentor (Is 41.14; 59.20; Jer 50.34). Pero por ciertos motivos se distingue entre los siervos extranjeros y los siervos israelitas.

El esclavo extranjero podía ser capturado en una guerra (Dt 21.10), comprado  de mercaderes (Gn 17.12; 37.36; Lv 25.44ss; Éx 27.13) por el precio usual de 30 siclos de plata (ca. 19 dólares, Éx 21.32) o bien podía nacer en la casa de su patrón de un siervo de la gleba. El patrón podía hacer con él lo que quisiera, incluso herirlo con palo, «porque es de su  propiedad» (Gn 16.6; Éx 21.21).

Sin embargo, la ley otorgaba al siervo algunos privilegios: el patrón que lo maltrataba excesivamente podía ser castigado (Éx 21.20) o el siervo podía ser liberado (Éx 21.26, 27). Debía permitírsele disfrutar del descanso sabático (Éx 20.10; 23.12), participar en las fiestas (Dt 12.12; 16.11, 14) y tener parte en el pacto con Israel por la circuncisión (Gn 17.12, 23; Éx 12.44). Eliezer de Damasco, siervo extranjero de Abraham (Gn 15.2), goza de toda la confianza de su patrón. Saúl habla con su siervo como un hermano (1 S 9.5, 10) y Sesán casa a su hija con el siervo egipcio Jarha (1 Cr 2.34s).

Por otra parte, hay muchos siervos, como Agar, que huyen de sus amos por circunstancias especiales (Gn 16.6; 1 S 25.10; 1 R 2.39); pero, con excepción de 1 R 2.40 y Flm 12, también se respetaba la ley que prohibía devolver al patrón el siervo que había huido (Dt 23.15).

El siervo israelita lo era siempre por pobreza; en un momento dado se veía obligado a venderse (Lv 25.39; Am 1.6; 8.6), quizás por la deuda de un par de zapatos, o para rescatar al padre o esposo entregado a un prestamista como prenda viviente (2 R 4.1; Neh 5.5; Is 50.1; Job 24.9). En ocasiones se trataba de un ladrón que no tenía con qué hacer completa restitución  (Éx 22.3). La ley prescribía que ningún israelita debía ser humillado por ser esclavo (Lv 25.39– 43); y cada siete años los siervos israelitas debían ser liberados y recuperar sus bienes (Éx 21.2; Dt 15.13ss).

Si alguien quería renunciar voluntariamente a su emancipación, por amor de su esposa o los hijos, podía optar por la servidumbre perpetua (Éx 21.5). La sierva casada con el patrón no podía ser enajenada (Éx 21.7–11; Dt 21.14). Contra la esclavitud causada por la desigualdad económica protestó el profeta Amós (1.6; 8.6) y se indignó el gobernador Nehemías (5.5). El rescate del siervo por uno de sus hermanos (Lv 25.48) llegó a ser expresión de la acción redentora del Dios de Israel (Éx 6.6; 2 S 7.23; cf. Gl 4.4s).

En   los   tiempos   de Jesús todavía subsistía la institución israelita de la esclavitud, independientemente del sistema romano. Se menciona al siervo (griego, dúloi, de una raíz que significa, atados) del sumo sacerdote (Mt 26.51; Jn 18.18), del centurión de Capernaum (Mt 8.9) y de un oficial del rey (Jn 4.51). Jesús se refiere a menudo a los siervos, mayormente en sus parábolas: proclama la identificación del siervo con su patrón (Mt 10.24), advierte contra servicios inconsiderados (Mt 13.28), compara el perdón de los pecados con la condonación de  la deuda de un siervo (Mt 18.23, 34), elogia la lealtad y prudencia de un siervo que administra sabiamente (Mt 24.45–51), señala la responsabilidad por los bienes recibidos en custodia (Mt 25.14–30) y destaca el valor de prestar servicios desinteresados (Lc 17.7–10). Efectivamente Jesús no desprecia ninguna persona por su condición social o económica.

Afirma que quien desee ser el primero deberá estar al servicio de todos (Mc 10.44), porque aun el Hijo del Hombre da su vida en rescate por muchos, como precio por la redención y la libertad (Mc 10.45). Decide no llamar siervos a sus discípulos, porque el siervo no sabe lo que hace su patrón; los llama amigos porque les ha comunicado todo lo que el Padre le ha dicho (Jn 15.15).

Los apóstoles se consideran «esclavos de Dios y de Jesucristo» (Gl 1.10; Flp 1.1; Stg 1.1; Ap 1.1), y aúnan en un servicio espontáneo (Gl 5.13; 1 P 2.16) la libertad cristiana y la obediencia  a Dios.

En las primeras iglesias había muchísimos siervos creyentes e incluso siervos de patronos cristianos (1 Ti 6.2). Pablo predica sobre la base de la igualdad espiritual de siervos y libres (1 Co 12.13; Col 3.11), pero notablemente no piensa en un cambio de la estructura social (1 Co 7.22ss). Sin embargo, en Flm 16, el apóstol recomienda ante su patrono a un siervo que se había fugado y le ruega que lo trate «no ya tan solo como siervo sino como más que siervo, como hermano amado». Muchos ven esto como una exhortación indirecta a concederle la libertad a Onésimo (FILEMÓN).

En otros pasajes neotestamentarios se exhorta a los siervos a servir lealmente a sus amos (Ef 6.5; 1 Ti 6.1; Tit 2.9; 1 P 2.18), para dar un testimonio de laboriosidad por Cristo; pero también se exhorta a los patronos a ser responsables en su tratamiento de los siervos (Ef 6.9). La explotación del hombre por el ser humano es superada por el ejemplo servicial de Cristo mismo (Flp 2.7) y por la igualdad de todos en Cristo (1 Co 12.13; Gl 3.28; Col 3.11; Flm 16). El hombre no es una cosa ni un instrumento simple de trabajo privado de su humanidad. Y el creyente es un hijo de Dios, en espera de la redención de su cuerpo (Ro 8.21ss). No es ya esclavo sino «DIÁCONO» (Jn 12.26).

El término griego diákonos, que se traduce también «siervo» o «ministro», presenta un enfoque muy distinto. El esclavo es una persona dependiente, mientras el diácono es una persona que hace un trabajo, sea libre o dependiente, y presta especialmente un servicio social: sirve mesas, atiende al prójimo, da de comer y beber, hospeda, viste, cuida enfermos, hace algo por los más pequeños (Mt 23.11; 25.42ss; Mc 9.35; Lc 12.37; Jn 12.26; Hch 6.2). La insistencia de Jesús en el servicio voluntario y abnegado inspira a la iglesia primitiva.

En Jerusalén se eligen siete griegos para la distribución diaria (Hch 6.5), y Tabita en Jope y FEBE en Cencreas viven para servir a otros (Hch 9.36; Ro 16.1); en Filipos y en Asia Menor los hermanos  prestan  ayuda  (Flp  1.1;  1  Ti  3.8–13;  2  Ti  1.18).  La diakonía era un ministerio carismático, y no meramente una institución (Ro 12.7s; 1 Co 12.28; 1 Ti 4.6; 1 P 4.11). Arquipo había recibido un don para ayudar en Colosas (Col 4.17), y Tíquico es recomendado a los efesios (Ef 6.21) porque como fiel ayudante consuela sus corazones.

Pablo describe su propia vida y labor apostólica de reconciliación como un servicio prestado a Dios voluntariamente (2 Co 6.4; Col 1.23); va a Jerusalén para entregar una colecta de solidaridad a los necesitados (Ro 15.25). Está tan interesado en el concepto de servicio que lo extiende a los magistrados y considera la aplicación de las leyes una real                                                                                                                                                                    (Ro 13.4). El espíritu de esclavitud y temor ha sido desplazado por el espíritu de adopción; se ha manifestado la gloriosa libertad de los hijos de Dios (Ro 8.15, 21; Gl 4.5ss) y ellos son emancipados del pecado y hechos siervos de Dios (Ro 6.22).

SIERVO DE JEHOVÁ

Título que se da a la persona descrita principalmente en Is 52.13–53.12. La expresión misma no se usa en los pasajes clásicos en que se alude a esta persona, pero Jehová la llama «mi siervo» (Is 42.1; 49.3, 6; 52.13; 53.11); y a veces Israel, hablando de sí mismo y en relación con Jehová, se llama «su siervo» (p. ej., Is 49.5). La palabra hebrea que se traduce aquí «SIERVO», ebed (al igual que el vocablo griego, dulos), es la misma que se usa para designar a un esclavo; pero en el caso de las relaciones con la deidad, expresa una sumisión obediente más que una condición social.

Ser siervo de Jesús representa un privilegio; expresa una relación de íntima comunión con el Señor, establecida esta por los lazos de una alianza mutua (PACTO). Es estar dispuesto a la obediencia total, consciente de que tal obediencia conduce al sufrimiento y quizás a la muerte; pero el Señor, en virtud de la misma alianza, exalta hasta lo sumo. Por tanto, la relación entre sumisión y exaltación nace de una alianza eterna: Señor y siervo que actúan juntos, impulsados por el amor, para consumar el plan de redención.

Todo el que adora y sirve a Jehová puede llamarse su siervo, como en efecto sucede en multitud de pasajes del Antiguo Testamento. Inclusive a NABUCODONOSOR, rey de Babilonia, se le llama de esta manera (Jer 25.9; 27.6; 43.10), y a CIRO el persa se le llama «ungido» (Is 45.1), porque ambos sirvieron, aunque sin saberlo, para los propósitos redentores de Jehová. Pero en el caso específico que nos ocupa aquí, nos referimos al siervo de Jesús mencionado en los llamados «cánticos del siervo de Jesús» que se encuentran en Isaías, y a su correspondiente interpretación en el Nuevo Testamento. Estos cánticos son cuatro (posiblemente cinco) y se distribuyen así: Is 42.1–4; 49.1–6; 50.4–9; y 52.13–53.12. No es de extrañar que desde la consignación de estos cánticos en la profecía de Isaías, ca. 550 a.C. (LIBRO DE ISAÍAS,), se iniciara lo que ha venido a constituir una verdadera ciencia exegética encaminada a tratar de interpretar a quién o a quiénes se aplica este título.

Los primeros cánticos parecen definir al siervo de Jesús como colectividad (e.d. la nación de Israel); después de un estrechamiento paulatino notorio a través de los cánticos, el cuarto cántico parece definirlo como un individuo (cf. la reseña en DBH). El consenso actual es que los cánticos son profecías predictivas del Mesías (CRISTO).

En cuanto a la interpretación que el Nuevo Testamento ofrece, no cabe duda de que el siervo de Jesús de los cánticos de Isaías es Jesucristo. Después de desdoblar el rollo de Isaías en la sinagoga de Nazaret y leer en 61.1, 2a (pasaje que algunos consideran el quinto cántico del siervo de Jesús) Jesús enrolla el volumen (BC) y dice: «Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros» (Lc 4.21). El Señor mencionó con insistencia que sus sufrimientos se habían anunciado con anterioridad (Mt 26.24, 54, 56; Mc 9.12; 10.45; Lc 18.31; 24.25ss, 46), y resultaría temerario no reconocer la temática de Is 53 en sus muchas expresiones relacionadas con su misión.

Para los primeros misioneros convencidos de la resurrección de Jesús esta conexión era elemental y clara: cuando el etíope formula la pregunta «¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo o de algún otro?», Felipe no vacila en aplicar el pasaje a Jesucristo (Hch 8.31–35).

Pablo se hace eco de Is 53 en su magistral pasaje de Flp 2.5–11. La Epístola a los Hebreos con su tema de humillación y exaltación de Cristo, sugiere un intento de exégesis de este mismo cap. de Isaías. Y, finalmente, el tema vuelve a ser presentado en el último libro de la Biblia.

SIETE

Número de alto sentido simbólico. El siete había adquirido significación sagrada en Babilonia en la más remota antigüedad. Descuella en la Biblia por ser la suma de 3 y 4, y simboliza «lo completo» por excelencia en las esferas divinas, humanas y aun satánicas. Se observa el carácter sagrado del siete en el ritual por el número de altares que tuvo que levantar Balac (Nm 23.1, 14, etc.) y en la religión israelita por ser muy repetido en el número de víctimas, el número de veces que la sangre había de ser esparcida, etc., señalando la «expiación perfecta» en el día grande del calendario religioso (Lv 16.19; cf. 4.16; 14.7; Nm 28.11, etc.). Naamán tuvo que zambullirse siete veces para ser limpio (2 R 5.10).

El siete representa períodos significativos de «tiempo completo», como la semana, que termina con el sábado, y el año sabático (Éx 20.10; Lv 25.2–6). El jubileo caía después de cumplirse siete «semanas» de años (Lv 25.8) y el Día de Expiación se celebraba en el mes séptimo (Lv 16.29). Los períodos de abundancia y de hambre en Egipto fueron de siete años (Gn 41.26–31). En otros contextos de vida familiar, de oración, etc., sobresale el concepto de «lo completo» (Rt 4.15; Jos 6.4; 1 R 18.43; Sal 119.164).

Sobre todo, en el simbolismo del Apocalipsis se emplea el siete para representar grupos homogéneos o sucesiones completas de acontecimientos (Ap 1.4, 13, 16; 4.5; 5.1; 12.3; 13.1), y se usó mucho en la apocalíptica extracanónica.

La influencia del siete se ve también en construcciones literarias, como las siete abominaciones de Pr 26.25; las siete parábolas de Mt 13, los siete «ayes» sobre los fariseos de Mt 23, y en varias agrupaciones de temas en las epístolas (NÚMEROS).

SIGLO

(EN HEBREO OLAM; EN GRIEGO AIÓN).

Término que en la Biblia no significa estrictamente cien años sino un período largo e indefinido. Se utiliza en varios sentidos diferentes, todos relacionados, pero especialmente para indicar un TIEMPO futuro infinito. En este sentido aparece en plural o en forma repetida, por ejemplo, «los siglos de los siglos» (Sal 41.13; cf. Gn 9.12; 1 Cr 29.10; Dn 6.26; Mt 6.13; etc.).

Esta acepción se relaciona casi siempre con Dios, cuyo carácter eterno se describe así: «desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios» (Sal 90.12).

La expresión «el siglo venidero» o «los siglos venideros» se refiere a la época futura en la cual Dios ha de revelar su gloria y ha de culminar la historia humana (Ef 2.7; Heb 6.5; SEGUNDA VENIDA; REINO DE LOS CIELOS). Es la época en que la justicia de Dios será reivindicada en la tierra y reinará la santidad.

Por otro lado, «este siglo» representa la época contemporánea, que corre desde la creación hasta la Segunda Venida de Cristo. A veces denota temporalidad, sin implicar conceptos éticos o morales (Mt 13.22; Lc 16.8; 20.34; 1 Ti 6.17; Tit 2.12). Más a menudo, sin embargo, la expresión puntualiza también el espíritu esencial de la sociedad contemporánea con su carácter maligno y pecaminoso (Ro 12.2; 1 Co 2.6, 8; 3.18; 2 Co 4.4; Gl 1.4; Ef 6.12; GENERACIÓN). En este sentido, de acuerdo con el concepto paulino, siglo es casi sinónimo de «MUNDO» en sentido peyorativo.

SIHOR

Cuerpo de agua que no se ha identificado definitivamente. Según algunos, era una laguna en la parte nordeste de Egipto, que forma parte del brazo pelusiano del Nilo.

Otros lo identifican con el RÍO DE EGIPTO, o sea el wadi el-Arish, límite sudoeste de la tierra prometida.

La palabra Sihor aparece 4 veces en el TM. En Jos 13.3 y en 1 Cr 13.5, aparentemente se refiere al límite sudoeste de la tierra santa. Pero en Is 23.3 y Jer 2.18 de la RV ha traducido correctamente «Nilo».

SIHOR-LIBNAT

Riachuelo que corre al sur del Monte Carmelo.

Formaba parte del límite sur de la tierra de Aser (Jos 19.26). Se le ha identificado con el Nahr-ez-Zerka, que desemboca en el Mediterráneo 10 km al sur de Dor.

SILAS, SILVANO

«Varón principal» de la iglesia en Jerusalén (Hch 15.22) y compañero de Pablo en su segundo viaje misional (15.40). Era judío y a la vez ciudadano romano, al igual que Pablo (16.37); tenía el don de profecía (15.32). Al Silas de Hch generalmente se le identifica con el Silvano de las Epístolas (2 Co 1.19; 1 Ts 1.1; etc.).

Silas fue comisionado con Judas Barsabás para acompañar a Pablo y Bernabé hasta Antioquía y junto con ellos llevó el decreto del CONCILIO de Jerusalén para su confirmación. Permaneció un tiempo en Antioquía a fin de consolar y edificar a los creyentes (Hch 15.22–35). Puesto que el v. 34 falta en los principales manuscritos, probablemente Silas regresó con Judas a Jerusalén. Después del desacuerdo con Bernabé, Pablo escogió a Silas como compañero, elección que

probablemente se debió a tres cualidades de Silas: era ciudadano romano, miembro de la iglesia en Jerusalén y dirigente aprobado en su ministerio en Antioquía.

Seguramente manifestó simpatía y tacto en su labor entre los gentiles. Acompañó al apóstol por Siria, Asia Menor y Macedonia hasta Berea (15.40–17.14), donde se quedó con Timoteo. Después Pablo llamó a los dos desde Atenas (17.15), pero el relato implica que él ya se hallaba en Corinto cuando lo alcanzaron (18.5). Evidentemente, 2 Co 11.9 se refiere a la llegada de Silas y Timoteo y a la ayuda económica que llevaron a Pablo.

Segunda de Corintios 1.19 alude al misterio de Silas en Corinto.

Silas (Silvano) aparece mencionado con Pablo y Timoteo en las cartas escritas desde Corinto a Tesalónica (1 Ts 1.1; 2 Ts 1.1). Después se le menciona solo en 1 P 5.12, donde parece explicarse que Silas colaboró también con Pedro en la escritura de las cartas de este.

SILO

Ciudad que se hallaba en el territorio de la tribu de Efraín, unos 15 km al norte de la ciudad de Bet-el y 2 km al este de la carretera que comunicaba a Jerusalén con Siquem. Corresponde a la actual ciudad de Khirbet Seilum.

Era una ciudad cananea primitiva, cuyo origen se remonta a la tercera edad de bronce, siglo XX a.C. Alcanzó su esplendor a partir de la invasión hebrea. No hay datos de la forma en que Israel se apoderó de Silo, pero esta ciudad llegó a desempeñar un papel muy importante en la historia de Israel. Fue el centro religioso en tiempos de Josué y de los jueces (Jue 18.31); en la época de los jueces, fue la capital de las doce tribus aliadas.

El arca del pacto moraba en Silo bajo la custodia de los sacerdotes y, posteriormente, bajo el cuidado de Elí y sus hijos. En Silo estuvo el tabernáculo hasta que se construyó el templo de Salomón (1 S 1.9). Ana, esposa de Elcana, suplicó a Dios en este lugar que le concediera un hijo. Samuel pasó en Silo su juventud. Fue el centro de reuniones de los ancianos y príncipes de Israel para decidir la repartición del territorio, determinar las ciudades de refugio, las ciudades sacerdotales, casos de disciplina, etc. En Silo se celebraba una fiesta anual de Jehová con danzas de muchachas (Jue 21.19). El profeta Ahías, que vivió en la época de Salomón y Jeroboam, era de Silo (1 R 11.29; 14.2).

A fines del siglo XI a.C., Silo decayó por tres razones básicas:

  • los cananeos la destruyeron y no pudo surgir de nuevo;
  • se instaló la monarquía hebrea y otras ciudades tomaron su importancia política;
  • finalmente se construyó el templo de Salomón en Jerusalén, y esta ciudad tomó el lugar de Silo como capital religiosa y política de los

Silo volvió a florecer en las épocas griega y romana, y posteriormente en la bizantina.

De esta última época se han encontrado ruinas de templos cristianos. La ciudad era habitada siempre por sus invasores debido a su ubicación; no perdió importancia comercial debido a la comunicación con otras ciudades importantes. También por su ubicación estratégica, los hebreos y los cananeos pugnaron por poseerla.

SILOÉ, DE ESTANQUE

Estanque al que Jesús mandó al ciego de nacimiento (Jn 9.7, 11).

Desde tiempos muy antiguos, Jerusalén se surtía de agua del manantial de GIHÓN (1 R 1.33), que está situado al pie de la colina de OFEL en el valle de Tiropeón, y que hoy en día se conoce como «Fuente de la Virgen».

Como este manantial se encontraba fuera de las murallas antiguas de Jerusalén, sus habitantes tenían serias dificultades para abastecerse de agua. Para facilitar el aprovisionamiento, y aun para disponer de agua en el riego de los jardines del palacio, Salomón (970–930 a.C.) hizo construir un estanque que los arqueólogos posteriormente llamaron «Estanque Viejo» (o «Inferior»).

Dos siglos más tarde, el rey Acaz (736–721 a.C.) vio que el estanque de Salomón tenía una gran desventaja: en tiempos de guerra fácilmente podía caer en manos de los enemigos con la grave consecuencia de dejar a la ciudad sin agua. Por eso hizo construir un acueducto que bordeaba la colina de Ofel y se comunicaba con otro estanque que construyó dentro de la ciudad probablemente el mismo Acaz. Hoy se conoce con el nombre árabe de Birket Silwan (Estanque de Siloé).

Este acueducto, dada la posibilidad de guerras, tenía las mismas desventajas que el Estanque Viejo de Salomón. Por tanto, el rey Ezequías (716–687 a.C.), con miras a una posible invasión de Asiria o Egipto, construyó un acueducto subterráneo (llamado también «Siloé») excavándolo a través de la colina de Ofel para unir el manantial de Gihón con el estanque del mismo nombre (2 R 20.20; 2 Cr 32.30; Neh 3.15; cf.

Eclesiástico 48.17). Este acueducto corre tortuosamente; tiene una extensión de 533 m de largo, alrededor de 0.5 m de ancho, y entre 1.5 y 4.5 m de alto.

Dos equipos de trabajadores lo excavaron, cada uno de los cuales inició su trabajo a extremo opuesto. En 1880 se halló cerca de la salida del túnel una inscripción de seis líneas que describe el encuentro de los equipos en las entrañas de la colina.

El Estanque de Siloé mide 24 m de largo por 5.5 m de ancho. Está situado en la parte sur del área que se llama «CIUDAD DE DAVID» y 65 m al norte del Estanque Viejo de Salomón.

El evangelista Juan, en su relato (9.1–7), toma el término «Siloé» y lo traduce «el que ha sido enviado», para asociar con Jesús, el Enviado por excelencia (Jn 3.17, 34; 5.36, 38, etc.), la iluminación completa realizada en el milagro. La literatura rabínica revela que se usaban aguas del mismo Estanque de Siloé (mencionadas en Is 8.6) en las ceremonias de la Fiesta de los Tabernáculos, porque era un lugar de purificación. Juan 7.37s, sin embargo, insinúa que Jesús mismo sustituyó de allí en adelante todas las fuentes anteriores.

SILOÉ, TORRE

Edificio que, según la afirmación de Jesucristo en Lc 13.4, cayó sobre dieciocho personas y las mató. Posiblemente se tratara de una torre unida a la muralla de la ciudad de Jerusalén, cerca del estanque de Siloé, la cual se derrumbó por el agrietamiento y la acción del tiempo. Las circunstancias del desastre indudablemente eran conocidas de los oyentes de Jesús. De esta tragedia proverbial algunos maestros concluyeron que las dieciocho víctimas habían sido objeto de un juicio divino por su vida pecaminosa. Jesús rechazó esta conclusión.

En 1914, unos arqueólogos descubrieron los cimientos de una torre, que probablemente fueran la Torre de Siloé.

SILOH

(DESCANSO, TRANQUILIDAD, PAZ).

Palabra clave en la bendición profética de Jacob para Judá (Gn 49.10). Su sentido no es claro.

Se sugieren tres interpretaciones:

  • que es un título mesiánico que debe traducirse «pacificador» (Is 6);
  • que la palabra se refiere a la ciudad de este nombre y por lo tanto la frase entera debe entenderse «hasta que Judá venga a Siloh» o
  • que el vocablo es una contracción de dos palabras que quieren decir «de quién es» y que la frase debe entenderse «hasta que venga aquel a quien le pertenece [el cetro]».

La tercera sugerencia exige una pequeña enmienda del texto, pero parece apoyada por Ez 21.27.

SILVANO

Ver. SILAS, SILVANO.

SILLA

Los israelitas no usaban la silla comúnmente, sino que se sentaban en el suelo.

La silla se reservaba como sitio de honor, y cuando el Antiguo Testamento quiere sugerir este uso, emplea el término hebreo que también se traduce «TRONOS». En otros casos, el Antiguo Testamento usa palabras que significan simplemente «asiento», pero que no se refieren necesariamente a un mueble (1 S 20.18, 25; 1 R 10.19; Job 29.7; Sal 1.1; Am 6.3). Una de estas palabras se traduce «habitación» en la RV en Ez 8.3 y «trono» en Ez 28.2. «Silla» en Job 23.3 se refiere a un lugar o sitio.

En el Nuevo Testamento, el vocablo griego que nosotros transcribiríamos «cátedra» se traduce «silla» (Mt 21.12; Mc 11.15); pero se traduce «cátedra» en Mt 23.2. «La cátedra de Moisés» representa la autoridad de los intérpretes oficiales de la Ley de Moisés. El término surgió de la costumbre de las escuelas rabínicas, donde solo el maestro ocupaba una silla, mientras los alumnos permanecían en el suelo.

El Nuevo Testamento usa expresiones como los «primeros asientos» y las «primeras sillas» para referirse a los lugares preferidos por los hipócritas (Mt 23.6; Mc 12.39; Lc 11.43; 20.26). La primera se refiere a los reclinatorios reservados para los huéspedes de honor en las fiestas, y la segunda a sitios ofrecidos en las sinagogas a personas honradas por su erudición.

SIMA

Cavidad profunda en un terreno. Este término solo se encuentra en la parábola de Lázaro y el rico (Lc 16.26), y expresa la distancia infranqueable entre el «SENO DE ABRAHAM» donde se encuentran los justos, y el HADES, donde se encuentran los injustos después de la muerte. Indica que el destino eterno del hombre queda definido al concluir la existencia terrena.

SÍMBOLO

Objeto o señal que por analogía expresa una idea o representa algo.

En la Biblia encontramos tres principales tipos de símbolos. El primero, el símbolo poético, lo hallamos a través de la Biblia, pero especialmente en Salmos y Cantar de los cantares. Estos símbolos ayudan a definir la manera en que el escritor se percibe a sí mismo y al mundo. Por ejemplo, David, al reconocer que el hombre es vulnerable a los ataques del pecado, ve a Dios como «fortaleza» (Sal 31.2).

El segundo tipo de símbolo, el de la ceremonia religiosa, lo vemos a menudo en el PENTATEUCO, particularmente en Éxodo. Estos símbolos los estableció Dios directamente para beneficio de los israelitas en la adoración. Les servía como cotidianos recordatorios de la invisible presencia de Dios y el plan divino. Los querubines que había en el ARCA DEL PACTO (Éx 25.18, 19) eran símbolos de su presencia en medio de su pueblo. Los sacrificios diarios prescritos en Éx 30 eran actos simbólicos del plan divino para la redención.

El tercer tipo de símbolo, el símbolo de la visión profética, lo hallamos en los libros de profecía, sobre todo en los libros de Ezequiel, Daniel, Zacarías y Apocalipsis. Como los símbolos ceremoniales, servían para revelar el plan de Dios para con la humanidad; pero su énfasis es el futuro, más que el presente. Son por lo general imágenes muy vívidas que evocan el misterio del futuro que aun no se ve.

SIMEI

Nombre de diecinueve personas en el Antiguo Testamento (Éx 6.17; 2 S 16.5; 1 R 1.8; 4.18; 1 Cr 3.19; 4.26; 5.4; 6.29; 8.21; 23.9; 25.17; 27.27; 2 Cr 29.14; 31.12; Esd 10.23; 10.33; 10.38; Est 2.5; Zac 12.13).

El más importante de todos fue Simei, hijo de Gera, benjamita, de la casa de Saúl.

Cuando David huyó de Absalón, Simei salió contra el rey, lo insultó, lo maldijo y le tiró piedras. Abisai, siervo de David, pidió permiso para matarlo, pero el rey no se lo permitió (2 S 16.5–13). Al regresar David a Jerusalén, Simei se humilló y le pidió perdón. De nuevo Abisai quiso matarlo, pero David le perdonó la vida (2 S 19.16–23). En su lecho de muerte David insinuó a Salomón que castigara a Simei por sus maldiciones. Este le advirtió a Simei que no saliera de Jerusalén so pena de muerte. Simei dio su palabra, pero no la cumplió, saliendo en persecución de sus siervos fugitivos hasta Gat. A su regreso lo condenaron a muerte y Benaía lo ejecutó (1 R 2.8, 9, 36–46).

SIMEÓN

Nombre de cinco personas y una tribu que se mencionan en la Biblia.

  1. Segundo hijo de Jacob y Lea (Gn 33); uno de los doce patriarcas hebreos (Hch 7.8). Juntamente con Leví, castigó severamente a los habitantes de Siquem por la violación de Dina su hermana (Gn 34). José lo retuvo como rehén en Egipto cuando ordenó a sus otros hermanos a ir en busca de Benjamín (Gn 42 y 43). Simeón tuvo seis hijos; todos, excepto Ohad, fueron cabeza de una tribu (Gn 46.10; Nm 26.12–14). Jacob, al morir y despedirse de sus hijos, expresó un reproche a Simeón y Leví por el crimen que cometieron con los siquemitas (Gn 49.5–7).
  2. Tribu formada por los descendientes de Simeón. Se estableció en el sur de la tierra prometida. No se le menciona ya en el canto de Débora (Jue 5). Se nombra en el grupo que debía dar las bendiciones desde el monte Gerizim (Dt 12).

Según el censo tomado en el Sinaí, esta tribu contaba con 59.300 hombres (Nm 1.1–3, 22, 23; cf. 22.000 «familias» en Nm 26.14). La tribu se vio probablemente absorbida por la de Judá, si se toma en cuenta que la parte que se le dio era solo una comarca tomada del territorio asignado a Judá (Jos 19.1–9). Se cree que al fin la tribu se extinguió. Sin embargo, ese territorio fue una conquista unida de las dos tribus: Judá y Simeón (Jue 1.3, 17).

Según los datos de 2 Cr 15.9–13 y 34.6–9, los simeonitas hicieron alianza con las tribus separatistas del norte pues sus nombres se asocian entre los «forasteros» independientes de Judá y Benjamín. De acuerdo con estos pasajes, Simeón estuvo comprendido en las reformas de Asa y Josías.

Las ciudades ocupadas por la tribu de Simeón se mencionan conjuntamente con las que pertenecían a las tribus de Manasés, Neftalí y Efraín. Durante el reinado de Ezequías, años 726 a 797 a.C., los simeonitas libraron guerras de conquista territorial al sur y al este de su comarca primitiva (1 Cr 4.34–43). Esa tribu, junto con la de Benjamín y la de Isacar, estuvieron en la visión del profeta Ezequiel (Ez 48.24, 33). El visionario Juan la menciona también como seleccionada con los doce mil siervos del Señor «sellados en sus frentes» (Ap 7.7).

  1. Varón piadoso que recibió al niño Jesús en sus brazos cuando José y María lo llevaron para presentarlo en el templo (Lc 2.21–35). Inspirado por el Espíritu Santo, bendijo a José y a María y predijo las excelencias de la venida del
  2. Antepasado de Jesús del que se hace breve referencia en Lc 30.
  3. Nombre con el que se conoció primero a PEDRO, el apóstol (2 P 1.1 BJ; Hch 15.14 BJ).

«Simón» es una contracción de Simeón; es un nombre probablemente tomado de los griegos. Por lo que parece, era un nombre muy gustado y popular.

  1. Cristiano de Antioquía que entre los profetas y maestros se menciona luego de Bernabé (Hch 13.1). Llevaba por segundo nombre «Níger».

SIMIENTE

Ver. SEMILLA.

SIMÓN

Forma helenizada del nombre hebreo SIMEÓN (cf. Hch 15.14 VM, donde Santiago emplea la forma antigua). Es nombre de varios personajes del Nuevo Testamento (y de un descendiente de Judá en 1 Cr 4.20):

  1. El principal de los discípulos, hijo de Jonás (Mt 17) o Juan (Jn 1.42), a quien Jesús llamó PEDRO.
  2. Simón el ZELOTE, otro discípulo (Lc 6.15). Marcos (18) y Mateo (10.4) lo llaman «el cananista», pero esto no quiere decir que fuera de Caná o Canaán, sino que es el término arameo que significa «celoso» o «entusiasta». Probablemente pertenecía o simpatizaba con el movimiento judío nacionalista apodado «zelotes». No aparece más en el Nuevo Testamento, aunque una tradición posterior lo identifica con Simón, hijo de Cleofas, a quien menciona Hegesipo.
  3. Uno de los hermanos del Señor (Mc 3; Mt 13.55), a quien algunos identifican con el hijo de Cleofas que mencionan Hegesipo y Eusebio (Historia Eclesiástica III.11.32).
  4. Padre de JUDAS ISCARIOTE (Jn 6.71; 2, 26), llamado «Simón Iscariote».
  5. Fariseo en cuya casa una pecadora ungió a Jesús (Lc 7.36–50). El incidente se ubica en Galilea, probablemente en Capernaum. Lucas relata que aunque Simón invita a Jesús, no le ofrece una generosa acogida (vv. 44ss). La protesta de Simón por la acción de la mujer ocasiona una reprensión y enseñanza que el Señor da en forma de parábola.
  6. Simón el (¿ex?) leproso, en cuya casa en Betania María ungió a Jesús (Mc 3–9; cf. Jn 12.1– 8). Algunos lo identifican con el No. 5 y consideran estos pasajes como una duplicación, aunque las circunstancias parecen muy distintas.
  7. Simón de Cirene, a quien se obligó a llevar la cruz de Cristo al lugar de la ejecución (Mt 27.32; Mc 15.21; Lc 23.26). Probablemente fuera un judío de la dispersión que asistía a la Pascua. Marcos 21 lo identifica como padre de Alejandro y de Rufo, probablemente el mismo que se menciona en Ro 16.13.
  8. Simón Curtidor, en cuya casa en Jope Pedro «se quedó muchos días» (Hch 43; 10.6, 17, 32). Probablemente se trataba de un cristiano de origen gentil, ya que el oficio era poco aceptado entre los judíos.
  9. Simón el MAGO. Probablemente uno de los muchos engañadores que practicaban la MAGIA en Samaria, aprovechándose del clima de superstición de la zona (cf. Hch 13.6–12). Lucas lo presenta como convertido (Hch 8.9–24) y no hay razón para dudar de la sinceridad de Simón. La tentación de utilizar la nueva fe para su propia gloria y su antiguo oficio quizá lo dominara (18s) y esto origina la reprensión de Pedro. Luego Lucas lo presenta como arrepentido (v. 24). Nada más sabemos de él por el Nuevo Testamento, pero la tradición posterior lo presenta como el primer gran heresiarca, fundador del GNOSTICISMO. Justino e Ireneo lo consideraron originador de una secta libertina que lo tenía por profeta y divinidad. La literatura seudoepigráfica relata su muerte y desenmascaramiento, pero nada preciso podemos deducir de esta literatura.
  10. Simón Niger (latín, negro). Uno de los cinco profetas-maestros de la iglesia de Antioquía (Hch 1).

SIMPLE, SIMPLEZA

Ver. SENCILLEZ.

SIMRÓN

Nombre de una persona y un lugar mencionados en el Antiguo Testamento.

  1. Cuarto hijo de Isacar y progenitor de los simronitas (Gn 13; Nm 26.24; 1 Cr 7.1).
  2. Antigua ciudad de Canaán, cuyo rey, Jabín, resistió a Josué y fue derrotado (Jos 1–12).

Posiblemente sea el mismo lugar que se llama Simron-Merón, cuyo rey fue uno de los treinta y un aliados a quienes Josué derrotó (Jos 12.20). Pertenecía al territorio dado a Zabulón (Jos 19.15). La identificación segura no se puede establecer, pero puede ser el Tel-es Semuniyeh, ubicado unos 5 km al sudeste de Nazaret.

SIN

Ciudad de Egipto cuyo nombre griego era Pelusion (ciudad de barro). Por encontrarse en «el camino de la tierra de los filisteos» en la frontera de Egipto, Sin era de suma importancia para la defensa de Egipto contra los reinos orientales. La ruina de Sin, proclamada por Ezequiel, representaba la derrota de Egipto (Ez 30.15, 16).

SIN, DE DESIERTO

No se debe confundir con el desierto de ZIN. Reina Valera, conforme al texto hebreo, distingue entre los dos, pero la Vulgata, siguiendo a la Septuaginta, utiliza «Sin» para ambos. El desierto de Sin se hallaba entre ELIM y SINAÍ (es posible que «Sinaí» se derive de la palabra «sin»). Aquí los israelitas llegaron de Elim, y luego pasaron por Dofca y Alús rumbo a REFIDIM (Éx 17.1; Nm 33.11–14).

Probaron por primera vez el maná en Sin (Éx 16), juntamente con la primera provisión de codornices (v. 13).

SINAGOGA

(EN GRIEGO, CONCURRENCIA, ASAMBLEA).

Término  que se aplica tanto  al  lugar  en  que se  reunían los  judíos  para leer  y estudiar  las Escrituras, como a la asamblea misma de los allí reunidos (cf. la gravedad de ser excluido de la sinagoga, Jn 9.22; 12.42; 16.2), tal como nuestro término «iglesia» se refiere tanto al edificio como a la congregación. Fuera de la Tierra Santa se empleaba otro término, que quería decir «oración». Pero, puesto que en Roma el término sinagoga era el más común, se adoptó en los diversos idiomas europeos.

Acerca de los orígenes de la sinagoga, los eruditos no están de acuerdo.

Naturalmente, en el judaísmo antiguo se centraba la vida religiosa en el templo, y no había necesidad de la sinagoga. Más tarde, especialmente debido a la DISPERSIÓN, surgió la sinagoga en forma paralela con el templo. Después de la destrucción del templo (70 d.C.), la sinagoga pasó a ocupar el centro de la vida religiosa judía. Hasta aquí todos están de acuerdo.

Donde difieren las opiniones es en lo que se refiere al momento y el lugar exactos en que apareció la sinagoga. En términos generales, hay cuatro teorías acerca del origen de la sinagoga:

  1. Puede haber surgido durante el cautiverio en Babilonia, cuando los judíos, desprovistos de la oportunidad de adorar en el templo y de ofrecer los sacrificios, se reunían para estudiar sus tradiciones y las
  2. Es posible que la sinagoga haya surgido durante el período persa, cuando las actividades de ESCRIBAS como ESDRAS proveyeron un ambiente propicio para el estudio de las Escrituras, actividad característica de la
  3. Otra posibilidad es que se haya originado en ALEJANDRÍA, donde los judíos llegaron a contarse en número
  4. Otros eruditos han sugerido que la sinagoga haya surgido en la misma Palestina, como supervivencia de los antiguos centros regionales que cumplían funciones religiosas a la vez que cívicas.

Sea cual fuere su origen, es importante notar la diferencia entre el culto de ella y el del templo. En la sinagoga no se ofrecían sacrificios, como en el templo. Su culto consistía en la lectura y el estudio de las Escrituras y en la oración. Mientras existía el templo, este se consideraba siempre el centro religioso de los judíos, y las sinagogas como lugares secundarios de estudio. Sin embargo, en la misma Jerusalén había varias sinagogas (Hch 6.9), y por tanto no ha de pensarse que la sinagoga existía solo donde les era imposible a los judíos asistir al culto en el templo. Por el contrario, su función específica como lugar de enseñanza y estudio era requerida dondequiera que hubiera una comunidad judía.

Era importante, no solo para los mayores, sino también para la juventud. Al parecer, los niños más pequeños comenzaban el aprendizaje en casa de los maestros, leyendo pequeñas porciones de las Escrituras. Pero tan pronto como estaban listos para leer los textos más extensos, pasaban a estudiar en la sinagoga, quizás en una habitación contigua. Allí aprendían a leer las Escrituras en voz alta, para poder participar individualmente como lectores públicos en los cultos, y aprendían además la interpretación esencial de los pasajes.

En cuanto al lugar de las mujeres en el culto de la sinagoga, aunque esto no está probado, al principio al parecer estaban excluidas. Sin una asistencia mínima de diez hombres, el núcleo de adoradores judíos tenía que reunirse a la orilla de un río (Hch 16.13). Más tarde se introdujeron divisiones dentro de los edificios, para que las mujeres asistieran sin mezclarse con los hombres.

En esto se reflejaba quizás el deseo de imitar al templo, fenómeno que fue apareciendo según la institución de la sinagoga cobró fuerza, y el partido de los FARISEOS fue imponiéndose por encima del de los SADUCEOS. Frente a esta tendencia visible tanto en la arquitectura como en la liturgia, los elementos más conservadores de Jerusalén respondieron con una oposición decidida. Esto dio origen a reglas sobre la construcción de las sinagogas, que, por ejemplo, prohibían imitar la arquitectura del templo.

Pero la posición de los conservadores estaba destinada al fracaso, pues con la destrucción del templo la sinagoga quedó como único centro religioso de un judaísmo cada vez más disperso.

En los grandes centros de población (por ejemplo, Jerusalén, Hch 6.9, y Roma, donde los arqueólogos han hallado 13 sinagogas) varias agrupaciones de judíos montaron independientemente sus sinagogas.

La sinagoga era una institución laica. Ni los jefes (Hch 13.15), ni su presidente el PRINCIPAL (en griego, arjisynagogos), eran sacerdotes o fariseos necesariamente.

Tampoco lo era el MINISTRO (en griego, hypéretes), que velaba por el orden del culto (Lc 4.20). La lectura y la explicación de las porciones asignadas de la Ley y de los profetas (cf. Lc 4.16–20; Hch 13.14–48) no eran prerrogativa de ningún partido religioso.

Cuando los cristianos primitivos celebraban sus cultos, una de las mayores influencias fue la liturgia de la sinagoga.

Como centro de propaganda monoteísta, la sinagoga difundía las ideas del Antiguo Testamento y creó un grupo de PROSÉLITOS y semiprosélitos (TEMOR de Dios) que resultó ser un campo fértil para la evangelización.

Pablo y otros misioneros solían dirigirse primero a la sinagoga de la ciudad donde querían establecer la iglesia de Cristo (por ejemplo, Hch 13.5).

SINAÍ

Palabra que se refiere a tres lugares mencionados en la Biblia.

  1. La Península de Sinaí. Hoy se conoce con este nombre al gran triángulo que separa a Egipto de Palestina. Según se le tome, mide de 25.000 a 35.000 km cuadrados, limita con el Mediterráneo y con la Tierra Santa en su lado superior, formado por una recta imaginaria que une los puertos de Said en el Mediterráneo y el de Tamar en la punta sur del mar Muerto. El lado occidental del triángulo lo forma el golfo de Suez y su prolongación hasta el Mediterráneo; y el lado oriental, el golfo de Acaba y su prolongación hasta el mar Muerto. Esta península es famosa porque en ella deambuló el pueblo hebreo cuando salió de Egipto en el éxodo, primero hacia el extremo sur, luego hacia el extremo norte durante los dos primeros años, convirtiéndola finalmente en su morada durante otros 38 años.

Solo la parte meridional es fértil, montañosa y habitable. El resto de la península es completamente desértica, inhóspita e inhabitable. Desde tiempos inmemoriales ha constituido el paso obligado de peregrinos y viajeros que en caravanas comerciales o religiosas se ven forzados a someterse a su inclemencia y aridez. La parte meridional en cambio, por el intenso verdor de su vegetación, por el variado matiz de su suelo, por lo fantástico de sus macizos de granito y por la abundancia de agua que producen sus picos nevados, es en extremo bella y fascinante.

  1. El desierto de Sinaí. Con este nombre se denomina en la Biblia la llanura en que acampó el pueblo hebreo alrededor del «monte Sinaí» (Éx 19.1, 2; Lv 7.38; Nm 1.1, 19; 4, 14; 9.1, 5; 10.12; 26.64; 33.15, 16). Debe notarse la gran similitud que existe en el hebreo entre los vocablos Sinaí y SENE. Este último se refiere a la zarza ardiente que Moisés vio en Madián cuando, huyendo de Egipto, fue a refugiarse en casa de Jetro, quien se convirtió más adelante en su suegro. La palabra sene se menciona en la Biblia seis veces, cinco de ellas en relación con la visión de Moisés (Éx 3.2–4). Ahora bien, a Moisés se le dice que, como señal de que se cumplirá lo que Dios le está diciendo, «cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, servirás a Dios sobre este monte» (Éx 3.12).

Esto explica que, una vez pasado el mar Rojo, Moisés se dirigiera al lugar donde la sene se le había aparecido. La sexta ocasión en que se menciona sene en la Biblia es en Dt 33.16, y dice: «y la gracia del que habitó en la zarza [sene] venga sobre la cabeza de José». Al comienzo de ese mismo capítulo, Dt 33.2 ha dicho que: «Jehová vino de sene». Sabemos por el texto bíblico que el nombre de Jehová, dado a la deidad que iba a reunir a las doce tribus, se inició en Sene, adonde debían regresar cuando salieran de Egipto. Parece ser que las dos teofanías, la de Éx 3 y la de Éx 19, se llevaron a cabo en el mismo sitio, en el llamado «desierto de Sene».

  1. Monte Sinaí. Aunque se denomina así toda la parte granítica y montañosa de la zona meridional, en particular con este nombre y con el de Horeb se denomina a uno de los más importantes macizos de la región. Probablemente debe ser identificado con el monte que los árabes llaman Gebel Musa (monte de Moisés). Precisamente de este monte tomó su nombre no solamente la zona sino toda la península. Su consistencia granítica nos hace pensar en la «roca Horeb» (Compárense: Éx 3.12; 16.1; 19.11, 18, 20, 23; 24.16; 31.18; 34.2, 4, 29, 32; Lv 7.38; 25.1; 26.46; 27.34; Nm 3.1; 28.6; Neh 9.13, en que al lugar se le llama Sinaí; y Éx 3.1; 17.6; 33.6; Dt 1.2, 6, 19; 4.10, 15; 5.2; 9.8; 18.16; 28.6–9; 1 R 8.9; Mal 4.4; Sal 106.19; 2 Cr 5.10 en que se llama «Horeb»).

SINAR

Región que gobernó Nimrod (Gn 10.10) en la que edificaron la torre de Babel (Gn 11.2). Su rey, no identificado aún, AMRAFEL, se menciona como enemigo de Abraham (Gn 14.1, 9). Situada entre Babilonia y Bagdad, la tierra de Sinar debe haber comprendido los territorios conocidos como Sumer y Acad, posteriormente llamados Babilonia. En Is 11.11, Sinar se menciona como uno de los lugares del cual Dios hará regresar un remanente del pueblo de Israel. Según Dn 1.2, Nabucodonosor había transportado a Sinar los tesoros del templo. En la visión de Zac 5.5–11 la mujer «Maldad» es transportada en un efa a la tierra de Sinar.

SINIM

Palabra que aparece solo una vez en la Biblia (Is 49.12). Es difícil averiguar si el profeta tenía en mente una ciudad o región específica, o si simplemente hace referencia general a tierras lejanas.

Anteriormente se creía que era una referencia a la China. Tsin era el nombre rabínico de China. Para los árabes, «Sin» era China. El geógrafo Tolomeo (140 d.C.) usó la palabra Sinoe o Thinoe para referirse a la China.

Aunque no sea probable que los judíos hayan llegado a la China, es cierto que había comercio con el Lejano Oriente por medio de Arabia y el Golfo de Persia. Otros eruditos han sugerido lugares más cercanos como Sin (Ez 30.15) y SEVENE (Ez 29.10) o el norte de Arabia. Sevene se refiere a Asuán al este del Nilo y en la parte sur de Egipto. Como se halla en los límites más remotos de Egipto, podría ser la Sinim de Isaías. El manuscrito de Isaías en los ROLLOS DEL MAR MUERTO sostiene este punto de vista, y sugiere que Sinim es el plural de Sevene.

SINÓPTICOS

Ver. EVANGELIOS.

SÍNTIQUE Y EVODIA

Cristianas muy activas en Filipos (Flp 4.2s), tal vez diaconisas (cf. 1.1). Entre ellas había divergencias peligrosas sobre su posición en la iglesia, y carecían de humildad. Pablo les ruega que se reconcilien para bien de la evangelización en la cual sobresalían.

SION

Nombre de dos lugares mencionados en la Biblia.

  1. Fortaleza de los jebuseos que David conquistó (2 S 5.7), situada sobre la colina del sudeste de la vieja Jerusalén y llamada también la Ciudad de David. Durante casi toda la era cristiana primitiva, el nombre Sion se aplicó a la colina del sudoeste de Jerusalén. Se cree que al principio el nombre se debió a que allí se encontraba la casa donde se reunieron los discípulos el día de Pentecostés. Según la tradición, era el lugar del aposento alto donde se celebró la última cena y el sitio donde María falleció. En el siglo IV, allí se construyó una basílica.

Debido a estas tradiciones, los historiadores creían erróneamente que la fortaleza de los jebuseos que David tomó estaba situada en la colina del sudoeste. Pero las excavaciones arqueológicas del siglo XX comprueban que la Sion de David era la colina del sudeste.

David hizo de Sion la capital política y religiosa de Israel y llevó el ARCA allí.

Pronto se extendió su fama religiosa como el centro de la adoración a Jehová. Después que Salomón construyó el templo y llevó el arca a la colina situada al norte de la ciudad de David (JERUSALÉN), el nombre de Sion quedó asociado también con el monte del templo.

Puesto que Sion tiene cierto significado religioso, la palabra se usa de diversas maneras en los escritos proféticos y poéticos. A veces se refiere al monte del templo o a toda Jerusalén como la habitación de Dios (Sal 74.2; Is 8.18; Jl 3.17; Am 1.2), y otras veces se refiere a la ciudad de Jerusalén en sentido literal y político (Sal 2.6; 9.11; 48.2; Jl 2.1). También denota a los habitantes de Jerusalén (Sal 97.8; Is 1.27; 33.5; cf. «hijos» e «hijas» de Sion, Sal 149.2; Zac 9.9).

Sion se usa frecuentemente en paralelismos como sinónimo de Jerusalén, la capital religiosa del pueblo de Dios. Sion es el nombre de la ciudad santa y del pueblo de Dios, según las profecías del futuro glorioso (Is 4.3; 60.14; Zac 8.3). También se identifica en el Nuevo Testamento con la nueva Jerusalén y el reino futuro de Dios (Heb 12.22; Ap 14.1).

  1. Sinónimo del monte Hermón (Dt 4.48; cf. 9).

SIQUEM

Nombre de tres personas y un lugar en el Antiguo Testamento.

  1. Hijo de Hamor (heveo y príncipe de la ciudad de Siquem), que violó a Dina, la hija de Jacob (Gn 2).
  2. Descendiente de Manasés y fundador de una de las familias de esta tribu (Nm 31; Jos 17.2).
  3. Otro miembro de la tribu de Manasés (1 Cr 19).
  4. Ciudad importante, con una larga historia, que se hallaba en el centro de Palestina, en la serranía de Efraín (Jos 20.7) y en la ladera del monte GERIZIM (Jue 9.7), o sea en el extremo este del valle entre este monte y Ebal, unos 50 km al norte de Jerusalén y 9 km al sudeste de Samaria.

Su nombre no se deriva del hijo de Hamor, sino de la configuración de la tierra en donde yace («Siquem» es la transliteración de la voz hebrea shequem, que quiere decir «hombro» o «ladera»).

Siquem se menciona por primera vez en Gn 12.6 como la primera escala de Abraham al llegar a la tierra prometida. Allí se estableció Jacob en su regreso a esa tierra después de una larga permanencia en PADÁN-ARAM. Compró terreno a Hamor (Gn 33.18–20); luego tuvo lugar el triste episodio ocasionado por la violación de su hija (Gn 34). Aquí apacentaban ovejas los hijos de Jacob cuando José los visitó y estos lo vendieron a los madianitas (Gn 37.12–14). Años más tarde, en Siquem enterraron los huesos de José (Jos 24.32).

Después de la conquista de Canaán, Siquem se menciona como punto limítrofe entre Efraín y Manasés (Jos 17.7), pero siempre quedó dentro de aquella tribu (1 Cr 7.28). La declararon ciudad de refugio (Jos 20.7) y levítica, y la concedieron a los hijos de Coat (21.20, 21).

No obstante, nunca se desarraigaron de Siquem los cultos paganos como el baalismo. En tiempo de los jueces, Siquem era un centro del culto de BAAL-BERIT (Jue 9.1–4).

Además, fue escenario del vergonzoso pleito entre Abimelec, hijo de la concubina de Gedeón (la cual era de Siquem, Jue 8.31), y Jotam, su hermano por parte de padre (Jue 9).

Siquem fue la primera capital del reino cismático del norte (1 R 12.1, 16, 17, 25).

Pero pronto trasladaron la sede a otro sitio. Luego declinó su importancia en la historia sagrada.

Según Josefo (Antigüedades XI. viii, 6), después del cautiverio Siquem llegó a ser el centro de la raza mestiza de los SAMARITANOS. Juan Hircano la conquistó para los judíos durante el reinado de los Macabeos y destruyó el templo samaritano ca. 109 a.C. (XIII.IX. 1). Durante la era del dominio romano, Siquem fue reconstruida y nombrada

Flavia Neápolis en honor del emperador Flavius Vespacianus. El nombre actual de la ciudad, Nablus, es una corrupción de «Flavius». Todavía hoy en esta ciudad se halla un pequeño remanente de samaritanos y su sinagoga.

Es probable que el SICAR de Juan 4.5 deba identificarse con el Siquem del Antiguo Testamento. El contexto permite la identificación.

SIRA

Pozo o cisterna que se menciona en el caso de la muerte de Abner a manos de Joab y Abisai. De ese pozo Joab le hizo volver para matarlo (2 S 3.22–30). Parece que el pozo estaba a poca distancia de HEBRÓN.

SIRACUSA

Ciudad que Pablo visitó en su viaje a Roma (Hch 28.12), ubicada en la costa oriental de la isla de Sicilia. Fue fundada en 734 a.C. cuando un grupo de colonos corintios se estableció allí. En el siglo V a.C. ya era la ciudad más importante de la isla, tanto política como comercialmente. Fue ciudad natal del famoso matemático e inventor, Arquímedes (287–212 a.C.). A pesar de las ingeniosas invenciones mecánicas con que se protegía a la ciudad, los romanos la tomaron en La convirtieron en colonia y capital de la provincia de Sicilia.

Siracusa gozó de mucha prosperidad bajo los romanos. Tenía un espacioso puerto en donde atracó el barco alejandrino que transportó a Pablo desde Malta. La embarcación permaneció allí tres días para descargar (quizá trigo egipcio) o para esperar el viento favorable que los llevaría hacia el norte de Roma (Hch 28.12).

SIRIA

Importante país al nordeste de Palestina que constituyó una amenaza política para Judá e Israel durante la mayor parte de su historia. No constituyó una unidad política hasta el arribo de los persas, quienes la hicieron parte de la quinta satrapía. Los griegos extendieron el nombre de Siria a toda la satrapía y distinguían dos partes: Siria Mesopotamia (que significa Siria entre ríos), que era el territorio comprendido entre el Tigris y el Éufrates, y Celesyria (que significa Siria cóncava), la costa oriental del Mediterráneo. Cuando las dos partes de la satrapía se separaron, el nombre de Siria se reservó para la franja mediterránea.

Durante el reino de los seléucidas, Siria fue la principal provincia del reino. A fines del siglo II a.C., el Imperio de los seléucidas se vio reducido a Siria. Pompeyo conquistó Siria en 64 a.C. y la constituyó en una provincia imperial de Roma que se extendía hasta el Éufrates, desde los montes Tauro hasta la frontera con Egipto. En el año 70 d.C., Judea, en el extremo sur de Siria, fue separada y hecha provincia bajo el mando de un legado imperial. En el Nuevo Testamento, Siria es la provincia romana al norte de Judea y sobre la costa.

La Reina Valera 1960 impropiamente traduce Siria la voz Aram, aunque los dos términos no son intercambiables, puesto que Siria no surgió como realidad política sino en el período persa. En el Antiguo Testamento Aram es el nombre del territorio de los  ARAMEOS.  Estos aparecieron a orillas del Éufrates ca. 2000 a.C. y se extendieron por todo el Creciente Fértil ocupando el norte de Mesopotamia, zona que llamaron Aram-Naharim (Aram de los ríos) y la costa del Mediterráneo. Por toda esta comarca establecieron numerosas ciudades-estado tales como Damasco, Gesur, Maaca, etc. El término Siria que se usa en el Antiguo Testamento  designa los territorios de estos varios centros arameos, especialmente el de Damasco, que fue en tiempos de la monarquía israelita el más importante de todos ellos (DAMASCO).

SIRIÓN

(CORAZA).

Nombre que los sidonios daban al monte HERMÓN (Dt 3.9; Sal 29.6) quizá por la configuración de la montaña.

SIROFENICIA

Gentilicio que se aplica a la mujer que con insistencia y humildad logró que Jesús sanara a su hija poseída por un demonio (Mt 15.22; Mc 7.26). Marcos la llama «griega» además de sirofenicia para indicar que no era de religión judía.

SIRTE

(EN GRIEGO, BANCO DE ARENA).

Nombre de dos golfos arenosos y de poca profundidad en la costa norte de África: Sirte Menor (ahora golfo de Cabes al este de Tunisia) y Sirte Mayor (golfo de Sidra al oeste de Cirenicia). Ambos eran muy peligrosos para la navegación. Por eso los marineros del barco en que navegaba Pablo (Hch 27.17) querían esquivar a Sirte (seguramente el «Mayor») a toda costa, pues inclusive le llamaban popularmente «cementerio de los barcos»; esta apreciación ha sido confirmada por los descubrimientos arqueológicos.

SIS

Cuesta por la que, según la profecía de Jahaziel, los moabitas y amonitas habrían de invadir a Israel en tiempos de Josafat, rey de Judá (2 Cr 20.16–22). Seguramente la cuesta debe identificarse con el cauce del Wadi Hassasa que desciende hacia el mar Muerto, unos 10 km al norte de En-gadi.

SISAC

Faraón que fundó la vigésima segunda dinastía de EGIPTO, y reinó del año 945 al 924 a.C. Su capital era PIBISET. Es posible que haya sido suegro de Salomón (1 R 3.1), pero hay razones para dudar de esta identificación. En todo caso, Sisac ofreció refugio a Jeroboam cuando este se rebeló contra Salomón (1 R 11.40).

Años más tarde, después de la muerte de Salomón, Sisac invadió a Palestina y saqueó a Jerusalén (1 R 14.25, 26; 2 Cr 12.2–9). Las razones que llevaron a Sisac a esta campaña no están claras. En esa época, Roboam gobernaba en Judá y Jeroboam en Israel. Luego, si solo se tratase de una campaña contra Jerusalén, podría pensarse que Sisac continuaba su antigua alianza con Jeroboam. Pero una inscripción que se conserva en Karnak nos dice que Sisac no invadió solo a Judá, sino también a Israel. Parece entonces que Sisac había dejado de ser protector de Jeroboam para convertirse en su enemigo.

SÍSARA

Nombre de dos personas mencionadas en el Antiguo Testamento.

  1. General del ejército de Jabín, rey de Canaán. En una batalla con Israel fue derrotado por DÉBORA y BARAC. Al huir de la batalla, Sísara se escondió en la tienda de Jael, mujer de Heber, quien le mató con una estaca que le metió por las sienes mientras dormía (Jue 4).
  1. Antepasado de unos netineos que volvieron de la cautividad (Esd 53; Neh 7.55).

SITIM

Forma abreviada de ABEL-SITIM, último campamento de Israel antes de cruzar el Jordán. Era la pradera que estaba al pie del monte Peor, a unos 11 km del Jordán. Es el mismo lugar donde los varones israelitas pecaron con las moabitas y las madianitas a instancia de Balaam (Nm 25; Miq 6.5), por lo que es el lugar donde murieron 24.000 de ellos. Fue símbolo de la infructuosidad que solo Jehová puede sanar (Jl 3.18).

En este llano hay dos colinas, ambas propuestas como la altura desde donde Moisés habló por última vez a Israel. La primera, redonda y más pequeña, queda a 2.5 km del extremo norte del llano y hoy se llama Tel el-Kefrein. La segunda es una colina grande que señala el extremo nordeste de la pradera. Se cree que Moisés usó la altura más pequeña como plataforma porque ocupaba un lugar más accesible y céntrico.

En Sitim, Josué fue escogido líder de Israel en lugar de Moisés (Dt 31.7s). Desde Sitim, Josué envió a los dos espías que reconocieron Jericó y regresaron (Jos 2). Luego, los invasores hebreos partieron de Sitim para cruzar el Jordán; era la primera marcha que hacían sin Moisés y sin la columna de nube; en su lugar iba la Ley escrita de Moisés, en el arca (Dt 31.15s, 26)

SIVÁN

Tercer mes en el calendario religioso hebreo, y noveno del año civil.

Corresponde a mayo-junio. En sivan se maduraban los primeros higos, y se celebraba el día de PENTECOSTÉS (Est 8.9; MES; AÑO).

SOBA

Fértil valle ubicado entre el Líbano y el Antilíbano, y entre Hamot y Damasco al norte y al sur, que perteneció primero a los amorreos y después a los asirios. Con sus reyes peleó Saúl (1 S 14.47) y David (2 S 8.3–9).

Cuando David más tarde peleaba con los amonitas, Soba ayudó al enemigo, lo que le costó caro porque en una batalla murió su general Sobac y el país fue subyugado (2 S 10.6–19). No obstante, Israel siguió sufriendo molestias de Soba. Durante el reino de

Salomón, un tal Rezón, que había huido de su amo Hadad-ezer, rey de Soba, levantó un reinecillo y peleó en contra de Salomón (1 R 11.23–25). Parece que la región de Soba era rica en viñas y árboles frutales, y su conquista añadió mucho a la riqueza y poder de Israel.

SOBERBIA

Ver. ORGULLO.

SOBI

Jefe amonita, hijo de Nahas, amigo de David. Cuando David huía de Absalón, Sobi le llevó comestibles a Mahanaim (2 S 17.27–29; cf. 2 S 10.1, 2).

SOBRIEDAD

Ver. DOMINIO PROPIO.

SOCO

Nombre de dos poblaciones que se mencionan en el Antiguo Testamento.

  1. Ciudad de Judá (Jos 15.35), muy cercana a Azeca y al sudoeste de Jerusalén. Fue allí donde se concentraron los ejércitos filisteos para luchar contra Israel teniendo al frente el famoso gigante GOLIAT (1 S 17). Soco se menciona como parte del territorio gobernado por uno de los doce gobernadores de Salomón (1 R 4.10). Más tarde Roboam convirtió a Soco en fortaleza (2 Cr 11.5–7), pero los filisteos, en otra guerra contra Israel, durante el reinado de Acaz, la tomaron juntamente con otras ciudades (2 Cr 18).
  2. Otra población asignada a Judá (Jos 15.48), situada en las montañas de Judá 16 km al sudoeste de Hebrón, casi en la frontera del territorio de Simeón.

SODOMA Y GOMORRA

Nombres de las dos ciudades más importantes de la «llanura» que Jehová destruyó con «azufre y fuego» (Gn 19.24). Las otras que la Biblia menciona eran Adma y Zeboim (Gn 14.2).

Sodoma y Gomorra eran habitadas por cananeos. Según Gn 10.19, estaban ubicadas en el extremo sudeste del territorio cananeo. Génesis 14 narra los escasos sucesos que tenemos de su historia política. Sus reyes, después de pagar tributos por doce años a Quedorlaomer, rey de Elam, se rebelaron. Volvió Quedorlaomer con otros tres reyes en el decimocuarto año y los derrotó en el valle de Sidim. Entre los cautivos se llevaron a LOT, que entonces vivía en Sodoma, y ABRAHAM corrió a rescatarlo.

La ubicación de Sodoma y Gomorra ha sido asunto muy discutido. Una teoría aboga por situarlas al norte, y la otra al sur del mar Muerto. La mayoría de los críticos modernos se deciden por el lado meridional. Mientras la pequeña Zoar se ubicaba entre la actual orilla del mar y las montañas de Moab, las otras ciudades seguramente estaban situadas en el área hoy sumergida en la parte sur del MAR MUERTO. Las últimas investigaciones submarinas efectuadas en dicha zona parecen haber hallado restos de ciudades.

En esa región, que está al sur de la península el-Lisan, se extendía indudablemente el fértil valle de Sidim, regado por las cinco corrientes que hoy fluyen del este y sudeste hacia ese lugar. Génesis 14.3 hace un paréntesis para mostrar que el antiguo valle de Sidim fue más tarde cubierto por el mar Salado (mar Muerto). Por cierto, la máxima profundidad en ese sitio es de ca. 6 m, mientras que al norte del mar ya se ha encontrado una profundidad superior a 160 m. En la época de los romanos, el sur del mar Muerto era todavía menos profundo, y era posible cruzar a pie de el-Lisan a la orilla opuesta.

El texto de Ez 16.46 confirma también el sitio meridional de Sodoma y Gomorra.

Sodoma estaba al sur de lo que después se conoció como Jerusalén. Es al sur donde hay mayores probabilidades de hallar vestigios de un gran fuego, como por ejemplo, en la zona sur de Hebrón. La montaña Gebel Usdum, o sea «montaña de Sodoma», que posiblemente preserva el nombre de la antigua ciudad destruida, se halla al sur. Las columnas similares roídas por la erosión en sus estratos de roca de sal recuerdan el relato de la mujer de Lot (Gn 19.26). A propósito de Gn 14.10, ciertas investigaciones realizadas en la zona alrededor de Gebel Usdum revelaron abundantes indicios de petróleo, inclusive gas y exudaciones de betún.

La Biblia registra en Gn 19 el fin catastrófico de las ciudades del valle de Sidim.

Tanto la Biblia como los escritores antiguos dan a entender que el fuego jugó un papel más importante que el azufre en la destrucción de las ciudades. Ya que la región del mar Muerto ha sido escena de frecuentes movimientos sísmicos, a través de la historia, se acostumbra explicar que la tremenda catástrofe se dio como resultado de fuertes terremotos acompañados de explosiones e incendios de gas, petróleo y asfalto o betún.

Abraham, desde lejos, podía contemplar la gran columna de humo que subía al cielo.

Aunque se trate de un concurso de fenómenos naturales, según la Biblia fue un juicio de Dios que estuvo anunciado (19.13).

¿Es posible saber la fecha de la destrucción de Sodoma y Gomorra? Se cree que Bab edh-Dhra, unos 8 km al sudeste de el-Lisan, desde la orilla del mar, había sido frecuentado desde ca. 2300 a ca. 1900 a.C. Esa interrupción puede, quizás, indicar la fecha aproximada. De todos modos, se dio en la época de Abraham que, según la opinión general, vivió en el primer tercio del segundo milenio a.C.

Génesis 18.20 revela la razón del castigo tan severo infligido por Dios a Sodoma y Gomorra. Mientras Gn 19 enfatiza la perversión sexual, particularmente la homosexualidad, Ez 16.49 menciona la soberbia, la opulencia y la negligencia ante el afligido y el pobre. Los textos de Sodoma y Gomorra a través de la Biblia o describen su completa devastación o subrayan su maldad (por ejemplo, Sof 2.9 y Ez 16.46). Sodoma y Gomorra sirven de constante advertencia: Dios es Juez y castiga cuando su justicia lo exige. Sin embargo, en su ira se acuerda de la misericordia, y libra a los suyos del mal (Gn 19.16, 19).

SODOMITA

Estrictamente, la sodomía es la relación sexual entre hombres por medio del ano. Este nombre se debe al relato de Gn 19. Era práctica común entre los cananeos (Lv 18.22–26). En las religiones de estos pueblos, la sodomía, tanto como la fornicación, formaba parte del culto. El prostituto religioso masculino se llamaba kadesh (palabra hebrea traducida sodomía en 1 R 14.24; 15.12; Job 36.14).

En ocasiones, los israelitas se contaminaron con tales prácticas. La Ley Mosaíca las condenaba severamente (Dt 23.17; Lv 20.13) y durante las épocas de reforma fueron eliminadas. El término aparece el Nuevo Testamento solo una vez según la RV (1 Ti 1.10), pero esta aberración sexual se menciona varias veces con otros términos y se le condena con igual severidad (Ro 1.27; 1 Co 6.9; Jud 7). Es probable que la palabra «perro» en Dt 23.18 (cf. Ap 22.15) se refiera al sodomita religioso.

SOFONIAS

LIBRO DE SOFONÍAS: Breve libro profético del Antiguo Testamento que enfatiza la certidumbre del castigo divino y la preservación de un remanente que seguiría sirviendo a Dios fielmente. Lleva como título el nombre de su autor, el profeta Sofonías.

ESTRUCTURA DEL LIBRO

Sofonías contiene solo tres breves capítulos, pero estos están repletos de las imágenes más vívidas del castigo de Dios que podemos hallar en la Biblia. Tras una breve presentación de sí mismo como vocero de Dios, el profeta se lanza inmediatamente a describir el castigo de Dios que se aproxima. Describe ese «día grande de Jehová» como «días de angustia y de aprieto… de trompeta y de algazara» (1.14, 15).

La profecía de Sofonías deja bien claro que Judá y sus países circunvecinos sentirán el ardor de la ira de Dios. La capital de Judá, Jerusalén, será castigada por su perversidad, rebelión e injusticia. El profeta aun presenta a Dios que con una linterna escudriña a Judá para poner al descubierto la corrupción de la ciudad y señalar el castigo (1.12).

A pesar de la temática de juicio y castigo, Sofonías termina con una nota positiva.

Después del castigo, anuncia el profeta, Dios levantará un remanente de fieles que continuarán sirviéndole como pueblo suyo. El libro termina con la gloriosa promesa de que «Dios se regocijará sobre ti con cánticos» (3.17).

SOFONÍAS: Un bosquejo para el estudio y la enseñanza.

  1. El juicio en el Día del Señor 1—3.8
  2. La salvación en el Día del Señor 9–20

AUTOR Y FECHA

Los eruditos están de acuerdo en que el profeta Sofonías escribió este libro. Todo lo que se sabe de este Sofonías se halla en su profecía. Era bisnieto de un Ezequías (Sof 1.1), tal vez del que fue rey de Judá (2 R 18–20; 2 Cr 29–32). Profetizó en Judá durante el tiempo del rey ® JOSÍAS (2 R 22–23; 2 Cr 34–35) ca. 630 a.C., cuando ya había caído el reino del norte (2 R 18.11, 12). Era contemporáneo de Jeremías, quien también profetizó durante el reinado de Josías (Jer 1.2; 3.6, etc.). La mayoría de los eruditos creen que el libro se escribió ca. 627 a.C.

MARCO HISTÓRICO

El marco histórico se encuentra en 2 R 21–23. La nación había sufrido un gran decaimiento espiritual después del reinado de Ezequías y del ministerio del profeta Isaías.

El rey MANASÉS volvió a levantar los altares de Baal (2 R 21.3), derramó mucha sangre inocente (21.16) y Amón dio el mismo ejemplo y orientación al pueblo (21.21–23). Este período duró cincuenta y dos años. Entonces comenzó el reinado de Josías, cuando este tenía apenas ocho años de edad. Dieciocho años más tarde se encontró el libro de la Ley y comenzó la gran reforma. Pero ni siquiera aquel breve período de avivamiento pudo detener la ola de paganismo y adoración falsa que condujo a Judá a la destrucción. El castigo llegó en 586 a.C. cuando los ejércitos de Babilonia destruyeron a Jerusalén y se llevaron cautivos a sus principales ciudadanos.

APORTE A LA TEOLOGÍA

El castigo divino que describe Sofonías surge de la santidad de Dios. Como Dios demanda santidad y justicia de su pueblo, castiga a los que permanecen en el pecado y la rebeldía (1.17). Pero el Señor también es misericordioso y fiel a su promesa. Para el remanente fiel habría protección y consuelo cuando llegaran los días negros que se aproximaban (2.1–3). Y a los justo ratifica las promesas del pacto que hizo con Abraham cientos de años atrás. Gente de todas las naciones se reunirán para adorar al Señor (2.11; 3.9). Su propio pueblo se renovará en su fidelidad (3.11–13), y el Rey de reyes reinará en medio de ellos.

OTROS PUNTOS IMPORTANTES

El profeta Sofonías demuestra que conoce bien la ciudad de Jerusalén (1.10, 11).

Como era descendiente de reyes, probablemente vivía en Jerusalén. Tiene que haberle sido en extremo doloroso anunciar el castigo de Dios contra su amada ciudad.

Uno de los pasajes más bellos del libro es la descripción del gozo del Señor (3.8–20).

Su cántico de gozo se unirá al canto de su pueblo. El día negro de castigo no será largo. Habrá un día feliz para los que, como Sofonías, han de ser «guardados en el día del enojo de Jehová» (2.3).

SOL

Astro que Dios creó para alumbrar la tierra y para marcar la marcha del tiempo (Gn 1.16–18; Sal 50.1). El sol nos habla de las cosas permanentes (Sal 74.17) y de la constancia de Dios (Sal 89.36). El sol causa el crecimiento de las plantas (Dt 33.14; 2 S 23.4; Job 8.16), pero su calor también la marchita (Jon 4.8; Mt 3.16; Stg 1.11). Fatiga a los hombres (Sal 121.6; Is 49.10) y los puede destruir (Ap 16.8).

El resplandor del sol es símil de la GLORIA de Dios (Sal 84.11). Su trayectoria es figura del dominio de Dios y de su omnipresencia (Sal 19.4c–6; 113.3; Is 18.4; Ez 4.15).

Los justos, los que aman a Dios, serán como el sol (Jue 5.31; Mt 13.43). Pero la gloria de Dios (Is 24.23) y de Cristo (Ap 21.23) son mayores que la del sol.

La potencia y la regularidad del sol se prestan en sentido negativo para expresar en la escatología los horrores del DÍA DE JEHOVÁ. El sol se convertirá en tinieblas (Jl 2.31), detendrá su marcha (Hab 3.11; cf. Jos 10.12; Is 38.8) y se pondrá negro (Ap 6.12; Hch 2.20) y al final ya no habrá necesidad de él porque la luz del Cordero lo sustituirá efectivamente (Ap 22.5).

Entre los paganos la adoración del sol estaba muy difundida. Bet-semes (casa del sol) es un topónimo que celebra esto. Los dioses Mitra, Aurora, Marduc, Baal, Ra, Osiris y Samas representaban al sol. Hubo veces en que los israelitas se entregaron a este culto (Lv 26.30; Job 31.26–28; Jer 8.2).

Manasés hizo oficial el culto al sol (2 R 21.3; 23.5, 11) y Ezequiel vio esto como una causa de la derrota de Judá (6.4, 6; 8.16s; Is 17.8).

SOMBRA

Producida por árboles, nubes, rocas, etc. (Jon 4.6; Is 25.4, 5; 32.3), la sombra era agradable refugio del sol ardiente de la Tierra Santa (Sal 121.6). De ahí que se use como metáfora de abrigo, amparo o protección proporcionado por una persona, una ciudad o un reino (Gn 19.8; Jue 9.15; Cnt 2.3; Is 30.2; Jer 48.45). Esta figura se aplica especialmente a Dios al hablar de su protección soberana (Sal 91.1; Lm 4.20; Os 14.7) en términos de la sombra de su mano (Is 49.2; 51.16) y de sus alas (Sal 36.7; 57.1; 63.7). Por cuanto una sombra está continuamente cambiando y no tiene permanencia en sí, es símbolo también de la transitoriedad de la vida humana (1 Cr 29.15; Job 8.9; Sal 102.11; Ec  6.12) en contraste con la inmutabilidad de Dios  (Stg 1.17). Las ceremonias del Antiguo Testamento se dice que son sombra de las cosas que se cumplen en el Nuevo Testamento (Col 2.17; Heb 8.5; 10.1).

SOMORMUJO

(EN HEBREO, SHALAC, QUE SIGNIFICA ZAMBULLIDORA).

Un ave inmunda (Lv 11.17; Dt 14.17). La identificación del shalac con «somormujo» (nombre

de raíz latina) se basa en que las raíces de ambas palabras quieren decir «zambullir». Otros lo identifican con el mergo o con alguna especie de pelícano.

SÓPATER

Creyente de BEREA, hijo de Pirro (según los mejores mss) y miembro del grupo que acompañó a Pablo en el regreso de su tercer viaje misional (Hch 20.4s).

Muchos comentaristas lo identifican con Sosípater (otra forma del mismo nombre), judío pariente del apóstol, que se menciona en Ro 16.21. Estos compañeros de Pablo eran delegados de las iglesias que habían contribuido al fondo de socorro para la iglesia «madre» y acompañaron a Pablo hasta Jerusalén.

SOREC

Valle ancho que se halla entre Jerusalén y el Mediterráneo. En él vivía Dalila, la que sedujo a Sansón (Jue 16.4). Por este valle pasaba el camino real entre el territorio de los filisteos y Judá.

Bien puede haber sido el camino que siguieron las vacas de los filisteos que llevaron el arca de Dios de Ecrón a Bet-semes (1 S 6).

SORTILEGIO

Ver. HECHICERÍA.

SOSÍPATER 

Ver. SÓPATER.

SÓSTENES

Principal de la sinagoga de Corinto (Hch 18.17), probablemente sucesor de CRISPO después de la conversión de este (Hch 18.8). Ante el procónsul Galión, perdió el pleito que había entablado contra los cristianos, y el populacho lo golpeó (18.17). Algún tiempo después parece haberse convertido al evangelio, porque Pablo, al dirigirse a los corintios (1 Co 1.1), menciona a un Sóstenes como «hermano» que está con él en Éfeso (1 Co 16.8). Bien puede ser el mismo Sóstenes de Corinto.

SÚA

Nombre de varias personas del Antiguo Testamento.

  1. Hijo de Abraham y Cetura (Gn 2; 1 Cr 1.32), posible fundador de la tribu de los suhitas (Job 2.11; 8.1).
  2. Cananeo, padre de la esposa de Judá que fue madre de Onán, Er y Sela (Gn 1– 12; 1 Cr 2.3).
  3. Nombre de otros personajes mencionados en 1 Cr 4.11; 32, 36.

SUAL

Nombre de un lugar y un clan que se menciona en el Antiguo Testamento.

  1. Distrito en la tierra de Benjamín ubicado aparentemente entre Micmas y Ofra, hacia donde marchaban merodeadores filisteos en su guerra con los israelitas (1 S 17).
  2. División del clan de Zofa de la tribu de Aser (1 Cr 36).

SUCOT

Nombre de dos lugares que se mencionan en el Antiguo Testamento.

  1. Lugar en el valle del Jordán, unos 3 km al norte del río Jaboc, donde Jacob construyó casa para sí y cabañas para su ganado al separarse de Esaú (Gn 17). Josué lo asignó a la tribu de Gad (Jos 13.27). Cuando Gedeón persiguió a los madianitas, los de Sucot no quisieron ayudarle con alimentos. Por eso, al regresar, Gedeón castigó a los setenta y siete ancianos de la ciudad con espinos y abrojos del desierto (Jue 8.4–16). El bronce para el gran templo de Salomón fue fundido en este lugar (1 R 7.46; 2 Cr 4.17).
  2. Primera escala de los israelitas después de su salida de Egipto (Éx 37; 13.20; Nm 33.5, 6), ubicado unos 50 km al sudeste de RAMESÉS (lugar donde se inició la peregrinación), probablemente donde actualmente se halla Tell-el-Maskuta. El arqueólogo suizo Naville hizo excavaciones allí e identificó el lugar con el PITÓN de Éx 1.11.

SUDARIO

Lienzo con el que se envolvía el rostro de una persona muerta. El cuerpo del difunto era cubierto con sábanas o vendas y rociado con especias (EMBALSAMAMIENTO). No así la cabeza, que apenas era envuelta en un sudario seco (Jn 11.44). Esto mismo se hizo con Jesús después de que lo bajaron de la cruz; sin embargo, cuando Pedro y Juan vinieron al sepulcro, vieron el sudario enrollado (¿por Jesús mismo?) y puesto en un lugar aparte (Jn 20.5–8), evidencia de que la tumba no había sido profanada.

SUDOR

Indicio de una vida de trabajo (Gn 3.19; cf. Ez 44.18). El sudor «como de sangre» que Cristo vertió en el huerto del GETSEMANÍ es un fenómeno que suele ocurrir bajo una extremada tensión nerviosa y es una prueba evidente de su terrible sufrimiento (Lc 22.44).

SUEÑO

La primera mención del sueño en la Biblia es el de Adán (Gn 2.21). La legislación mosaico, al reconocer que el sueño es necesario para reponer las fuerzas, establecía que no se podía privar de su ropa al pobre para que se cobijara durante el mismo (Éx 22.27; Dt 24.10–13).

Dormir, en sentido fisiológico, equivale al sueño (1 R 18.5; 19.6; Lc 22.46), pero en sentido figurado puede significar:

  1. relaciones sexuales (Gn 19.32ss; 15, 16),
  2. (2) la muerte (Dt 31.16; 1 R 11.43; Jn 11.11; 1 Ts 4.13) y;
  3. (3) la pereza espiritual (Mc 13.35ss; Ro 13.11; Ef 5.14; 1 Ts 5.6).

SUEÑOS

Fantasías que se experimentan mientras uno está dormido.

Los sueños han llamado poderosamente la atención de todos los pueblos desde la antigüedad. Los hebreos los consideraban como medio de manifestación de la voluntad divina con respecto a los hombres y como predicción de hechos futuros, siendo así una vía de comunicación entre Dios y su pueblo. No obstante, dentro del plan de la revelación divina, los sueños no se  emplean en la Biblia para manifestar verdades de la fe o teológicas fundamentales, sino que más bien tienen el carácter de advertencias personales o de anuncios de sucesos de significación política o económica.

Algunos sueños importantes en la Biblia son:

  1. Los de Jacob, como el de la escalera que unía al cielo con la tierra (Gn 12) y el de los carneros listados y manchados (Gn 31.10);
  2. El de Labán cuando perseguía a Jacob (Gn 24);
  3. Los de José en que las gavillas y los astros se inclinaban ante él (Gn 5–9);
  4. Los del copero y del panadero del faraón de Egipto (Gn 5–20);
  5. Los del faraón acerca de las vacas gordas y flacas, y las espigas llenas y vacías (Gn 1–7);
  6. El del amigo de Gedeón en que se predijo la victoria de este (Jue 13);
  7. Los de Nabucodonosor de la gran estatua (Dn 2.31–35) y del árbol frondoso (Dn 10–18).

En el Nuevo Testamento se nota el mismo fenómeno, como en el caso de los sueños de José (Mt 1.20; 2.13, 19s). Es de notar, sin embargo, que la ADIVINACIÓN, la HECHICERÍA y la MAGIA estaban proscritas del pueblo judío (Lv 19.31; Dt 18.9–12; Hch 13.6–12; 16.16–19).

SUERTES

Sorteo mediante el cual se buscaba la solución de un asunto. Se esperaba que Dios los guiase de esa manera en casos dudosos, y así saber el partido que habían de tomar (Jue 20.9; 1 S 10.20, 21; 1 Cr 26.14; Sal 22.18; Pr 16.33; 18.19). El territorio de las doce tribus fueron asignadas por suerte (Jos 13.6).

El chivo emisario (AZAZEL) había que escogerlo echando suertes, y del mismo modo se determinaba el orden de servicio de los sacerdotes (Lv 16.8; 1 Cr 24.5; 25.8).

Mediante esta práctica se descubrieron los pecados de Acán, Jonatán, y Jonás (Jos 7.14; 1 S 14.41, 42; Jon 1.7). Por suerte fueron repartidas las vestiduras de Cristo (Mt 27.35). De esta manera designaron apóstol en lugar de Judas a Matías (Hch 1.26).

El modo más común de echar suertes era emplear piedrecitas, una de las cuales iba marcada (Pr 16.33; Jn 19.24). Como el uso de suertes por uno que cree en la providencia particular de Dios envuelve una solemne apelación al Dispensador de todos los acontecimientos, nunca debían emplearse en ocasiones triviales (PURIM).

Es notable que después de Pentecostés no hallamos el uso de suertes para resolver problemas en la Iglesia. El Espíritu Santo ahora ofrece la dirección que la Iglesia o el cristiano necesita por medios directos y personales (Ro 8.14).

SULAMITA

Figura principal en Cantares (Cnt 6.13). Hay varias teorías respecto al significado de este nombre y de a quién se refiere. Si es una forma femenina de «Salomón», podría significar

«princesa». O también podría ser que se haya cambiado la «l» por «n» y realmente debiera decir SUNAMITA (oriunda de Sunem), como reza la Septuaginta. Sabemos que Abisag, la hermosa señorita que cuidaba a David en su vejez, era de Sunem (1 R 1.1–4, 15; 2.17–22). Posiblemente era ella.

Gran parte del libro le canta a ella y, si de alguna manera se refiere a Cristo y la Iglesia, la sulamita puede dar importantes lecciones a los creyentes.

SUMERIOS

Ver. CALDEOS, CALDEA; BABILONIA.

SUMO SACERDOTE, SUMO SACERDOCIO

(EN HEBREO, KOHEN NAGADOL; EN GRIEGO, ARJIEREUS).

Cargo hereditario que quedó en manos de los descendientes de AARÓN quien fue el primer sumo sacerdote que Dios designó como jefe espiritual de su pueblo y que Moisés consagró (Lv 8).

El sumo sacerdote tenía la misión de velar por la recta administración del culto. El acto cumbre de su oficio era la celebración anual del gran DIA DE EXPIACIÓN en que ofrecía primero un holocausto por sí mismo y luego una ofrenda expiatoria por el pueblo (Lv 16). El sumo sacerdote entraba al Lugar Santísimo, asiento de la presencia de Jehová en medio de su pueblo (TABERNÁCULO), con la sangre expiatoria y rociaba la sangre sobre el PROPICIATORIO. Era la única persona que tenía ese privilegio, y esto solo una vez al año y con la sangre de la expiación.

Otra función del sumo sacerdote era la de juez, en la que contaba con la ayuda del URIM Y TUMIM, aparato de uso exclusivo del sumo sacerdote que le daba cualidades especiales para decidir cuestiones difíciles (Nm 27.20, 21).

Además de las VESTIDURAS ordinarias del SACERDOTE, el sumo sacerdote contaba con algunas de tal gloria y hermosura que lo distinguían en sus funciones oficiales.

Incluía el EFOD (Éx 28.5–12), prenda que se ponía sobre el MANTO del efod (Éx 28.31–35), el PECTORAL (Éx 28.15–29) y la MITRA o turbante con una placa de oro fino con la inscripción:

«Santidad a Jehová» (28.36–38; cf. 29.6).

El Señor dio instrucciones detalladas acerca de la ceremonia de investidura (Éx 29), las que se ejecutaron solemnemente en la consagración de Aarón (Lv 8). Las primeras ceremonias en que Aarón como sumo sacerdote tuvo que realizar con el profundo dolor causado por la muerte de sus hijos NADAB y ABIÚ por no haberse ajustado a las instrucciones divinas. No pudo expresar su dolor ni usar luto porque le fue prohibido expresamente (Lv 9; 10; 16).

Como el sumo sacerdocio era hereditario, el sucesor de Aarón fue Eleazar. También lo ejerció Itamar, lo que dio origen a dos líneas de sumo sacerdotes (1 Cr 24.2, 3). Durante la conquista Eleazar ejerció sus funciones en Silo, que fue la capital religiosa de Israel hasta los días de Elí cuando los filisteos se apoderaron del ARCA DEL PACTO (Jos 14.1; 19.51; 1 S 4.11).

En la época de los jueces solo se menciona una vez al sumo sacerdote, cuando el sumo sacerdote Finees tuvo que decidir sobre un asunto grave ocurrido con los benjamitas (Jue 20.28). El sumo sacerdote Elí era de la línea de Itamar. Su sucesor fue su nieto Ahitob, hermano de Icabod, por cuanto los hijos de Elí murieron el mismo día que Elí. Durante el reinado de Saúl «llevaba el efod» (1 S 14.3), indicio de que era el sumo sacerdote. En otros pasajes se le llama «Ahimelec» (22.11, 20).

Los sumos sacerdotes tuvieron una influencia vital en la religión del pueblo. Si el sumo sacerdote era fiel y estaba consciente de su papel delante de Dios y del pueblo, había un avivamiento en el rey y en el pueblo. De lo contrario, si el sumo sacerdote descuidaba su deber, el rey y el pueblo decaían.

Cuando David trasladó el arca a Jerusalén, los sumos sacerdotes que vivían en Silo se fueron también a Jerusalén. Allí nuevamente se tiene noticias de la reiniciación de las actividades de las dos líneas de sumo sacerdocio (2 S 8.17; cf. 1 Cr 24.3). Debido a la deslealtad de Abiatar en la rebelión de Adonías, Salomón lo destituyó del cargo (1 R 2.26, 27).

La tabla de la página siguiente muestra la sucesión de sumos sacerdotes en ambas líneas. Esta no puede ser completa porque, como era costumbre entre los israelitas, hay saltos de una o más generaciones (1 Cr 6.3–15; CRONOLOGÍA DEL ANTIGUO TESTAMENTO).

Joiada fue sumo sacerdote durante la infancia de Joás. No aparece en las genealogías de la línea de Eleazar, como tampoco su hijo Zacarías, que murió lapidado por orden del mismo Joás, que tantos beneficios recibiera de JOIADA (2 R 12.2, 7).

El cautiverio no cortó la línea de los sumos sacerdotes. Al regreso, varios de ellos tuvieron una actuación destacada, entre ellos Josué hijo de Josadac (Hag 1.1, 12, 14; 2.2, 4; Zac 3) y Eliasib. Aunque era hijo (¿o nieto?) del sumo sacerdote Seraías, ESDRAS no fue sumo sacerdote, pero tuvo una autoridad muy especial como escriba y reorganizador de la religión del Israel después del cautiverio. Poco se sabe de los aaronitas después de Jadúa (Neh 12.11, 12), último sumo sacerdote mencionado en el Antiguo Testamento.

Pertenecieron al Sanedrín (CONCILIO) y muchas veces lo presidieron.

En el período intertestamentario surgió el linaje de los sumos sacerdotes ASMONEOS implantado por los MACABEOS. Estos fueron reyes y sumos sacerdotes a la vez, factor que revistió el oficio de sumo sacerdote más adelante en el Nuevo Testamento con bastante autoridad política.

Son:

Jonatán (152–142 a.C.)

Simón (143–134, hermano de Jonatán) Juan Hircano (134–104, hijo de Simón)

Aristóbulo I (104–103, hijo de Juan Hircano)

Alejandro Janeo (103–76, hijo de J. Hircano) Hircano II (76–67 y 63–40, nieto de A. Janeo) Aristóbulo II (67–63, hermano de Hircano II) Antígono (40–37)

Aristóbulo III (36–35)

SUCESIÓN DEL SUMO SACERDOCIO AARÓN ÉPOCA APROXIMADA

Eleazar

Peregrinación, Conquista Itamar

Finees Conquista, Jueces

Abisúa, Buqui, Uzi Jueces

Zeraías, Meraiot Amarías

Elí Finees Saúl Ahitob Ahitob David

Ahías o Ahimelec Sadoc

Salomón Abiatar Ahimaas Ahimelec Azarías

Joás (de los s.s. Joiada y Zacarías no se menciona el linaje) Johanán

Azarías

Uzías, Ezequías Amarías Ahitob

Sadoc Salum Hilcías Josías Azarías Seraías Josadac Cautiverio

Josué o Jesúa

Regreso del cautiverio Joiacim

Eliasib Joiada Jadúa

Último sumo sacerdote que se menciona en el Antiguo Testamento

En el Nuevo Testamento se mencionan tres sumos sacerdotes, todos ellos contrarios a Cristo y al cristianismo. En el año 18 d.C., Valerio Grato nombró a CAIFÁS como sumo sacerdote y Vitelio lo depuso en el año 36. Caifás participó en las intrigas contra Jesús y fue uno de los primeros en proponer abiertamente su ejecución (Jn 11.49, 50). La afirmación de que era sumo sacerdote «aquel año» sugiere que alternaba con ANÁS (y posiblemente con otros) la presidencia del sanedrín y las demás funciones del sumo sacerdocio.

Anás comenzó su pontificado el año 26 d.C., poco antes del comienzo del ministerio de Juan  el Bautista. Su nombramiento lo debió al favor de Publio Sulpicio Quirino. Anás era suegro de Caifás. A Cristo lo juzgaron en su casa, aunque el sanedrín lo presidía Caifás. En la persecución de los discípulos ambos actúan juntos, pero el presidente era Anás (Hch 4.6).

El tercer sumo sacerdote mencionado en el Nuevo Testamento es Ananías, a quien Agripa II designó en el año 48. Es el encargado de juzgar a Pablo (Hch 23.2–5; 24.1). En su defensa, Pablo pone por testigo al sumo sacerdote. Esto parece indicar que acababa de asumir el cargo y Pablo no lo sabía (Hch 22.5; cf. 9.1; 23.5). Es muy posible que estos sumos sacerdotes no  fueran de la línea de Aarón. Si es así, tendríamos que el linaje de los sumos sacerdotes aaronitas había llegado a su fin, lo que demostraría la fragilidad de su institución.

Cristo es el Sumo Sacerdote definitivo, del cual Aarón y su linaje eran un tipo, y se caracteriza por ser un Sumo Sacerdote misericordioso hacia su pueblo, fiel hacia Dios y hacia los suyos al punto de expiar en su propio cuerpo los pecados (Heb 2.17; 3.2). Es de mayor gloria que Moisés (Heb 3.3) que fue el que consagró al primer sumo sacerdote, compasivo hacia las debilidades humanas por cuanto Él fue tentado también (Heb 2.18; 4.15). En consecuencia, mantiene una invitación permanente a que el débil acuda a Él en demanda de socorro (Heb 4.16; cf. 2.18).

El contraste entre Cristo y los sacerdotes es notable. Coinciden en que a ambos los constituyó Dios en favor de los seres humanos, han de ofrecer sacrificios por los pecados, y han de tener paciencia con los débiles. Pero difieren en varios aspectos importantes.

  1. Las ofrendas y sacrificios de los sumos sacerdotes aaronitas eran muchos y continuos, mientras Cristo ofreció un solo sacrificio de una vez y para siempre (Heb 5.1; cf. 27).
  2. La paciencia del sumo sacerdote estaba basada en su debilidad, mientras que la de Cristo proviene de la misericordia como una virtud propia (Heb 5.2; cf. 15; 7.28).
  3. El sumo sacerdote debía ofrecer sacrificios por sí mismo antes de ofrecer el de los pecadores, mientras que Cristo no necesita sacrificio a su favor (3; 7.27).
  4. El sumo sacerdote aaronita ofrecía animales y entraba al santuario con sangre ajena, mientras que Cristo se ofreció a sí mismo y derramó su propia sangre (Heb 9.12; cf. 13, 14).
  5. El sumo sacerdote entraba una vez al año a un santuario hecho con manos (Heb 7), mientras que Cristo entró al santuario celestial y una vez y para siempre (Heb 9.11, 24; cf. 9.8).
  6. El sumo sacerdote tenía que salir del Lugar Santísimo, pero Cristo entró más allá del velo y ha permanecido en él (19, 20; cf. 10.12) dejando abierto el camino para que los suyos entren a la presencia de Dios (Heb 10.19, 20; cf. 9.7, 8, y Mt 27.51).
  7. Los aaronitas fueron muchos, por cuanto por la muerte no podían perdurar, pero Cristo es uno solo eternamente (23) y su sacerdocio es inmutable.
  8. Su sacerdocio no es según el orden de Aarón, sino según el orden de Melquisedec (Heb 9.20; esto implica que también Melquisedec era sumo sacerdote).
  9. La intercesión del sumo sacerdote era temporal, pero la de Cristo es eterna (25).
  10. El sumo sacerdote era un ministerio imperfecto, porque correspondía a un pacto que caducó, mientras que el de Cristo es un ministerio perfecto que permanece para siempre (Heb 8.16–13).

En suma, Cristo no solo fue Sumo Sacerdote, sino también ofrenda; no solo murió por su pueblo escogido, sino que resucitó y vive eternamente para interceder por él. Al de Sumo Sacerdote unió otros oficios, como el de Rey y Profeta, con lo que se identifica con MELQUISEDEC, único sumo sacerdote que al parecer reunía los tres oficios. Por su obra, Cristo nos ha hecho reyes y sacerdotes que debemos ofrecer sacrificios espirituales y reinar con Él (Ap 1.5s; cf. 1 P 2.9). La culminación del Sumo Sacerdote de Cristo ocurrirá cuando aparezca la segunda vez para introducir a los suyos al santuario celestial (Heb 9.28; cf. 6.19, 20).

SUNAMITA

Ver. .

SUNEM

Pueblo cerca de Jezreel en el territorio de Isacar (Jos 19.18). Los filisteos acamparon allí antes de pelear con Saúl en la batalla de Gilboa (1 S 28.4). Abisag, la joven que cuidaba a David en su vejez, era de Sunem (1 R 1.3, 15; 2.17). Eliseo visitaba la casa de una mujer de Sunem cuyo esposo construyó un aposento para él (2 R 4.8ss).

Hoy Sunem se identifica con Solem, aldea ubicada 9 km al sur de Tabor y 8 al norte de Gilboa.

Era lugar ideal para los acontecimientos relatados en 1 S 28 (SULAMITA).

SUQUIENOS

Aliados de Sisac en la invasión de Palestina (2 Cr 12.3). De ello solo se sabe lo que dice este texto. Se ha insinuado la posibilidad de que se trate de una clase especial de soldados libios y no de una nación.

SUSA

Capital de Elam y ciudad real de los persas. Data desde el cuarto milenio a.C.

Era ya grande al final del cuarto milenio a.C. (el cementerio tenía dos mil sepulturas). Sus habitantes usaban utensilios de bronce y cerámica hecha con rueda. Ca. 2000 a.C., el estado de Elam, con su capital en Susa, se levantó poderosamente. Los elamitas, seguramente después de una de sus victorias sobre los babilonios, ca. 1200 se llevaron la famosa estela de Hammurabi a Susa, donde los arqueólogos la encontraron en 1901 d.C.

En 640 a.C. los asirios, bajo el rey Asurbanipal, conquistaron la ciudad y deportaron los hombres de Susa a Samaria (Esd 4.9, 10). En tiempos del Imperio Babilónico (612–539), Susa era controlada por los babilonios. En el tercer año de Belsasar, rey de este imperio, Daniel estuvo en Susa en negocios del rey, y tuvo la visión del carnero y del macho cabrío (Dn 8.1, 2, 27). A consecuencia de la conquista de Babilonia por Ciro II, Susa llegó a formar parte del Imperio Persa y fue hecha una de las ciudades reales (Neh 1.1).

Darío I, rey persa, construyó en Susa el gran palacio a que se hace referencia en Est 1.2, 5; 2.3.

Nehemías estaba en Susa cuando recibió de Jerusalén las noticias que lo indujeron a solicitar permiso a Artajerjes I para reedificar los muros de la ciudad santa (Neh 1.1–2.8).

En 331 a.C. Alejandro Magno tomó la ciudad. Ca. 638 d.C. los musulmanes la tomaron. Desde entonces comenzó la decadencia de la ciudad, y hoy día quedan de ella nada más que ruinas. Susa ha sido identificada con las ruinas de Sus o Shus, al lado del río Karún, Irán. Las muchas exploraciones arqueológicas en Susa han revelado los rasgos generales de su historia.

SUSANA

(LIRIO).

Una de las mujeres que servía a Jesús (Lc 8.13).

SUR

Ver. SHUR.

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